Por Guillermo Flores
Miguel Rep nos cita en el bar de la Biblioteca Nacional, primer piso, a pocos pasos de su mural sobre el Bicentenario. El motivo de la entrevista es la sorprendente actividad que viene desarrollando en los últimos años: pinta murales en España y en Argentina, tiene un programa sobre Arte Latinoamericano en Canal Encuentro, tiene un programa de entrevistas íntimas en la radio, hace afiches para que cambien el nombre de la estación de Subte “Entre Ríos” por Rodolfo Walsh, hace tapas de libros, hace libros propios además de las historietas que publica en diversos diarios y revistas. La primera pregunta tenía relación con un supuesto giro político en su obra. Pero no lo ve así. Y esa respuesta nos llevó a preguntarle sobre quién es, cómo piensa, cómo trabaja, su opinión sobre el rol del historietista, los murales, las nuevas tecnologías, en fin, los temas que ocupan los días de un artista en constante movimiento e innovación.
“Uno es todo lo que le interesa. Yo soy un montón de todos, es decir, partes de todo que van construyendo un todito, que soy yo. Y una de esas partes del todo, es sí el ser político. Y eso trato de que mi laboratorio lo transforme en humor gráfico, en humor”.
¿Y sentiste algun cambio desde el momento que empezaste a dibujar? ¿Se dio naturalmente, o fue un camino de liberarte y sincerizarte con vos mismo para poder decir lo que quería decir?
El Miguel que fui hace ya varios Migueles, era muy distinto. Era el primer Miguel que publicaba, era tan distinto. Era un tipo que no tenía estilo, que no sabía sus obsesiones. Era chico, muy chico. Tenía 14 años. Después hubo varios Migueles, que soy yo, por supuesto. Pero que dibujaban distinto, iban afilando la punteria, afilando el lapiz. También dibujando cosas a pedido, y no por necesidad mía.
¿Pero sentís, entre tantos cambios, que hay una línea entre ese Miguel de los catorce, ideológica o de discurso?
Sí, creo que hubo muchos cambios. Quería ser un dibujante de humor más. Vivir de esto toda la vida, y no tenía ni idea de lo que se iba a venir. No tenía ni trazado el esquema de lo que iba a venir. Era un mundo muy tranquilo también. Era un mundo sin tanto avance tecnológico, veníamos de una historia de cien años de publicaciones y no tenía porque ser modificado. Se podía vivir cien años, doscientos años más publicando, publicando dibujos y viviendo de eso. Era un mundo muy tranquilo, y ese mundo se fue a la mierda. Cayó en mil pedazos. Y también mi mundo, mi cosmogonía personal fue reventando en mil pedazos por las cosas que te pasan en la vida. No, es tan distinto. Esos Migueles eran lápiz, tinta china y papel y a entregar y que le den permiso para publicar.
¿Y el método para dibujar también cambió?
No, el método es más o menos el mismo. Se te ocurre una idea, le hacés el guion, y lo dibujás. Tinta china, lápiz, retoques: eso no se modificó. Lo que se modificó se da con el avance tecnológico, el uso del Photoshop, por ejemplo. O en el tema de los murales. Pueden ser en papel, madera, acrílico se ha modificado el arsenal técnico, porque yo nunca pensé que iba a usar acrílico, u óleos, o tanto marcador. Yo pensé que iba a ser un hombre de la tinta china. Tampoco pensé que iba a ser un tipo de la palabra. Recuerdo aquello que fuí al principio, y era un tipo mudo. No hablaba, no podia enfrentar un auditorio, reportajes. Y a fuerza de tener que expresarlo de otra manera, y también a fuerza de dejar de hacer dibujos mudos y apropiarme de las palabras, dejé de ser mudo y eso es otra arma que tengo, la palabra. Y me interesa mucho. Yo antes tenía mala prensa de la palabra, y ahora me interesa cada vez más, la riqueza vocabularia y todo lo demás.
