¿Un léxico puede ser elegido? ¿o él nos elige ? El intérprete es del sur de nuestro territorio, de los confines. El texto que propone viene influido por sus célebres obsesiones. ¿Es posible torducir el Ulises de Joyce con signos inexistentes? Si quieren leer, les ofrecemos este nuevo y oportuno texto. Los previos, en este link.
Por el muelle Sir John Rogerson, no lejos de los guinches, Mr. Bloom circuló circunspecto, luego de recorrer Windmill Drive, el molino de lino de Leesk, el edificio de correos y teledifusión. Hubiese podido cubrirme con ese domicilio. Y el refugio de los grumetes. Desentendiéndose un poco del bullicio diurno del muelle recorrió Lime Street. Por los cuchitriles de Breidy vio un niño mendigo, sosteniendo un bote de bofes, despidiendo el humo de un pucho todo mordido. Un pequeño rostro femenino, menor que él, con restos de erupción sobre su frente lo miró, sosteniendo indiferente el zuncho de un tonel sin fondo. Decirle que no fume si quiere crecer. ¡Oh, no lo molestes! No vive, como se dice, en un edén. En el frente del pub cumpliendo el rol de custodio de su progenitor. Ven conmigo Pop, Mom dice que regreses. Tiempo muerto: todo desierto en este sector. Cruzó Townsend Street, costeó el frente del Bethel[1]. El, sí: refugio de: Eleph, Beth. Y por el frente de lo de Nichols, el funebrero. Es once en punto. Tengo tiempo. Me juego que Corny Kelleher consiguió ese negocio en beneficio de O’Neill. Cerró los ojos y entonó. Corny. Me encontré con su mujer en el bosque, lo juro. En lo oscuro. Y lo hicimos sobre el piso duro. Buchón de los milicos. Luego me dio su nombre y dirección con mi turulúm turulúm tum. Oh, seguro que se lo consiguió. Entierro económico en uno de esos cómo se dice. Con mi turulúm, turulúm, turulúm, turulúm.
En Westlend Row se detuvo en el negocio de té Londonderry & Orient Ltd y leyó los rótulos de los bultos envueltos en folios de plomo: producto selecto, gusto superior, el té de los suyos. Tiempo bochornoso. Té. Tom Kernen, tengo que pedirle un poco. Pero no puedo pedírselo en un entierro. Leyendo sin detenerse se quitó el sombrero, olió sereno el perfume de brylcreem y se tocó con lento decoro el cutis de su frente y el pelo. Un tiempo muy bochornoso. So los pliegues fruncidos sus ojos descubrieron el pequeño ribete de cuero del interior de su sombrero estilo sup[2]. Justo. Sus dedos derechos descendieron por el cuenco del sombrero. Los dedos descubrieron pronto un pequeño recorte metido en un intersticio del ribete de cuero y lo pusieron dentro del bolsillo interior del terno.
Qué bochorno. Sus dedos derechos de nuevo con lentitud corrieron por su frente y por el pelo. Selecto compuesto, hecho con finísimos tipos provenientes de Colombo. El remoto oriente. Hermoso sitio debe ser; el vergel del mundo, enormes irupés[3] perezosos moviéndose en medio de los ríos, ficus, vergeles florecidos, bejuco-sierpe les dicen. Me pregunto si es como pienso. Esos indios tendidos en el piso cubiertos por el sol en su dolce fer niente[4], sin mover un dedo. Duermen seis meses de doce. Tiempo tórrido que inhibe todo tipo de discusión. Condición influyente. Sopor. Flores del ocio. El éter lo provee todo. Nitrógeno. El cobertizo del vergel de invierno en Prospect[5]. Seres sensibles. Lotos. Brotes perezosos que no[6]. Sopor enfermizo en el éter. El piso es un lecho de flores. Cómo puede comer uno mondongo y osobuco en un sitio como ese. ¿Dónde fue que vi ese tipo en un dibujo? Oh, sí, en el ponto muerto, como si fuese un bote sobre su dorso, leyendo un libro sosteniendo en su puño un cubresol[7]. Uno no puede hundirse por mucho que lo intente: denso por el cloruro de sodio. Porque el peso del líquido, no, el peso del cuerpo en el líquido es como el peso de. ¿O es el volumen que es lo mismo que el peso? Es un principio o ley por el estilo. Wence en el colegio con su crujir de nudillos desde el frente. Currículum de colegio. Currículum crujiente. ¿Qué es en concreto el peso si uno dice el peso? Veintinueve y tres pies por segundo, por segundo. Ley del descenso libre de los cuerpos: por segundo, por segundo. Todos tienen por destino el suelo. El orbe. Es que el poder de cohesión del globo es el peso.
Se volvió y cruzó con ritmo lento. ¿Cómo fue que hizo yéndose con los chorizos que compró? Un poco como esto. En medio del cruce retiró el Freemen de uno de sus bolsillos, lo desplegó, lo enrolló por el medio como un bordón y golpeó con él uno y otro muslo de sus gregüescos con ritmo lento. Fingiendo desinterés: sólo entro de curioso. Por segundo por segundo. Un segundo por segundo quiere decir. Desde el cordón miró con detenimiento por el pórtico del edificio de correos. Buzón de servicio extendido. Correos en este. Desierto. Entremos.
Mostró el recorte entre los rieles de bronce.
–¿Tengo correo? –preguntó.
En momentos en que el dependiente femenino del correo exploró un sector específico del fichero él observó el poster de conscripción con efectivos de todos los regimientos en pleno desfile y se puso el extremo de su rollo sobre los morros oliendo el compuesto celulósico recién impreso. Posiblemente no me respondió. Fui muy lejos en mi último correo.
El dependiente le devolvió el recorte entre los rieles de bronce junto con un sobre. Él se despidió con un gesto de reconocimiento y miró presto los prolijos signos escritos en el sobre.
