Odiseo – Episodio III

Tercer episodio de la «traducción» de Marcelo Zabaloy del Ulises de James Joyce. El charco se vuelve profundo. Dibujos de Mariano Lucano. Pueden encontrar los primeros dos capítulos en este link.

 

 

Ineludible condición de lo visible: por lo menos eso como mínimo, reflexión que formulo con los ojos. Signos de todo lo existente que leo en este sitio, desoves y helechos del ponto, el flujo que sube, este botín enmohecido. Verdemoco, violetoso, herrumbre; signos coloridos. Límites de lo nítido. Pero sumo: en los cuerpos. Entonces él los percibe primero como cuerpos que como coloridos. ¿Cómo? Rompiéndose el tiesto embistiéndolos, seguro. Sosiego. Riquísimo y sin pelos, mentore di color che conosce.  Límite de lo nítido en. ¿Por qué en? Nítido. Innítido. Si puedes hundir en él tus cinco dedos es un cerco, si no un portón. Cierro los ojos y miro.

Stephen cerró los ojos queriendo oír el pisoteo de sus botines sobre líquenes y fósiles crujientes. De uno u otro modo lo cruzo. De hecho, lo cruzo, un pie y un pie. Extensión de tiempo muy breve en el que cruzo muy breves tiempos de extensión. Cinco, seis: el necheinender[1]. Eso es; y eso quiere decir ineludible condición de lo oíble. Descúbrete los ojos. No. ¡Dios mío! Si ruedo por el precipicio cuyos cimientos se extienden en temible proyección sobre el ponto, me precipito ineludiblemente por el nebeneinender[2].  Me muevo bien en lo oscuro. Mi florete de fresno de remolque. Conviértelo en puntero: ellos se sirven de él. Mis dos pies en sus botines son el extremo de sus muslos, nebeneinender. Lo noto sólido; producto del objeto contundente de Los Demiurgos.  ¿Puede ser el ingreso en el reino de lo eterno por el frente costero de Sendymount[3]? Crush, croc, cric, cric. Peculios del ponto enfurecido. Domine Doisy los conoce muy bien.

¿Puedo verte en Sendymount,

Mydeline mi pony?

El comienzo del ritmo, ¿lo ves? Escucho. Imperfectos pies métricos de espondeos que corren. No, un trote: deline mipony.

Descúbrete los ojos en este mismo segundo. Lo juro. Un momento. ¿Y si todo se esfumó en el entretiempo? Si me los descubro y me encuentro por siempre en lo negro innítido. Sufficiente!  Veré si puedo ver.

Veo. Existen todo el tiempo sin ti: hoy y siempre, por los siglos de los siglos.

Descendieron por Tritonville Crescent prudentemente, Freuenzimmer; y con lentitud siguieron por el declive en dirección del frente costero, sus pies torpes hundiéndose en el cieno pedregoso. Como yo, como Olgy descendiendo en dirección del poderoso vientre que nos creó. Mujer número uno meciendo el bolso con sus utensilios ginecológicos, el cubresol[4] de número dos dibujó un surco en el suelo liso. Vienen del distrito de Liberties, en su jueves libre. Mrs. Florence Mc Keybe, cónyuge sobreviviente del difunto Ptk Mc Keybe, que repose en sosiego, de Bride Street.

Fueron unos dedos de mujer con su mismo oficio los que me pusieron en este mundo. Surgimiento repentino del universo. ¿Qué contiene su bolso? Un feto con un cordón ombligo de remolque, envuelto en un vellón mullido y rubicundo. Los cordones de todos son nuestros vínculos con el pretérito, intercostero cordel de todo cuerpo. Por eso es que los monjes místicos. ¿Quieren ser como dioses? Mírense los omphelos[5]. Oigo. Soy Kinch. Comuníqueme con Edenville. Epsilon, epsilon: cero, cero, uno.

Cónyuge y compinche de Edem Kedmon[6]: Heve[7], Eve[8] sin vestidos. No tuvo ombligo. Ved. Vientre impoluto, volumen creciente, un broquel de cuero tenso, no, niveopilón de trigo de oriente e infinito, erguido entre infinito e infinito.  Vientre prohibido.

En el oscuro redil de un vientre yo mismo fui hecho, y no fui un engendro. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y un espectromujer con soplo ceniciento. Se unieron y se repelieron, cumplieron con lo dispuesto por quien los unió. Desde un momento previo del comienzo de los tiempos Él me quiso y no puede querer que yo no hubiese existido. Un código eterno es Su custodio. ¿Es ese entonces el divino componente en el que Progenitor e Hijo son inescindibles? ¿Dónde quedó el pobre querido Errio[9] con sus conclusiones? Guerrero eterno por el contrinescindiblenormyjudeopumescindibilismo. Hereje del infortunio. En un retrete griego dio el último suspiro: euthenesie.

Cubierto por un gorro con dijes y en inglete y sosteniendo en un puño su bordón, embutido en su sede, viudo de un trono viudo, con el omoforio recogido, el culo lleno de trombos.

El viento leve correteó en derredor suyo, soplo insistente y filoso. Viene el ondeo. Potros del ponto crines de lirio, mordiendo hierros, frenovientobrillosos, corceles de McLir.

Que no se me olvide lo del texto en el periódico. ¿Y luego? The Ship, doce y veintinueve. Por cierto, prudente con ese dinero, como buen joven imbécil. Sí, en serio.

Sus pies se movieron con lentitud. En este punto. Mis tíos. ¿Voy o no? Mi inescindible progenitor y su voz. ¿Qué puedes decirme de tu mellizo Stephen, el bohemio?  ¿No? ¿Seguro que no se metió en lo de sus tíos en Bremen Grove? ¿Por qué no sube un poco el nivel, eh? Y, y, y, y, dime, Stephen, ¿cómo sigue el tío Si? ¡Oh!, ¡Dios mío, con qué gente me metí! Los pibe senel techo[10]. El escribiente bebedor y su mellizo, el intérprete de cornetín. Gondoleros muy decentes. Y Welter el bizco señorioso de su progenitor, ¡insólito! Señor. Sí señor. No señor. Jesús lloró, y es lógico; ¡Dios me libre!

Toco el timbre enfermizo de su domicilio con todos los visillos ciegos y espero. Suponen que soy un conserje, es posible que me espíen desde un rincón oculto.

–Es Stephen, señor.

–Dile que entre. Que entre Stephen.

Corren el cerrojo y Welter me dice que soy bienvenido.

–Temimos que fueses otro.

En su generoso lecho el tío Richie, entre cojines y lienzos, extiende sobre el montículo de sus hinojos dos sólidos puños. Pecholimpio. Se remojó medio cuerpo.

–Qué dice, sobrino. Siéntese.

