¿Un léxico puede ser elegido? ¿o él nos elige ? El intérprete es del sur de nuestro territorio, de los confines. El texto que propone viene influido por sus célebres obsesiones. ¿Es posible reescribir el Ulises de Joyce con signos inexistentes? Si quieren leer, les ofrecemos este nuevo y oportuno episodio. Los previos, en este link.
Episodio 11[1]
Bronce y oro oyeron ferropesuños sonopesuños ferrosonoro.[2]
Imperttnentt tnenttnentt.[3]
Jirones, picoteo de jirones uñosos de su rocoso pólice. Jirones.
¡Horrible! Y el rubor de oro se intensificó.
Un fuerte tono de chifle sonó.
Sonó. Un triste bloom en el.
Mechones que el oro coronó.
Un lirio movedizo en sedosísimos pechos sedosos, lirio de León.
Trinos, trinos: Idolores.
¡Cucú! ¿Quién es el… cucúdeoro?
Retintín lloró por bronce entristecido.
Y un grito, puro, sostenido y fuerte. Moribulento grito.
Señuelo. Dulce verbo. ¡Pero mire!: los refulgentes luceros se extinguen. ¡Oh, lirio! Gorjeo de tonos que responden. León. Despunte del sol.
Retintín retintín trotecito retintín.
Chelín clinc. Reloj clic.
Confesión. Sonnez. Si quiero puedo. Rebote de sostén. No os dejo. Chirlo. L’horloge! Chirlo en muslo. Confesión. Fogoso. ¡Me despido de ti, querido mío!
Tintineo. Bloo.
Estruendos de un choque melodioso. Sorbiéndome el querer. ¡Guerrée! ¡Guerrée! El huesecillo del oído.
¡Un velero! Velo que ondeó en el viento.
Perdido. Un tordo silbó. Todo perdido hoy.
Cue cue cuerno.
El primer momento que lo vio. ¡Uy de mí!
Topo todo. Todo pulso.
Gorjeo. ¡Oh, seduce! Seductor.
¡Mertle! ¡Ven!
Clopclop. Clipclop. Clopiclop.
Buendios elnún coyoén todosu.
Sordo pelón Pet brindó pliego sorbedor retiró cuchillo.
Un grito nocturno con luz de Selene: lejos, lejos.
Me siento muy triste. P. D. Bloom muy solo.
¡Oíd!
El frío cuernopontino pinchudo y retorcido. ¿Se le endureció el? Un mutuo y respectivo, estrépito y silencioso rugido.
Perleros: ni bien su femenino. Colecciones de Liszt. Jisss.
¿Tú no?
No: no, no.
Sonoprofundo. Ven, Ben, ven.
Dependiente pendiente. Jii jii. Depende pendiente de uno jii.
¡Pero esperemos!
Profundo en el seno tenebroso del suelo. Incruste minero.
Nominedomine. Todos idos. Todos muertos.
Débil, trémulos folios de helecho de sus mechones de virgen.
¡Omén! Sus dientes crujieron furiosos.
Sube. Sube y desciende. Un frío cetro prominente.[4]
Broncelydie y Minedoro.
Con bronce, con oro, verdeponto sombroso. Bloom. Viejo Bloom.
Uno golpeteó, uno pulsó, con un tic, con un toc.
¡Recen por él! ¡Recen, gente de bien!
El gotoso dúo de pesuños se desplomó.
Big Beneben. Big Benben.
Último lirio León del estío se fue bloom me siento muy triste solo.
¡Puiiii! Un pedito pitó chiquiiito.
Hombres fieles. Lid Ker Cow De y Doll. Sí, Sí. Como vosotros. Suben sus chinc con chonc.
¡Fff! ¡Oo!
¿Dónde bronce vecino? ¿Dónde oro remoto? ¿Dónde pesuños de potros?
Rrrpr. Kroo. Kroondl.
Entonces, y sólo entonces. Que se coloque. Mi inscccrrrippción.
Concluido.
¡Comencemos!
Bronce y oro, el tiesto de Miss Douce vecino del tiesto de Miss Kennedy, entre los visillos del bufé del Ormond oyeron el trote de los vicerregios pesuños, repiques de hierro sonoro.
–¿Es su mujer? – preguntó Miss Kennedy.
Miss Douce dijo que sí, del codo de Su Ex, gris perle y fluide du Nil.
–Excelente oposición –dijo Miss Kennedy.
En el momento en que en pleno suspenso Miss Douce dijo con interés:
–Mire ese tipo con el bombín.
–¿Quién? ¿Dónde? –preguntó oro con superior interés.
–En el segundo coche –dijeron los morros húmedos de Miss Douce, riendo en el sol–. No ve. Ocúpese que quiero ver.
Se precipitó, bronce, en dirección del otro extremo del comedor, con su frente en el vidrio en un nimbo sin resuello.
Sus morros húmedos dijeron burlones:
–Seguro que se tuerce el cuello sólo por ver.
Se rio:
–¡Dios mío! ¿No es cierto que los hombres son unos reverendos estúpidos?
Triste.
Miss Kennedy se retiró del relumbre volviendo triste, recogiéndose un mechón suelto escondido por el oído. Volviendo triste, oro nulo, retorció trenzó un mechón. Tristemente trenzó volviendo un mechón de oro escondido por un oído redondo.
–Son ellos los del disfrute –dijo triste después.
Un hombre.
Bloomquién desfiló por el frente de puros Mouleng[5], oprimiendo en su pecho el dulzor de lo prohibido, de los objetos viejos de Wine[6], repitiéndose dulces términos lujuriosos, de los utensilios deformes y ennegrecidos de Curroll[7], por Reuben.
El pinche en su dirección, en dirección del dúo del zinc, femenino dúo de servicio, vino. Cumpliendo con el pedido, si bien el dúo lo ignoró, con estrépito posó sobre el zinc un soporte con ruidosos pocillos de té. Y
–Tomen son sus tés –dijo.
Con buenos modos, Miss Kennedy posó el soporte sobre un esqueleto de refrescos invertido, protegido de los ojos, escondido.
–¿Qué es lo que sucede? –vociferó descortés el pinche.
