Ilustración: José Bejarano

Estación: Calle 125 (línea de la Avenida Lexington)

Un cuento de Juan Carlos Vásquez sobre las decisiones y, sobre todo, una decisión conjunta que irrumpe en lo cotidiano. Ilustración de José Bejarano. 

21 de marzo de 2021

Bajar, subir, bajar, salir, entrar… pude haber sido yo, pudo haber sido otro, ahora simplemente era ese nadie al que no le prestamos atención cuando andamos a toda prisa por la calle.

En la estación del tren la luz no era la misma, en la sombra oscilaba otra sombra, delgada, larga y moviéndose velozmente y, de entre la multitud salió una mujer bastante joven y se paró al lado de aquel hombre inadvertido para hablarle.

¿Quién era? qué hacía él ahí a punto de intercambiar palabras con una extraña, sin embargo al final obvió todo cuando la escucho.

—¿Estás contento?

—Sí —afirmó— con mirada solitaria… inmediatamente pensó en todo el tiempo en que había estado sin compañera. Pero… por qué aquella mujer le preguntó si estaba contento.

Ella lo observó de arriba abajo como si regresara de un infinito y le dijo que se llamaba Lisa y que por primera vez  veía la vida desde otro punto de vista… ese último tiempo lo que había hecho era estudiar y trabajar y le dio las gracias con entusiasmo por escucharla, él se las devolvió con una aceptación vaga y cansancio, intentando decir algo que no decía.

El frío penetró inesperadamente por las rejillas que en el techo se asomaban a la calle y se acercaron. Lentamente las ganas iban dibujándose mientras pasaban los trenes. Al tenerlo tan sólo a unos centímetros ella olvidó su ritmo torpe y quiso una pregunta. ¡Pregunta! Le dijo.

-¿Qué quieres que te pregunte?

-Lo que quieras

-¿De dónde vienes?

-De Rasinari

-¿Y qué haces aquí?

-Imito cantos de guijarros, de Cristo fue ¿sabes que es un Cristo fue? Es un pájaro originario de Sudamérica ¿Para quién los imito? para los niños…-  y le propuso ir a otro lado.

Por alguna razón se sentía acorralada y él también parecía sentirse acorralado en la estación por eso retrocedía un paso del bordillo que daba hacía los rieles y volvía a acercarse como si buscara algo perdido entre los soportes de metal, así que intervino tomándole la mano para sacarla fuera. Y caminaron rápido subiendo por las escaleras mientras ella sonreía moviendo su delgada cadera como una campana al saber que irían a su casa. Después de tantos días de contar los minutos que separaban un tren de otro se había atrevido a hablar con alguien.

Ambos pensaban en que harían y como lo harían. Al llegar a su habitación él puso Bitches Brew de Miles Davis luego Strictly Turntablized de DJ Krush… y ella nada más escuchar sacudió la cabeza. Él no quería que ella lo apresurara; ella no quería que él careciera de ternura. En sus mentes coincidían… la realidad era otra cosa.

-¿Quieres algo de tomar?

Entre el agua y la cerveza ella prefirió el agua, él la acompañó en su preferencia preguntándose por qué razón lo había acompañado. No respondió.

No hablaron nada por más de media hora. Pensaban en sus cosas.  A él le bastaba con voltear y saber que estaba allí.

De repente ella jadeó y él se dio cuenta de que estaba posando.  Y comenzó a dibujarla. Primero la nariz, los pómulos. Cada vez que hacía un trazo ella se sonreía tímidamente.

Su rostro se convirtió en un cuadro, y el sitio exacto para colocarla era en la pared que estaba al frente de su cama. Ella sintió un dulce escalofrío y tronó los dedos de sus manos con vergüenza.

-¿Crees que soy bonita?

-Sí

Pero después de afirmar hizo una aclaración:

-Jamás he pensado en la posibilidad de romance.

-¿Qué es un romance? – Le preguntó.- ¿Acaso tú lo sabes?

-Personas embelesadas en estado de éxtasis contemplativos, no hace falta insistir en este tipo de cosas.

Él, que sí quería un romance no supo por qué dijo aquello, pero lo dijo. Inconscientemente se apartaba de ella para internarse de nuevo en la penumbra y  la desolación. Al percatarse la chica abrió la boca y soltó su impresión.

-Te gusta caer. A mí también. Descender juntos podría ser una opción, no te preocupes por eso —, y continúo—: los hombres se asustan, pero tendrías razón si me declararas rara.

-¿Acaso eres atea?

-Solo sigo dando vueltas.

-¿Cuánto tiempo considerándolo?

-Media hora cada día.

Él insistió en él. Volteó hacia un estante cuando experimentó una necesidad repentina. Una pastilla muy pequeña le alumbró la córnea y sin pensarlo la tenía en sus dedos dando un recorrido en forma giratoria, hasta que la subió la puso en su boca y tragó. Cuando cayó en su estomago se quedó inerte, esperando 20 minutos, mientras más minutos mas perdía el temor y llegó a la conclusión de que era atractivo. Los monstruos con los que soñaba ya no le importaban. Sintió la misma prepotencia de cuando fue afortunado y decidió enumerar sus logros.

-Mejores promedios en la universidad, graduado con honores.

Ella notó que había tomado algo y le rogó invitarla… Pero él insistió.

-Por favor, por favor. Ponte a pensar en mis triunfos personales, no te desentiendas.

-¿Por eso tiemblas?

-Por eso espero

-Esperas claro. Pero… ¿esperas qué?

-Que digas algo

-No diré nada al respecto. Hablaré de mí. Soy Lisa, seguiré siéndolo a pesar de tus pastillas. Sí, un tanto distraída, la silbante, la que entretiene a los niños. Me marché de casa muy temprano, cuando mi madre murió. Este es mi cuarto país, mi segundo enfrentamiento conmigo misma. Dime realmente quien eres y ahorrémonos los problemas.