Corre el soporte donde cuece los resúmenes de costos que luego sufren el escrutinio de los ojos de Mister Goff y Mister Sheplend Tendy, consentimientos de registro y requerimiento, y un testimonio de Duces Tecum. Un borde de roble sobre su tiesto sin pelos: Reposo de Wilde. El zumbido de su equívoco chiflido produce el regreso de Welter.

–¿Sí, señor?

–Richie y Stephen quieren whisky, díselo. ¿Dónde fue mi mujer?

–Con Crissie en el servicio, señor.

El tesorito de su progenitor en el lecho. Su terroncito querido.

–No, tío Richie…

–Dime Richie. Ni menciones el líquido elemento. Deprime. ¡Whusky!

–Tío Richie, en serio…

–Siéntese, o por el mismo demonio que lo duermo de un golpe.

De reojo, Welter pretende descubrir un sillón.

–No podemos ofrecerle que se siente, señor.

–No tiene dónde poner el culo, tonto. Consíguenos ese sillón rococó. ¿Quieres un copetín? Sin remilgos femeninos. ¿Un poco de tocino frito con un boquerón? ¿Seguro? Mejor. Lo único que tenemos en este cubículo son remedios por mi dolor de riñones.

Pericolo!

Emite un silbido del solo Di due figli en el ingreso de Ferrendo. El sumun de lo operístico. Stephen oye.

El silbido melodioso se repite, con buen tono, con los ímpetus del solo, los golpes de sus puños sobre el bombo mullido de sus hinojos.

Este solo es muy dulce.

Domicilios decrépitos, el mío, el suyo y el de todos. Entre los copetudos de Clongowes dijiste tener un tío juez y un tío jefe del ejército. Es suficiente, Stephen. En eso no reside lo bello. Ni en el reducto pestilente del repositorio de libros de Mersh donde lees los difusos discursos proféticos de Jochim Ebbes. ¿En honor de quién? Del vulgo de cien tiestos en el recinto del solemne templo. Uno lleno de odio por el hombre huyó de ellos y se internó en el bosque de los dementes, su pelo espumosos hilos de Selene, luceros en el núcleo de sus ojos. Houyhnhnm, potrompudo. Elípticos rostros equinos. Temple, Buck Mulligen, Foxy Compbell, Lentern Jows[11]. Frey Ebbes[12], presbítero furioso, ¿qué insultos produjeron un incendio en sus cerebros? ¡Pufff! Descende, ridiculum, ut ne nimium derideo[13]. Un mechón de pelo gris sobre su tiesto de réprobo se lo ve descendiendo con esfuerzo del púlpito (descende) reteniendo un ostensorio, con ojos de monstruoso y mitológico reptil. ¡Desciende, tiesto pelón! Un coro devuelve reto y eco, sirviendo en torno de los cuernos del presbiterio, el léxico religioso de unos monjes de juguete que se mueven torpemente en sus vestidos, mochos y ungidos e impotentes, gordos con lo gordo de los riñones del trigo.

Y en el mismo segundo posiblemente un religioso de un templo vecino lo sostiene enhiesto. ¡Dringdring! Y en unos doscientos metros otro lo introduce en el divino cofre. ¡Dringdring! Y en un templo de virgen otro se ofrece su comunión. ¡Dringdring! Desciende, sube, de frente, retrocede. Den Occom[14] pensó en eso, doctor invencible. En un brumoso crepúsculo inglés el duende niceno[15] le picó el cerebro. Poniéndose de hinojos y descendiendo el Cuerpo de Cristo oyó unirse con su segundo bordón el primer bordón del crucero (él yergue el suyo) y, poniéndose de pie, oyó (en este momento yo lo elevo) el repique de sus dos bordones (se pone de hinojos) en diptongo.

Primo Stephen, no tienes destino de querubín. Islote de querubines. Fuiste horriblemente religioso, ¿no es cierto? En tus rezos con los ojos puestos en Theotokos[16] pediste no tener el hocico rojo de los beodos. Requeriste el socorro del demonio pidiéndole un golpe de viento por ver un poco de unos muslos femeninos, viudos y regordetes que viste detenidos en Serpentine Street en medio del diluvio. O, si, certo! Vende tu espíritu por eso, ve, teñidos lienzos sujetos con prendedores ciñendo un cuerpo de squew.[17] Dime otro de tus cuentos, ¡sigue! Solo en el piso superior del troley de Howth profiriendo en medio del diluvio: ¡Mujeres en cuero! ¿Y qué dices de eso, eh?

¿Qué digo de qué? ¿Con qué otro propósito se inventó el sexo femenino[18]?

Leyendo noche y noche dos pliegos de siete libros distintos, ¿eh? Fue por mi juventud. Te rendiste honores enfrente del espejo, como si fueses un tenor reconocido y te cubriste de vítores solemnemente, con el rostro sorprendido. ¡Muy bien por el reverendo imbécil! ¡Hiphiprroo! No te vieron: no lo comentes. Te propusiste escribir libros con signos como título. ¿Leyeron su F? Oh, sí, pero prefiero Q. Sí, pero W es delicioso. Oh, sí, W. ¿Puedo pedirte que recuerdes lo que se te reveló sobre unos verdes folios oblongos, enormemente profundos, cuyos símiles después de tu muerte se hubiesen distribuido en todos los notorios depósitos de libros del mundo incluido el célebre reservorio de los egipcios? Un lector impreciso los hubiese leído después de diez siglos, un mehemenventere.[19] Pico dello Mirendolesco. En efecto, ese cúmulo tiene el perfil de un minke[20]. Desde que uno lee esos insólitos textos de uno que murió en otros tiempos uno se siente uno con uno que en un tiempo…

Sus pies se hundieron en el limo pedregoso. Sus botines recorrieron de nuevo un estero húmedo y crujiente, fósiles filosos, pedruscos hirientes, que en el infinito pedregullo riñen, troncos con hoyos comidos por los vermes de los buques perdidos, Invencibles Guerreros del Ponto. Tóxicos esteros que sorben el fondo de sus botines, despidiendo un tufo de sumidero. Los bordeó prudentemente. Un porrón de guinness medio hundido en el pegote viscoso del limo. Un custodio: el islote con su sed terrible. Zunchos de toneles rotos por todo el frente costero; en los muelles un sutil embrollo de redes; en los lotes linderos portones posteriores escritos con borrones de yeso y en el nivel superior del frente costero un cordón tendido con dos blusones en cruz. Ringsend. Cobertizos de morenos timoneles y constructores de buques. Refugios de hombres y mujeres.

Se detuvo. Me excedí de lo del tío Richie. ¿No voy? Supongo que no. Terreno libre. Giró con rumbo nordeste y cruzó el limo menos flojo en dirección del Pichonero[21].

–Et cette fichue position, comment vous êtes y mis?

