Una historia atrapante, un secreto que atraviesa el espacio y el tiempo. Dos arqueólogos, un robo que revela una verdad insospechada, en este cuento de Alberto Pellegrinelli. Ilustra María Lublin.
Ubicar el origen de esta historia en el departamento que ocupaba en el barrio de San Telmo, en un día cualquiera de 1949, sería una verdad a medias.
Ubicarlo a principios del siglo XX en la isla de Creta, entre ruido de palas y polvo de historia, no dejaría de ser una verdad a medias.
Situarlo en Cnosos hace unos tres mil doscientos años, entre complicados pasadizos y horribles mugidos, no aportaría una mayor dosis de verdad.
Me limitaré a contar la historia según me fue revelada con los más y menos que la memoria y el olvido pueden haberle agregado.
Líbero Paribeni entró sacudiendo gotas de lluvia heladas, me saludó con afecto y se quitó el abrigo. Antes de sentarse extrajo de los bolsillos del sobretodo un cuaderno de apuntes y un lápiz. Mientras lo esperaba yo había preparado café y colocado sobre la mesa dos copitas y una botella de ginebra. Nuestra tarea para esa tarde era seleccionar algunos artículos para el próximo número de la Revista Argentina de Arqueología.
Mientras servía el café, sabiendo de su gusto por la prosa y la poesía de Borges, comenté:
–Acaban de publicar un cuento de Borges que se llama La Casa de Asterión.
–Trataré de no leerlo, ya tengo bastante de Asterión y su casa.
Me di cuenta que la inesperada respuesta era sólo un prólogo y que un atento silencio valdría más que cien preguntas.
–Veo que mi respuesta lo ha sorprendido y no es para menos. Si usted tiene tiempo, paciencia, y el café no se acaba, le contaré una historia extraordinaria que no podrá repetir a nadie, a menos que quiera dañarme, y sé que no es ese el caso.
Intrigado respondí que café había mucho, tiempo también y si bien la paciencia no es una de mis virtudes, presumía que el interés por la historia la reemplazaría con creces. En cuanto a la reserva que de mí se esperaba, años de amistad servían para avalarla.
–Hace unos treinta y cinco años, más o menos, yo acababa de graduarme en Arqueología en Roma (esto usted ya lo sabe) cuando Evans, el Inglés, descubrió el palacio del rey Minos y el famoso laberinto, confirmando una vez más que los relatos de Homero tenían una base cierta.
Entre los arqueólogos de Europa, sobre todo entre los más jóvenes, se desató una especie de fiebre del oro. Un grupo de colegas de varias nacionalidades y yo, nos zambullimos sobre Creta y nos pusimos a trabajar a las órdenes de Evans, sin discutir salario ni condiciones. Se me asignó un área del Palacio y me pusieron a cargo de un grupo de excavadores. Durante el año y medio que duró esta experiencia, me sentí como en el paraíso y esta analogía es muy válida si tenemos en cuenta las razones por las que fui expulsado del mismo.
Tomó un sorbo de café y continuó en tono apesadumbrado.
–Yo era joven…, el clima de Creta propicio para el amor, y la mujer de Evans muy hermosa. Puedo ahorrarle detalles que Ud. sin duda imaginará. Algún colega envidioso logró que Evans se enterara y apenas tuve una semana de tiempo para preparar mis cosas y abordar el primer vapor con destino a Italia. No sé como se habrá sentido Adán cuando lo echaron del paraíso, a él por lo menos lo echaron junto con Eva, a mí me echaron sólo y estaba furioso. La furia no es buena consejera y decidí vengarme de la “injusta” expulsión.
Mi grupo acababa de desenterrar dos cofres que estaban siendo limpiados por fuera antes de abrirlos y que todavía no habían sido declarados ni registrados. En un gesto estúpido ordené que los despacharan con mi equipaje.
Le serví un copita de ginebra que apuró de un sorbo y exclamó.
– Sí, querido amigo…, los robé… los robé.
Con un gesto traté de restarle importancia al robo. Al fin y al cabo había ocurrido hace treinta y cinco años y nadie lo descubrió. Lo que realmente me importaba era conocer el contenido de los dos cofres en los que suponía estaba la clave de la historia. Paribeni no se hizo esperar.
–Llegado a Roma puse al tanto de mi delito a dos queridos amigos y colegas a quienes la amistad por un lado y la curiosidad por otro los llevó a convertirse en cómplices entusiastas. Juntos nos pusimos a trabajar sobre los cofres y su contenido. En Roma hubiera sido difícil mantener la necesaria reserva. Por suerte uno de mis colegas ofreció como lugar de trabajo una “Villa” que su padre poseía en las afueras de Verona, en la que no seríamos molestados y podríamos trabajar en paz.
Durante tres años trabajamos como fanáticos. Como broche final hicimos copia de todos los documentos que había en los cofres y con mucho cuidado guardamos cofres y originales en el sótano de la “villa”. Jamones y buenos vinos son su custodia permanente y contribuyen a ocultarlos.
Un día de estos pasaré por aquí y le dejaré como regalo un juego completo de copias. Se que usted lo apreciará.