Henry Flower, Esq.[8]
c/o P.O. Westlend Row,
City
Respondíó después de todo. Deslizó recorte y sobre en el bolsillo exterior del terno y miró de nuevo los conscriptos en pleno desfile. ¿Qué se hizo del regimiento del viejo Tweedy[9]? Guerrero en retiro. Ese: gorro de piel de oso y plumón. No, ese es un mosquetero. Puños puntudos. Ése es: fusileros de Dublín. Uniformes rojos. Ostentosos en exceso. Debe ser por eso que los persiguen todo tipo de mujeres. El uniforme. Menos difícil de reunir e instruir. El correo que envió Miss Gonne pidiendo que se les prohibiese ir de noche por O’Connell Street: un penoso deshonor en perjuicio del pueblo dublinés. El periódico de Griffith sigue con el mismo tono: un ejército podrido de sífilis; imperio de medio mundo o medio mundo en pedo. Se ven medio crudos; como zombies. De frnt. Mrch. Uni dosi tresi. Regimiento del Rey. No se lo ve vestido de bombero o coronel. De librepienso, sí.[10]
Dejó el edificio de correos recorriendo un trecho con gesto sereno y dobló en sentido dextrógiro. Discutir. Como si eso fuese solución. Metió los cinco dedos en el bolsillo y un dedo índice se coló por el reborde del sobre, con ligeros tirones que lo rompieron. Puede ser que un buen número de mujeres los mire con interés; no lo creo. Los dedos obtuvieron el pliego sedoso e hicieron un bollo con el sobre en el bolsillo. Un objeto prendido con un imperdible, foto, puede ser. ¿Rizo? No.
M’Coy. Desprenderse de él pronto. Me desvío. Odio los conocidos justo en un momento como.
–Oh, Bloom. ¿Dónde se dirige?
–Oh, M’Coy. No tengo un rumbo fijo.
–¿Todo bien con usted, supongo?
–Bien. ¿Y usted, qué dice?
–No mucho, lo de siempre –dijo M’Coy.
Con los ojos fijos en el moño negro y el terno oscuro preguntó en un susurro:
–¿Tuvo un…? Ningún inconveniente, espero. Veo que se puso…
–Oh, no –dijo Mr. Bloom–. El pobre Dignem, vio. El entierro es hoy.
–Es cierto, pobre hombre. ¿En qué momento?
Foto no es. Puede ser un distintivo.
–O…once –respondió Mr. Bloom.
–Tengo que ir –dijo M’Coy–. Once en punto, ¿no? Me enteré recién. ¿Quién me lo contó? Holohen. Hoppy, ¿lo conoce?
–Lo conozco.
Mr. Bloom miró el coche detenido enfrente del pórtico del Grosvenor. El portero colocó el bolsón entre los sillones. Mujer de pie, pendiente de que el hombre, el esposo, el primo, tiene el mismo perfil, encuentre unos chelines en los bolsillos. Regio sobretodo con ese cuello suelto, incómodo con el bochorno de hoy, grueso como un vellón. Pose de mujer indiferente con los puños en esos bolsillos cosidos. Como ese modelito presumido en el cotejo de polo. Mujeres de currículum impoluto siempre que no les toquen el sitio justo. Bello es quien con bellos modos procede. Dique por ceder. Su decente cónyuge y Brutus es un hombre decente[11]. Rigidez que se extingue de pronto con el fuego del querer.
–Estuve con Bob Doren, en uno de sus frecuentes pozos, y con ese cómo se dice, Bentem Lyons. En lo de Conwey, en el centro.
Doren, Lyons en lo de Conwey. Unos mitones de mujer removieron el pelo. Entró Hoppy. Viene de beber. Volvió los ojos semiocultos por los pliegues fruncidos y vio el destello del cuero de ciervo en el relumbre, pespuntes de festones. Hoy puedo ver con nitidez. Debe ser el tiempo húmedo lo que permite ver de lejos. Discutiendo sobre esto o lo otro. Dedos femeninos. ¿Por dónde sube?
–Y me dijo: ¡Qué triste lo de nuestro querido Peddy! ¿Qué Peddy?, le dije. El pobrecito Peddy Dignem, me dijo.
Rumbo norte: Mountjoy puede ser. Esbeltos botines negros con los cordones flojos. Pie bien esculpido. ¿Por qué ese revuelo con el vuelto? Notó que miro. Siempre con el ojo listo por si otro tipo. Buen recurso. Siempre uno de repuesto.
–¿Por qué?, dije. ¿Qué le sucedió?, dije.
Gesto soberbio; mucho dinero; soquetes sedosos.
–Sí –dijo Mr. Bloom.
Se movió levemente eludiendo el tiesto bocón de M’Coy. Sube en un momento.
–¿Que qué le sucedió?, dijo él. Se murió, dijo. Y, se lo juro, se llenó de nuevo el porrón. ¿Es sobre Peddy Dignem?, dije. No pude creer lo que oí ni bien lo escuché. Estuve con él recientemente el último viernes, o jueves, en Molloy’s. Sí, dijo. Se nos fue. Murió el lunes, pobrecito.
¡Ojo! ¡Ojo! Destello de níveos soquetes sedosos. ¡Ojo!
Un trolebús repleto se interpuso con su estridente gong.
Me lo perdí. Que el demonio te lleve hocico ruidoso. Sentimiento de exclusión. El duende y el Edén. Siempre sucede lo mismo. En el momento justo. Ese joven cuerpo femenino en el pórtico de Essex Street fue el lunes subiéndose el sostén. Su compinche de escudo. Esprit de corps. Bueno, ¿y de qué me sorprendo?
–Sí, sí –dijo Mr. Bloom luego de un suspiro sin convicción–. Se nos fue.
–Uno de los mejores –dijo M’Coy.
El trolebús se fue. Siguieron en dirección del puente de Loop Line, sus dedos dentro de unos mitones ricos sosteniéndose del soporte de hierro. Titiló, titiló: el relumbre de los moños de su sombrero en el sol; titiló, tit.
–¿Su mujer bien, supongo? –preguntó M’Coy con otro tono de voz.
–Oh, sí –dijo Mr. Bloom–. Excelente, muy gentil.
Desenrolló indiferente el periódico y leyó sin ningún interés:
¿Cómo es un domicilio sin
Bifes en pote Plumtree?
Incompleto.
Y con ellos, un nido feliz.
–Mi mujer viene de recibir un ofrecimiento. De todos modos, no es un hecho.
De nuevo con el cuento del bolso de cuero. Puedes ir si quieres. Yo me quedo, merci.
Mr. Bloom volvió sus globosos fruncidojos con un lento gesto benevolente.
–Lo mismo que mi mujer –dijo–. Tiene un evento exclusivo en el Ulster Concert, en el norte, el veinticinco.
–¿En serio? –dijo M’Coy–. Qué bueno, mi viejo. ¿Quién lo produce?
Mrs. Merion Bloom. En el lecho. El regente y su consorte se lucen en los deportes. Ningún libro. Juego de póker ennegrecido, tréboles y piques dispuestos de siete en siete sobre sus muslos. Mujer de pelo negro y hombre rubio. Negro minino bollo peludo. Jirones de sobre roto.