C’est le pigeon, Joseph.

Pierre, de regreso con los suyos, bebió leche hirviendo conmigo en lo de McMehon. Hijo del cisne silvestre, Kevin Eogen de Rue de Rivoli. Mi progenitor tiene el don del vuelo, bebió su leche dulce con un joven lengüeteo bermellón, rostro regordete de conejo. Sorbe, conejín. Su sueño es el primer premio de los gros lots.[22]  Leyendo sobre el espíritu femenino en Michelet. Pero tiene que remitirme Vie de Jésus de Monsieur Léo Texil. Un compinche se lo pidió y él se lo prestó.

C’est idiot, quoi. Moi, je suis communiste. Je m’en fou de l’existence de Dieu. Mon père, il doit l’ignorer, eh?

Il croit ?

Mon père, oui.

Schluss. Sorbe

Mi sombrero del distrito bohemio. Dios mío, tengo que vestirme según mi rol. Necesito mitones brunos. Te creíste uno de esos discípulos, ¿no es cierto? ¿De qué, en nombre del otro demonio? Peceté. P.C.T., es decir: physiques, chimiques et ‘turelles. Eso. Comiendo tus trocitos de penique de mou en civet[23], recipientes de Egipto[24], entre los eructos de los cocheros. Tienes que decir muy suelto de cuerpo: en ese tiempo recorrí el Louvre, boul’ Mich, y de vez en vez. Sí, de vez en vez recogiste del suelo boletos del mètro[25] como testimonio por si te detuviesen como sospechoso de un crimen cometido en un pueblo impreciso. Del Foro. El 17 de febrero de 1904, de noche, el reo fue visto por dos testigos. Otro tipo lo hizo: otro yo. Sombrero, moñito, sobretodo, perfil griego. Lui, c’est moi. Es evidente que te fue muy bien.

Moviéndote muy orgulloso. ¿Remedo de quién? En fin; un desposeído. Con el giro por correo que te envió el ser que te portó en su vientre, ocho chelines, el portón del correo que el custodio te cerró en el rostro. Imperioso deseo de comer, dolor de dientes. Encore deux minutes. Miré el reloj. Llego. Fermé. ¡Perro dependiente! Destruirte de un tiro de fusil, trozos de hombre, muros con restos de intestinos, todo botones de bronce. Todos los trozos crickrrrrock de nuevo clic en su sitio. ¿No te herí? ¡Bueno, mucho mejor! Choque los cinco. ¿Entiendes lo que quise decir? ¡No te preocupes! Choque los cinco. ¡Todo bien!

Te propusiste objetivos prodigiosos, ¿no? Misionero en territorio europeo siguiendo el ejemplo del fogoso Columbino. Fiocre[26] y Scoto en sus sillines de penitentes vierten desde el cielo sus chops de guinness con sonoros reirtintines[27]: Euge! Euge! Pretendiendo un dudoso pillín inglish[28]  sufriendo el peso de tu bolso, el mozo de los bultos te sigue por tres peniques por el estrecho muelle del Ouse. Comment? Rico el botín de tu regreso; Le Tutu, cinco números descosidos de Chemise Bleue et Culotte Rouge; un telex celeste, digno de exhibición:

–Mother dying come home S.D[29].

Mis tío creen que fuiste el fin del ser que te engendró. Por eso no quieren.

 

Un brindis por los tíos de Mulligen,

el motivo es sencillo de entender.

El honor de los Hennigen,

siempre supieron sostener.

 

Sus pies se movieron con repentino ritmo orgulloso sobre los surcos de limo, no lejos de los bloques del frente costero del sur. Los miró con orgullo: fósiles tiestos, pétreos pilones de probóscides prehistóricos. Luz de oro en el ponto, en el limo, en los bloques rocosos. Veo el sol, los robles soberbios, los edificios color limón.

Montrouge vuelve de su crudo sueño. Inclemente luz del sol en sus rues de limón. Húmedos mendrugos de medio brioche, el pernod verdescuerzo, su incienso diurno, recorren el éter. Belluomo se despide del lecho donde duerme con el cónyuge del pretendiente de su mujer, mujer en movimiento cubriéndose los pelos con un moquero sosteniendo un pote de tinción[30]. En lo de Rodot, Yvonne y Geneviève rejuvenecen sus bellos rostros decrépitos, rompiendo con dientes de oro viennoiseries crujientes, sus morros cremosos por el pus del dessert breton. Desfile de rostros boul’michinos, sus gozosos proveedores de gozo, seductores con rulos.

Sopor de doce y cinco. Kevin Eogen envuelve puchos explosivos en unos dedos sucios de tinte de impresor y bebe pequeños sorbos de su demonio verde como Robert de su demonio níveo. En torno de nosotros unos glotones engullen pimientos verdes. Un demi setier!  Un chorro de humo emerge del expendedor de expresos. Un signo de él y el mozo me sirve. Il vient de Dublin. Il vient d’ou? Non. Rien du vin. Dublin. Nous deux, nous venons de Dublin, vous comprenez? Beh, oui! Creyó que le pedimos dos vinos del Rin. Tu postprendiel (sic). ¿Conoces el término? Postprendiel (sic, sic)[31]. Conocí un tipo en Sitges, un tipo exótico, que me dijo eso del postprendiel. Bueno; slointe!. En torno de los redondeles de ónice el embrollo de tufos vinosos y golletes gruñones. Su soplo voló sobre nuestros recipientes sucios de tuco, el colmillo del demonio verde reluciendo entre sus morros. Erín, los Déisi[32]; los sueños, los complots, de Erthur Griffith[33] hoy. Metiéndome en su yugo con él socios de yugo[34], nuestros crímenes, nuestro objetivo común. Eres el  hijo de tu progenitor. Voz que conozco. En su blusón de lino crudo, florbermejo, se estremecen los pompones ibéricos con sus secretos. M. Drumont, notorio reportero, Drumont, ¿conoces el mote de Reine Victoire? Vieille ogresse con los dents d’or.  Moud Gonne[35], bello rostro de mujer, notre Peuple, Monsieur Millevoye, Félix Foure, ¿supiste cómo murió? Hombres licenciosos. Le froeken, bonne pour tout service que frotó el cuerpo desnudo de un hombre en un fuentón de Estocolmo. Moi je m’occupe, dijo. De tous les messieurs. No de este monsieur, le dije. Usos licenciosos. Un remojón es un evento muy íntimo. Yo no hubiese permitido que mi mellizo, ni mi propio mellizo intente un hecho promiscuo como ese. Ojos verdes, los veo. Colmillos, los siento. Pueblo libidinoso.