–Investíguelo –replicó Miss Douce retrocediendo de su puntespión.
–¿Su cher, no es cierto?
Un soberbio bronce respondió:
–Lo denuncio con Mrs. de Mossey si lo escucho repetir sus insolentes expresiones de impertinente.
–Imperttnentt tnenttnentt –el hocico del pinche se sorbió los mocos con un ruido grosero recibiendo su reto y yéndose como vino.
Bloom.
Frunciendo el ceño con los ojos sobre su flor, Miss Douce dijo:
–Ese mocoso es insufrible. Si no se conduce como debe le estiro los oídos y se los dejo de un metro.
En exquisito registro femenino de oposición:
–Ignórelo –replicó Miss Kennedy.
Vertió té en un pocillo de té, después de nuevo en el recipiente el té. Se recluyeron protegiéndose con el muro del zinc, sirviendo desde sus sillines, esqueletos invertidos, pendientes de que sus tés se infundiesen. Emprendieron un toqueteo de sus respectivos blusones, un dúo de sedosos géneros negros, dos chelines con nueve el metro, pendientes de que sus tés se infundiesen, y dos chelines con siete.
Sí, bronce próximo, vecino de oro remoto, oyeron próximo hierro, ruidos de pesuños remotos, y oyeron ferropesuños sonopesuños ferrosonoros.
–¿Me quemé mucho con el sol?
Miss bronce se desblusonó[8] el cuello.
–No –dijo Miss Kennedy–. Después se pone color bronce. ¿No probó el boro en solución de cerezo y folios de lloredo[9]?
Miss Douce semincorporó por verse de reojo el tono de su tez en el bufespejo letrobroncíneo donde rieló un lote de chupines[10] de tinto y riesling y en medio de ellos un múrice[11].
–Y déjelo en mis dedos –dijo.
–Pruebe con glicerol –recomendó Miss Kennedy.
Despidiéndose de su cuello y dedos Miss Douce.
–Esos productos sólo producen comezón –replicó ni bien se sentó de nuevo–. Pedí un emoliente que me limpie el cutis en lo de ese vejestorio de Boyd.
Miss Kennedy, vertiendo entonces un té bien fuerte, hizo un mohín y rogó:
–¡Oh, se lo ruego, ni me lo recuerde!
–¡Pero déjeme que le cuente! –suplicó Miss Douce.
Dulce té Miss Kennedy después de verter leche se obturó dos oídos con los índices.
–¡No, no quiero! –gritó.
–¡No quiero oírlo! –gritó.
¿Pero Bloom?
Miss Douce gruñó con el tono de un vejestorio quisquilloso:
–¿Qué le limpie su qué? –dice él.
Miss Kennedy se desbloqueó los oídos queriendo oír, queriendo decir; pero dijo, pero rogó de nuevo:
–Ni lo mencione porque me muero. ¡El infeliz viejo repulsivo! Ese evento nocturno en el Old Concert Rooms.
Sorbió con disgusto su infusión, té hirviente, un sorbo, sorbió el té dulce.
–Esto hizo –dijo Miss Douce, irguiendo el broncíneo tiesto un tercio de perfil como un pollo y frunciendo los orificios de oler–. ¡Uf! ¡Uf!
Un filoso reír gritón brotó del gollete de Miss Kennedy. Miss Douce resopló y emitió un ronquido como oliendo imperttnentt como un hocico que huele.
–¡Oh! –profirió Miss Kennedy en un chillido–. ¿Cómo puede ser que olvide su ojo goloso?
Miss Douce emitió el repique de su profundo reír de bronce, profiriendo:
–¡Y tu otro ojo!
Bloocuyo ojo oscuro leyó el nombre de Eeron Figetner. ¿Por qué pienso siempre en Figetter? Recogiendo higos, supongo.[12] Y el nombre hugonote de Prosper Loré. En los benditos perfiles de vírgenes de lo de Bossi se detuvieron los ojos oscuros de Bloom. Veloceleste, sobre níveo, socorro. Ellos creen que es un dios: o un dios femenino. Ésos de hoy. No pude ver. El tipo ese discutiendo. Un discípulo. Con el hijo de Dedelus después. Debe ser Mulligen. Todos esos deliciosos cuerpos vírgenes. Es lo que mueve el erotismo de esos pervertidos: lo níveo.
Sus ojos se movieron. El dulzor de lo prohibido. Dulces son los dulzores.
De lo prohibido.
En un jubiloso repique bronceoro jóvenes voces sin resuello se fundieron, Douce con Kennedy tu otro ojo. Retrocedieron sus juveniles tiestos, bronce risueñoro, permitiendo el libre vuelo de su reír, con chillidos, tu otro, esgrimiendo mutuos signos de reproche, filosos tonos hirientes.
Oh, sin resuello, con suspiros. Con suspiros, oh, rendido, el júbilo se les extinguió.
Miss Kennedy puso de nuevo sus morros en el borde del pocillo, se incorporó, bebió un sorbo y se sonrisonrió. Miss Douce, se inclinó de nuevo sobre el soporte del té, frunció de nuevo los orificios de oler y revoleó unos gordos ojos divertidos. De nuevo Kennyrriente, descendiendo los hermosos cúlmenes de su pelo, descendiendo, su peinoccipucio[13] de quelonio[14] mostró, resopló escupiendo el té, en un sofocón de té reidor, tosiendo en sofocón, profiriendo:
–¡Oh, esos ojos untuosos! ¡Figúrese tener que vivir con un tipo como ese! –gritó–¡Con tres pelos en el mentón!
Douce soltó un espléndido chillido, un completo chillido femenino, deleite, júbilo, enojo.
–¡Vivir con ese rostro untuoso! –chilló.
Estridentes, con un reír profundo, después de bronce en oro, se urgieron entre sí repique y repique, con tonos distintos, bronceoro orobronce, sordofino, reír y reír. Y después siguieron riendo. Untuoso lo conozco. Sin resto, sin resuello, sus tiestos conmovidos pusieron, rulomechón y cúlmen junto con peinebrilloso, en el rebordelzinc. Todo rubor (¡Oh!), convulsivos, sudorosos (¡Oh!), sin resuello.