Dulces
tonos
viejos
de un querer
que se fue …
–Es como un tour ¿entiende? –dijo un Bloom reflexivo. Dulces tonos–. Se formó un comité. División de costos y beneficios.
M’Coy concedió, retorciéndose el recio bigote.
–Oh –dijo–, eso es muy bueno.
Se movió como queriendo irse.
–Bueno, me dio gusto verlo bien –dijo–. Lo veo en otro momento.
–Sí –dijo Mr. Bloom.
–Escuche –dijo M’Coy–. Puede poner mi nombre en el registro del velorio, ¿quiere? Quiero ir, pero no sé si puedo. Es por ese tipo que se hundió en Sendycove; podemos tener que intervenir, y el coronel y yo tendremos que ir si descubren el cuerpo. Sólo mi nombre si no llego, ¿quiere?
–Cómo no –dijo Mr. Bloom, moviéndose como queriendo seguir con su recorrido–. No se preocupe.
–Perfecto –dijo M’Coy, sonriente–. Le quedo muy reconocido, mi viejo. Si puedo ir, iré. Bueno. Nos vemos. Sólo C. P. M’Coy, con eso es suficiente.
–Delo por hecho –dijo Mr. Bloom con decisión.
No me pescó dormido con ese truco. El pedido repentino. Ingenuo. Cómo no. Bolso que quiero por múltiples cuestiones. Cuero. Rincones con refuerzo, ribetes en los bordes, cierre con doble cerrojo. Bob Cowley le prestó el suyo por el concierto del torneo de veleros de Wicklow el último mes de julio y desde entonces no se lo devolvió.
Siguiendo en dirección de Brunswick Street, Mr. Bloom sonrió. Mi mujer viene de recibir un. Cutis lleno de puntos y voz de pito. Perfil mezquino. Registro bueno de todos modos, en su modesto nivel. No tiene empuje. Usted y yo, comprende; en el mismo buque. Lisonjero. Me pone muy nervioso. ¿No percibe lo diferente? Lo noto medio torcido. En cierto modo me desdigo. Ni con lo del Ulster cerró el pico. Espero que el brote de peste en el norte no empeore. Difícil que deje que le pinchen un glúteo de nuevo. Su mujer y mi mujer.
Me pregunto si no me viene siguiendo.
Mr. Bloom se detuvo en el cruce, sus ojos yendo y viniendo por los letreros multicolores. Ginger Beer de Contrell & Cochrene (perfume intenso). Precios únicos por Fin de Estío en Clery. No, por lo que veo sigue. Eso es. Leeh, hoy en función noche. Mrs. Millicent Pelmer. Si pudiese oír su voz de nuevo en ese rol. El miércoles representó Homlet. Hizo de hombre. Él pudo ser mujer. ¿Fue por eso que Ofelie se suicidó? ¡Pobre viejo! ¡Lo que me contó sobre Kitty Boitmen en ese rol! En el vestíbulo del Edelphi en Londres esperó por el ingreso sin un chistido. Fue en el 65 yo llegué doce meses después. Y Ristori en el pueblo de Beethoven. ¿Qué nombre me dijo? Es de Mosenthel. ¿Rechel? No. Lo que me contó cien veces, el episodio de Ebrehem, viejo y ciego, reconoce el tono de voz y le pone los dedos sobre el rostro.
–¡Es el tono de Neithen! ¡El tono de voz de su hijo! Escucho el tono de voz de Neithen, que dejó que su progenitor muriese triste y pobre en mi pecho, que se fue del techo de su progenitor y renegó del Dios de su progenitor.
Son términos muy profundos, Leopold.
¡Pobre viejo! ¡Pobre hombre! Mejor que no entré en su dormitorio y no vi su rostro. ¡Ese lunes! ¡Oh, dios! ¡Oh, dios! ¡Bueno! Supongo que lo creyó su mejor opción.
Mr. Bloom dobló un recodo y vio los percherones de los cocheros con los hocicos por el piso. No tiene sentido seguir con eso. El momento de comer el pienso. Hubiese preferido no tener el encuentro con ese tipo M’Coy.
Recorrió unos metros y los oyó moliendo el trigo, los dientes en un lento mordisqueo. Los redondos ojos de ciervo lo percibieron en su recorrido, en medio del dulce hedor de trigo del orín equino. Ellos se creen en el Edén. ¡Pobres chitrulos! No entienden un pito y ni el demonio los conmueve con sus hocicos metidos en lo hondo del comedero. No pueden discutir de llenos. Pero de todos modos consiguen su pienso y duermen en cobertizos. Y de postre, eunucos: un negro muñón gomoso que les pende flojo entre los glúteos. Posiblemente viven felices de ese modo. Pobres brutos. Pero sus relinchos pueden ser muy molestos.
Retiró el correo del bolsillo y lo plegó dentro del periódico. No quiero encuentros imprevistos. El corredor es menos peligroso.
Bordeó el refugio de los cocheros. Curioso modo de vivir el de estos conductores sin rumbo. Con tiempo inclemente, donde los lleven, rompiendo récords, no deciden ni los recorridos. Voglio e non. Me permito ofrecerles un pucho de vez en vez. Gentiles. Siempre con un dicho ocurrente. Entonó:
Ci sposeremo
Lu lu lulú lu lu.
Dobló en Cumberlend Street y luego de unos metros se detuvo protegido por el muro del reducto de los trenes. Desierto. El depósito de postes de Honeye[12]. Pilones de troncos. Escombros y conventillos. Pisó con pies ligeros unos cubos con números y un cielo en semicírculo con un pedrusco preterido. Libre de infieles. Un niño de hinojos en un solo de bolones con diestro dedo gordo. Un felino, con ojos de esfinge, lo sigue desde su seguro refugio. Es un crimen interrumpirlos. El Redentor de los beduinos cortó un trozo de su propio lienzo con el fin de que no se despierte. Y en un tiempo yo jugué con bolones en el colegio de ese vejestorio. Con su gusto desmedido por los tilos. ¿Mrs. Ellis? ¿Y Mr.? Extendió el pliego del correo dentro del periódico.
¿Flor? Creo que es un. Un lirio comprimido. ¿Entonces no se enojó? ¿Qué es lo que dice?
