Tomás Cardoso hace una lectura particular del genio futbolístico argentino comprendido como Maradona. Ilustra Lucas Iranzi.
EN EL FÚTBOL, COMO EN EL BOXEO Y EL TAP, quien domina la zurda, domina el oficio. Maradona era de hecho el más diestro de los diestros, y a eso le sumó una zurda fenomenal, que entrenó y entrenó desde muy chiquito, cuando le fueron revelados los arcanos del juego.
Convirtió el fútbol en un arte de alto riesgo, como un número de Harry Houdini. Houdini lo dijo: el número más exitoso va a ser aquel donde el artista corra riesgo de muerte. El público no podrá resistir el influjo. El mundo estaba esperando ver morir a Maradona desde que empezaron los noventa. Treinta años después, vemos que el que estaba muerto era el público. Y él cada día juega mejor.
Y no se trata sólo de velocidad; por el contrario, Maradona es el maestro de las pausas, del ritmo, entonces acelera cuando todos los demás duermen, narcotizados por su embrujo.
Incluso manipula las articulaciones de/los rivales, hace que sus cuerpos adopten las formas que les convienen a él para ejecutar la gambeta.
Un Maradona no se hace solo/del mismo modo que un hombre solo no escribe/la Illíada.
Maradona es Maradona en comparación con Platini o con Francescoli. Si no existiera Maradona, ellos serían partes de Maradona, partes sueltas. Pero Diego es Maradona en un solo jugador.
Sus rivales aman ganar, pero más aman el amor de su niñez, el juego. Entonces se rinden ante él; todos esos arqueros derrotados en realidad anhelaron toda su vida tener en frente al dios del fútbol.
Es la cosa verdadera, the real thing.
A veces pasa con algunos artistas: en comparación, los demás artistas de su época parecen críticos de arte.
Haríamos bien en atribuirle la mejor poesía producida en su época, desde Yendo de la cama al living hasta Mañana en el Abasto, del mismo modo en que la tradición hebrea atribuye los primeros cinco libros de la Biblia a Moisés.
Lo que quiero decir es que todos tenemos una charla pendiente con Maradona. Porque el ser Maradona es un estado del alma en la infancia.
Es una fuerza femenina. Maradona se parece a la madre de todos nosotros.
No es un genio. Es una fuerza benefactora que hace sentir geniales a los seres vulgares.
Pero necesita de su audiencia, para hipnotizarla mejor.
No es casual que el capo se muriera el año en que desapareció el público de las canchas.
Hermosa semblanza escrita desde un lugar impensado