Conmovido, agradecí el regalo que me prometía y le pedí por favor que continuara.
–El primer cofre contenía treinta y tres rollos o documentos confeccionados con algo que identificamos como un cuero muy fino y todos estaban escritos en jeroglíficos parecidos a los egipcios, pero con importantes diferencias. Por suerte uno de los rollos estaba dedicado a un contrato comercial entre Creta y Egipto y redactado en ambos idiomas. Desde el punto de vista de la historia que le estoy contando era el menos importante pero fue nuestra Piedra de Rosetta.
Todos los rollos de este cofre comenzaban con una frase ritual que decía algo así como: “Minos, hijo de Vulcano, amado rey de Creta, quiere que se sepa…”.
Yo luchaba entre el deseo de no interrumpir y la obligación de servirle más café y dejarlo descansar. Serví el café pero no pude reprimir mi ansiedad y lo alenté a seguir con el relato.
– También nosotros estábamos ansiosos. Resultaba evidente que estábamos ante una especie de registro oficial de los hechos del reinado de Minos. Lo que más nos sorprendió fue la coincidencia de los relatos ordenados por Minos y lo que ya sabíamos por los relatos de Homero y otros. Usted ya conoce la historia, comenzaba con el origen divino y el acceso al poder de Minos y nos iba informando de las dificultades para generar una descendencia al trono hasta que por fin Parsifal le dio dos hijas, Ariadna y Fedra. Luego venía la ira de Poseidón, el amor entre Parsifal y el toro sagrado, la ayuda que en esto prestó Dédalo, el nacimiento del Minotauro, su encierro en el laberinto, la llegada de Teseo, la fuga de Dédalo e Ícaro y la muerte de este último, la muerte del Minotauro a manos de Teseo y la huida de este con Ariadna a quien abandonaría en una isla.
Como usted puede ver se trataba de algo maravilloso pero conocido. Uno de mis colegas sostenía que no era extraña esta coincidencia, siempre había considerado a Homero un poeta cortesano y por lo tanto dispuesto a cantar las glorias de los poderosos de acuerdo con lo que mi amigo llamaba “la historia oficial”.
A pesar de la enorme importancia de este descubrimiento, yo ya había comenzado a sospechar que lo verdaderamente importante estaba en el segundo cofre y que Paribeni había acomodado el relato como un experto director de cine. No me defraudó.
–El segundo cofre contenía treinta rollos. A pesar de su parecido físico con los del primero, algunas cosas llamaron de inmediato nuestra atención.
Los trazos de los jeroglíficos no eran idénticos a los anteriores, lo que indicaba que el escriba no era el mismo.
Igual que en el primer cofre todos los textos comenzaban con una misma frase, pero ésta era: “Minos, el tirano que siempre miente…” y estaban sin dudas destinados a refutar el contenido de los rollos anteriores.
Más tarde descubriríamos que el estilo de la escritura era mucho más directo que en los rollos del primer cofre y resultaba evidente que la finalidad de estos escritos no era halagar a nadie.
–Noto su ansiedad, pero puedo asegurarle que no es nada comparada con la emoción que sentíamos en aquel momento. Habíamos encontrado “La Otra Historia”.
Trataré de resumir el contenido de estos rollos destinados, como ya le dije, a refutar a los del primer cofre.
Más café y un ansioso silencio de mi parte que procuraba abreviar las interrupciones.
–Refutar el origen divino de Minos y relatar su sangriento acceso al poder ocupaba todo el primer rollo. El segundo trata de la impotencia de Minos para procrear y de la llegada de Dédalo y su hijo Ícaro para construir el fastuoso e innecesario palacio. El quinto rollo comenzaba así: “nadie ignora en Palacio los amores de la Reina Parsifal e Ícaro y aunque nadie se anime a afirmarlo todos saben que Ariadna y Fedra son hijas de Ícaro y no del impotente Minos”.
No recuerdo en que rollo, puede ser el sexto o el séptimo, se habla del tercer embarazo de la reina y de cómo el rey, enterado del engaño, lo atribuye a un toro sagrado. Agrega que solo la superstición de Minos a quien los augures le aseguraron que se trataba de la voluntad de Poseidón, pudo salvarle la vida a la reina y al futuro vástago.
Hay otro rollo donde se cuenta del encierro de Dédalo e Ícaro en las cárceles del palacio y también del intento de fuga que fue exitoso para Dédalo, pero le costó la vida a Ícaro a manos de los esbirros del rey.
El rollo onceavo cuenta el nacimiento de Asterión, un hermoso niño condenado a vivir encerrado en las cárceles del palacio.
En el rollo 28 nos cuentan que Asterión es ya un hermoso efebo y que todos los años el Rey hace sacrificar siete jóvenes varones y siete doncellas en las cárceles para mantener el engaño de la condición monstruosa de Asterión. Ese año el rey envió emisarios al Ática para reclamar que entre las víctimas propiciatorias venga también Teseo, hijo del rey. En su estupidez, Minos cree que Teseo ayudado por Ariadna logrará acabar con Asterión y los dioses no lo culparan a él.