Querido Henry:
Recibí tu último correo y estoy muy feliz. Lo siento si no te gustó mi último correo. ¿Por qué pusiste esos sellos dentro del sobre? Me enojé muchísimo contigo. Hubiese querido retorcerte un oído. Te dije bribonzuelo porque me resultó sin mundo ese otro término que escribiste. Te lo ruego dime, ¿qué quiere decir, en serio, ese término? ¿No eres feliz en el nido, mi pobre bribonzuelo? Deseo ser tu sosiego. Te lo ruego, dime qué opinión te merezco pobre de mí. Siempre pienso en el hermoso nombre que tienes. Querido Henry, ¿en qué momento podremos vernos? Es increíble lo mucho que pienso en ti. No me sucedió con ningún otro hombre lo que me sucede contigo. Me siento pésimo por. Te lo pido, escríbeme un correo extenso y elocuente. Ten presente que si no lo recibo te reprimiré. Entonces desde hoy te prevengo sobre lo que tengo en mente, bribonzuelo, si no me escribes. Oh, cómo deseo verte. Henry querido, no me niegues lo que te pido porque no quiero perder los equilibrios. Luego te cuento todo. Me despido de ti, querido mío. Tengo un dolor de sienes muy fuerte hoy y escríbeme por retorno de correo te espero siempre
MERTLE.
P.S. Dime sin rodeos qué tipo de perfume se pone tu mujer. Quiero conocerlo.
Solemnemente desprendió el lirio del imperdible, olió el poco menos que inexistente perfume y se lo colocó en el bolsillo superior izquierdo vecino del esternón. Flores con su propio léxico. Lo prefieren porque ninguno puede oír. O un buqué que lo fulmine. Después, prosiguiendo con lentitud, releyó el correo, con el murmullo discontinuo de uno que otro término. Lirios furiosos contigo querido hombreflor reprimiré tu ficus si no te lo ruego pobre nomeolvides cómo deseo lotos por mi querido tilo en qué momento pronto nos reuniremos muy bribonzuelo pedúnculo nocturno mujer perfume de Mertle. Después de leerlo todo lo retiró del periódico y se lo metió en un bolsillo externo.
Un ligero confort le entornó los morros. Cómo evolucionó desde el primer correo. Me pregunto si es de su propio puño. Fingiendo enojo: tengo mi prestigio, me merezco respeto. Encuentro un domingo después del rezo. Ni lo sueñes, no es lo mío. Los turbulentos scrums[13] del querer. Después un giro urgente previniendo un cruce. Inconveniente como reñir con Molly. El pucho produce sosiego. Soporífero. En lo sucesivo subir de nivel. Bribonzuelo; reprimir; miedo de los términos, desde luego. Cruel, ¿por qué no? De todos modos lo intento. Incrementos prudentes.
Luego de un breve toqueteo del correo dentro del bolsillo le retiró el supuesto imperdible. Un pinche del montón, ¿eh? Lo tiró en el piso. Uno que desechó de un vestido: sujetos con pinches. Enorme el número de pinches que siempre tienen. No existe el pimpollo rojo que no te pinche.
El tono zumbón de Dublín le resonó en el cerebro. De noche, prostituyéndose por el Coombe, dos mujeres codo con codo en pleno diluvio.
Oh, Meiry perdió el imperdible de sus culotes.
Y preguntó cómo quieres
que lo sujete,
que lo sujete.
¿Lo? Los. Dolor de sienes muy fuerte. Pudo venirle el período. O mucho tipeo. Tener los ojos fijos en un punto destruye los nervios del vientre. Qué perfume se pone tu mujer. En fin, ¿no es inconcebible?
Que lo sujete.
Mertle, Mery. He visto ese poster dónde en este momento no lo recuerdo pintor vetusto o reproducción por dinero. Él en reposo con dos mujeres, en su domicilio, discurriendo. Misterioso[14]. Incluso esos dos yiros[15] del Coombe lo hubiesen oído.
Que lo sujete.
Cómodo sentimiento nocturno. No seguir recorriendo el desierto. En quieto reposo: crepúsculo sereno. Los sucesos siguen su curso. Olvido. Referir los sitios donde uno estuvo, modos exóticos. Mujer que viene, con el cuenco sobre el tiesto, proveyendo: frutos, olivos, líquido fresco del pozo, frío como el hueco pétreo del muro, no lejos del zoológico. Tengo que ir con un recipiente en el próximo evento de trote en el hipódromo. Lo oye con ojos brunos tiernos y enormes. Decirle; seguir diciéndole: todo. Luego un suspiro; silencio. Mucho mucho mucho reposo.
Cubierto por el puente del tren buscó el sobre, lo rompió en trozos y los diseminó por el suelo. Los recortes se perdieron en un súbito revoloteo, hundiéndose en el éter húmedo; después un revoloteo níveo y descendieron.
Henry Flower. Del mismo modo se puede romper un cheque de cien £. Simple producto celulósico. Lord Iveogh[16] cobró un cheque de siete dígitos por un millón en el BOI. Eso es un indicio del dinero que mueven los cerveceros. Pero su mellizo lord Erdileun[17] tiene que ponerse un blusón limpio ciento veinte veces por mes, dicen. Su piel produce piojos o vermes. Un millón de £, un minuto. Dos peniques con cinco el porrón, cinco peniques el medio medio, ocho peniques los tres litros ochocientos de porto, no, un chelín cinco peniques los tres litros ochocientos de porto. Uno con cinco en veinte: unos quince. Sí, justo. Quince millones de toneles de guinness.
¡Qué digo toneles! Dividido por tres ochocientos. Poco menos de un millón de toneles es lo mismo.
Un tren en su ingreso trepidó voluminoso sobre su tiesto, coche por coche. Entrechoque de toneles en su cerebro: desborde y revoltijo cervecero en su interior. Los fondos de los toneles prorrumpieron de repente y un enorme flujo níveo se vertió, fluyendo homogéneo como serpiente en el cruce de un estero por todo el terreno liso perezoso pozón en remolino de licor sufriendo los espumosos brotes verdes de sus flores.
Se encontró en el portón del fondo del templo de Nuestro Señor[18]. En el propileo se quitó el sombrero, retiró del bolsillo el recorte con su nombre y lo puso de nuevo en el intersticio del ribete de cuero. Qué bobo. Me encuentro con M’Coy y no le gorreo el boleto por lo de Mullinger.
