Planetaria (Modesto Rimba), de Carolina Massola, alcanza una eficacia por momentos virtuosa en la compleja representación de la duración temporal y de lo real amplificado por la fantasía, la memoria y una emotiva perplejidad. Extrema sutileza que surge de un saber poético reconocible por la riqueza de sus imágenes donde sentimiento y reflexión destilan una transparente melancolía. Un registro de rara densidad conceptual y estilística. Generosa, verdadera.
-¿Cuál fue el punto de partida de Planetaria?, ¿qué impulsos-motivos te llevaron a escribirlo?
-Reformulando de algún modo lo que dije hace más de un año al respecto, hoy creo que el impulso, el motivo primario llegó con la contemplación del cielo, pero de un cielo pobre, casi de una gran carencia, que es el cielo de la Ciudad de Buenos Aires observado a ojo desnudo. Un cielo que muestra muy poco. No obstante, lo escaso que adiviné me despertó un deseo por aquello tan lejano. Este deseo abarcaba varios planos: conocerlo, imaginarlo, entenderlo, decirlo. Fue un recorrido muy estimulante porque en ningún plano estaba segura de poder alcanzar ese deseo. La exploración y el desafío son interesantes para impulsar el movimiento. Pronto escribirlo significó obtener el tono propio de ese decir. La búsqueda de reconocer mi mirada y de lograr que la lengua me mostrara ese pliegue. En algún momento y ante la frustración pensé en abandonarlo, pero algo interno y la lectura de unos poemas de Bataille me dieron el último impulso y toque final. El tono exacto que quería. El resto es trabajo. Si tuviese que pensar un porqué, diría que algunas intuiciones son indiscutibles y trabajan misteriosamente.
–Paulina Vinderman afirma en el prólogo de Planetaria que el “cosmos es nuestro pasado”. ¿Tanta poesía hay en la memoria?
-Si pensamos o comprendemos las capacidades de nuestros sentidos, advertimos que todo lo que perciben forma parte del pasado, aunque sean milésimas de segundos, forma parte del pasado de acuerdo a la distancia en la que nos encontramos con lo percibido y hasta podría decir “en” lo percibido. Esto nos ubica en una suerte de presente que no es exactamente tal, sino una imagen constante del pasado. Comprenderlo, el hecho de reaccionar ante cada estímulo, estará alejado, eso siempre sucederá milésimas de segundos después. Entonces sí, el universo y todo lo que nos rodea y pensamos e interpretamos es nuestro pasado. Y quizás se trate de intentar comprender eso que existe entre esas milésimas de tiempo y nosotros. ¿Se tratará de un tiempo perdido? Y velozmente llega el querido Proust. Seguramente está la poesía en esa memoria. Única lengua que puede expresar lo inabarcable.
-“Recogemos lo que sea a nuestro paso/ por devorarnos lo viejo/ por florecer la nueva estrella”. Y aquí otro fragmento: “”Me disperso/ busco expandirme/ en el Universo”. El Yo lírico, íntimo, personalísimo, pareciera fundirse en un sentimiento cósmico: la inmensidad del universo.
-Sí, exactamente Augusto. El Yo que habla en Planetaria es un Yo que al intentar tocar, con el sentido de nombrar (donde nombrar representa ese acercamiento), la inmensidad del universo se comporta como él. Es un comportamiento que surge de modo inherente al trabajo de decir. Es inseparable del decir, porque, efectivamente, está en la búsqueda de abarcar desde la lengua, lo inabarcable del universo. Tal como decís, es un Yo íntimo, personalísimo que pareciera fundirse en ese sentimiento cósmico hacia la inmensidad del universo, creo que algo de esto mencionó Claudia Masin (quien me acompañó amorosamente en el toque final del trabajo) en la presentación del libro. Y mientras parafraseo tu pregunta, pienso en la lengua con la que trabaja el poeta y ese Yo que nos brinda. Ese Yo que desde la lengua parece empecinarse en anclarnos. Desde ese Yo íntimo, que no tiene otro modo de decir, el salto al intento de decir el universo trae, al mismo tiempo, ese sentimiento cósmico.
