Fabián Soberón: Destello y Multiplicidad

Por Noelia Fernández Di Santi

En el Norte de Argentina la lluvia es intermitente ya hace varias semanas. Las gotas que golpean sobre los techos de chapa inevitablemente transfiguran la imagen a los primeros años de los ’70, el olor inconfundible de la casa de los abuelos y un niño que está sentado frente a la ventana leyendo a Piaget y Nietzsche en libros que son un préstamo de la Tía Marta. Al cerrar los ojos el sonido de la lluvia, se mezcla con el tecleo de la vieja máquina de escribir Olivetti que la Tía Amalia golpea con fuerza escribiendo guiones para radio.

Felizmente, en este lado del mundo también la literatura es prolífica. Aquel niño hoy ya es un hombre que escribe, que piensa pero sobre todo que vive con las luces de la escritura. Fabián Soberón es uno de los autores que ha sabido aprovechar el don de las letras y volcarlo en una extensa producción que aporta al ámbito cultural y literario tucumano. Pero como, no sólo de ficción vive el hombre, también desarrolla su trabajo como docente universitario y como periodista cultural colaborando para diarios provinciales y nacionales.  

«La escritura no es un sacrificio. Creo que es mejor usar otra palabra. Cuando escribo pienso en el oficio como algo que se forja con el tiempo. La escritura literaria se relaciona con la avidez y la búsqueda incesante, con la curiosidad como sistema. Lo que ha habido y hay en mi pasión literaria es una preocupación incesante por la escritura entendida como oficio, laberíntico y fascinante, es una búsqueda permanente que tiene breves estaciones de felicidad. El resto es dedicación y trabajo, es investigación curiosa y ahí, en medio de la peripecia, de la experiencia, aparecen pequeños destellos que, luego, cuando ya se han cristalizado bajo ciertas formas preestablecidas le llamamos relatos o poemas. En este sentido no persigo una forma única ni una obra encadenada, determinada y segura. Mi escritura es una búsqueda que tiene costados oscuros, desconocidos y luces intermitentes», inicia Fabián describiendo su amor por la pluma.

Pero si hay algo que caracteriza a este hombre nacido en Juan Bautista Alberdi -una localidad al sur de la provincia- hace poco más de cuatro décadas, es la polifuncionalidad. Titulado como Licenciado en Artes plásticas y Técnico en Sonorización, ha sabido fusionar todas las disciplinas. «Si hay algo que me ha preocupado desde que era estudiante fue no quedar asociado a una sola disciplina o a un único ámbito. Le tengo rechazo al monótono camino único. Me interesan las artes plásticas, el diseño, el cine, la divulgación científica, la historia de la música, la novela, el periodismo, la física, la filosofía, la sociología, la crónica, la poesía. Siempre leo varios libros a la vez. Cuando siento que estoy leyendo o estudiando durante mucho tiempo una sola disciplina, me siento que he ingresado en una especie de zona monótona. Creo que uno de mis problemas es la necesidad de la multiplicidad. Uno de los primeros problemas filosóficos que pensaron los griegos fue la relación entre lo uno y lo múltiple. ¿Cómo podía existir una unidad en medio de la diversidad de los fenómenos? ¿Cómo encontrar relaciones entre la escritura ficcional y las matemáticas? ¿Cómo relacionar la poesía con la historia de la música? ¿Cómo pensar la filosofía desde la biografía de los filósofos? ¿Cuáles son los vínculos y las diferencias entre novela y cine? ¿Existen relaciones posibles entre la fealdad y la geometría fractal? ¿Se puede pensar en una escritura autobiográfica del ensayo científico? En fin, mis obsesiones tienen que ver con el antiguo problema griego de lo uno en lo múltiple», explica el autor.

Y como decía Picasso las artes tienen mucho más de esfuerzo, que de inspiración. Trabajo puro y algunos disparadores. «Las ideas surgen de distintos modos y en diferentes ocasiones. Puedo empezar un poema cuando me detengo frente al semáforo en rojo. También escribo por las noches, después de que mis hijos se han dormido. He iniciado ensayos sobre asuntos diversos y me han llevado meses hasta que pude darles una forma digna. He anotado el inicio o el borrador de un cuento en la parada del ómnibus mientras la lluvia mojaba las calles anegadas. A veces anoto una idea para un artículo en las últimas hojas del libro que quiero reseñar. Suelo esquematizar las ideas para una crítica ni bien llego a mi casa luego de ver la película en el cine. Por supuesto que el proceso de escritura es lento y se inicia sin que yo tenga conciencia cabal de que estoy empezando a escribir en mi cabeza. La creación literaria, musical o plástica es un misterio. Felizmente es un misterio. Como decía Severo Sarduy, la única respuesta a un misterio es otro misterio. No tengo la respuesta a la pregunta sobre la causa de la creación. Solo tengo otro misterio».