Cónyuge de Bloom, de sosununtuosobloom.[15]
–¡Oh, dioses del cielo! –suspiró Miss Douce sobre su lirio convulso–. Me duele de reírme de ese modo. Me humedecí.
–¡Oh, Miss Douce! –protestó Miss Kennedy–. ¡Eso es inmundo!
Y se sonrojó otro poco (¡inmundo!), profundo rojo.
Por los depósitos de Cuntwell[16] circuló un Oleopontobloom[17], por el exhibidor de vírgenes de Ceppi, efigies relucientes de óleos. El progenitor de Nonnetti fue buhonero, vendiendo como yo de domicilio en domicilio. Lo religioso vende. Tengo que verlo por ese suelto de Keyes. Primero como. Tengo deseos de comer. No por el momento. Dieciséis en punto[18], dijo. El tiempo no se detiene. El minutero sigue con sus giros. Muévete. ¿Comer dónde? El Clorence, el Dolphin. Muévete. Por Reuben. Comer. Si obtengo cinco escudos[19] por ese lote de promociones. Los beibidoles[20] de tul bordó. No por el momento. Los dulzores de lo prohibido.
Rubor disminuido, incluso menos, oropelmente se decoloró.
En el bufé, con un dejo bohemio, entró Mr. Dedelus. Jirones, entretenido en el picoteo de los jirones uñosos de su rocoso pólice[21]. Jirones. Con ritmo lento cruzó el comedor.
–Oh, qué bueno que regresó, Miss Douce.
Le retuvo los dedos entre los suyos. ¿Disfrutó de su período de reposo?
–Muchísimo.
Supuso que le tocó buen tiempo en Rostrevor.
–Hermoso –le respondió–. Mire cómo quedé. Tomé todo el sol que pude.
Nieve y bronce.
–Usted es muy cruel –dijo Mr. Dedelus y le oprimió los dedos indulgentemente–. Encendiendo el deseo de los pobres hombres simples.
Miss Douce de tul retiró los dedos con dulzor.
–¡Oh, por Dios! –dijo–. Usted muy simple, no lo creo.
Lo es.
–Pero lo soy –dijo reflexivo–. Me vieron muy simple en mi belén y por eso me pusieron Simple Simon[22].
–Debió ser un tesoro –respondió Miss Douce, sirviendo–. ¿Y qué le recetó el doctor hoy?
–Bueno –titubeó–, lo que usted ordene. Creo que le pediré un poco de líquido elemento fresco y medio whisky.
Tintineo.
–Presto –concedió Miss Douce.
Con feliz prontitud se volvió en dirección del espejo con bordes de oro de Cuntrell y Cochrene. Con decisión sirvió un whisky color oro del botellón de vidrio grueso. Del vuelo de su levitón Mr. Dedelus produjo un recipiente de Bouy[23] y su correspondiente Peterson[24]. Presto Miss Douce sirvió. Él sopló por el conducto emitiendo dos roncos registros de chifle.
–Por Dios –meditó–. Siempre he querido ver los montes de Mourne. El oxígeno de esos territorios debe ser un excelente tónico. Pero es cuestión de insistir, dicen. Sí. Sí.
Sí. Con el dedo metió unos flecos de pelo, su pelo de virgen, su pelo de sirenio femenino, dentro del cuenco. Jirones. Flecos. Reflexivo. Mudo.
Ninguno dijo ni un no. Sí.
Felizmente Miss Douce lustró un chupín, con un gorjeo:
–¡Oh, Idolores, regente de los pontos del oriente!
–¿No estuvo Mr. Lidwell?
Entró Lenehen. En derredor suyo miró Lenehen. Mr. Bloom se encontró en el puente Essex. Sí, Mr. Bloom cruzó el puente Yessex. Mertle, tengo que escribirle. Conseguir unos pliegos. En lo de Doily. Su dependiente mujer tiene muy buen modo. Bloom. El viejo Bloom. El triste Bloom en medio del centeno.
–Estuvo después de comer –dijo Miss Douce.
Lenehen entró.
–¿Mr. Boylen no preguntó por mí?
Él preguntó. Miss Douce respondió:
–Miss Kennedy, ¿vino Mr. Boylen en el momento que tuve que subir?
Preguntó Miss Douce. Miss voz de Kennedy respondió, un segundo pocillo de té en suspenso, los ojos sobre un folio del periódico:
–No, no vino.
Miss ojos de Kennedy, oíble pero invisible, siguió leyendo. Lenehen rondó su redondo cuerpo redondo en torno del globo de vidrio de los pebetes[25].
–¡Cucú! ¿Quién es el del rincón?
Sin ojos de Kennedy que lo recompensen lo mismo formuló proposiciones. Que tuviese ojo[26] con los puntos. Leer sólo los negros: o redondos y eses torcidos[27].
Retintín trotecito retintín.
Niñoro siguió leyendo y no miró. No le demostremos interés. Lo ignoró si bien él le recitó un cuento en solfeo que memorizó, en un repique monocorde:
–On horro honcontró con ono ciguoño. Lo doho ol horro olo ciguoño: ¿Podrós motormo ol poco on mo gorgonto y hocormo on huoho?
Siguió con su inútil bordoneo. Miss Douce se volvió sobre su té.
Él resopló de reojo:
–¡Uy de mí! ¡Pobre de mí!
Hizo un gesto cortés en dirección de Mr. Dedelus y recibió como devolución un leve movimiento de tiesto.
–Remito los buenos deseos del célebre hijo de un progenitor célebre.
–¿Quién puede ser? –preguntó Mr. Dedelus.
Lenehen extendió los muy gentiles dedos. ¿Quién?
–¿Quién puede ser? –preguntó–. ¿Cómo puede ser que me lo pregunte? Stephen, el joven poético escritor.
Seco.
Mr. Dedelus, célebre progenitor, corrió su Peterson que llenó de Bouy bien seco.
–Entiendo –dijo–. Por el momento no lo he reconocido. He recibido informes de que suele reunirse con gente de muy buen nivel. ¿Lo vio recientemente?
Lo vio.