-Carolina, ¿cada poema arma sus propias normas?, ¿por qué?
-Indiscutiblemente. Sí, el poema a medida que emerge, va generando sus propias reglas. Posiblemente se pueda pensar que esto es así porque a medida que surge, también va creando su propio sistema. Casi como “un sistema planetario” o cualquier sistema desde una perspectiva más estructuralista. Esos elementos que trae el poema, estimo, van creando una tensión y es esta tensión entre las palabras, sonidos, y desde ya, silencios la que comienza a regir. En definitiva, más tarde se convertirá o no, en un objeto suspendido en un espacio. Y allí sabremos si se ha logrado un poema o son unas lindas palabras que no suenan mal y que están bien “acomodadas” en una hoja. Pero lo más interesante de esto, entiendo, sucede cuando esto accede a nosotros por vía de la intuición. Retomando la idea de sistema, cabe destacar que en un sistema planetario, como ya sabemos y aunque parezca evidente mencionarlo, los elementos orbitan un centro por una fuerza de atracción que llamamos gravedad y esto me permite preguntar: ¿cuál sería entonces el centro que ejerce esa fuerza en el poema? Según André du Bouchet (poeta francés de la posguerra que leí junto con Bonnefoy, Jaccottet y Dupin en estos últimos meses) —retomando parte de una entrevista que le hacen en France Culture—, el punto de anclaje sería la lengua pero una lengua por conquistar, una lengua que ya no nos es dada. Por lo que aquél que intenta decir (que no es hablador ni orador) va a permanecer en la búsqueda. Es decir, no encuentra enseguida el punto de anclaje. El punto de anclaje de esa lengua sería una falta, un vacío que nos hace avanzar y que intentamos completar. Ese vacío sería el centro. Está en el centro. Para Du Bouchet ese vacío que está en el centro se traduce por una respiración. A partir de esto, se me ocurre que la idea del vacío en el centro del poema, de ese vacío por completar podría ser el centro que ejerce esa fuerza en el poema y el poema, entonces, estaría intentando completar ese vacío.
-¿La tarea de un poema no es un ejercicio de descripción sino de develar algo que no es visible?
-Si pienso en la descripción, en el mero ejercicio de describir, pienso automáticamente en el uso que le dan otros campos. Pienso por ejemplo que los investigadores suelen abordar a su objeto desde lo descriptivo. Por lo tanto el objeto está dado a priori. En el caso de la poesía, estamos en un terreno más pantanoso, no se sabe exactamente dónde pisamos. El poema nunca está dado de antemano. Hay que buscarlo. Rastrearlo o esperarlo. Y de la poesía, al menos su etimología no nos equivoca en esto, se espera creación más que descripción. En realidad, la poesía puede hacer uso de lo que le plazca. De lo que el poema pida. Recién dijimos justamente: es el poema el que emerge con sus propias reglas. En ese erigirse, en ese crearse debe residir toda la tarea. Quizás el planteo es algo ambiguo. Si se pretende restringir al poema a la mera descripción, le quitaremos su razón de ser: la de crear. Ahora bien, sin duda alguna, en el acto de develar algo que no es visible o que es efímeramente visible hay creación. Se alza lo poético podríamos decir. El acto creativo, ¿un contacto divino con la esencia humana?
-“Escenarios sutiles/ rojizos y rocosos/ lagos extintos y una puesta de sol”. Me gustaría te refieras a las imágenes y las voces que funcionan como punto de partida para tu escritura.
-Con este libro en particular sobre todo se trabajaron imágenes y también el movimiento o la fuerza de esa materia. Las imágenes y el transcurrir de las imágenes son muy potentes y creo que he estado atascada ahí, ya lejos, pero ahí. Tratando de lograr decir “esa” impresión casi voraz. Aquí, particularmente, todo el trabajo y la dificultad estaban en cómo acceder a nombrar algo tan inaccesible. Al pensar en las voces, creo que las voces son las que permiten nombrar estas imágenes o las impresiones que nos llegan a través de las imágenes. Todo se trata siempre de comprender aquello que los sentidos nos muestran, ¿cierto? En ese decir, en esas voces hay un intento de comprensión y al mismo tiempo la incertidumbre constante. Es un trabajo donde las interrogaciones abundan.