«Creo que los aspectos económicos y geográficos condicionan la escritura literaria o cualquier área de la creación. Es decir, no es fácil publicar un libro bueno en un contexto de pobreza intelectual o en donde no existe la idea de un editor responsable que colabora con la exquisitez del trabajo literario. Creo que ser del interior condiciona en el sentido político y económico de la literatura pero no es un obstáculo desde el punto de vista de la construcción de una ciudad ficcional o en la invención de un texto cuidado o exquisito. La creación literaria nada tiene que ver con la geografía. La circulación del libro tiene problemas económicos y políticos en términos de distribución. Pero para que una pieza literaria sea buena o mala no importa si el autor es de Frankfurt o de La Rioja», comenta el académico respecto de la situación del ámbito editorial provincial, mientras cita a Vargas Llosa y su teoría de que el autor empieza desnudo y se va cubriendo con los velos de la ficción.

Hay seres humanos que piensan que todo tiempo pasado fue mejor y, como quien suscribe, hacen una medición del índice de lecturas en las distintas épocas. Pero Fabián Soberón deja de lado los conceptos apocalípticos y mira el fenómeno desde otro punto de vista: «Las lecturas tienen usos múltiples. En contra del lugar común que ve en la lectura una actividad inútil, creo que las lecturas diversas tienen fines múltiples y útiles, a veces misteriosos o insospechados. Un jurista lee su pieza de derecho con el propósito de encarar la resolución de un dilema jurídico. Un actor lee la pieza escrita para crear su puesta escénica. Un lector de ficciones no sabe que esa novela conformará, de manera subterránea e indirecta, su forma de entender o desentender el mundo. Un filósofo lee la tradición filosófica para reinventar una manera de interpretar el mundo. Un lector de ensayos descubre en las piezas múltiples de Montaigne el sentido de su vida. Las lecturas tienen un fin pero no tienen el mismo fin. A pesar de que los lectores no saben que las lecturas pueden cambiar su manera de interpretar su vida, es posible pensar que, aunque los libros no ayudan a la revolución social, sí contribuyen a configurar el sentido del mundo para un individuo o un grupo. Wittgenstein sostiene que el sentido de las palabras está dado por su uso. En una paráfrasis libre de la idea del filósofo, pienso que el sentido de un libro está dado por su uso. O, dicho de una manera mejor: los usos de las lecturas son múltiples y modifican de manera parcial o total una vida de un modo impensado o subterráneo. En contra de Aristóteles, creo que no es excelso sólo lo que es inútil sino que el sentido de una cosa se define por una involuntaria utilidad interpretativa. Un libro de derecho, una ficción, un tratado científico, un libro de autoayuda no sólo hacen más felices o desgraciados a sus lectores (y, por tanto, modifican su estado de ánimo momentáneo) sino que pueden modificar su concepción del arte, del tiempo o de la vida. Un libro es un mero objeto físico que engendra un cúmulo de sombras. Pero es uno de esos objetos físicos que pueden alterar los estados simbólicos, el estadio inefable e invisible de la vida: el modo de interpretar la realidad».

Mutifacético por donde se lo mire, el autor de «La Conferencia de Einstein» se declara lector empedernido. Actualmente se deleita con «El fractalista» del matemático Benoit Mandelbrot; «Elegía» de Philip Roth; «Felices los felices» de la novelista Yasmina Reza; «Entre dos mundos» del filósofo Mario Bunge «Emoticons» de la escritora Aurora Arias y «Facsímil» de Alejandro Zambra.

Para los habitantes de este húmedo terruño es habitual encontrarse cada domingo con el suplemento literario del principal matutino. Allí Fabián vuelca su tarea como periodista cultural, tarea que en propias palabras del autor es de formación indirecta, heterogénea y autodidacta.

