Donde estuvo ubicado el Correo Central, se eleva impetuoso el Centro Cultural Kirchner. De una arquitectura que deslumbra, el recinto cultural más grande de Latinoamérica provoca que las personas que allí ingresan se queden atontadas mirando las paredes, los techos, los pisos, las ventanas. No sucede a menudo, no en Argentina, que las personas permanezcan en silencio observando la labor de los arquitectos contemporáneos, es que no hay inversión estatal para este tipo de obras en los países subdesarrollados. Por eso, el CCK constituye un caso especial y una obra urbana que abre bocas asombradas y provoca que el hombre, lobo del hombre, deje cinco estrellas en los comentarios de Google. Destaco que también abre bocas asombradas la ausencia de comentarios negativos en el buscador, provocando dudas del tipo: ¿Qué pasa que no veo que nadie se esté quejando? ¿Tendré que renovar los anteojos?.
El viernes 29 de junio por la tarde, un día bien fresco, llega al CCK Inés Rinaldi con su pelo rubio perfectamente peinado. Es una señora muy bella, dulzura, simpatía y amabilidad se confunden con gracia y naturaleza.
Inés Rinaldi se siente feliz de poder cantar en la Cúpula del CCK, una sala que abraza. Se ve en su cara la felicidad, pero también la anuncia explícitamente. Recuerda, no obstante, que la noche anterior, a punto de dormir pensando en el show, se ha prometido no moverse demasiado: sabe que los dolores en las rodillas luego la van a dejar sufriendo.
Tal como indica el programa, sin retrasos, ella y sus músicos se paran en el escenario a las veinte. Todos impolutos. Los hombres visten de negro, ella de blanco. Cada uno ocupa el lugar indicado: Juan Esteban Cuacci en el piano, Mariano Delgado se sienta a su lado con una guitarra en manos, Gaspar Tytelman frente al set de percusión, ella en el centro. Inés Rinaldi viene de una familia de músicos y hace unos cincuenta años que se dedica al canto, no es casual su presencia escénica. Ella, a diferencia de su hermana que optó por el tango, ha elegido al folklore para el encuentro musical con su público.
Los músicos que la acompañan interpretan un repertorio folklórico latinoamericano cuidadosamente seleccionado. Profesionalismo, cuidado y dedicación, los destacados talentos de todos los que están en el escenario se equilibran y brota de ellos sincronía musical. Inés se olvida de sus rodillas y baila. Ella es la anfitriona. Entre tema y tema, narra historias referidas a las canciones interpretadas. Las anécdotas son variadas y suman al show. Cuenta, por ejemplo, cuando Chabuca Granda le dijo que podía ser tan buen intérprete como ella, solamente era necesario estudiar.
En este espectáculo, a la simpleza de una chacarera se le imprime una nueva impronta. El encuentro musical está aggiornado. El maestro de la transformación es Juan Esteban Cuacci, quien ha escuchado cantar a su madre desde sus primeros días. Y aunque todos los arreglos sean impecables, destaca el trabajo en Tonada del viejo amor de Eduardo Falú y Volver a los 17 de Violeta Parra.
En uno de los últimos asientos de la sala de la Cúpula del CCK, hay una chica escuchando a Inés Rinaldi. Ha ido a cubrir el evento. Está atrás no por elección, sino porque el tiempo le jugó una mala pasada y llegó casi en el mismo momento en que la cantante y sus músicos impolutos ingresaban en la sala. Sentada sola, ahí atrás, no puede evitar pensar en los encuentros familiares en los que el folklore construye una constante. Todas las canciones que oye en ese momento, ya las ha escuchado alguna vez en esas veladas.
Su abuelo siempre decía que lo más importante a la hora de interpretar una canción, es sentirla. Eso es lo que Inés Rinaldi está haciendo, cree en la canción. De pronto, casi al final del espectáculo, suena La añera de Atahualpa Yupanqui, es la canción que su abuelo le cantaba cuando había abandonado el pago para vivir en Buenos Aires. “Tira el caballo adelante y el alma tira pa’trás”. Recuerda las veces que lloró escuchando esa canción, extrañó, y como si el alma tuviera memoria, le aprieta fuerte la garganta hasta exprimirle una lágrima que ella esconde recelosa.
Alrededor de la chica, en la Cúpula del CCK escuchando a Inés Rinaldi, las personas cantan fuerte, aplauden, bailan y se emocionan. Se expande un sentimiento de comunidad generalizado entre personas que no se conocen entre sí pero se sonríen mutuamente. Felices, aplauden y gritan bravo. Todos hipnotizados por el canto.
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