-¿En poesía, el lenguaje es un instrumento, un objeto o un problema?
-Diría que es las tres cosas. En principio porque no hay pensamiento sin lenguaje. Luego, podemos agregar lo ya sabido por todos; que todas nuestras sensaciones, todo lo sensorial, nuestras percepciones sobre el mundo serán tamizadas por nuestra lengua. En este caso es el instrumento y también, el impedimento. Por otro lado, todas las nociones nos han sido dadas a priori, heredamos toda clase de figuras e imágenes a través del lenguaje. Figuras e imágenes que van fosilizándose casi. Así, el lenguaje, en particular, la lengua con sus reglas pronto se transforman en una cárcel asfixiante que no permite decir aquello que percibimos o sentimos. En este sentido es un problema. En todo caso, problema o instrumento, el poeta intentará crear su propia lengua. Tampoco sabemos bien a qué o a quién, a qué fuerza extraña nos referimos cuando decimos “poeta”. ¿Quién es esa voz que murmura? A veces, me da la impresión de que en nuestros días también la palabra “poeta” se ha convertido en un fósil. Esto lo digo en relación a la incertidumbre que trae la siguiente pregunta: ¿Quién escribe cuando se escriben poemas? ¿Quién es “Yo”? Otra vez, la lengua nos tiende una trampa. Rimbaud se anticipó a todos al decir “Je est un autre”. Ese “yo” construido por una lengua, un yo construido por el pensamiento conceptual como dice Bonnefoy en una entrevista. En fin, la incertidumbre parece ser la única respuesta y quizás todo se trate de evitar las trampas del lenguaje. En cuanto al lenguaje como objeto, claro, podría ser, aunque creo que es materia de la lingüística y no tanto del poeta. Lo cierto es que no podemos soslayarlo. Pensamos en el lenguaje constantemente y somos ese lenguaje. Pero al mismo tiempo el lenguaje posee una densidad y oscuridad inabarcable. Tanto como el universo diría. Como objeto siempre estaríamos intentando un acercamiento. Una mirada. No más que eso estimo. No creo que tengamos más herramientas con las limitadas capacidades de nuestros sentidos.
-“Ardo como esta estrella/ me consumo en la inclemencia de la vida”. Como en casi todo libro de poesía, se establecen aquí también una serie importante de analogías. ¿Nuestra aproximación a un poema debe ser la interpretación de una metáfora, o hay reparos?
-Supongo que estas analogías que mencionás permiten, de algún modo, comulgar con materiales y hechos tan ajenos. Tan lejanos e inasibles. Personalmente cada día desconfío más de las metáforas. Creo que, a pesar de la metáfora, lo mejor sería aproximarse sin reparos. Posiblemente porque algunos poemas, como éste, llegan como arrojados. No hay tiempo ni “pensamiento” que los atraviese. Son tal y como llegan. Sin reparos. Hay que recibirlos o aproximarse como son, cada uno escoge la manera.
-Sobre tu estilo. ¿Afirmás que un poema debe esconder su profundidad en una apariencia sencilla?
-No me lanzaría a afirmar ninguna máxima respecto de un poema. Sí puedo hablar sobre lo que yo he esperado a la hora de concebir poemas y creo que siempre me preocupó lograr acceder a esa densidad y profundidad desde formas simples. En otros momentos el decir buscaba nombrar asuntos pequeños, ínfimos. Siempre hay una búsqueda en torno a eso. Un deseo quizás de acceder a lo profundo de lo más pequeño y simple como puede ser la perfecta arquitectura de un tallo. ¿Cómo acceder o comprenderlo si no es a través de un lenguaje claro? La intención es echar luz. No sé si eso se mantendrá a lo largo del camino poético. Tampoco sé si es un deseo logrado.