«El periodismo es un servicio al lector y es una forma de la crítica. La crítica es una forma de la autobiografía, un encuentro con el placer. No hay nada más placentero que leer. Leer durante horas, durante días un mismo libro, internarse en lo que dice un ensayo, en lo cuenta una novela. Leer y releer metido en la cama de una pieza de pensión, en un bar de mala muerte, en un departamento céntrico, bajo la luz oscura y temblorosa y tenue de un ómnibus, en una parada de taxis, bajo la lluvia, cerca de la vía, entre los choripanes y el olor húmedo y terrible del cementerio. Leer pensando que ese cuento es lo único que hay en el mundo. Leer implica la eliminación del mundo exterior: el libro es el mundo. Y aquí tengo que citar a Mallarmé: el mundo existe para terminar en un libro. Eso es leer, eso es escribir una crítica: pensar, mientras leo un libro, que el mundo existe para convertirse en ese libro. Por supuesto que Wilde, para citar de manera doble a Wilde y a Borges, siempre tiene razón: la crítica es la forma moderna de la autobiografía. La crítica cultural es, inevitablemente, una forma de decir más sobre tus gustos que sobre los gustos ajenos. Cuando leo y opino sobre un libro, hablo tanto de mis lecturas como del libro que estoy comentando. Esta, que hoy es una verdad de Perogrullo, debe ser defendida como una operación central: decir algo sobre otro es, también y sobre todo para el crítico, decir algo sobre los gustos personales. Y eso no es sólo inevitable sino que es lo mejor que puede sucederle a un crítico. Como crítico asumo que estoy hablando de mis gustos al hablar del libro de otro y entiendo que una de las mejores maneras de hablar de los otros es escribiendo argumentos para defender mis gustos. Aquí, como en otras áreas, la guerra es una forma apasionada de la experiencia. ¿Qué podemos decir sobre aquellos que difunden una empecinada y burda objetividad? Nada. Que son unos empecinados y unos burdos o unos ciegos que no entienden a la crítica como una actividad hecha de pasión. La pasión es el foco que ilumina la lectura. Sin luz no se puede leer. Si alguien hace el mal sin pasión es Rosas. Si alguien escribe crítica con pasión es Octavio Paz o George Steiner», asegura.

Con tan extensa trayectoria en el mundo de las letras, es inevitable preguntarle respecto de la figura del periodista cultural como principal actor de este ámbito. Para el escritor, no se trata sólo de promocionar el libro de un amigo, sino de una cuestión mucho más profunda, principalmente en la provincia: » En general, creo que falta voluntad de pensar a la crítica como una tarea responsable. Y mientras ocurre esto, hay que decir que el periodismo (de todos lados) está pasando por una etapa de transformación. ¿Cuánto influyen las críticas de discos en la venta de música? ¿Quiénes leen esas críticas? Con internet se ha democratizado (en el peor y en el mejor sentido de la palabra) la publicación de opiniones (a veces fundadas y otras veces no argumentadas) sobre cine, música, literatura, teatro, etc. Y esto lleva a pensar en a quiénes influye de manera real o efectiva lo que publica la prensa. ¿Importa la crítica? ¿A quiénes les importa?»

Prosa exquisita, ficciones recreadas como en el mundo real, el autor extiende el abanico y se anima a otro proyecto: La entrevista. «Desde siempre fui un lector de entrevistas, desde adolescente. Una entrevista es, de alguna forma, una conversación. Yo no podría vivir sin la conversación, es algo que es definitorio de la vida. Algo que aprendí es que lo peor que se puede hacer es tratar de hablar más que el entrevistado, me parece que ese es un primer recaudo que hay que tener. Al mismo tiempo, la entrevista es un escenario, una posibilidad, donde se puede llegar a un autor admirado, a ese escritor leído, darle la palabra, dejarlo que diga algo sobre su obra aunque quizás sepa menos que sus otros lectores sobre su obra. La entrevista es un género que se sale de la literatura propiamente dicha, en el sentido de que las obras tienen que hablar por sí mismas para los lectores, no tiene que estar el autor por detrás explicando nada. En este sentido parece más bien un género filosófico. Las mejores entrevistas que se pueden leer parecen los “Diálogos” de Platón, donde el entrevistador logra que el entrevistado hable y diga las cosas que más le interesan. Una buena entrevista capta un instante, un momento de la vida del autor y también de la vida del entrevistador. Y eso es algo que me fascina, la posibilidad de cristalizar en un momento, citando a Borges, la acumulación del pasado. Pareciera que el pasado se acumula subterráneamente. En mi caso, la entrevista tiene relación con un tipo particular de fetichismo, con la necesidad del documento, la posibilidad de registrar un pasado que se esfuma, que se fuga permanentemente. La idea del registro me gusta, por el registro mismo, uno no sabe qué va a pasar con eso. Creo que la entrevista es el género filosófico que permite un encuentro inusual entre el entrevistado y el periodista. En ese instante paradigmático se produce algo inesperado e iluminador en el que las preguntas pueden ayudar a que el escritor piense algo que antes no había pensado o a que vuelva a pensar algo que ya había pensado. En todo caso, el instante de la entrevista alumbra o ayuda a alumbrar una zona de la obra del escritor. Las preguntas de una entrevista disparan una reflexión crítica, un pensamiento sobre su obra. La entrevista es, también, un disparador político. Elegir un motivo (o un tema) para la entrevista y elegir a quién entrevistar son actos políticos. Se trata de política de la literatura. La entrevista implica una selección, implica la elección de una persona a la que se le concede un espacio público, y a quien se le otorga la palabra. Cuando el periodista elige a alguien, lo hace a la par que deja a los otros fuera de la elección. Este acto de por si implica una acción política. Es una decisión política en el sentido más amplio del concepto. Digo todo esto con el objetivo de destacar que yo elijo a los autores con una intención. Elijo a los autores más allá de las modas y de los vaivenes del mercado. Por eso pienso que es una irrupción (un grito silencioso) en el ruido del mercado, una interrupción momentánea de la moda y una intervención política. Las respuestas de los escritores permiten mostrar a otro público que no solo están los escritores o cineastas que brillan con las luces del marketing sino que el canon se arma con los artistas o filósofos subterráneos que están escribiendo grandes obras en el silencio. La entrevista arma otro canon. Y ese canon tiene zonas de confluencia con el canon de la academia pero también tiene zonas distintas, que se pelean con el canon de los grandes medios. Al menos, esa es una de mis intenciones «, finaliza.