Noté que Paribeni necesitaba hacer un alto en el relato y yo asimilar la sorprendente información recibida. Dije como al pasar que Evans había fallecido hacía unos años y por lo tanto no tenía nada que temer si publicaba sus descubrimientos. Con condescendencia me señaló que el propietario de todos los objetos descubiertos no era Evans, sino el Museo Británico que había financiado las excavaciones y que por supuesto no había muerto ni tenía intenciones de hacerlo.
Me quedé pensando hasta que de pronto creí ver la luz de una solución.
–Pero los griegos se lo pasan diciendo que quieren recuperar su patrimonio cultural… – comencé.
Paribeni, que parecía tener una respuesta para cada objeción, me interrumpió con un gesto.
–Exploramos esa posible solución. Como usted comprenderá tengo amigos en el Ministerio de Cultura de Grecia a los que me dirigí en forma reservada. Al principio estaban muy entusiasmados, pero a medida que conocían los detalles del segundo cofre su entusiasmo comenzó a decrecer y al final terminaron recomendándome que ni siquiera lo intentara.
–Pero… no entiendo
Dije mientras trataba de encontrar una lógica en el rechazo del gobierno griego.
–Querido amigo –comenzó, otra vez condescendiente, Paribeni,– ¿usted cambiaría una historia maravillosa de dioses, semidioses, reinas que copulan con toros sagrados, monstruos con cabeza de Toro y cuerpo de hombre, irresponsables que vuelan hacia el sol, héroes que matan al monstruo y enamoradas provistas de un hilo salvador, por una simple historia de pasiones humanas tan vulgares como el amor, el odio y la ambición? Se necesitaría el genio de un Shakespeare para hacer un relato que pudiera competir con el mito, y aún así, estoy convencido que el mito resultaría vencedor.
–Pero no se trata de otro mito, se trata de la verdad, la verdad histórica, esa que Ud. llama “La otra historia”.
–El mito una vez instalado, y hay muchos ejemplos de lo que digo, es más fuerte que la historia que siempre es efímera como sus protagonistas. Este mito en particular tiene más de tres mil años y ya forma parte de la identidad griega. Si nos cambian la identidad simplemente somos otro, y para la inmensa mayoría de los mortales esto es menos tolerable que dejar de existir.
Vencer el desaliento que me produjeron las explicaciones de Paribeni no fue fácil. Decidí volver a los rollos con la otra historia.
–Con estas disgresiones, no terminó de contarme como Teseo da muerte a Asterión y huye con Ariadna.
– Es verdad, a usted le falta conocer el final de la otra historia. Como casi todos los griegos de su tiempo, en asuntos de belleza y de amor Teseo no discriminaba por sexo. El rollo treinta nos cuenta que al encontrarse con Asterión a quien creía un monstruo y resultó ser un hermoso joven, Teseo no puede o no quiere resistir a sus encantos, mata a los carceleros y huye con Asterión rumbo al Ática.
Respiré hondo, llené las copas de ginebra y levante la mía diciendo:
–Brindo por La Otra Historia.
Paribeni con gesto satisfecho alzó la suya y respondió:
–Por Teseo y Asterión.
PS. Buenos Aires, 1989. Mi compromiso de reserva ha caducado. Paribeni y sus “cómplices” ya no caminan este mundo y en lo que a mí respecta, me preocupan más las consecuencias del otro que presiento cercano que las de este que abandonaré pronto. Alguien encontrará los dos cofres que esperan entre jamones y buenos vinos en las afueras de Verona.
Muy bueno
Espectacular! Una trama diferente, y muy bien escrito.
Muy linda historia!
Muy bueno!
excelente libro!!!!!! me encanto
excelente cuento
¡Muy bueno!
Me encanta el cuento y como está contado
Una joyita.
Por favor, publiquen alguna otra obra de este autor.
Una delicia. El autor sabe contar una historia atrapante. Deja entrelíneas la paradoja de Epiménides.
Increíble historia
Excelente! Me encantó.
Una joyita.
Por favor, publiquen alguna otra obra de este autor.
Hermoso cuento, me generó mucho interés en todo momento hasta el último párrafo. Felicitaciones al autor!
Excelente! Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un cuento así.
Gracias Marina. Me alegro que te haya brindado un momento de placer.
Qué hermoso cuento Crónicas Cretenses!!! Felicitaciones al autor
Atrapante su cuento, Pelle!!! De excelencia lo suyo, aunque a esto ya nos tiene acostumbrados. Abrazo!!!
Excelente cuento, inteligente historia y trama.
Mis felicitaciones al Autor!
Excelente cuento con reminiscencias Borgeanas!
Hermoso cuento!!!
Hermosa historia!!!! Muy atrapante y muy bien contada.
Muy buen relato. Felicitaciones.
Me encantó este relato, ameno y tan bien escrito! Los mitos griegos siempre tan atractivos y tan tentadores. Gran hallazgo el tono de los personajes y los detalles que construyen la magia! La copita de ginebra, el sobretodo con gotitas de lluvia heladas! En estos tiempos, se agradece tanto la ficción bien escrita.