Maternidad, dudas y desaparición

La obra de teatro La Fundación explora la intimidad de una familia que toma la decisión de adoptar a un hijo de desaparecidos.

En una pequeña oficina con luz ténue y deprimente, Marta y Pedro esperan ansiosos a ser entrevistados en La Fundación. Llegaron a través del contacto de un tío militar de Pedro que los recomendó y dio buenas referencias de ellos. Están allí para adoptar un hijo, para al fin poder cumplir su deseo de ser padres. Son recibidos por la Sra. Amalia quien les explica que si cumplen con todos los requisitos (tener casa propia, no ser divorciados, viudos, no tener otros hijos, ser católicos e ir todos los domingos a la iglesia, coincidir con los valores morales de la institución, guardar silencio), y logran pasar con éxito las etapas de una minuciosa selección, supervisada por el Dr. Palacios, podrán tener un bebe “sanito” en sus brazos.

El texto de Susana Torres Molina, quien se hace cargo además de la dirección, es filoso, angustiante y no da lugar a malos entendidos. Vemos el proceso de adopción ilegal que lleva a cabo esta institución cristiana de los hijos robados a madres en cautiverio durante la etapa más oscura de nuestra historia. Siempre con el pretexto de que sus progenitores no pueden cuidarlos porque tienen pensamientos desviados, malintencionados y representan un peligro para la sociedad.

Querer tener un hijo, si bien es parte de un deseo personal, muchas veces se ve opacado, mezclado o confundido con la presión social que nos intima a abanderar la causa de la maternidad. El sólo hecho de ser mujer debería impulsar en Marta ese deseo irrefrenable. Pero la entrevista no puede seguir su curso normal porque ella tiene demasiadas dudas, surgidas a partir de la desaparición de Inés, su mejor amiga, que estaba embarazada la última vez que la vió. Se pregunta qué pasará con los padres de esas criaturas que pueden llegar a adoptar, a dónde van y si alguna vez vendrán a reclamarlos. Cuanto más pregunta, más se interesa en ella Palacios porque cree que puede tener algún dato sobre militantes considerados subversivos.

Resulta imposible no sentir un escalofrío que recorre la espalda cuando el Dr. se refiere a la desaparición de las madres biológicas con el término de confinamiento. Estas personas, según como él lo explica, se esfumaron de la tierra por voluntad propia, abandonando a sus hijos o no podían brindarles un hogar sano a sus hijos. Un hogar no contaminado de ideas torcidas. Por ende se las confina a un espacio-tiempo desconocido.

Son fundamentales, en el discurso de los directivos de la fundación, estas referencias metafóricas para hablar de lo que hoy todos sabemos — aunque todavía hay quienes se esmeren en mirar para otro lado, aún así saben—. Los conceptos de asesinato, desaparición, robo, violación, apropiación, etc. no aparecen en sus dichos, estableciendo así una línea de continuidad ideológica con la frase tristemente célebre del entonces presidente de facto: “es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”. Así, el hecho de nombrar y definir la naturaleza y características de esas personas les otorga el poder de apropiarse de la universalidad de los términos, más allá de imponer un significado concreto. Se establece de este modo un juego perverso entre quien detenta el conocimiento y la capacidad de nombrar, y quien no sabe y sólo puede preguntar, sin obtener respuestas precisas.

De la misma forma definen al matrimonio como cristiano, indisoluble y, por supuesto, heterosexual. No hay lugar para la duda y el sólo hecho de que la pareja se presente en la institución debe convalidar esta idea. Sin embargo, los ideales de La Fundación se derrumban. El matrimonio comienza a discutir más a medida que avanza el encuentro. En un clima asfixiante, rodeados de estanterías con libros y papeles, y dos sujetos que los presionan constantemente, resultará muy difícil para ellos desandar el camino.

No sólo no es aceptado que se arrepientan porque sería ir en contra del mandato social y cristiano de la procreación, como parte integrante de la realización de la mujer en la construcción del imaginario femenino, sino, y más fundamental aún, porque ellos ya entraron al sistema y conocen por dentro sus mecanismos de funcionamiento.

La dirección de Torres Molina destaca en el desarrollo de los personajes mientras la concepción del espacio escénico es naturalista. Los cuatro actores demuestran una gran capacidad en sus composiciones, complejizándolas a medida que avanza la trama. Pedro —interpretado por Emiliano Diaz, que ya supo destacarse en la obra El alumbrar de Vargas — se muestra al principio más bien sumiso y sin demasiadas aspiraciones, luego va dejando ver su verdadero rostro, presiona a su esposa, la controla y chantajea emocionalmente. Pedro se esfuerza por cumplir con todos los requisitos de La Fundación, con una sonrisa constante se subordina ante un orden de cosas sin cuestionamientos.

 

Por su parte Florencia Naftulewicz compone a una excepcional Marta, que se debate todo el tiempo internamente entre el deseo de la maternidad y el miedo a ser cómplice de una maniobra ilegal y poco ética. Mientras que Estela Garelli en el rol de Amalia logra un equilibrio para expresar comentarios de desaprobación y amenaza junto con gestos amigables y relajados. Por último Santiago Schefer compone a un intenso Dr. Palacios, con miradas perturbadoras de las que es muy difícil escapar. Una y otra vez sostiene la teoría de la necesidad del hogar cristiano como base de todo progreso, equiparando la salud corporal con la salud moral e ideológica, y reza mens sana in corpore sano.

 

La Fundación es hoy una obra fundamental para repensar nuestra historia, para comprender no sólo el procedimiento los represores, sino también para dilucidar de qué modo estas personas fueron parte de un aparato represor construido sobre las estructuras sólidas de instituciones privadas y públicas.

Escribe Melina Martire

Soy licenciada en Artes Combinadas (UBA). Realicé la Especialización en Diseño y Planificación de Proyectos Culturales en la Alianza Francesa. Cursé el Posgrado en Gestión Cultural y Comunicación en FLACSO. En actuación me formé con Lorena Szekely, Pablo Mariuzzi, Paco Redondo, Diego Cazabat. Clown con Marcelo Katz, Marcos Arano y Pablo Fusco. Trabajé en diversas obras de teatro como actriz y gestora de prensa. Fui redactora de Revista Cultural Originarte. Publiqué en Revista Telón de Fondo. Fui redactora estable de críticas del área escénicas de Revista Funcinema, Revista Mutt, y Revista Feminacida. Actualmente escribo para Revista Colofón. Tomo clases de escritura creativa con Juliana Corbelli, ambito en el que estoy desarrollando un compilado de cuentos. En el 2019 estrené como actriz  la obra teatral Boicot en el Bauen, concebida en creación colectiva con la Compañia Irredentas. Formo parte desde hace tres años de un proyecto de investigación escénica llamado Haber Sabido con dirección de Gonzalo Facundo Lopez. En el 2020 estrené como actriz la miniserie web Una calle nos separa por Nube Cultural.

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