El cordón de lino celeste se enciende en un mortífero fuego entre sus dedos y refulge nítido. Flojos restos del relleno de un pucho encendido; un destello y un humo corrosivo refulgen en nuestro rincón. Pómulos huesudos so su sombrero de subversivo. Cómo se fugó el líder, versión verosímil. Vestido de mujer, hombre, velo, flores de limonero, en un coche con rumbo de Molohide. Te lo juro. De viejos líderes, vendidos, épicos fugitivos. Vestidos ficticios, detenidos, dese perecidos[36], corridos.

Despecho de pretendiente. Por entonces fui un jovenzuelo robusto, puedes creerme. En otro momento puedes ver mi foto. Lo fui, en serio. Sentimientos efusivos, por el querer que su mujer le inspiró, merodeó con el coronel Rich Burke, jefe heredero de su tribu, los muros de Clerkenwell y, escondidos, vieron un fuego redentor que los revoleó por el éter brumoso. Vidrios rotos y derrumbe de escombros. En los bohemios recovecos de Poree[37] Eogen de Rue de Rivoli, donde ninguno conoce su escondite excepto yo. Recorriendo sus sitios de costumbre, el deslucido cofre de impresor, sus tres tugurios, el cuchitril de Belleville donde duerme su breve noche, rue Goutte d’Or, que decoró con los rostros de los dese perecidos, mugrientos de soretes de insectos. Sin querer, sin pueblo propio, sin mujer. Su mujer no sufre mucho sin su proscripto, Mme, en rue Gît-le-coeur, con un jilguero y dos huéspedes jóvenes. Mofletes de terciopelo, un vestido con listones, con jugueteos de mujer joven. Reprimido y hundido en sueños. Reúnete con Pete y dile que me viste, ¿lo prometes? En un momento quise conseguirle un puesto. Pobre Pete. Mon fils, guerrero de notre Peuple. Le enseñé los tonos. Los mozos de Kilkenny son intrépidos y fuertes. ¿Conoces ese viejo son? Pete lo conoció. El viejo Kilkenny: St Knice, el fuerte de Strongbow en el Norte. Eso es. Oh, Oh. Nepper Tendy me tiende sus dedos.

Oh, Oh, los mozos de Kilkenny…

Débiles dedos consumidos sobre los míos. Ellos no tienen recuerdos de Kevin Eogen, él no los olvidó. Te tenemos presente, Oh, Sion.

De repente se vio en el borde del ponto y el limo húmedo le mojó los botines. El leve viento nuevo lo recibió y pulsó sus nervios en vivo, viento de un éter vivo de simiente o relumbre. En este sitio, no superé el signo luminoso de Kish, ¿no? Se detuvo de repente, sus pies se hundieron un poco en el suelo movedizo. Regresemos.

Volviéndose, miró el frente costero en dirección sur, de nuevo los pies se le hundieron un poco en nuevos huecos. El frío vestíbulo del domo en el torreón desierto. Por los muros defensivos los rejones de luz se mueven sin respiro, lentos e indetenibles como se hunden mis pies, como reptiles en dirección del crepúsculo sobre el redondo reloj del suelo. Vivo celeste nocturno, crepúsculo, noche de un celeste profundo. En el oscuro domo es posible que me esperen sus sillones vencidos, mi bolso obelisco, en torno de un mueble con recipientes sucios. ¿No tiene quién se los limpie? Él le echó cerrojo. Mis noches en ese sitio concluyeron. El portón ocluido de un fuerte en silencio convertido en el sepulcro de sus cuerpos ciegos, el sehibleón[38] y su lebrel. Golpeo: no responden. Despegó los pies que succionó el suelo y volvió por los bloques del muro costero. Tomo todo, conservo todo. Mi espíritu viene conmigo, molde de moldes. Entonces, con Selene en medio de su rondín nocturno, sigo el sendero sobre el roquerío de limo y níquel, oyendo el seductor flujo de Elsinore.

El flujo me sigue. Puedo verlo crecer desde este punto. Regresemos entonces por el sendero de Poolbeg Street en dirección del muelle. Trepó sobre los juncos y los líquenes viscosos y se sentó en un promontorio, poniendo el bordón en un surco.

El cuerpo henchido de un perro sobre un embrollo de líquenes. Enfrente de él, los restos de un bote semihundido en el estero. Un coche semihundido. Lo dijo Louis Veuillot de los textos de Goutier[39]. Estos densos esteros son el léxico que el flujo y el viento fueron poniendo con el tiempo en este sitio. Y en ese otro sitio, los montículos rocosos de constructores difuntos, un redil de zorrinos. Esconder oro en ese rincón. Te sugiero que lo intentes. Tienes elementos. Limo y roquerío. Densos de pretérito. Juguetes de Sir Lout. Ojo, que no te den con uno de esos pedruscos en el oído. Soy el terrible coloso que los impele sobre los terribles muros, huesos que construyen mi sendero rocoso. Finfonfesh. Shiento el humor venosho diún dublinésh.

Un punto viviente, creció corriendo por el centro del estero de limo, un perro. Dios mío, ¿viene por mí? Respetemos sus fueros. No debes ser dueño ni siervo del prójimo. Tengo mi bordón. Me quedo quieto. En el horizonte, por el borde costero, viniendo desde el flujo brioso, unos perfiles, dos. Dos mujeres. El dúo ocultó lo que fuese entre los juncos. Muro libre, te encontré. No, el perro. Corre de regreso con sus dueños. ¿Quién?

Los veleros de los Lochlenns[40] se hundieron exprofeso en este sitio, persiguiendo tesoros, sus quillotes de picos bermejos como jinetes sobre el ondeo proceloso de un peltre fundido. Vikingos noruegos con torques de rompetiestos reluciendo en sus pechos en los tiempos que Melechi lució su collerón de oro. Un tropel de minkes[41] semihundidos en el tórrido cenit, retorciéndose y profiriendo soplidos en los sectores menos profundos. Entonces, desde el esquelético pueblo prisionero un ejército de pigmeos en jubones, mi prójimo, con cuchillos de desposte, corre, sube y desprende los gordos tejidos frescos de los minkes. Imperioso deseo de nutrición, peste y genocidios. El humor venoso de ellos lo tengo en mí, sus ímpetus viciosos son mis ondeos. Me moví entre ellos en el gélido Liffey, ese yo, sustituido no bien surgí de un vientre, entre los crujientes fuegos de los leños de pino. No conversé con ninguno y ninguno conmigo.