–Hemos roto juntos el porrón de hidromiel este mismo jueves –dijo Lenehen–. En lo de Mooney en ville y en lo de Mooney sur mer. Recibió el efeté[28] correspondiente por el esfuerzo de su numen.
Miró los tesumidos[29] morros de bronce sonriendo en dirección de morros y ojos oyendo:
–El tout[30] Erin pendiente de sus morros. El portentoso erudito. Hugh McHugh, el escribiente y editor de Dublín, y ese joven trovero del silvestre y lluvioso oeste conocido por el eufónico seudónimo de O’Mudden Burke.
Luego de un respiro Mr. Dedelus subió el recipiente y
–Debió ser muy divertido –dijo–. Me lo figuro.
Él se lo fig. Bebió. Con ojo remoto de luctuoso monte[31]. Depositó el recipiente.
Miró en dirección del portón del comedor.
–Veo que movieron el Bösendorfer[32].
–El experto estuvo hoy –respondió Miss Douce– poniéndolo en tono porque tendremos el concierto exclusivo: el mejor de todos los músicos exquisitos que escuché.
–¿En serio?
–¿No es cierto, Miss Kennedy? Todo un modelo en su género, entiende. Y ciego por si fuese poco, pobre hombre. No cumplió ni los veinte, seguro.
–¿En serio? –dijo Mr. Dedelus.
Bebió y se retiró.
–Es muy triste verle el rostro –se condolió Miss Douce.
Dios te fulmine, hijo de un vientre prostituido.
Tilín el timbre de un huésped solicitó su compunción. Por el portillo del comedor llegó Pet el pelón, llegó el sordo Pet, llegó Pet, mozo del Ormond. Porrón de pilsen pide el huésped. Un rubio porrón sirvió Miss Douce con lentitud.
Sereno Lenehen esperó que viniese un Boylen todo inquietud, retintín retintinero jovenzuelo fogoso[33].
Subiendo el cobertor él (¿quién?) miró dentro del féretro (¿féretro?) el triple desfile de cordones (¡cordófono!) oblicuos. Oprimió (el mismo que oprimió indulgentemente los dedos de Miss), poniendo débilmente un pie sobre un broncíneo ceprén[34], un triplete de botones de eburno por ver moverse los elementos de fieltro, queriendo oír el esponjoso descenso de los percutores en movimiento.
Dos folios de estuco cremoso uno de repuesto dos sobres en mi empleo en lo de Wisdom Hely el lúcido Bloom en lo de Deily Henry Flower compró. ¿No eres feliz en tu nido? Flor de consuelo y un imperdible rompe el quer. Tiene un sentido, léxico de flo. ¿Un lirio? Eso es ser inocente. Joven mujer decente verse luego del oficio. Grecies[35] terriblemente muchomente. Bloom el muy lúcido miró de reojo un póster en el frente, el contoneo de un híbrido cuerpo de mujer y pez con un pucho entre los morros en medio de los bellos ondeos del ponto. Fume, Sirens, el humo del refresco superior. El pelo húmedo: triste. Por un hombre. Por Reuben. Miró de reojo y vio en lo lejos sobre el puente Essex un vistoso sombrero dentro de un coche de tiro. Ese es. Tres veces. Eventos coincidentes[36].
Retintín sobre ruedones muelles yendo desde el puente en dirección del muelle Ormond. Continuemos. Tomemos riesgos. Presto. Dieciséis[37]en punto. En breve. Me voy.
–Dos peniques, señor –, osó decir el dependiente femenino.
–Oh… Se me olvidó… Disculpe…
–Con dieciséis.
Dieciséis en punto. Sexy sonrió en dirección de Bloomelquien. Bloo sonr qui voy[38]. ¿Te crees el único pedrusco orillero? Tiene el mismo modo de ser con todos. Con los hombres.
En somnoliento silencio oro se dobló sobre el periódico.
Desde el comedor llegó un tono, triste y sostenido. El monocordio del experto en tonos que él se olvidó y que en este momento él pulsó. Otro tono. Que él en este momento equilibró que él en este momento vibró. ¿Oyen? Vibró, puro, purísimo, tenue, y en descenso, en el bordoneo de sus dientes[39]. Sosteniendo el tono moribundo.
Pet desembolsó el botellón del huésped que descorchó; y por sobre el soporte, el chiquito[40] y el botellón, yéndose, pelón y sordo, cuchicheó con Miss Douce.
–Los brillosos luceros se extinguen…
Un himno sin voz entonó desde el interior, melódico:
–…despunte del sol.
Un duodécimo de tonos de jilguero gorjeó respondiendo con un luminoso tiple oprimidos por unos dedos sensitivos. Brillosos los botones de eburno, todo destellos, en vínculos, todos clevicordes[41], pidieron que su voz entone los himnos de crepúsculos húmedos de rocío, de juventud, de queridos que se despiden, del vivir, del despunte del querer.
–El perlé[42] de los toques del rocío…
Desde el zinc, los morros de Lenehen urdieron un menos que perceptible silbido seductor.
–Pero míreme –dijo–, lirio de León.
Tintineo tintineó en el borde del cordón y se detuvo[43].
Se puso de pie interrumpiendo su recorrido por el periódico, lirio de León. Tristemente sin dueño, de su sueño profundo despertó.
–¿Tropezó o fue un empujón? –le preguntó él.
Miss Douce le contestó con desdén:
–No pregunte y no le vendré con cuentos.
Como mujer, con el toque femenino.
Los distinguidos botines ocres de Bleizes Boylen crujieron sobre el piso del bufé que cruzó con decisión. Sí, oro vecino junto con bronce remoto. Lenehen escuchó y comprendió y le brindó su recepción:
–Vemos que viene el héroe seductor.
Entre el coche y los vidrios, sigiloso se movió Bloom, héroe invencible. Puede verme. El sillón en el que se sentó: tibio. Negro felino previsor fue en dirección de los expedientes jurídicos de Richie Goulding, esgrimidos en reconocimiento.
–Y yo de ti…
–Me dijeron dónde verlo –dijo Bleizes Boylen.