-A menudo se cree que la poesía sin sentido del ritmo no es poesía. ¿Qué opinión guardás sobre los factores que operan contra la buena poesía?, ¿la ansiedad podría ser uno de ellos?
-Es difícil pensar en poesía sin sentido del ritmo. Toda lengua cuenta con su propio ritmo, con su propia música. Y la poesía es esa lengua otra ¿no? Incluso en los aforismos más silenciosos, el silencio estará marcando los tiempos. Esto que estoy mencionando no es ningún hallazgo propio, todo aquel que incursiona en la palabra poética sabe o intuye al menos que la respiración marca un ritmo interno, como un pulso propio que marca el tiempo del poema. Tiempo, silencio, ritmo y música van juntos. Por otro lado, la poesía y la música están íntimamente ligadas desde sus inicios. No podemos dejar de tener en cuenta dos palabras que acuden a nosotros apenas pensamos en los comienzos de la poesía, como canto o lira. Me cuesta bastante el hecho de pensar en una “buena” poesía, porque esto me obligaría a aceptar su contrario, que existe “mala” poesía. Pero uno de los factores que podrían operar contra la poesía podría ser la ansiedad, sí. Si entendemos ansiedad como apresuramiento en el hacer. Falta de paciencia en el trabajo. Falta de espera. Creo que cada uno sabe (y si no lo sabe debería comenzar a descubrirlo) cuáles son los tiempos de trabajo para aquello que quiere lograr. Y que la honestidad con uno mismo es primordial. No sólo la ansiedad. Muchos son los factores que pueden afectar la poesía o la “buena” poesía, como dice tu pregunta. Uno de los factores a los que temo mucho y le huyo también como lectora es la repetición. Otra preocupación que tengo y que podría sumar es el hecho de no instalarme nunca en lo fácil. Creo que todas estas inquietudes son las que acompañan el recorrido poético de alguien. Sentir o tener la convicción de que se tiene algo por decir también es fundamental. Si no hay nada que decir, lo mejor y más honesto, sería callar. La falta de disciplina podría ser también un factor a tener en cuenta, pero para mí es análogo al verbo trabajar, a saber esperar y a tener paciencia. No precipitarse. Vivimos en tiempos de ansiedad. Todo parecería ser urgente. Las redes sociales aceleraron mucho nuestra percepción del tiempo (entre otras cosas). Hay una inmediatez y urgencia que parecería estar devorándonos. Creo que estos factores van en contra de casi todo.
-¿Un poema tiene fecha de caducidad?, ¿qué causas pueden atentar contra su temporalidad?
-No creo que un poema tenga fecha de caducidad. Si hablamos de un poema que ha sido logrado no debería tener fecha de caducidad. Para esto el poema debe hablar por sí mismo. Trascenderse también a sí mismo. Es decir, trascender toda temporalidad. Por esto mismo hoy leemos a Safo. A Píndaro. Son poetas de un presente eterno. Los necesitamos. Los buscamos y los leemos y esas voces están cerca. Son maestros que nos siguen hablando. Algo que, desde ya, no podría suceder sin la traducción. Cuando hablamos de traducción hablamos del traductor. Una de las cosas que aprendí gracias a mi formación como traductora, es cuánto y de qué modo la traducción interviene en la construcción de los campos literarios. De los cánones. Ninguna obra tendrá pervivencia sin la traducción. Cuando una obra no es traducida, queda como abandonada en un tiempo. Existe la idea de la traducción como esa operación que vuelve a acercarnos una obra. Y por sobre todas las cosas, no toda obra, no todo poema reclama ser traducido. Allí opera algo invisible, que no podríamos definir. De todo lo que mencioné retomaré el elemento más definitorio como causa que pueda atentar contra la temporalidad del poema. Si un poema no puede trascender su propio tiempo posiblemente no logre tocar o afectar a un lector de otro tiempo. Pero todo esto flota sobre caminos inciertos. Nuestra pequeña y corta mirada no puede saber qué sucederá con todo lo que hoy se edita. Más allá de la recepción de la crítica que pueda tener actualmente una obra. Sólo el tiempo podrá decir quién logra seguir diciendo algo.