¿Antes no te gustaba?
No me interesaba. Pensaba que no. De hecho, la mayoría de los murales no necesitan palabras. Y yo soy un dibujante que puede vivir sin palabras. Porque sé expresar una idea muda. De hecho, el primer dibujito que publiqué, era mudo. Era un chiste mudo. Y siempre los dibujantes de humor tenemos una gran predilección por el humor mudo, porque ahí es donde pela el dibujante. Sin palabra, pela el dibujante. La verdad que fue pasando el tiempo, fui leyendo ensayos o literatura, y me di cuenta de que es muy linda la comunicación por palabras. La era de la imagen, en la que estamos ahora, es peligrosa, y está bueno reapoderarse de la palabra.
¿Por qué te interesa también la radio, las entrevistas, o el programa de entrevistas en AM750 o Repregunta, o el de Encuentro ahora, como ámbitos de no dibujo o de palabra?
Porque aprendo. Porque sigo aprediendo. Porque tengo curiosidad y veo que hay canales distintos que los del dibujo. Yo en el dibujo tengo un montón de canales por los cuales sigo aprendiendo, sigo vomitando las cosas que me van pasando, o que voy viendo en mi vida. Pero el aprendizaje no es sólo con el dibujo. La curiosidad no solo se me calma con el dibujo, sino con un montón de expresiones aparte de la gráfica, o del humor gráfico, o del dibujo, o del mural.
¿Como tu programa de Radio que sería una continuación de REPregunta?
Y sí. Para algunas cosas está bueno el vehículo de la radio, es decir, de la palabra, del decir y del reportear. Y para otros está bueno la televisión en cuanto a la complementación entre imagen y palabra. Y decirlo y actuarlo y acompañarlo de eso. Me parece que ya hay tantas expresiones, y tanta capacidad de expresar las ideas por distintos medios, que si uno tiene la capacidad de usarlas, hay que usarlas. Yo no creo tener que ser dibujante solo toda mi vida. Si tengo una curiosidad, o una capacidad para transmitir, tengo que usar todos los medios. Si hoy es esto, será ésto. Pero mañana, ¿será cine?, ¿será dibujo animado? Lo que no voy a hacer es lo que no me interesa. Si tengo que dirigir una facultad, no me interesa y no lo voy a hacer. O si me dan una cátedra para enseñar dibujo, no me va a interesar eso. Lo que sí me va a interesar es encontrar una obsesión, una curiosidad, y ver cómo la vehiculizo. Si lo vehiculizo diariamente con el diario, está bien, lo hago. O semanalmente. O con un libro. O si es por televisión o por radio, si tengo la oportortunidad, lo hago.
¿Y qué sentís cuando ves un mural tuyo?
En este momento estamos en la Biblioteca Nacional y estoy viendo de refilón mi mural acerca del Bicentenario. Yo siento que ya no es más mío. Lo abandoné hace dos años, tres años, cuatro años ya, es del 2008. Y siento que ya no es más mío. Ya no tengo derecho a ir y modificarlo, entonces ya no es más mío, ya lo entregué. Siento eso, ¿no? Como que he dejado huellas. Huellas de distinta manera que en la gráfica: un papel que se tira, un libro que se guarda, algo portátil. El mural no es portátil, hay que ir a verlo. Es lindo. Es distinto. Por lo menos es distinto.
¿Y vos te paras a mirarlo, te acercas y decis “uh, me gustaría cambiar algo”, o ni lo mirás?
Trato de no juzgarlo. Trato de que cuando lo terminé, abandonarlo. Porque sino siempre vas a volver. Seguramente en diez años, en quince años, cuando tu dibujo se haya modificado mucho, diré “uy, cómo lo haría de otra manera, qué me gustaría retocar». Me pasa eso, pero tiene que pasar un tiempo. Ese dibujo de alguna sigue representando mi hoy, en cuanto a mi línea y mi manera de ver la historia. Si ese todavía aguanta, pero seguramente si mi dibujo va hacia otro lado dentro de diez años, lo veré seguramente como algo arcaico, como pasado, y voy a querer modificarlo.