El griterío del perro corrió en su dirección, se detuvo, volvió corriendo. Perro de mi enemigo. Simplemente me quedé quieto, lívido, silencioso, preso. Terribilium meditens[42] (sic). Un jubón color limón, un retrechero del destino, se ríe de mi miedo. ¿Eso es lo que pretendes, el rugido de sus vítores? Pretendientes: vive como viven. El mellizo de Bruce, Tom Fitzgereld, el noble sedoso, Perkin Worbeck, ilegítimo retoño de York, en culotes de tisú tenuemente rojizos y níveos, fenómeno efímero, y Lombert Simnel, con un séquito de sirvientes y bribones, un pinche con cetro. Todos hijos de reyes. Edén de pretendientes, hoy y entonces. Él evitó que un montón de gente se hundiese y tú temeroso de los chillidos histéricos de un cuzco. Pero los nobles que se rieron de Guido en Or St. Michele lo hicieron en su propio terreno. Terreno de los….  No queremos otro de tus estupicidismos del medioevo. ¿Hubieses hecho lo que él hizo? No lejos de un bote, con un elemento de socorro. Offensichtlich[43], puesto en tu honor. ¿Sí o no? El hombre que se hundió el miércoles, no este último sino el otro, por el roquerío Hulin. Creen que debe surgir en un momento u otro. Sin rodeos, dímelo. Hubiese querido. Hubiese hecho el intento. Sólo floto unos metros. Líquido fofo frío. Hundí mi rostro en el líquido de ese fuentón en Clongowes. ¡No veo! ¿Quién me rodeó? ¡Vete, corre, corre! ¿Ves cómo crece el flujo de repente por doquier, envolviendo los lomos de limo, fosilmoluscobrizos? Si hiciese pie. Prefiero seguir viviendo, en lo posible los dos, él y yo. Un hombre que se hunde. Sus ojos me requieren desde su horror de muerte. Yo… Con él hundidos en el fondo… No pude socorrer el ser que me engendró. Líquidos: muerte cruel; se perdió.

Son hombre y mujer. Puedo ver sus vestidos. Recogidos, me juego.

El perro rondó un montículo de limo semicubierto, trotó, olisqueó por todos los rincones. Como queriendo descubrir un objeto perdido en otro siglo. De repente corrió como un conejo perseguido, con los oídos sueltos en el viento, siguiendo el sombrío perfil de un petrel en pleno vuelo. El silbido filoso del hombre le hizo erguir los oídos flojos. Se volvió, regresó con vivos brincos, se detuvo en su entorno, trotó con miembros frenéticos. Sobre un fondo leonino un ciervo, en movimiento, silvestre, sin cuernos[44]. Se detuvo en el borde del flujo; los miembros del frente rígidos, los oídos puntipontos. El hocico erguido gruñendo en dirección del ruidondeo, tropeles de lobodones[45]. Embistiendo sus miembros con serpenteos, llenos de rizos, desenvolviendo uno y otro pico, uno de nueve, rompiendo, explosivos, desde lejos, desde otros mundos, ondeos infinitos.

Recolectores de berberechos. Se decidieron por el cruce de un río estrecho y en dos flexiones sumergieron sus bolsos de red y subiéndolos de nuevo siguieron con el cruce. El perro chilló, corriendo en dirección de ellos, se impulsó con sus miembros posteriores y los embistió, luego quedó de nuevo sobre todos sus miembros y de nuevo se irguió sobre los miembros posteriores mudo como un oso genuflexo. Ignoto, los siguió por los sectores de limo seco, su sinhueso de lobo  colgó como un pendón rojizo entre los dientes. Su cuerpo pinto los precedió en un trote lento yéndose luego con trote discontinuo de ternero. El cuerpo se interpuso en su recorrido. Se detuvo, olisqueó, lo rodeó con ojos curiosos, mi prójimo, moviendo el hocico unos centímetros, lo rodeó de nuevo, oliendo con un olisqueo frenético como un perro todo el pellejo hediondo de los despojos del perro. Tiestoperro, hueloperro, ojos en el suelo, se mueve en dirección de un único objetivo supremo. Oh, pobre cuerpo de perro. En este sitio duermen los restos del pobre cuerpo de un perro.

–¡Despojos![46] Deje eso, cuzco mugriento.

Por el grito reptó sumiso volviendo con su dueño y un violento golpe de pie lo depositó indemne en el borde opuesto de un montículo de limo, en un vuelo convertido en un ovillo. Furtivo, regresó describiendo un semicírculo. No me ve. Como un perro sediento trotó por el borde de los enormes bloques de cemento, olisqueó unos montículos rocosos y subiendo uno de los miembros posteriores, los meó. Trotó y trotó y subiendo de nuevo el mismo miembro inferior, meó corto y veloz sobre un montículo rocoso que no olisqueó. Los simples gustos del pobre. Luego con sus miembros posteriores diseminó limo; los otros dos miembros hicieron un pozo en un frenético clipiclop. Un objeto que enterró en ese sitio; el ser cuyo vientre engendró el vientre que lo engendró. Hurgó en el limo, con un frenético clipiclop siguió entretenido con su pozo y oyendo un sonido en el viento se detuvo; siguió hiriendo el limo con el furor de sus pesuños, deteniéndose presto, negro felino, sorprendido león cónyuguinfiel, en pleno despojo de un cuerpo muerto.

Después que él me despertó, el mismo sueño nocturno, ¿o fue? Un momento. Un portón se entornó. Corredores de prostitución. Recuerdo. Herun el Reschid. Por poco lo tengo. Ese hombre me guio, me requirió. No le tuve miedo. Sostuvo un melón y lo puso enfrente de mi rostro. Sonrió: olor de frutos cremosos. Ese es el precepto, dijo. Te invito. Ven. Rojo felpudo extendido. Y ve quién.

Con sus bolsos en el hombro y enormes esfuerzos se movieron, los rojos egipcios. Los índigos pies surgiendo de los gregüescos recogidos e hirieron el polvo viscoso, un tosco lienzo bermejo en torno del cuello peludo. Con ritmo femenino su mujer lo siguió: el dueño del burdel y su compinche. El botín pendiéndole del hombro. Sus pies desnudos cubiertos por un pegote de limo flojo y fósiles moluscos. Sus pelos ceñidos como un tul sobre el rostro curtido por el viento. Siguiendo el sendero de su señor, su mujer, en dirección de Romeville[47]. De noche no se ven los defectos de su cuerpo, su perfil oculto por un poncho oscuro seduce desde un recoveco convertido en un estercolero de perros. Su protector discute precios con dos conscriptos de los Fusileros de Dublín en lo de O’Loughlin en Blockpitts. Te cedo el uso, puedes servirte de su bello cuerpo, dicho en el léxico turbio del ron, Oh, flor de punto, me jodiste[48]. El níveo rostro de un lívido esperpento so los inmundos jirones de sus vestidos. En Fumbolly’s Drive en ese crepúsculo nocturno: hedores de curtiembre.

 

 

 

Níveos tus dedos, morro bermellón

y tu cuerpo bellísimo  y ligero.

Tiéndete un momento en mi colchón,

y te digo lo que pienso del lucero.

