Hace unos días, en esta sección, imaginamos el futuro de la cuarentena a corto y a largo plazo. Hoy, de la mano de Orlando Espósito, exploramos el más esquivo mediano plazo. Otra distopía probable. Ilustración de Anahí Rivera.
Ayer se cumplieron doce meses desde que empezó la cuarentena y cada vez se hace más difícil cumplir con los protocolos. Cuando recuerdo lo que pasó no puedo evitar un escalofrío. Tomamos todos los recaudos posibles, nos movimos en grupo, rápido, con la meta clara, bien definida, teníamos que recorrer escasos ciento cincuenta metros hasta el supermercado. Para asegurarnos de no tener inconvenientes llegamos a destacar un aviso, así le decimos, que esta vez le tocó a José, el del 4º C, que es un tipo bien despierto, con una instrucción clara: que fuera hasta la esquina para verificar que no hubiera peligro y volviera a informar.
—No están, podemos ir tranquilos —dijo cuando volvió.
—Tranquilos no —contesté—, vayamos rápido y alertas.
Salimos. Éramos once. Por supuesto, todos con barbijos y algunos, además, con máscaras de plástico. Equipados con mamelucos sanitarios blancos y guantes quirúrgicos. Nos concentramos en la rampa de las cocheras, guardando el metro y medio de rigor, abrimos el portón y salimos a buen paso.
Los guardias armados nos dejaron pasar la doble puerta, entramos en el súper, hicimos las compras, pagamos y otra vez nos concentramos para organizar el regreso. Nadie se movió hasta que estuvimos todos atentos, 2º A abrió y salimos. Apenas habíamos avanzado un cuarto de cuadra cuando nos rodearon los Sin-barbijo. Eran siete u ocho, armados con palos y un par de martillos. Nos cortaron el paso encerrándonos contra la pared.
—La bolsa o la vida —dijo el que parecía ser el jefe.
En ese momento, 3º B tuvo un rapto de arrojo que nos salvó a todos. Revoleó la bolsa tirándola al medio de la calle. Los Sin-barbijo dudaron pero dos de ellos corrieron hacia el botín y los demás los siguieron. Además de latas y paquetes contenía pan y carne que 3ºB había comprado.
Empezaron a darse golpes entre ellos. Uno le clavó los dientes a una colita de cuadril pero, en el acto, recibió un garrotazo que lo obligó a aflojar la mordida. Otros se agarraron con el pan y las verduras. Gruñían, masticaban y se golpeaban unos a otros.
Sin que nadie diera la orden, salimos corriendo y pudimos llegar a nuestro edificio sin inconvenientes. Para compensar a 3º B pusimos un poco cada uno de los vecinos. Eso quedó bien resuelto. Pero algo vamos a tener que hacer con las incursiones de compra. Está visto que están resultando cada vez más complicadas.
Es un relato sensible, de una realidad cruda y exagerada de las acciones que surjen en el cuento, levándolo a un terreno que se acerca a una realidad previsible. Su narración hacen muy vivido el relato
Virginia, agradezco el comentario. Siempre resulta bueno recibir un estímulo. Cordial saludo.
Señor Espósito; lo felicito, su cuento es excelente; breve e intenso, como debe ser todo cuento; explosivo, sin recovecos, directo. Dejemos que de los preciosismos se ocupen los seguidores de Borges.Le deseo lo mejor.
Señor Zabaloy, agradezco su felicitación. Justo llegó cuando Ego estaba reclamando que le tirara algo para distraer el estómago. Leí en la entrevista su peregrinación por los concursos literarios y vi que estoy en la misma senda pero no logré aun, ni siquiera, obtener un premio de la sociedad de fomento del barrio. Intentaré una nueva lectura de Finnegans. Saludos cordiales.
El autor, dueño de una narrativa impecable, hace sentir al lector, como un personaje más, del cuento. Al mismo tiempo, lo que en otro momento del mundo, hubiese rayado con la fantasía…Hoy, lo muestra como un “visionario”…
Felicitaciones, Orlando. Un cuento redondo, breve, dinámico, y con una mirada hacia una distopía a la que nos asomamos con temor ante esta pandemia. No le falta nada, no le sobra una sola palabra.
Mirta, agradezco tu comentario. Las opiniones y críticas de los lectores son siempre bienvenidas. Claro que, si expresan satisfacción por lo que uno escribió ¡son el doble de bien recibidas!
Tremendo cueto, Orlando. Como siempre, en el filo de la realidad.
Hola Dayín. Me alegro que te haya gustado, aunque escueto.
Interesante el formato breve del relato y la fuerza que contiene en pocos párrafos. He ya leido No somos una banda y el Fantasma verde y sigo admirando su estilo e imaginación.