Con los ojos puestos en el bello rostro de Miss Kennedy, se tocó un borde de su fresco sombrero torcido. Miss Kennedy le sonrió. Pero sor bronce le disputó su sonreír, removiendo con los dedos por él sus copiosos mechones, un seno y un lirio.
Boylen preguntó opciones de pociones[44].
–¿Usted qué quiere? ¿Un chupín de bitter? Un chupín de bitter, Miss, y yo quiero un licor de endrino.[45] ¿Se conoce el vencedor?
Por el momento no. Dieciséis en punto él. Dieciséis en punto dicen todos.
Los orejones rojos de Cowley y su prominente nuez de Edén en el frente del buró del jefe. Mejor lo evito. Goulding me viene justo. ¿Por qué se metió en el Ormond? Cochero pendiente de él. Esperemos.
Qué bueno verlo. ¿Dónde se dirige? ¿Deseos de comer? Incluso yo justo. Este. ¿El Ormond? Lo mejor de Dublín. ¿Usted cree? Generoso comedor. En el bufé todos comprimidos. Ver sin ser visto. Si no lo molesto como con usted. Entremos. Richie lo guio. Bloom siguió los expedientes. Menú digno de un príncipe.
Miss Douce en un esfuerzo por coger el botellón, subió un sedoso miembro superior, el busto, de modo que por poco no explotó, por lo mucho que lo subió.
–¡Oh! ¡Oh! –tironeó Lenehen coincidiendo con sus intentos–. ¡Oh!
Pero con un movimiento diestro cogió su trofeo y descendió en triunfo.
–¿Por qué no crece un poco? –preguntó Bleizes Boylen.
Femebronce, vertiendo del botellón un espeso licor dulzón por que lo morros de él lo sorbiesen, lo miró fluir (pimpollo en el bolsillo superior: ¿obsequio de quién?), y endulzó con su voz:
–Los buenos productos vienen en recipiente chico.
Es decir, Miss. Vertió lentomeloso licor de endrino.
–Por su suerte –dijo Bleizes.
Soltó sobre el zinc sólido un chelín. Chelinclinc.
–Espere que yo… –dijo Lenehen.
–Suerte –le deseó, subiendo su espumoso porrón de pilsen.
–Sceptre se impone en un trote –dijo él.
–Le jugué unos boletos –dijo Boylen bebiendo con un guiño–. No es que me interese, entiende. Fue por el metejón de un conocido.
Lenehen bebiendo y sonriendo con los ojos en su oblicuo porrón de pilsen y en Miss Douce quien moviendo imperceptiblemente los morros coreó el himno que con sus morros gorjeó. Idolores. Los pontos del oriente[46].
El reloj zumbó. Miss Kennedy por poco los rozó (pimpollo: me pregunto quién se lo obsequió) emprendiendo el retiro del servicio de té. Reloj cloc.
Miss Douce tomó el chelín de Boylen, golpeó con puño firme el botón del monedero de su NCR. Clinc. Reloj cloc. Rubio mechón de Egipto rebuscó y escogió del monedero y entonó y entregó peniques de vuelto. Pon tus ojos en el oeste[47]. Un clic. Por mí.
–¿Qué dice su reloj? –preguntó Bleizes Boylen–. ¿Dieciséis?
En punto.
Lenehen, pequeños ojos deseosos de sus murmullos melódicos, busto melodioso, tironeó el puñocodo de Bleizes Boylen.
–Escuchemos el tiempo –dijo.
Bloom siguió los expedientes de Goulding, Collis, Word que lo condujeron por floridos muebles de floricenteno. Con cierto nerviosismo eligió sin motivo específico, con el servicio de Pet el pelón, un sitio no lejos del ingreso. Mejor próximo. Dieciséis. ¿Se olvidó? Puede ser un truco. No ir: que se le despierte el interés. Yo no hubiese podido. Dependiente, pendiente. Pet, el mozo, dependiendo.
Reluciente bronce de celeste ojeó moñito y ojos celeste cielo de Bleizul.
–Continúe –presionó Lenehen–. Ni un testigo. Noyó.
–…por los besos de Flor corrió[48].
Subido, un tono subido repicó en el tope de los registros con nitidez.
Broncedouce en comunión con su lirio hundiéndose y surgiendo buscó flor y ojos de Bleizes Boylen.
–Se lo ruego, se lo ruego.
Él imploró en medio de insistentes confesiones.
–No quise perderte…
–En un momento –prometió Miss Douce con timidez.
–No, en este mismo momento –urgió Lenehen–. Sonnez l’horloge![49] ¡Oh, no se demore! Ni un testigo.
Relojeó. Presto. Miss Kenn invisible. Repentino descenso. Dos rostros encendidos vieron su descenso.
Los trémulos registros perdieron el tono melodioso y lo recompusieron, registros perdidos, y se perdieron y moribundos se recompusieron.
–¡Dele! ¡No se demore! Sonnez!
Descendiendo recogió un pliegue de su vestido descubriéndose un hinojo[50]. Se demoró. Los provocó, descendiendo, con movimientos lentos, con ojos juguetones.
–Sonnez!
Cloc. De repente liberó el extensible del suspensor que sujetó con un dedo cloc sobre el cloc tibioculóteo muslo de mujer.
–L’horloge! –gritó gozoso Lenehen. Se domesticó con su propio dueño. No puso ni un poco de serrín[51].
Burlosonrió con desdén (¡deprimentes! ¿no son los hombres?), pero, moviéndose en dirección de los reflejos de luz, dócil sonrió en dirección de Boylen.
–Es usted el sumun de lo grosero –dijo irguiéndose.
Boylen miró, miró. Subió el chupín y lo puso sobre sus morros de fuego, bebió de un sorbo su pequeño chupín sorbiendo los últimos gotones gordos de su sirope bermejo. Sorprendidos, sus ojos siguieron el tiesto que se deslizó por el borde de los espejos, pórtico de oro sobre un grupo de chupines de refresco de jengibre, riesling y tinto que rieló, un múrice pinchudo, donde coincidieron, por reflejo, un bronce con un bronce menos sombrío.
Sí, bronce vecino.
–¡…dulce cuore, me despido!
–Me voy –dijo Boylen inquieto.
Movió de repente el chupín, recogió el vuelto.