 

Deleite moroso lo denominó el Divino Doctor vientre de tonel, frey porcospino. En los tiempos que precedieron su expulsión, los polvos del Primer Hombre no fueron lujuriosos. Dejémoslo rugir: y tu cuerpo bellísimo y ligero. Léxico ni un milímetro peor que el suyo. Dichos de monje, el choque de sus series de pedruscos sobre los vientres en rezo; dichos sutiles, golpeteos de duros berruecos en los bolsillos.

Yéndose.

Un sutil golpe de ojo sobre mi sombrero de Hemlet[49]. ¿Y si de repente estuviese desnudo en este mismo sitio? No lo estoy. Por los desiertos de todo el mundo, seguidos por el estilete encendido del sol, con rumbo oeste, con pies presurosos en dirección de los pueblos del poniente[50]. El esfuerzo es de su mujer, schlepps[51]  remolque, tironeo, sufriendo todo el peso. Un flujo con rumbo oeste, movido por Selene. Flujos, millones de islotes, en ellos, no mi humor venoso, oinopo[52] ponton, vinoso ponto. Ved de Selene su sirviente[53]. En el sueño el líquido signo es el reloj, le dice que es momento de erguirse. noviolecho, niñolecho, lecho de muerte, espectrocirio.

Omnem rem viventem requirit te. Él viene, lívido zombi, ojos que hienden el ciclón, sus foques de murceguillo tiñendo el ponto de humor venoso, morro con su morro beso de mujer.

Eso es. Cogerlo en vuelo, pronto. Mi bloc. Reflexiones sobre eso luego. Morro con su morro. No. Se requieren dos. Bien unidos. Morros con el beso de sus morros.

Boqueó y frunció los morros en los secos morros del éter[54]; morro sobre su bombo. Oombo, todobombo sepulcro. El molde de su morro soltó un soplo sin verbo: oooiiiiooo; rugir de cuerpos celestes descendiendo por un torrente, esféricos, fulgurosos, rugientes fuesefuesefuesefuesefuesefue. Folio. Los billetes, que revienten. El suelto del viejo Doisy. Lo tengo. Con mi reconocimiento, recorto el borde inferior. Volviéndose del sol se inclinó sobre un bloque rocoso que usó de soporte y esbozó unos términos sueltos. De nuevo olvidé ponerme en el bolsillo esos blocs en el escritorio del reservorio de libros.

Su perfil se proyectó sobre los bloques rocosos ni bien se inclinó, concluyendo. ¿Por qué no infinito extendiéndose en dirección del último lucero[55]? Oscuros existen ocultos por estos ríos de luz, fulgores de un cielo tenebroso, el estero de Cih y Segin[56], mundos. Yo me siento en ese sitio con su cetro de fresno de vidente con los botines de otro, en un torrente de luz en el borde de un ponto lívido, imperceptible, en el índigo nocturno cubierto por un reino de luceros difusos. Me quito este perfil definido, de ineludible contorno de hombre, que regrese. Infinito, ¿hubiese sido mío, contorno de mi contorno? ¿Quién me ve donde estoy? ¿Quién puede leer en un futuro impreciso en un sitio remoto estos versos que escribo? Signos sobre un fondo de nieve. En un punto impreciso en dirección de un ser indefinido con tu mejor voz de chifle. El buen obispo de Cloyne retiró de su bombín el velo del templo: velo del cosmos con jeroglíficos coloridos que tiñen su extensión. Un momento. Colores sobre un objeto como un folio, sí, es correcto. Veo un cuerpo liso y pienso en extensión, próximo, remoto, veo liso, el Este, regreso. Bueno, veremos. De repente retrocede, en un hielo de estereoscopio. El clic del truco. Crees que lo que digo es oscuro. Lo oscuro existe en nuestros espíritus, ¿no crees? Chiflido creciente. Nuestros espíritus, ruborheridos por nuestros crímenes, se ciñen con creciente vigor sobre nosotros, mujer prendiéndose del cuello de su querido, en proporción creciente.

Tiene fe en mí, sus dedos lisos, los ojos con cilios extensos. Y bien, ¿dónde triste demonios escondemos nuestros cuerpos, el mío y el suyo, ocultos por el velo? Ineludible condición de su ineludible condición de vistoso. Tiene. Tiene. Tiene. ¿Quién tiene? Ese cuerpo de virgen en lo de Hodges Figgis, el lunes, donde fuiste por uno de esos libros con signos como títulos que te propusiste escribir. Los ojos que pusiste. Sus dedos sobre el puño en relieve del cubresol. Vive en Leeson Field con su dolor y sus objetos de poco monto; mujer de libros. Con ese cuento no, Stevie: pretende pretendientes. Me juego que se puso uno de esos oh dioses corsés y zoquetes negros, zurcidos con pelo grumoso de merino ficticio. Puedes exponer sobre budines de membrillo, piuttosto. ¿Dónde tienes el cerebro?

Deseo que me toques. Ojos dulces. Dulces, dulces, dulces dedos. Estoy solo. Oh, deseo que me toques, en este preciso momento. ¿Cómo es ese término que todos los hombres conocen? Estoy solo. Y triste. Un roce, un roce.

Se recostó sobre el borde filoso de los bloques, metiéndose el bloc lleno de borrones y el plumín en el bolsillo, se inclinó el sombrero sobre los ojos. Es el movimiento de Kevin Eogen, ese que hice, meciendo el tiesto como durmiendo un niño, sueño del divino reposo dominguero. Et vidit Deus. Vidit opus suum bonum.  ¡Oye! Bonjour. Bienvenido como los frutos de junio. Semioculto por el borde del sombrero y por entre sus temblorosos cilios vio el sol en el cenit. Estoy preso de este tórrido entorno. Tiempo del chivo mítico, el cenit de los duendes. En medio de gordogomosos serpentitechos de lechosos frutos, donde sobre los líquidos espejos color león los frondosos brotes se tienden como en lechos. El dolor es remoto.

Y no te encierres en tu discurrir.

 

Su ojos discurrieron sobre los puntigordos botines, un desecho de petimetre nebeneinender. Contó los surcos del sufrido cuero donde el pie de otro vivió en su tibio nido. El pie que golpeó el suelo en tripudium, pie que desquiero. Pero te hizo feliz el roce del botín de Esther Osvelt: joven que conocí en Belleville. Tiens, quel petit pied!  Devoto compinche, un espíritu gemelo: el querer según Wilde que no puede decir su propio nombre. Hoy prescinde de mí. ¿Y el remordimiento? Soy como soy. Soy como soy. Me juego entero.

