Meritocracia en América

A partir del triunfo de Trump en las elecciones del año 2016, Lucas Iranzi reflexionaba sobre la importancia de la cultura en un sistema democrático.

El resultado de las elecciones del 2016 en Estados Unidos puso de manifiesto la distancia que hay entre la elite demócrata y el pueblo. Los medios manejados por el partido demócrata atacaron a Bernie Sanders y, sobre todo, a sus cuestionamientos sobre el manejo del poder totalitario que ha ejercido el país del norte durante el último siglo.[1] Esta distancia entre los medios y su público fue aprovechada por el representante más populista del partido republicano: El Señor Trump.

Los cuestionamientos sobre el papel de los medios han quedado sepultados por una cuestión aún más acuciante y contemporánea. El manejo del anonimato y la proliferación de noticias falsas fue uno de los baluartes estratégicos del magnate de la industria inmobiliaria. En el gobierno decidió perpetuar la estrategia nombrando a Steve Bannon como su asesor principal. Acá debemos diferenciar, por un lado, la proliferación de noticias falsas y trolls, por el otro Bannon. El problema de las noticias falsas es un asunto que quemaba en las oficinas de Facebook en ese momento. Si bien se tomaron ciertas medidas, la responsabilidad siempre quedó del lado del usuario.

Bannon ha sido uno de los directores del sitio web Breitbart News. Sitio caracterizado por su sensacionalismo reaccionario con sedes en Londrés, Jerusalem, Texas y California. La tendencia internacional de islamofobia y racismo promete profundizarse y creo que ya no debemos preguntarnos si son los medios culpables sino en qué medida están explicitando y explotando ideas arraigadas en demasiada gente. Las tendencias reaccionarias se vienen acentuando antes de que estos sitios decidieran explotarlas: estos sitios y la problemática de las noticias y los usuarios falsos le han dado visibilidad.

La corrección política sólo ha servido para ocultar a los ojos del público y de los vecinos ideas que se consideraban poco populares pero que muchos, cada vez más, albergaban en su fuero interno. Las ideas progresistas por las cuales tanto se ha luchado han servido para reprimir más no para resolver. Esta falencia nos toca porque quizás sin quererlo le hemos dado un carácter absoluto a lo políticamente correcto. Un absolutismo impensado que, afirmado más en una cuestión perceptiva, ha callado lo violento y lo desagradable en alguna medida. Pero no solo ha podido apaciguar tendencias violentas e irracionales, sino que las ha vuelto impredecibles: Invisibles.

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Wikileaks, el caso Snowden, el caso Manning y el movimiento llamado Anonymous, serían los movimientos que sirvieron a la mayoría. Pero, entre soldados invisibles, otros seres se han ido infiltrando, engrosando las líneas sólo para expresar las ideas virulentas que llevaban en el alma. Y han encontrado ecos. Miles de ecos de insultos degradantes, de manifestaciones reaccionarias. Hermandades insospechadas y desagradables han encontrado su foro invisible en aquél rincón virtual desde el cual también se estructuran los movimientos anti-sistema. Ambos bandos, en este momento, se están moviendo en un terreno en común.

No hay poder en la tierra capaz de impedir que la creciente igualdad en las condiciones sociales lleve al espíritu humano hacia la búsqueda de lo útil, y que no predisponga a cada ciudadano a encerrarse a sí mismo (…) Es de prever, pues, que el interés individual se irá convirtiendo cada vez más en el principal, si no en el único móvil de las acciones de los hombres; pero falta saber cómo entenderá cada hombre su interés individual (…) Si los ciudadanos, al hacerse iguales, permanecieran ignorantes y toscos, resultaría difícil prever hasta qué exceso de estupidez podría conducirles su egoísmo, y no sería fácil anticipar en qué vergonzosas miserias se sumergirían ellos mismos por miedo a sacrificar algo de su bienestar a la prosperidad de sus semejantes (…) No creo que la doctrina del interés, tal como se predica en América, resulte evidente en todos sus puntos; pero al menos encierra numerosas verdades, y tan evidentes que basta con educar a los hombres para que las vean. Educadlos, pues, a toda costa; porque el tiempo de las creencias ciegas y de las virtudes instintivas huye ya de nosotros, y veo aproximarse aquel en que la libertad, la paz pública y el orden social mismo no podrán existir sin la cultura.»

 

Democracia en América Vol. II, Alexis de Tocqueville.

 

Sobre el político como modelo para la construcción de creencias de la mayoría, intelectual y pragmáticamente sería más sencillo abogar por una formación tal de esta mayoría que sólo reconociera en un político a un político y sólo juzgue en él su capacidad de gobierno. Mientras en su fuero interno construyera racional e inteligentemente un sistema de pensamiento que le permitiera discernir entre los valores de un líder y su autoridad en relación a su campo de acción y no en relación a las elecciones personales. Es decir, deberíamos dedicar una porción importante de nuestras vidas leyendo y estudiando lo propuesto por cada uno de los candidatos según las funciones que ejecutará. La idea puede ser racional pero en la realidad resulta imposible. La mera competitividad en la que estamos envueltos nos exige muchísimo sólo para poder llevar el pan a la mesa.