El mismo texto en el ingreso. Sermón por el reverendo John Conmee S. J. sobre St. Peter Cleiver y su Misión en el Congo. Redención de millones de chinos. Me pregunto cómo puede ser que se comuniquen con el chinito infiel. Prefieren un kilo de opio. Celestes. Grosero concepto hereje creen ellos. Rezos por Gledstone[19] y su conversión y el pobre en su lecho poco menos que inconsciente. Lo mismo que los seguidores de Lutero. Conversión del Dr. Willheim J. Welsh D. D. porque profese su indiscutible religión. Budeh, su dios en reposo tendido en el museo. Discurriendo sereno sosteniéndose el mentón entre los dedos. Cirios olorosos encendidos. No como Ecce Homo. Ceñido con espinos y con su cruz. Inteligente concepto de St. Petrick el trébol. ¿Yesqueros chinos? Conmee; Mertin Cunninghem lo conoce; porte distinguido. Triste que no lo convencí de que Molly integre el coro en vez de ese Reverendo Forley que tomé por lelo y me equivoqué. Es como los instruyen. Seguro que no es él quien de lentes oscuros y todo sudoroso convierte los negros, ¿no es cierto? Los lentes con sus reflejos los vuelven curiosos. Me los figuro en círculo con el culo en el piso y los morros pulposos, perplejos, oyendo. Bodegón[20]. Lo sorben como leche, supongo.
El frío efluvio del divino bloque rocoso lo sedujo. Subió los pulidos estribos, empujó el portón y entró silencioso por un corredor.
Un oficio: un grupo de devotos. Triste, por poco desierto. Sitio cómodo y discreto punto de encuentro con Miss Equis. ¿Quién es mi prójimo? Constreñidos todo el tiempo con esos himnos lentos. Mujer en el oficio vespertino del Belén. Séptimo cielo. Mujeres de hinojos en los templetes con distintivos rojos pendiendo de los cuellos, ojos reverentes. Un grupo de genuflexos enfrente de los rieles del presbiterio. El clérigo se fue deteniendo enfrente de ellos uno por uno, con un susurro, sosteniendo el coso entre los dedos. Se detuvo enfrente de un grupo de mujeres, tomó unos discos, los escurrió uno o dos veces (¿vienen sumergidos?) y se los fue poniendo limpitos entre los dientes. El primer sombrero y su tiesto se hundieron. Después el siguiente: un vejestorio pequeño. El clérigo se inclinó y se lo puso entre los dientes, sin interrumpir el susurro. Léxico que evolucionó de los etruscos. Siguiente. Cierre de ojos y ofrecimiento de morros. ¿Qué? Corpus. Cuerpo. Despojos. Buen invento este léxico. Primero los seduce. Hospicio de moribundos. No lo muerden; sólo lo ingieren. Concepto exótico: comer corpúsculos de despojos por eso es que los indios comegente los comen con gusto.
Se quedó en un rincón viendo el desfile por el corredor del medio de los fieles con sus rostros cubiertos, uno por uno, de regreso en su sitio. Se movió unos metros y se sentó en el extremo de un listón de pino, poniendo sobre sus muslos el sombrero y el periódico. ¿Tenemos que ponernos estos hervidores? Los sombreros tienen que ser hechos sobre el modelo de nuestros tiestos. Los vio en torno suyo, con rostros circunspectos y los distintivos rojos, concediéndose un poco de tiempo de digestión. Como esos mezzoth: es ese tipo de bollos: bollo sin fermento écimo[21]. Mire un poco. Me juego que son felices. Chupetín. Es cierto. Sí, le dicen bollo de querubines. Tiene el soporte de un buen concepto, como un reino de Dios que uno siente en su foro interno. Los primeros que recibieron su comunión. Sorbete de limón por un penique el cucurucho. Entonces todos se sienten como si fuesen de un mismo grupo, como en el cine, todos en el mismo buque. Es lo que sienten. Estoy seguro. Menos solos. En nuestro gremio. Luego se los ve irse medio ebrios. Los distiende. Es cuestión de si uno cree en serio en eso. Religioso de Lourdes, líquidos del olvido, y el prodigio de Knock, monumentos de los que fluye humor venoso. Viejo dormido en un rincón vecino del cubículo del confesor. El origen de esos ronquidos. Fe sin ojos. Seguros en el seno del recíbenos en tu reino. Todo dolor perece. Despiértenme dentro de doce meses, nueve en punto.
Vio cómo el clérigo metió en un cofre el copón de comunión, bien profundo y su breve genuflexión enfrente de él, exhibiendo un buen trozo de su botinfondo gris semioculto por ese coso con pespuntes que se puso. Si le pierden los imperdibles de sus. No se le hubiese ocurrido cómo. El círculo en el tiesto pelón. El dorso escrito: ¿I.N.R.I? No: H.S.I. Lo consulté con Molly y me lo dijo. He Sido Infiel; no: he sufrido, eso es. ¿Y lo otro? Intento No Reírme Imbécil.[22]
Encontrémonos el domingo después del rezo. No me niegues lo que te pido. Viniendo con su velo y su bolso negro. Su oscuro perfil sobre un fondo luminoso. Si quiere puede ser en este templo, con su distintivo pendiendo del cuello y cumpliendo con el otro servicio de modo subrepticio. Su prestigio. Los invencibles vendidos por ese tipo, de nombre Curey, recibiendo su comunión en el primer servicio diurno. Este mismo templo. Peter Curey, sí. No, me confundo con Peter Cleiver. Denis Curey. Figúrese. Con mujer y seis hijos. Y urdiendo ese crimen todo el tiempo. Esos sorbe cirios, el mote les viene perfecto, siempre desconfío de ellos. Ni en el comercio son honestos. Oh no, no vino: su flor; no, no. De hecho, ¿rompí el sobre? Sí, en el túnel del puente.
El clérigo enjugó el copón; después se bebió el resto con decoro. Vino. Lo vuelve menos plebeyo que si bebiese por ejemplo lo de siempre Guinness o un refresco no etílico como ese remedo cervecero Wheetley o el refresco de jengibre de Cointrell & Cochrene (oloroso). De ningún modo: vino sin fermento: sólo el otro. Modesto consuelo. Embuste inocente pero tiene sentido: de otro modo viene un viejo beodo después de otro queriendo beber un poco. Tiempo loco el de. Muy bien. Todo muy bien.
Mr. Bloom giró y miró en dirección del coro. Sin himnos hoy. Qué desilusión. Me pregunto quién pusieron en los tubos. El viejo Glynn, ese sí que fue un experto con el instrumento, el tremolo: doce £ por mes dicen que tuvo de sueldo en Gordiner Street. Molly logró un registro muy bueno entonces, el Virgen de pie de Rossini. El sermón del Reverendo Bernie Voghem primero. ¿Cristo o Poncio Pilotes[23]? Cristo, pero no nos demores mucho tiempo con eso. Himnos es lo que quieren. El roce de pies se detuvo. Se hubiese oído el rebote de un pinche en el suelo. Le dije que dirigiese su voz en dirección de ese rincón. Se sintió el temblor en el éter, supremo, los fieles con los ojos en el domo:
Quis est homo!