FABIÁN SOBERÓN es escritor, profesor universitario y periodista cultural. Nació en J. B. Alberdi, Tucumán, Argentina, en 1973. Ha publicado la novela La conferencia de Einstein (1era. edición UNT, 2006; 2da ed. UNT, 2013), los libros de relatos Vidas breves(Simurg, 2007) y El instante (Ed. Raíz de dos, 2011), las crónicas Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (Ed. Culiquitaca, 2013) y Ciudades escritas (Eduvim, 2015) y ensayos sobre literatura, arte, música, filosofía y cine en revistas nacionales e internacionales. El Fondo Nacional de las Artes publicó textos suyos en la Antología de la Poesía Joven del Noroeste (Fondo Nacional de las Artes, 2008). Es Licenciado en Artes plásticas y Técnico en Sonorización. Fue docente de Historia de la Música en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como profesor en Teoría y Estética del Cine (Escuela Universitaria de Cine), Comunicación Audiovisual y Comunicación Visual Gráfica (Facultad de Filosofía y Letras). Fue finalista del Premio Clarín de Cuento 2008. Con su novela Atalaya obtuvo una mención en el Premio de Novela Breve de Córdoba, con el Jurado integrado por Angélica Gorodischer, Tununa Mercado y Perla Suez. Ganó el 2do Premio del Salón del Bicentenario. Actualmente colabora con Perfil (Buenos Aires), Ñ (Buenos Aires), Boca de sapo (Buenos Aires), Otra parte semanal (Buenos Aires), La Capital(Rosario), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), Revista Yucumanita (Tucumán), Los Andes (Mendoza) y Nuevo Diario (Santiago del Estero). Es miembro del consejo editor de la revista Imagofagia (Buenos Aires). Ha dictado talleres de escritura en Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires. Ficciones de su autoría han aparecido en Ñ (Buenos Aires), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), entre otras publicaciones. En el 2014 participó en el Encuentro Federal de la Palabra (Tecnópolis) y en el ciclo “Diálogo de provincias”, de la 40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2014 ganó la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes (Argentina).

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De un Instituto de Carreras Alternativas a una muestra de historietas intervenidas, Leo Maslíah, el músico uruguayo que ganó el premio Gardel al Mejor álbum de música clásica y que supo formar parte de un programa de televisión junto a Guinzburg y a Fontova, nos cuenta cómo concibe sus ideas, qué lugar ocupa el humor en su producción artística y qué consume culturalmente por estos días. Su nuevo disco se llama "Últimas canciones".

3 Comentarios

  1. Un ser repugnante, mediocre, forro. Qué lástima que le den espacio a estos tipos.

    • Juan Carlos:
      Permítame preguntarle qué clase de SER es ud? ¿Es, acaso, uno de esos seres que perdieron la capacidad de admirar por eso envidia? ¿O es un ser cobarde que se esconde en el anonimato para denostrar a una persona inteligente y capaz? ¿O, tal vez, un ser tan ignorante que para insultar usa la vulgar palabra forro?
      y también le pregunto ¿Qué clase de creyente es ud, si lo es, que aborrece a su prójimo?

  2. Juan Carlos:
    Permítame preguntarle qué clase de SER es ud? ¿Es, acaso, uno de esos seres que perdieron la capacidad de admirar por eso envidia? ¿O es un ser cobarde que se esconde en el anonimato para denostrar a una persona inteligente y capaz? ¿O, tal vez, un ser tan ignorante que para insultar usa la vulgar palabra forro?
    y también le pregunto ¿Qué clase de creyente es ud, si lo es, que aborrece a su prójimo?

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