–Espere un momento –rogó Lenehen, bebiendo presuroso–. Quiero referirle un hecho. Tom Rochford…
–Que reviente –se encendió Bleizes Boylen, yéndose.
Lenehen terminó su chupín de un sorbo con intenciones de irse.
–¿Se le endureció el cuerno, o qué? –dijo–. Espere. Voy con usted.
Siguió los presurosos botines, pero se detuvo un segundo en el porche, donde se encontró con dos individuos, uno corpulento y uno menudo.
–¿Qué dice, Mr. Dollerd?
–¿Eh? ¿Qué dice usted? ¿Qué dice de bueno? –respondió el profundo tono sorprendido de Ben Dollerd, desentendiéndose por un momento de los infortunios del reverendo Cowley–. No se preocupe por él, Bob. Olf Bergon prometió discutirlo con el lungo. Es el momento de meterle un yuyo seco en ese orejón de Judes Iscoriote.
En medio de suspiros, Mr. Dedelus se frotó con el dedo los pliegues de un ojo y cruzó el comedor.
–¡Jo, jo!, se lo meteremos –tirolizó jocoso Ben Dollerd–. Muy bien, Simon. Obséquienos un cuplé. Hemos oído el Bösendorfer[52].
Pet el pelón, mozo sordo, esperó los pedidos de refrescos. Power[53] pidió Richie. ¿Y Bloom? Muy bien. Evitémosle tener que venir dos veces. Sus bunios[54]. Dieciséis en punto. Qué bochornoso es este color negro. Por supuesto un poco por los nervios. Difunde (¿es eso?) el bochorno. Muy bien. Semillón. Sí, un semillón.
–¿Cómo? –dijo Mr. Dedelus–. Sólo improvisé, hombre.
–Dele, dele –profirió Ben Dollerd–. Vete, triste depresión. Dele, Bob.
Él fue, el Dollerd de los globosos gregüescos, (llévense ese tipo de los: llévenselo en este mismo momento) y, precediéndolos, entró en el comedor. Él se desplomó, él Dollerd en el sillín. El gotoso dúo de pesuños golpeteó los primeros tonos. Golpeteo se detuvo en seco.
Pet el pelón en el portillo se cruzó con oro sin té de regreso. Sordo, esperó su pedido de Power y semillón. Bronce en los vidrios del frente observó, bronce remoto.
Tintineo de trote retintín.
Bloom oyó un tin, un ruidito. Se fue. Ligero soplo sollozo suspiró Bloom en dirección de silentes flores celestonos. Tintineo. Se fue. Tintineo. Escuchemos.
–Los fusiles y el querer, Ben –dijo Mr. Dedelus–. Benditos viejos tiempos.
Los intrépidos ojos de Miss Douce, desconocidos, se volvieron desde los visillos, heridos por los reflejos del sol. Se fue. Suponiendo (¿quién puede decirlo?), sufriendo (el hiriente reflejo), cerró los visillos con un tirón del cordón corredizo. Suponiendo se deslizó (¿por qué se fue de repente si yo?) en torno de su bronce, sobre el zinc donde pelón se estuvo muy quieto vecino de sor oro, inexquisito semitono, semitono inexquisito noexquisito, lento fresco turbio verdeponto profundo desliz sombroso, fluide du Nil.
–El pobre viejo Goodwin tocó en ese concierto –les recordó el reverendo Cowley–Hubo un ligero desentendimiento entre él y el Bösendorfer.
Lo hubo.
–Todo un simposio –dijo Mr. Dedelus–. Ni el demonio lo hubiese enmudecido. Todo un viejo insufrible en los comienzos de su beodez.
–Por Dios, ¿lo tienen presente? –dijo Ben voluminoso Dollerd, volviéndose desde los sufridos botones de eburno–. Y qué demonios, no encontré ningún terno de himeneo.
Se rieron los tres. No encontró ningún ter. Todo el trío se rio. Terno de himeneo.
–Nuestro querido Bloom fue muy oportuno entonces –dijo Mr. Dedelus–. Dicho esto, ¿dónde dejé mi Peterson?
Como perdido fue en dirección del bufé tono perdido por su Peterson. Pet el pelón llevó los refrescos pedidos por dos huéspedes, Richie y Poldy. Y el reverendo Cowley rio de nuevo.
–Creo que solucioné el inconveniente, Ben.
–Por cierto –coincidió Ben Dollerd–. Incluso recuerdo esos gregüescos ceñidos. Estuvo muy ingenioso, Bob.
Los oídos del reverendo Cowley se le pusieron de un brilloso color bermejo. Él solucionó el inconve. Gregüescos ceñi. Muy inge.
–Me enteré de sus estrecheces. Su mujer tocó en los conciertos de los viernes en el boliche de los solotomoté[55] por un estipendio muy modesto ¿quién fue que me dijo que incluso hizo otro tipo de negocios[56]? ¿Cómo es posible que no lo recuerden? Tuvimos que recorrer todo Holles Street y el dependiente de lo de Keogh nos indicó su domicilio. ¿Cómo puede ser que no lo recuerden?
Ben sí lo recordó, su extenso rostro reflexivo.
–Por Dios, nos mostró unos ropones operísticos de lujo y ese tipo de objetos.
Mr. Dedelus volvió en un recorrido lento, sosteniendo su Peterson.
–Estilo Merrion Court. Tutús, sí señor, y ternos de confección. Ni él quiso el dinero que le ofrecimos. ¿Cómo no? El número de tricornios y boleros y gregüescos que se figuren. ¿Cómo no?
–Sí, sí –dijo Mr. Dedelus–. Mrs. Merion Bloom vistió todo tipo de indumentos.
Retintín recorriendo los muelles. Bleizes se reclinó sobre ruedones muelles.
Leberwurst[57] y tocino. Budín de lomo y riñones. Correcto, señor. Correcto Pet.
Mrs. Merion. Meten sin coces. Huelo humo de Pol de Kock. Lindo nombre tiene.
–¿Cómo es el nombre del progenitor? Juventud divino tesoro. Merion…
–Tweedy.
–Sí. ¿Sigue viviendo?
–Viviendo y corriendo.