Muchos de esos himnos religiosos son espléndidos. Mercedente: los siete últimos términos. El décimo segundo oficio religioso de Mozert: que incluye el Glory. Esos remotos pontífices con un vivo interés por lo melódico, por lo estético y los monumentos y lo pictórico en su conjunto. Como Pelestrino por ejemplo. Vivieron como reyes todo lo que pudieron. Y por si fuese poco es beneficioso, lo melódico, el empleo metódico de su tiempo, después los licores destilo. Benedictino. Chortreuse verde en Monge[24]. De todos modos, tener eunucos en sus coros es un poquitín excesivo. ¿Qué tipo de voz es? Debe ser curioso de oír después de sus do profundos. Connoisseurs. Se supone que después no sienten ningún estímulo. Especie de sosiego. Indiferentes. Luego viene el engorde ¿no? Glotones, como dos metros, muslos longilíneos. ¿Quién puede decirlo? Eunuco. Puede servir de solución.
El clérigo se inclinó y besó el presbiterio y luego de volverse extendió su bendición sobre los fieles. Todo el mundo se persignó y luego se pusieron de pie. Mr. Bloom observó en derredor y luego se incorporó, recorriendo con los ojos los sombreros que subieron. De pie por el lector del libro divino, obvio. Después todos de hinojos de nuevo y él se sentó de nuevo sereno. El reverendo descendió del presbiterio, sosteniendo el coso en frente de sí, y él y el discípulo se respondieron por turnos en postetrusco. Luego el reverendo se hincó y leyó de un recorte impreso:
–Oh, Dios, nuestro refugio y nuestro poder…
Mr. Bloom orientó el rostro en su dirección queriendo oír los términos. Inglés. Les tiró un hueso. Lo recuerdo medio borroso. ¿Su último divino oficio? Credo y virgen inocente. José, su esposo. Pedro y Pol. Si uno entiende el meollo todo tiene otro interés. Institución con un orden estricto por cierto, siempre funcionó como un reloj. Confesión. Todo el mundo lo requiere. Entonces se lo diré todo. Penitente. Deme un correctivo, se lo ruego. Poseen un instrumento poderoso. Como el médico o el leguleyo pero mejor. Mujer que se muere de deseos de. Y yo shshshshshshshsh. ¿Y usted chuchuchuchó? ¿Y por qué lo hizo? Pone los ojos sobre el dije pidiendo socorro. Murmullo los muros oyen. El esposo se enteró sorprendido. Chistecito de Dios. Después vuelve. Remordimiento evidente. Divino rubor. Rezo en un templete. Oh Virgen mi Dulce Refugio. Flores, incienso, cirios que se derriten. Disimulo del rubor. El Ejército de Socorro, remedo verboso. Mujer que volvió del vicio discurre en un congreso.
Cómo encontré el sendero del Señor. Buenos cerebros deben tener esos tipos del entorno pontificio: producen todo el show. ¿Y no es que recogen el dinero con redes? Cesiones: en beneficio de R.P jefe del templo y que lo use según su propio criterio y discreción. Oficios públicos y sin restricciones por el eterno reposo de su espíritu. Cenobios y conventos. El reverendo testigo en ese juicio sucesorio de Fermenegh. No pudieron confundirlo. Respondió todo sin titubeos. Libre expresión y devoción del Templo de Nuestro Señor Jesucristo. Los divinos doctores: ellos fueron los primeros teólogos.
El clérigo rezó:
–Bendito Miguel jefe de los ejércitos celestes, defiéndenos del peligro. Protégenos del odio y los embustes del demonio (que Dios lo domine, se lo pedimos humildemente); y tú, oh príncipe de los ejércitos del cielo, por el poder de Dios despréndete de Belcebú hundiéndolo en el infierno junto con esos otros entes odiosos que recorren el mundo persiguiendo los espíritus ingenuos.
El clérigo y el discípulo se pusieron de pie y se fueron. Terminó todo. Un grupo de mujeres se quedó en su sitio. Respetuoso recogimiento.
Mejor me voy. Frey Pedigüeño. Puede venir con su monedero y requerir mi contribución. Cumplir el precepto religioso.
Se incorporó. Uy. ¿Esos dos botones de mi jubón estuvieron desprendidos todo el tiempo? Un buen número de mujeres se divierte con ello. En ningún momento te lo dicen. Pero nosotros. Perdón Miss, tiene un (¡fft!) sólo un (¡fft!) pequeño nudito flufff. O el dorso de sus vestidos, broche desprendido. Reflejos de Selene[25]. Se ofenden si uno no se los dice. Por qué no me lo dijo ni bien lo vio. Porque te prefiero con un toque desprolijo. Por suerte que no fue en el extremo sur. Prendiéndose los botones con discreción cruzó el corredor del centro y egresó por el portón del frente en medio de un torrente de luz. Se detuvo un momento enceguecido en torno del frío pilón de cemento negro precedido y seguido por dos mujeres que sumergieron sus devotos dedos furtivos en el reflujo mezquino del líquido bendito. Trolebuses, un furgón de Prescott’s, tintoreros, mujer con crespones por el esposo. Lo noté porque llevo luto. Se puso el sombrero. Consultó con su reloj. Y quince. Tengo mucho tiempo. Mejor ordeno su loción. ¿Dónde es? Oh sí, lo recuerdo. Lo de Sweny, en Lincoln Pl. No es frecuente que los drogueros se muden. Sus botellones verde y oro son muy incómodos de remover. El negocio de Hemilton Long, de los tiempos del diluvio. No lejos del cementerio hugonote. Tengo que ir.
Tomó rumbo sur por Westlend Row. Pero me dejé el pedido en los otros gregüescos. Oh, el colmo es que me olvidé el cerrojo. Qué bodrio esto del entierro. Oh, bueno, pobre tipo, no fue su intención. ¿En qué momento fui con el último pedido? Oh, sí. Recuerdo que le di un florín. Tuvo que ser en primero o el dos. Lo puede ver en el registro de prescripciones.
El droguero retrocedió folios y folios. Puede decirse que el olor es entre polvo y encierro. Occipucio fruncido. Y viejo. Persiguiendo el elixir. Químicos esotéricos. Los productos químicos te envejecen después de revolverte el cerebro. El sopor viene después. ¿Por qué? El cuerpo se defiende. Todo lo vivido vuelve en un sueño nocturno. Con el tiempo el genio se les vuelve impredecible. Viviendo siempre entre yuyos, ungüentos y yodo. Todos sus lilipotes de yeso. Mortero y pilón. Eq. Dist. Fol. Leur. Te Virid. El olor solo es el remedio como el timbre del odontólogo. Doctor Croc. Tiene que prescribirse un poquito. Unto o emulsión. El primero que recogió un yuyo y lo ingirió como remedio fue un intrépido. Lo simple. No nos descuidemos. Este puede dormirte, tiene suficiente cloroformo. Testeo: vuelve rojo el recorte fotosensible. Cloroformo. Sobredosis de opio. Soporíferos. Filtros eróticos. Sirope etílico de opio no ingerirlo si tiene tos. Obstruye los poros o el esputo. Venenos lo único efectivo. El remedio donde menos se lo supone. Intuición silvestre.