-Ante el predominio de las nuevas tecnologías de información, ¿cuál es tu posición respecto a la escritura poética y los índices de lectura en la sociedad global?
-Las redes sociales funcionan en estos momentos como nuevos soportes para todo tipo de publicaciones. Espacios donde también la escritura poética está presente. En cuanto a mi posición respecto a la escritura poética, es más recurrente en mí compartir poemas ajenos en las redes. Tanto en Facebook, como en Instagram o incluso en mis blogs. Cuando emerge un deseo espontáneo de publicar algo propio me lo permito, rara vez en Facebook y las más de las veces en uno de mis blogs destinado a eso precisamente. Sé que a mucha gente le funciona bastante bien publicar textos inéditos en sus muros. Creo no es mi caso. Pero no es algo que me preocupe. En cuanto a los índices de lectura en la sociedad global, si pienso en índices rápidamente apelo a la fuente que proporciona esos datos. En primer lugar necesitaría confiar en la fuente que realiza las estadísticas. Más allá de eso conozco el trabajo constante que realizan muchos docentes, poetas y escritores argentinos en relación a la lectura. Algunos forman parte de campañas de lectura a nivel nacional, otros llevan adelante sus propios Festivales, como por ejemplo el Festival de Poesía en la Escuela, una iniciativa autogestiva coordinada por Alejandra Correa y Marisa Negri que terminó hace algunos días y lleva la poesía y a los poetas a las aulas. Creo que me parece más importante ver lo que se hace respecto de la lectura que tener en cuenta ciegamente, cualquier tipo de índice.
-¿Cómo se percibe la condición de ser traductora de francés en tu visión poética?
-Podría percibirse en las lecturas a las que accedo, esos textos a los que accedo y que pronto se transforman en un proyecto de traducción, en la tradición poética con la que me siento interpelada. En cada decisión que se toma en el acto de traducir, son decisiones que en su estado previo, el de la incertidumbre, respiraron y nadaron en atmósferas y aguas ajenas, dudosas, también empantanadas. Vagar entre ambas orillas en un estado previo a una decisión es un aprendizaje. Buscar el modo de decir lo que otro dijo también es una escuela que entrena. Exige, al menos en mi caso, callar. Trabajar en pos del texto y no en pos del traductor. He notado que todo este “hacer” que aprendí en el terreno de la traducción interviene a la hora de corregir y pulir un trabajo. También me ha vuelto extremadamente crítica a la hora de ver quién traduce, qué y cómo. Y sobre todo observar con qué fin se intenta traducir y qué se elige traducir. Ninguna de estas cuestiones es inocente. Sin embargo nadie las aborda, al menos no en el campo de la poesía, por razones evidentes. Sólo se abordan estas cuestiones en el campo de la traducción.
-¿Te encontrás trabajando en un nuevo libro de poemas?
-Tengo varios libros en espera de ser retomados y trabajados, pero respondiendo a tu pregunta, sí. Hay un próximo libro, pero todavía lo estoy escribiendo. Estoy justamente esperando y al mismo tiempo buscando un tono, un poema en particular. Es decir, el tono lo sé, lo veo flotando, pero decirlo, lograr asir esa fuerza, eso, todavía está en proceso de. Tenía nombre pero hace poco descubrí que alguien ya lo ha usado. Todavía no estoy en el momento definitorio de comenzar a descartar textos y seleccionar cuáles hablarán para después ya concentrarme a corregir. Estoy con mucho deseo de trabajar en esos textos, de encerrarme y sólo pensar en ese poemario, pero los tiempos no me estarían ayudando y otros trabajos como traducciones o preparación de cursos me quitan el silencio necesario. La idea y el deseo es empezar el trabajo intensivo en los próximos meses.
Carolina Massola (Bs. As., 1975). Es poeta y traductora de francés. Tiene publicado los siguientes libros de poesía: Estado de gracia (2009) y La mansedumbre del pez (2013).