–Su progenitor fue…
–Un regimiento.[58]
–Sí, midiós. Tengo un recuerdo de ese viejo trombón en jefe.
Mr. Dedelus frotó, silbó, encendió, expulsó cúmulos de humo oloroso un soplo después de
–¿De origen erinés? Juro que no lo sé. ¿Es de origen erinés, Simon?
Soplo después de comprimido, un soplo, fuerte, oloroso, crepitó.
–El músculo de succión se me… ¿Qué? Entumeció… Oh, lo es… Mi dulce Molly de Erín, Oh[59].
Expulsó un plumoso soplo pungente.
–Del Peñón mismo… en directo.
Se deprimieron en lo profundo de un ponto sombroso[60], oro en el cervecero, bronce enfrente del licor de cerezos; los dos rostros reflexivos, Mine Kennedy, 4 Lismore Tce, Drumcondre[61] con Idolores, regente, Dolores, silente.
Pet fue sirviendo, fuentes sin cobertor. Leopold cortó trozos de leberwurst. Como se dijo en su momento, suele comer con fruición los menudos de pollo, los sesos con nuez, los huevos de pez fritos y Richie Goulding, Collis, Word comió lomo y riñón, lomo luego riñón, mordisco por mordisco de budín comió Bloom comió ellos comieron.
Bloom con Goulding, unidos en silencio, comieron. Menús dignos de príncipes.
Por el corredor de los Solteros[62] trotelento retintín de Bleizes Boylen, soltero, en pleno sol, bochornoso, reluciente lomo de equino en trote, con crujido de rebenque sobre ruedones muelles; extendido, sillontibio, inquietud de Boylen, fogobrioso. Cuerno. ¿Se le endureció el? Cuerno. ¿Se le endureció el? Cue cue cuerno.
Sobre sus voces Dollerd oboeó[63] embestir, sobre el estruendo de un choque melodioso:
–Sorbiéndome el querer mi espíritu fogoso…
El rolido de Benespíritubenjemín roló en los temblorosos quererdolidos bloques del techo.
–¡Guerrée! ¡Guerrée! –gritó el reverendo Cowley–. Usted es el guerrero.
–Lo soy –rio Ben Guerrero–. Pensé mucho en ese dueño[64] suyo. Devoción o dinero.
Se detuvo. Meneó un enorme bloque piloso, enorme rostro sobre su enorme error.
–Con un instrumento como ese, hombre –dijo Mr. Dedelus entre el olor del humo– seguro que le rompe el huesecillo de su femenino oído.
Con piloso jolgorio, Dollerd se estremeció sobre los botones de eburno. Sí, por cierto.
–Por no decir el nombre de otro instrumento –expresó el reverendo Cowley–. Intermedio, Ben. Dolce però non troppo. Déjeme el puesto.
Miss Kennedy sirvió los dos chops de stout bien fríos pedidos por dos gentilhombres. Comentó un hecho. Es cierto, dijo el primer gentilhombre, un hermoso tiempo. Bebieron de sus fríos porrones de stout. ¿Se enteró, Miss, dónde se dirige el señor teniente? Y oyeron ferropesuños sonopesuños ferrosonoro. No, no se enteró. Pero es posible que figure en el periódico. Oh, pero no se moleste. No se preocupe. Recorrió su Independent bien extendido, leyendo, el señor teniente, los movilentos cúlmenes de su pelo, señor tenien. No quiero ser muy molesto, dijo el primero de los gentilhombres. Oh, no, no se preocupe. El modo en que él miró ese. Señor teniente. Oro con bronce oyeron hierro ferroso[65].
–……………….mi espíritu fogoso.
No temo poror el futuro[66].
Con el jugo del riñón Bloom hizo puré el puré de tubérculos. Los fusiles y el querer. Oigo un intérprete. El éxito de Ben Dollerd. Vino corriendo de noche pidiéndome que le preste un esmoquin por un concierto. Los gregüescos ceñidos como cuero de bombo. Cebones sinfónicos. Molly se rio muchísimo viéndolo irse. Se tiró de lomo sobre el lecho, retorciéndose y moviendo los pies. Con todos sus dones en exhibición. ¡Oh, por Dios, me mojé! ¡Oh, el público femenino enfrente del proscenio! ¡Cómo nos reímos! Bueno, por supuesto, eso es lo que le permite ese tono como surgido de un tonel. Por ejemplo los eunucos. Me pregunto quién es el intérprete. Buen dominio. Debe ser Cowley. Oído melódico. Reconoce un tono ni bien lo oye. Despide soplos hediondos, pobre tipo. Se detuvo.
Miss Douce, sugerente, Lydie Douce, recibió con gesto reverente el ingreso del cortés jurisconsulto, George Lidwell, gentilhombre. Miss le tendió sus húmedos, femeninos, dedos recibiendo de él su firme compresión. Bienvenido. Sí, de regreso. De nuevo en el viejo yugo.
–Sus compinches se reunieron en el comedor, Mr. Lidwell.
George Lidwell, cortés, solícito, sostuvo entre los suyos unos lydiezdedos.
Bloom co menud como se dijo. Por lo menos es un sitio limpio. Ese tipo en el Burton con un pegote viscoso. Desierto: Goulding y yo. Cubiertos limpios, flores, servilleteros. Pet yendo y viniendo. Pet el pelón. Ocioso. Lo mejor de Dub.
De nuevo el cordófono[67]. Es Cowley. El modo en que se entiende con el instrumento, como si fuesen uno solo, entendimiento mutuo. Esos tipos royendo los violines con los ojos fijos en el extremo del puente, el violonchelo con un serrucho, me producen dolor de dientes. Su ronquido continuo y sonoro. Ese concierto donde estuvimos en un recinto superior. El trombón en los intermedios con sus soplidos de minke[68]; otro tipo de los bronces desenroscó el pico y chorreó todo el esputo. Los miembros inferiores del director incluso, gregüescos globosos, chingui chingui. Es lógico que estén escondidos.
Chinguitín tintín trotecín trotecín.