El torrente fluyó en extensos rulos desde el espejo de Cock, cubriendo bronceverdosos piletones de limo, creciendo, fluyendo. Puede ser que mi bordón flote. Mejor espero. No, el torrente tiene que disminuir, rugiendo clipiclop entre los desniveles rocosos, revolviéndose, en retiro. Mejor resuelvo esto pronto. Oye: el discurrir biverbidoble del ondeo: sssiiisuu, hrss, rsseiss, uuus. Vehemente soplo que corre entre los ofidios del ponto, briosos corceles, roquerío. En rocosos copones el líquido se vierte: flop, slop, slup; retenido en toneles. Y, extinguido, su murmullo se detiene. Fluye rumoroso, en un flojo extenso, piletón flotespumoso, flor floreciente.

Sumergidos en el flujo creciente vio los trémulos helechos subir perezosos y mover unos dedos renuentes, recogiéndose los vestidos en un líquido murmullo. Meciendo y removiendo tímidos copos de níquel. De sol en sol, de noche en noche: erguirse, sumergirse y descender. Señor, su vigor se extingue; y sus murmullos son suspiros. S. Ombrosio los escuchó, el suspiro de los helechos y el ondeo del ponto, pendientes del fin de los tiempos, diebus ec noctibus iniurios firmus ingemiscit[57].  Por siempre reunidos, sin ningún fin, luego libres, yéndose y volviendo con el flujo y el reflujo, urdimbre de Selene. Rendidos incluso en los ojos de los seres que se quieren, hombres libidinosos; un cuerpo desnudo de mujer reluciendo en sus dominios, recogiendo su líquido tejido.

Nueve metros en ese sector. Nueve metros sumergido duerme el cuerpo de tu progenitor. Trece en punto, dijo. Se encontró el cuerpo del hombre hundido. Pleno flujo en el sector costero de Dublín. Un montón de desperdicios de remolque, miles de peces en pericón y estúpidos moluscos conchudos. Un cuerpo níveo de sodio que emerge desde un embrollo de residuos, en un contoneo subido por un guinche, metro por metro, un minke. Lo veo. Recógelo presto. Por hundido que esté en su líquido lecho. Lo tenemos. Súbelo sin tirones.

Bolsón de efluvio mortuorio cocido en sucio mejunje[58]. Un temblor de pececillos, gordos por el confite esponjoso, refulgen huyendo por los intersticios del cierre desprendido. Dios se vuelve hombre se vuelve pez se vuelve cisne se vuelve monte plumón[59]. Soplos de muertos que en mi vivir respiro, voy por un sendero de polvo muerto, devoro los orinientos menudos de todos los muertos. Subido y tendido rígido en el bote emite el hedor de su verde sepulcro, los dos orificios de su hocico leproso con un ronquido en dirección del sol.

Conversión en lo profundo, eso es; negros ojos índigos de sodio. Muerte en el ponto, el mejor modo de morir. Viejo Ponto Progenitor. Prix de Vincennes; ojo con los remedos. Solo pruébelo. Nosotros nos divertimos enormemente.

Me voy. Tengo sed. El cielo se cubre de nubes. No veo cúmulos negros en el horizonte, ¿no es eso? Truenos y refucilos. Destellos descendentes, orgulloso esplendor del intelecto, Lucifer, dico, qui nescit crepusculum.  No. Mi sombrero con el pectínido y mi bordón, y susmis guetre botines. ¿Dónde? En dirección de los dominios del crepúsculo. El crepúsculo se descubre él mismo.

Tomó el bordón por el puño, con sutiles golpes de estilete y se demoró un poco. Sí, el crepúsculo y yo nos reuniremos, sin mí. Todo diurno recorrido tiene fin. Dicho esto, ¿el próximo es? Después del lunes viene el momento cúlmine del sol. De todos los felices nuevos doce meses, el rum tum titiritúm. Lown Tennyson, noble coplero. Certo. Por el viejo duende femenino de los dientes color limón. Y Monsieur Drumont, noble reportero. Certo. Tengo los dientes podridos. Por qué, me pregunto. Toco. Incluso este, perdido. Moluscos huecos. ¿No es mejor pedir un turno con el odontólogo, me pregunto, con este dinero? Ese. Kinch Sindientes, el superhombre. Por qué, me pregunto, ¿o puede tener un sentido específico?

Mi moquero. Él lo tiró. Lo recuerdo. ¿No lo recogí?

Sus dedos recorrieron inútilmente los bolsillos. No. Mejor compro uno.

Dejó el moco reseco que se quitó con un dedo meticuloso sobre un surco del roquerío. Por mí, si quieren ver, que miren.

Mejor me oculto. Por si hubiese testigos.

Volvió el rostro por sobre el hombro y observó. Moviéndose en el viento los tres postes esbeltos de un velero, los trinquetes recogidos, de nuevo en puerto, venciendo fuertes corrientes, moviéndose sin ruido, un buque silente.

[1] Deben sustituirse, en bien del texto el segundo y noveno signo de este concepto, por el primer signo del léxico. Es decir, despeje los dos signos E siendo que E no es E, ni I, ni O, ni U.

[2] En este sustituir sólo el noveno.

[3] Ídem, Sust, segundo signo.

[4] Los cubresoles son doblemente útiles porque nos protegen del sol o del tiempo lluvioso. No proteste por el crecimiento de nuestro léxico. Bienvenidos los neologismos, Profesor.

 

[5] Despeje E., según se dijo.

[6] Ídem.

[7] Heve, despeje el primer signo E.

[8] Despeje el segundo signo E.

[9] Despeje E.

[10] Imito un modo curioso de decir.

[11] Dos sobrenombres levemente corregidos que pueden verse en el novelón precedente de JJ.

[12] Este Ebbes no es Ebbes sino Xbbxs. ¿Se entiende el chiste? Por principio no nombro herejes.

[13] Interpreto el chiste como puedo.

[14] W. Occom (despeje E y O según el método propuesto), filósofo y teólogo inglés (1285-1349) que propuso su tesis que el cuerpo de Cristo es único (lógico) y solo es múltiple (comunión) por fe.

[15] El credo niceno sin el inserto Filioque (evidentemente).

[16] Si es curioso búsquelo en Internet.

[17] Despeje E. Grupo étnico indio de los EEUU. Este término supo tener un dejo despectivo y lujurioso, como sucede entre nosotros con los pocos indios que sobreviven.

[18] Oh, oh; terriblemente incorrecto en estos tiempos, Stephen.

[19] Despeje este lote de signos E. Mil mehe yugues o 4.320.000 veces doce meses.

[20] Moby Dick fue un minke.

[21] Supo ser un fuerte y hoy es el sitio desde donde se distribuye el fluido eléctrico de Dublín.

[22] Es decir el Gordo de Reyes o el Telebingo o el Prode.

[23] Como un pote de mondongo en un bodegón de Retiro o Constitución.