-Cómo saber quién quieres que sea

-Necesitaríamos más tiempo y no estoy dispuesta.

-Entonces por qué no salir

-¿Salir?

-¡Salir!

-Acepto

El bar estaba solo, oscuro, lleno de velas y candelabros. De fondo el sonido de un saxo, luego un piano y al final, un bajo estridente y distorsionado.

Cuando él bebió, sus pupilas se encandecieron y comenzó a hablar con otro vocabulario. Describió a un mundo en el que todos iban a vivir felices, un mundo sin violencia, comenzó a ver su hermosura, a sentir sus manos, se tornó muy afable, desprendido, cordial. Cuando ella iba al baño la llevaba y la esperaba. Le ponía la silla, los bocadillos en la boca. Lisa no se resistió y lo beso, primero suave, luego fuerte y profundo. El lugar comenzó a llenarse de gente y ellos continuaron atestándose de alcohol hasta que Lisa perdió el equilibrio. Su cabeza se convirtió en una disputa pues sabía que él insistiría en llevarla hasta la cama y ahora no sabía si quería o si no quería y tuvo una idea para librarse del debate.

-¿Y si volvemos a la estación? Quizá es mejor hacerlo juntos que hacerlo solos.

-¿Hacer qué?

-Lo que tú sabes.

-¿Lo que yo quiero?

-Lo que ambos queremos.

-Hagámoslo.

Muertos de la risa, tomados de la mano, caminaron hasta llegar a las escaleras de la estación, bajaron y cuando escucharon al tren venir coordinaron un salto, uno, dos, tres, y se lanzaron…

-¡Estación: Calle 125 (línea de la Avenida Lexington)!— se escuchó informar por radio a uno de los guarda de seguridad privada. Y finalizó diciendo -el de siempre y Lisa, afirmativo, esta vez sí, esta vez lo lograron.

Dieciséis años fueron suficientes para desaparecer y convertirse en datos… Allí estaba Nueva York como de costumbre recogiendo a sus muertos.

El público, en chándal, en traje de gala  y congregado alrededor abucheo entre risas las malas artes de la pareja. Terminado el espectáculo, que había sido el impacto de los cuerpos contra railes y tren maldijeron a los muertos por el tiempo perdido. Otros simplemente se alegraron al tener excusa para retrasar compromisos.

 

 

Departamento de Policía de Nueva York (New York City Police Department).

 

Antecedentes penales:

Sin antecedentes.

 

Historial médico de los fallecidos:

 

01 de enero de 2020. Hora 22:30.

Lisa Gheorghe – The Manhattan Psychiatric Center – Ingresos: 1.

 

26 años. Estatura 1,72 m, cutis blanco, ojos azules, cabello castaño. Aparente estado de exaltación relacionado con la fascinación de sentimientos e impulsos a veces incontrolables por falta de amor.

 

Evidentes signos de autoflagelación o autocastigo, golpes repetidos en su cuerpo con algún instrumento en rituales ascéticos. Amante obsesiva de raíles y trenes,  Ingresa sola,  y manifestó que intentó hablar con algunas personas en la estación del subterráneo, pero todas se negaron. Sobredimensiona el hecho, pide medicación. Se le administró un calmante y seis horas después se le dió de alta.

 

12 de enero de 2020. Hora 15:30. Sujeto NN – The Manhattan Psychiatric Center – Ingresos 2.

 

Sujeto NN masculino, aproximadamente 30 años. Estatura 1,80 m, moreno, ojos pardos, cabello negro. Aparente estado de shock. Arritmia cardíaca, tensión arterial. Rescatado de las vías del tren antes de ser arrollado por el operario de turno. Confesó aislamiento, mostró sentimientos negativos de duda y de baja autoestima.  Cansancio y fatiga, insomnio, debilidad del sistema inmunológico en los resultados de las pruebas de extracción de sangre. Siete días de internamiento bajo tratamiento con personal especializado, seis meses de medicación controlada. […].

Escribe Juan Carlos Vasquez

Juan Carlos Vásquez, nació el 20 de diciembre de 1972, en Valencia, Venezuela. Ha participado en volúmenes colectivos y antologías en México, Chile, Perú, Estados Unidos, y España. Formó parte del grupo cultural Spanic Attack (Nueva York, 2004); The Hall (Miami, 2001) y del proyecto literario y artístico Mirages from an Unreal World by Laura Orvieto, Author house (New Jersey, 2010). Es autor del libro de relatos Pedazos de familia (Ediciones Estival, 2000). Responsable de HD Kaos. Obtuvo distinciones en los Concursos de poesía pro lingüístico y multimedia Premio Nosside (Calabria, Italia), ediciones 2005 y 2006. Finalista del concurso de microrrelato «Guka» Buenos Aires, 2018. Fue seleccionado para formar parte de la Antología The World's Greatest Letters 2021. Bilingual Anthology English - Spanish. Ha colaborado en distintas publicaciones tanto impresas como virtuales: Barcelona Review, Babab, Canibaal, El coloquio de los perros, Margen Cero, entre otras. Ha escrito los libros de relatos: Invulnerables (en proceso de publicación), Diario de Nueva York (Ward's island, la conservación de los recuerdos) y Colapso, un libro recopilatorio de su poesía, inéditos hasta el momento. Ahora trabaja en Reflexiones nocturnas y otras consideraciones. Vásquez se trasladó a la Florida en 1999. Desde entonces ha vivido en Tampa Bay, San Francisco, Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos y España. Actualmente reside en Barcelona. Email : jcvasquezf@gmail.com

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