Nos tomaría demasiado tiempo, las variables, en su complejidad, harían a todos los candidatos demasiado parecidos y el liderazgo se vería afectado negativamente. El desinterés se propagaría como un virus. Por esto mismo son los políticos formadores de opinión y ejemplo para el pueblo que gobiernan. O deberían serlo. El pueblo delega en ellos un rol protagónico, les solicita que establezcan el canon. El líder de una nación debería ser el representante de valores que, al propagarse en el pueblo que lidera, faciliten la supervivencia y el progreso de la nación en el largo plazo. El problema reside en cuáles son los valores y cuál es su flexibilidad. Si los valores los rige el éxito y la fama, si la verdadera medida de cada hombre como tal viene dada por el reconocimiento social, un reconocimiento supeditado a su patrimonio y a su capacidad de influencia, nos encontramos con el hombre materialista como principio rector.

Hay muchas cosas en los materialistas que me ofenden. Sus doctrinas me parecen perniciosas y su orgullo me indigna. Su sistema, según mi parecer, sólo puede ser útil en algo para los hombres, al darles una idea modesta de sí mismos. Pero ellos no demuestran que sea así; y, cuando creen haber establecido suficientemente que no son sino simples brutos, se muestran tan orgullosos como si hubieran probado que eran dioses (…) El materialismo es en todas las naciones una enfermedad peligrosa del espíritu humano; pero resulta más temible en un pueblo democrático, ya que se conjunta a maravilla el vicio sentimental más común en estos pueblos (…) La democracia favorece el gusto por los goces materiales. Esta afición, si se hace excesiva, pronto induce a los hombres a creer que todo es materia; y el materialismo, a su vez, acaba por arrastrarlos con un ardor insensato hace esos mismos goces. Tal es el círculo fatal a que las naciones democráticas se ven arrastradas. Resulta conveniente, pues, que vean el peligro y sepan contenerse.»

Democracia en América Vol. II, Alexis de Tocqueville.

Nos encontramos con el consumismo y al aproximarnos a estas ideas, es necesario tener en cuenta que los elementos que gobiernan están influenciados por ellas. Hayan o no leído a estos teóricos, estos teóricos han enriquecido sus estrategias más allá de que sus intereses sean favorables al pueblo o no. Vivimos en un mundo en el que la villanía tiene un mayor acceso al conocimiento que el que tiene la mayoría pero ¿Cómo? Si en Internet se puede encontrar todo, la información se ha socializado como nunca antes. El problema es el tiempo para procesarla. ¿Quiénes tienen el tiempo, es decir los recursos para procesar cantidades ingentes de información?

Esto no es casual, el positivismo se ha desarrollado en un nivel tan alto que cuando un concepto es esquivo, se puede contratar a un especialista para que lo explique de forma sencilla. Hay muchos conceptos simples, accesibles, que parecen casi pelotudos y que interpelan a una mayoría. Al desacreditarlos desde un lugar ligeramente inteligente, solo le brindamos aún más poder a sus estrategias. A propósito de estrategias comerciales, se comenta: «las mejores estrategias son las que nunca llegan a conocerse y consiguen lo buscado». La razón es muy sencilla, mientras una estrategia no sea revelada podrá volver a ejecutarse con eficacia. Una y otra vez.

joke-funny-picture-monkey-facebook-if-youre-not-paying-for-something-youre-not-the-customer-you-are-the-product-being-sold-facebookA esta idea le agregaría, “mientras una estrategia no sea aprehendida”, como actualización necesaria. Estamos en un mundo en el cual se procesa información a una velocidad muy alta, sólo conceptos básicos, fuertes y de correlato económico pueden procesarse y aprehenderse eficazmente. Un buen administrador es un hombre que ha sabido tener éxito, que tiene un alcance económico tal que le permite tener poder, más allá de los medios utilizados, este hombre tiene alcance y puede distorsionar esos medios. Puede reconstruir su pasado porque su pasado está siendo constantemente reversionado por los mejores especialistas que el dinero puede comprar. Un hombre, cualquier hombre, con suficiente dinero puede escribir su propia historia, adornarla, corregirla y ajustarla a su medida. Un totalitarismo que parece querer ser abrazado desde la honestidad brutal de una sociedad atemorizada por la propagación de fantasmas, mientras nos dejamos convencer de que el problema es el personaje, los problemas los seguimos propagando. Hacemos propaganda sin ni siquiera desearlo. Para saber cómo se estructuran estas estrategias desde el lugar más básico, desde la mera página humilde y vernácula, de este rincón del mundo, les recomiendo leer artículos como el siguiente.

[1] Artículo “El feroz ataque a Bernie Sanders” por Thomas Frank, Le monde diplomatique Diciembre 2016, Ed. Cono sur.

Escribe Lucas Iranzi

Lucas Iranzi es egresado de la ENERC, escribió y dirigió tanto cortos de ficción como documentales. También guionó y produjo shows teatrales de escasa difusión. Tiene múltiples personalidades pero no partícipes de un desorden o, al menos, eso afirma él. Sin ir más lejos esto lo escribió él ¿Por qué usa la tercera persona? La verdad: No lo sé.

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