–¿Me dijo principios de este mes, señor?
–Sí –dijo Mr. Bloom.
Esperó en el exhibidor, oliendo sereno el intenso olor de los remedios, el polvoriento olor seco de sorbedores y pómez. El tiempo que uno pierde describiendo dolores y sufrimientos.
–Óleo de nueces dulces y tinte de benjuí –dijo Mr. Bloom–, y suspensión de flores de limonero…
Es cierto que le dejó el cutis terso y sensible, y níveo como el cerón.
–Y nieve de cerón –sumó.
Pone de relieve sus ojos oscuros. Me miró, por poco cubriéndose los ojos con el cobertor, el tipo ibérico, oliendo su propio olor, y yo poniéndome los gemelos. Los remedios sencillos suelen ser los mejores: frutos rojos como dentífrico, ortiguen líquido recién llovido; centeno molido en remojo, en suero de unto, dicen. Nutripiel. Uno de los hijos de Victoire el vejestorio, ¿fue el duque de Olbony?, tuvo un cutis débil. Leopold, sí.[26] Tenemos tres. Tumores, hemorroides y puntos negros que lo vuelven todo peor. Pero usted dice que quiere un perfume. ¿Qué tipo de perfume se pone tu? Fleur de citron. Eso flor de limón. Puro frescor cremosólido. El líquido fresco. Olor delicioso estos productos. Tengo tiempo de un remojón de unos minutos. Son sólo unos metros. Hommom. Turco. Fricciones. Depósitos de mugre en el ombligo. Mejor si fuesen fricciones de joven dependiente femenino. Incluso pienso en eso. Sí, eso. El hecho inmerso en el piletón. Curioso deseo yo. Líquido en líquido. Unir negocios con goce. Pero en fin, no tengo tiempo de que me soben. Después uno se siente fresco. Un entierro siempre es muy triste.
–Sí, señor –dijo el droguero–. Son dos chelines con nueve. ¿Tiene un recipiente?
–No –dijo Mr. Bloom–. Le dejo el pedido, si no tiene inconveniente. Volveré luego y me llevo uno de estos, son deliciosos. ¿Qué precio tienen?
–Cinco peniques, señor.
Mr. Bloom se rozó el rostro con un envoltorio y olió. Dulce limón ceroso.
–Me llevo este –dijo–. Entonces son tres y un penique.
–Sí, señor –dijo el droguero–. Si quiere le cobro todo junto después.
–Bueno –dijo Mr. Bloom.
Se fue del negocio con pies lentos, sosteniendo el rollo del periódico entre codo y pecho, el fresquenvuelto limoceroso en el puñizquierdo.
Sobre su hombro, los dedos y el vocejón de Bentem Lyons dijeron:
–Oh, Bloom. ¿Qué se dice de nuevo? ¿Es el de hoy? Préstemelo un minuto.
De nuevo se quitó el bigote, ¡por Dios! Morro superior extenso y frío. Queriendo lucir joven. Se lo ve muy fresco. Soy menos joven que él.
Los broncíneos dedos negruñosos de Bentem Lyons deshicieron el rollo del periódico. Este sí que merece un buen remojo. Es un mugriento. Bienvenido, ¿probó usted el perfume cremoso de Peers? Corpúsculos sobre los hombros. Los folículos pilosos requieren un poco de loción.
–Quiero ver lo del potrillo bretón que corre hoy –dijo Bentem Lyons–. ¿Dónde demonios lo pusieron?
Hizo crujir los pliegos, con el mentón extendido sobre su cuello duro. Comezón del peluquero. Si tienes un cuello estrecho que pierdes pelo es un hecho. Mejor se lo dejo y me libero de él.
–Quédeselo si quiere –dijo Mr. Bloom.
–Escot. Trofeo de Oro.[27] Espere–murmuró Bentem Lyons–. Un minu. Minimum el segundo.
–De todos modos es un desperdicio[28] –dijo Mr. Bloom.
Bentem Lyons subió de repente los ojos y sonrió con leve desdén.
–¿Cómo dice? –dijo con un chillido.
–Digo que es un desperdicio –respondió Mr. Bloom–. Si le sirve, quédeselo.
Bentem Lyons dudó un segundo y lo miró de reojo; luego puso los folios desprolijos entre los dedos de Bloom.
–Correré el riesgo –dijo–. Se lo devuelvo, muy gentil.
Se fue como un soplido en dirección del pub de Conwey. Fuertes vientos te soplen.
Mr. Bloom plegó de nuevo el periódico en un prolijo rombo y en él metió el poliedro limonoloro, sonriendo. Morros tontos los de ese tipo. El juego. En el último tiempo se volvió epidémico. El sirviente que hurtó seis peniques y se los jugó en el hipódromo. Sorteo de un pollo tierno. Su menú del veinticinco de diciembre por tres peniques. Joe Flemming y sus timos por el juego y después si te he visto no recuerdo se fugó con rumbo de México. Puso un hotel. No pueden volver. Potes de lomo de Egipto[29].
Sonriente, siguió en dirección de los piletones del turco. Es como un templo turco, bloques rojos de gres, torreones. Deportes del colegio hoy, por lo que veo. Miró el letrero en U sobre el portón del pensil del colegio: un corredor en su bici todo retorcido como pez en pote. Como difusión es pésimo. Pero si lo hubiesen hecho redondo como un zuncho de tonel. Después los rejones, deportes, deportes, deportes; y el cubo prominente: colegio. De modo que despierte interés.
Ese es Hornblower en el cuchitril del ingreso. Mostrémonos gentiles; puedo recorrer el interior si me hiciese un signo. ¿Qué dice Mr. Hornblower? ¿Todo bien, señor?
