Reseña de Planet de Sergio Bizzio a partir de esta entrevista publicada al autor. Collage de Mariano Lucano.
Llevé Planet conmigo para leerlo en un viaje a Ushuaia que hice con mis viejos. Entre las cosas que movíamos de un lugar a otro, buscando el picnic perfecto, el libro quedó agrupado con botellas de vino en una bolsa. Un golpe lo empapó de violeta. No me preocupé porque ya se iba a secar y tener un libro (físico) es tener una historia. Si el objeto libro tiene a su vez la suya propia tanto mejor. Lo virtual, quizás por demasiado virtual puede ser hiperbólico.
En el primer párrafo, una nave roza el océano y el roce produce cataclismos alrededor del globo. Mientras, una persona pide lexotanil en una farmacia. La persona no tiene receta, resuelve la situación poniéndole un arma en la cabeza a su interlocutor. Aún así paga su lexotanil. Al retirarse se revela que el hombre del arma no tiene espesor. La visualización del fenómeno queda en la retina del farmacéutico. La retina tiene espesor, es como una tela, no tiene mucho pero algo tiene. Es muy difícil «ver» algo sin espesor. Lo virtual, quizás por demasiado virtual, no tiene nada.
Es difícil imaginar personas (gente que camina, come y caga) sin espesor porque la vida está llena de resquicios. Las personas sin espesor podrían caer al caminar por encima de un enrejado. Incluso podrían caer por entre la materia en sí. Vivir en caída libre, en caída perpetua. Podrían deslizarse, transimitiendo una filosa vulnerabilidad. El espesor no es una cuestión física sino literaria. Es una figura retórica quizás aún no del todo definida, como si fuera una metáfora pero no, es extraterrestre.
Un hombre sin espesor como la página del libro en la que se lo lee, a su vez lee a Molinari. El extraterrestre (un hombre sin espesor) que lee a Molinari viene de un planeta llamado Planet en el que no hay gobierno sino dos telenovelas. Las telenovelas son de diez horas diarias y se nutren de seres de toda la galaxia: protagonistas. Mientras, el planeta Planet tiene sus propios dramas, dramas de gente sin espesor.
Un actor llamado Osvaldo Kapor se engolosina al ser buscado desde ese rincón del universo para actuar. No así Denis, hombre que se altera con tanta brusca novedad: Vida en otro planeta, gente sin espesor, viaje intergaláctico para hacerlo actuar en novela demencial. La fama inmediata no compensa para Denis el desequilibrio mental producido por las necesidades mediáticas de la gente sin espesor.
Llego hasta ahí. El accidente con el vino relega al libro antes conocido como Planet a una pila de libros. Continuo con mi vida.
Un trapo de piso atorado en la cañería hace que el agua se filtre inundando el primer piso y ese charco improvisa lluvia en mi departamento. Vuelvo del trabajo y encuentro mis cosas pasadas por agua, levanto el Planet y el peso del agua hace que se me resbale de la mano.
-¿Eso qué es?
-Agua, hijo.
-¿Por qué corre, por qué fluye?
-…
-¿Qué es el infinito?
-…
-¡Papi, floto, mirá! ¿Por qué floto?
-…
Yum Yum hacía la plancha. Denis, sentado en la orilla a la sombra de un árbol, lo vigilaba. Pero Yum Yum no era ningún estúpido. Flotaba haciendo la plancha en un remolino, para que la corriente no se lo llevara. Así que giraba en círculos, feliz, con los brazos y las piernas abiertos, ajeno a todo, incluso a sus propias preguntas, que hacía solo por hacer.
Paso las hojas del libro ya seco, rígido y ondulante. En el planeta llamado Planet, el planeta de la gente sin espesor, solo hay montañas que son decorados y bebidas de utileria. Las calles son escenografías y las migraciones van al compás del rating. Un día en un lado, otro día en el otro. La mirada y la burla siempre dirigida al otro lado. El otro lado está cerca. No hay espesor y aún así se logran delinear personajes, construir familias, incluso algo parecido al amor. Un sentido de unión más allá de las formas.
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