¿Y qué sentis cuando estás dibujando en público?
Siento… mucha soledad. Más soledad que cuando estoy solo en el tablero. Porque la gente va, disfruta, o te pregunta y después te deja solo. No hay alguien que se queda todo el tiempo. Soy yo el que se queda todo el tiempo. Entonces siento más que nunca lo que es la soledad, siento más que nunca el turismo del ojo del otro. El otro pasa, y me deja, entonces me quedo más solo que antes. Y en esa soledad estoy yo, están todos los momentos que voy dejando en el mural. Estoy en este lugar. Acá hay un montón de momentos, hay un montón de momentos en este minuto, fijados acá. Que sí fueron importantes ese día, y ese dia me quedó fijado. Lo que pasa es que la mayoría del tiempo, uno no está reflexionando que si el día, ni si llueve, o qué. Pero todo lo que coloquialmente vamos caminando por la calle, minutos y minutos y minutos, y no se quedan fijados. Uno sigue caminando. Acá esos minutos y minutos y minutos, se quedan fijados en el mural. Y eso es lo que siento cuando lo veo. Y en esos minutos hay disfrute, hay mucha angustia, hay soledad y a veces alguna dulzura. No es todo bárbaro. Pero lo que sí queda es el trabajo.
¿Y por ejemplo, el romper la composición, de poner una cosa con color, otra cosa que va con el mismo estilo?
Y sí. Eso formó parte de esa insatisfacción por lo que son los canales fáciles de esta profesión, de éste laburo. Yo venía con la tira, once años tranquilos haciendo cada vez más personajes, situaciones muy fáciles, hasta que me agarró un clic, y dije: yo no puedo currar toda mi vida haciendo personajes. Y, empecé la tira más…, yo no había visto ejemplos en el mundo…
¿Postales?
Herencia de postales. La tira diaria, en el noventa y ocho se dinamitó y ya no tuvo más personajes. Es lo que es hoy. Un día hago una situación del hombre del futuro. Mañana una historia de abejas. Pasado mañana hago la historia de un Dios que se peleó con otros Dioses. Es decir, un espacio libre donde cada día la temática y el dibujo sea distinto. Eso yo no lo había visto nunca, y lo empecé a experimentar en el diario. Me gané muchos lectores que me dijeron: “Bueno, no te sigo, no te puedo seguir, no te entiendo siempre”. Pero bueno, pude sobrevivir y ya pasaron como catorce años, ¿no? Y ya soy eso. Soy más heredero de mis Postales que de Mafalda.
Claro, que de la historieta clásica.
Sí, la verdad que aprendí de mí mismo. Gracias a Postales tuve una experimentación en la revista Fierro, que no era un diario, que no era humor registrado. Si me pedía humor registrado me pedía un dibujo más popular. Y en Fierro cuando me dieron el espacio, y se me ocurrió también Postales, dije: “es ésto, ésto también soy yo”. Y quizá yo sea más Postales que otras cosas. Porque tengo varios registros. Registros de curiosidad, registros temáticos, de tono literario y de tono de dibujo también. Y eso es postales. En cambio en la tira, si yo tengo que seguir todos los días a Lukas o al Culpo o Niño Azul, me aburro. Me aburro, es un río que conozco demasiado bien, ya tengo la canoa. Necesito meterme en otros terrenos, que son más de incertidumbre. Y por eso también me meto en libros, me meto en quilombos todo el tiempo, en murales extraños en distintos lugares. Si me dan una cueva, voy a la cueva y la hago. Porque quiero ver hasta dónde doy, hasta dónde son mis limitaciones. Y a veces me encuentro con límites. Y sí, hay límites.
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