Tiempo perfecto por cierto. Si vivir fuese un eterno momento como este. Tiempo de cricket. Tenderse en un sillón o protegido por un cubresol. Un set después de otro. ¡Juego! En este sitio no lo conocen. Cero seis. Pero el coronel Buller rompió un ventiluz en el club de Kilder Street con un golpe que pretendió ser defensivo. El circo de Donnybrook es lo que les viene mejor.[30] Y los occipucios que rompimos desde que M’Corthy rodó por el suelo.[31] Un ciclo tórrido. No creo que dure. Siempre fluyendo, el río del vivir, lo que perseguimos en el río del vivir es el único tesoro.[32]
El disfrute de un pronto remojo: un piletón repleto de líquido limpio, recubrimiento fresco, el dulce chorro tibio. Esto es mi cuerpo.
Previsor, se figuró su níveo cuerpo inmerso en él, desnudo, dentro de un vientre tibio, ungido y bendecido con el perfume del cremoso bloque fundente, en un lento proceso de inmersión. Vio su propio tronco y sus miembros cubiertos por el roce del líquido y sostenidos, sutilmente suspendidos, como un sol de limón; el ombligo, botón pulposo; y vio el embrollo de los oscuros rizos en un ondeo de pelo como un remolino en torno del flojo progenitor de miles, indolente ondeo florido.
[1] Nombre hebreo de lo que se conoce como el Ejército de Socorro.
[2] Este rótulo “sombrero de estilo sup.” Es muy controvertido; unos dicen que es un error de tipeo otros que es un error de impresión; se escriben libros, se discute en congresos, etc. Pero es lo que dice el texto de origen.
[3] Los conocimientos de Bloom no siempre son muy precisos, pero el concepto es el mismo.
[4] SIC
[5] Cementerio de Dublin.
[6] Interrupción de monólogo interior.
[7] Cubresol o cubretiesto son dos neologismos que inventé y me permito, si usted me lo permite.
[8] Henry Flower, Esq.: nombre ficticio que Bloom inventó con el fin de escribirse con Mertle Clifford. Jeu de mots con su propio nombre: Bloom: florecer, en flor; Flower: flor. Ingenioso, ¿no?
[9] Progenitor de Molly.
[10] Regimiento del Rey … De librepienso, sí: debe ser el rey Ed VII (1841-1910; rey 1901-1910). Creo. Si quiere, consulte con Google. Los doctos torductores literiosos (sobre todo uno que yo me sé) y los exprofesos pofesorex que repitieron y repitieron este tipo de conocimientos minúsculos se ofenden porque google es el fin de los misterios menudos, de lo que ellos viven. De congreso en congreso. Pero usted confíe en mi, consulte con google y fíjese en los libros, que es lo que yo hice, YO HICE.
[11] Brutus es un hombre decente: en su discurso por el deceso de Julio Céser, Merco Entonio, irónico, repite estos dichos como desprecio de los “muy decentes motivos” con los que Brutus justificó su crimen. (WS: Julio Céser III.ii).
[12] Un cheese tecito: Me#de, Hidromiel+E ergo, Honey+e. Es e-nocente.
[13] En el rugby ibérico le dicen melé. Ici, on est chez nous et on dit scrum. Y punto.
[14] Jesús con dos mujeres.
[15] Entre los pitucos porteños, YIRO = mujer recorriendo un territorio ofreciéndose por dinero.
[16] Despeje O.
[17] Despeje los dos signos E.
[18] Respetuoso, sustituyo el nombre del templo, por motivos que después diré.
[19] Despeje el primer signo E.
[20] En el sentido pictórico del término, Herr Borrowfessor; no se ofusque, critique con criticón.
[21] Despeje E.
[22] Sustituyo el cruel chiste de origen, sobre los pinchos de hierro insertos en Su Cuerpo, con el mismo sentido burlón del sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de quien de ningún modo me rio, que conste.
[23] Recordemos lo siguiente: este libro es un prototipo, un experimento, un ejercicio destilo (de estilo), un dispositivo que tiene como objetivo seguir el texto de origen, el Ulysses de J. Joyce, en todo, sin omitir un solo término, pero eso sí, permitiéndose el torductor ciertos privilegios inocentes con ciertos nombres, sitios, etc, y seguirlo omitiendo un signo del léxico que unos cosos pretendieron erguir en ineludible en beneficio propio, como sucede por lo común con los misteriosos y sus misterios. Si usted comprende esto y quiere leer sin preconceptos, bienvenido. Si no, disculpe, usted no es de los míos y sobre todo yo no soy de los suyos. Con el debido respeto, me despido de usted hoy jueves cinco de otoño de 2020. Todo esto es por un Poncio que se merece el mote de Pilotes en vez del suyo…
[24] Este Monge no existe en el textorigen pero lopongo porque quiero mucho ese pequeño pueblo, no lejos de Grenoble, donde conocí el licor verde que Mr. Joyce hubiese querido beber hoy, conmigo, riéndose de mi riesgoso proyecto de torducción restrictivo/sustitutivo. Otros ponen extensísimos comments sobre conocimientos estériles que son fruto del cortipegue de Wiki. Pst. Discúlpeseme entonces, profesorex, este exprofeso desliz. No se tomen todo en serio.
[25] Reflejos de Selene: versos de Hemlet en su primer encuentro con el espectro: “¿Qué puede ser/ que vos, cuerpo muerto, con vuestro escudo protector/ de nuevo contempléis los reflejos de Selene…?” (Hemlet I, iv, 51-53). Viniendo de Bloompuede tener un sentido erótico. Bloom es Bloom..
[26] Uno de los hijos … Leopold, sí: el príncipe Leopoldo, duque de Olbony (1853-1884), el hijo menor de Queen Victorie. Se dijo que por ser muy débil “tuvo un cutis monopiel.” Murió hemofílico con veintinueve recién cumplidos.
[27] Escot. Trofeo de Oro: el trofeo de Oro de Escot, un conspicuo evento hípico del fixture inglés, se corrió el 16 de junio de 1904 (15.00 hs) en el pueblo de Escot, no lejos de Londres.
[28] I’m going to throw it up; Throwitup (Desperdicio) es el nombre de un potrillo que corrió.
[29] Recuerdos del Éxodo en el fuero íntimo de Bloom.
[30] El circo de Donnybrook: prohibido desde 1855; conocido por sus disturbios y puteríos, su nombre se volvió sinónimo de descontrol.
[31] Y los occipucios … M’Corthy rodó por el suelo: versos folclóricos sobre un round de boxeo que se disputó en un pub donde un cierto Mr. M’Corthy, vencido por Miss Murphy, perdió todo su prestigio.
[32] Siempre fluyendo … es el mejor tesoro: versos del ingenio operístico del Eire Meritene (1845). Libreto de Ed Fitzbull (1792-1873), que musicó el compositor dublinés Will Vincent Wolloce (1813-1865).