[24] Rezongo de los judíos en el desierto diciéndose que hubiesen preferido comer un buen bife en los potes de Egipto en vez de seguir los consejos de Moisés y morirse de sed y de deseos de comer en el desierto, en pos del Territorio Prometido que el pobre Moisés no tuvo el gusto de ver (Éxodo, 16:2-3).

[25] Dudé entre Mètro y Subte.

[26] En Columbino despeje I, en Fiocre. O. El resto búsquelo usted mismo en Internet. Este tipo de pies detesto me producen cierto pudor. Bien que el Borrowfessor llenó dos tomos con este recurso, pero todo tiene un límite, che.

[27] El neologismo es mío y si quiere discutirlo tiene todo el derecho del mundo, pero búsquele uno mejor, teniendo presente lo que dice el texto de origen. Incluso en el texto de 1922 este neologismo tiene un error de impresión (ver, Ulysses 1922 edition, P. 42, L14).

[28] Mi dice pillín inglish por pidgin english, ¿o qué y? Zorry.

[29] Esto sí que merece un pie de texto, en serio. En el Ulysses de 1984 edición de H.W.G., con W. Steep, C. Melchior y M. Groden. (que yo no sigo, pero otros que yo me sé sí) este MOTHER DYING mutó en NOTHER DYING – como si ese error de N por M fuese lo curioso del télex celeste. Fíjese usted en qué se entretienen ciertos eruditos y el dinero que se derrite en sus estériles congresos. En fin, como se dice hoy, cierro el hilo. Por Dios.

[30] ¿Tinción de qué? Eso mismo se cuestionó Gifford, que cerró su  3.212 con un signo ? Puede ser un líquido de pulir bronce o qué sé yo.

[31] Si comprendo bien el sic, es el postre. Un error comestible.

[32] Tribu de primitivos erineses del siglo X ; Brien Boru fue uno de sus líderes.

[33] En Erthur, despeje E.  Griffith fue un héroe erinés uqe propulsó el independentismo y lo consiguió en 1921-1922; fundó Sinn Fein como un movimiento no violento si bien  luego perdió el control y sucedió lo que todos conocemos. No debí poner este pie detesto. Pero lo puse. Listo.

[34] Dice Gifford en 3.228 que esto tiene que ver con unos versos del Henry V de W. Shekspierre.

[35] M. Gonne, (1866-1953). Mujer de rostro muy bello que luchó por el independentismo erinés y después se refugió en Gennevilliers.

[36] Este neologismo tiene un sentido por el momento secreto. .

[37] Despeje O. Es fonético. Tour Eiffel, Montrouge, Gennevilliers, etc.

[38] Sehib (despeje E) +león.

[39] Despeje O.

[40] Despeje E.

[41] Como dije en su momento, Moby Dick fue y sigue siendo el prototipo del Minke.

[42] Con permiso de Virgilio.

[43] ¡Obvio, gordo! En el léxico de Goethe, primer e con diéresis. Creo. Seguro que un corrector me lo corrige. Incorregibles, los correctores. Ven el pelo en el ojo del prójimo, pero no ven el tronco en el suyo propio. En fin. No se me puede pedir mucho, fíjese un poco en lo que me meto y no me critique de ese modo.

[44] Elementos de un escudo.

[45] Un fócido, pequeño lobo del ponto. Poco conocido, pero existe. No confundir con Liborio Justo el excelente escritor (1902-2003) que tuvo ese seudónimo.

[46] Pobre perro; lindo nombre le pusieron, Despojos.

[47] Esto de Romeville, según Gifford en 3.375 es sinónimo de Londres o de metrópolis.

[48] Me explico, le explico, por si usted, querido lector insomne, no es de este pueblo, que este flor de punto me jodiste es el remedo de un viejo, muy viejo rezongo porteño; figúrese un quilombo, es decir un burdel, un fiolo (el señor que consigue los clientes),  y el punto (“su” mujer) que se tomó el piojo (se fue) con otro. Discépolo lo hubiese puesto en ritmo de 2×4.

[49] Este Hemlet (despeje el primer signo E) es el de Shekspierre y tiene que ver con los versos que Ophelie, demente, dice sobre un sombrero de peregrino y un bordón.

[50] Complejo pero lo explico lo mejor que puedo; dice Gifford en 3.391 que esto es el fin de unos versos de Percy Bysse Shelley (1792-1822) y un recuerdo del Génesis 3 sobre los hechos sucedidos en el Edén. Crimen, expulsión, etc.

[51] Del Yddish empuje inverso, remolque, en fin.

[52] Modifico el género femenino primitivo por cuestiones comprensibles.

[53] El ponto.

[54] Lo que se dice, tiró un beso o simuló un beso en el éter, un beso en seco, estéril; eso. Estéril.

[55] Su perfil, extendido en proyección sin límites. Es lo que entiendo. Reflexiones de Stephen.

[56] Remotos puntos del cosmos.

[57] Ínfimos distorsionibus.

[58] Sumergido en un buen chimichurri, un buen lomo tiene mucho mejor gusto. Pero el mejunje de cloruro de sodio, si bien es menos criollo, menos porteño, menos cordobés, etc etc etc, tiene un dejo científico serio. El chimichurri es jocoserio. Los críticos son muy severos con este tipo de deslices humorísticos de los torductores porque ellos escriben en serio, no como uno.

[59] El chiste es que un monte del sur de Dublín tiene ese nombre (pero en inglés) y que con los plumones del cisne se embuten los cobertores con que se cubren los lechos de cientos de ricos indecentes pero los pobres se cubren con periódicos.

Escribe Marcelo Zabaloy

Traductor aficionado y libros traducidos publicados por El cuenco de plata: Ulises y Finnegans Wake de James Joyce y El atentado de Sarajevo de Georges Perec

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Sebastián Trujillo (¿Quizás más narrativo que nunca?) comparte esta historia sobre recelos, talentos e imposibilidades de la noche. Ilustra José Bejarano.

6 Comentarios

  1. Gracias por esta obra!

  2. Monumental Zabaloy, monumental. Como si uno, al pasar de las oraciones sintiera la prosa más fluida, descubriera recursos, verbos escamoteados. Y, otra vez, las ilustraciones de Lucano que no se queda atrás.

  3. Y además, Zabaloy, cómo me hacés ir y venir al DRAE!

  4. Pensil, hopo, flor de escudo, Minke, murceguillo, gregüescos, esqueno, tec. Sí, es cierto, yo voy y vengo todo el tiempo. me entretengo con ese tipo de juegos. hoy lo difícil es escribir como se debe. Creo que es un sendero sin regreso. Lo intento, quiero escribir en serio y no puedo. Tengo que discutirlo con un psicólogo pero no tengo el dinero suficiente. De todos modos le expreso mi sincero reconocimiento por el esfuerzo de leer estos textos dudosos que los eruditos desconocen, llenos de horror temiendo ponerse en ridículo. Je m’en fous.

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