Sólo el cordófono isósceles. Dulce luz de oro tenue. Intérprete femenino. Culo de un hermoso[69]. El jugo es bien digno de un. Velero de oro. Erin. El cordófono isósceles que dos o tres veces. Frescos dedos. Ben Howth, los rododendros. Nosotros somos sus cordófonos. Yo. Él. Viejo. Joven.
–Oh, no puedo, hombre –dijo Mr. Dedelus, tímido, indolente.
Firmemente.
–¡Dele, no se niegue! –gruñó Ben Dollerd–. Pruebe por secciones.
–Il mio incontro[70], Simon –dijo el reverendo Cowley.
Se movió unos metros por el proscenio, severo, serio en su desconsuelo, sus finos dedos extendidos. Ronco, su glotis roncó dulcemente. Dulcemente entonó el himno de un polvoriento dibujo pendiendo en un muro: Despidiéndose. Un promontorio, un velero, un foque en el ondeo del ponto. Ve con Dios. Un hermoso rostro de mujer, el velo que se mueve en el viento sobre el promontorio, entorno ventoso.
Cowley entonó:
– Il mio incontro:
Con i mei occhi l’incontr…
Movió, desoyendo el himno de Cowley, su velo en dirección de uno que se despide, su querido, el viento, el querer, el foque que corre, vuelve.
–Dele, Simon.
–Oh, seguro, mi momento de esplendor se esfumó, Ben… Bueno…
Mr. Dedelus posó su Peterson en el borde del monocordio que el experto en tonos olvidó, se sentó y tocó los obedientes botones de eburno.
–No, Simon –dijo el reverendo Cowley volviéndose–. Tóquelo como corresponde. Bemol.
Los botones, dóciles, subieron otro poco, dijeron, temieron, reconocieron, confundidos[71].
El reverendo Cowley montó presuroso en el proscenio.
–Muy bien, Simon, yo lo secundo –dijo–. Déjeme el puesto.
Por los chupetines de comosus de Grehem Lemon, por el probóscide de Elvery, trotó en un insistente retintín.
Bife, riñón, leberwurst, puré, entre cortes dignos de príncipes comieron los príncipes Bloom y Goulding. Príncipes enfrente de lomos, hicieron chinchín y bebieron Power y semillón.
El mejor himno de tenor que se escribió, dijo Richie: Lei corre nel sonno.[72] Joe Mees[73] lo interpretó en un concierto y él lo escuchó. ¡Oh, qué M’Guckin! Sí. En cierto modo. Estilo niño del coro. Mees fue el niño. Meesniño. Un tenor lírico si lo prefiere. Su recuerdo es indeleble. Indeleble.
Tierno Bloom sobre el tocino sin leberwurst vio endurecerse los tensos músculos del rostro. Le duele el dorso. Brillosos ojos de Bright.[74] Siguiente número del evento. Concluye el himeneo y se deben los costos del festejo. Comprimidos, corpúsculos de bizcocho, un escudo el envoltorio. Un lenitivo por un tiempo. Incluso tiene voz: Tendido entre los muertos. Pertinente. Budín de riñón. Un insulinodependiente comiendo dulces. No puede serle de mucho beneficio. Lo mejor de. Típico en él. Whisky Power. Exigente con lo que bebe. El vidrio se quebró, refresco de Vertry[75]. Metiéndose los fósforos del zinc en el bolsillo por no incurrir en estipendios. Y después invirtiendo un escudo en estupideces. Y si se le pide no tiene un céntimo. Se puso en pedo y le negó el dinero que le pidió el cochero. Tipos curiosos.
Richie siempre recordó ese concierto. Vivo en su recuerdo: siempre. En el edén del viejo Rogent con el pequeño Peeke. Y ni bien oyó el primer tono.
El decir cesó en los morros de Richie.
El comienzo de uno de sus discursos. Cuentos de todo tipo. Se cree sus propios inventos. Es cierto. Un mentiroso sorprendente. Pero se requiere retener esos cuentos en el cerebro.
–¿Qué entonó? –preguntó Leopold Bloom.
–Todo perdido.
Richie frunció los morros en cornetín. Un tono profundo, dulce duendecillo, murmuró: todo. Un jilguero. Un mirlo. Su soplo, tordulce[76], orgulloso de sus buenos dientes, silbó el chifle quejosos de un dolor. Perdido. Sonido pleno. Esos son dos tonos en uno. El mirlo que oí en el hondón de los espinos[77]. Oyó mis gorjeos los entonó y los repitió. Todos muchos incluso nuevo grito se pierde del todo. Eco. ¡Qué dulce responde! ¿Cómo consigue eso? Todo perdido. Silbó con tono fúnebre. Desplome, rendición, perdido.
Bloom prestó un oído leopoldino, corrigiendo el fieltro del florero. Orden. Sí, lo recuerdo. Dulce y melodioso. Durmiendo lo buscó. Sencillez que cubrió Selene. Pero retener su impulso de mujer. Intrepidez, desconocen el peligro. Decirles su nombre. Que toquen líquido[78]. Tintineo trotecito. Inoportuno. Se muere por ir. Es por eso que. Mujer. Como pretender detener el ponto. Sí: todo perdido.
–Un hermoso himno –dijo Bloom leoperdido–. Lo conozco bien.
Richie Goulding siempre recordó ese.
Él por supuesto lo conoce bien. O eso cree. Sigue con el repiqueteo sobre su descendiente mujer. Joven inteligente que tiene un buen conocimiento de su progenitor, dijo Dedelus. ¿Yo?
Bloom de reojo por sobre sinleberwurst vio. Rostro de todo perdido. El risueño Richie de otros tiempos. Viejos chistes en desuso. Moviendo el oído. Servilletero redondo en el ojo. Hoy los correos que remite por medio de su hijo son pedidos de socorro. El bizco Wolter señor lo hice señor. No quiero ser molesto, pero se demoró el ingreso de un dinero con el que. Espero que me disculpe.
El Bösendorfer de nuevo. Lo oigo mejor que en el último concierto. Dieron con el tono, puede ser. Se detuvo de nuevo.
Dollerd y Cowley insistieron con sus pedidos enfrente del remiso tenor.
–Dele, Simon.
–No se niegue, Simon.
–Hombres y mujeres del público, estoy muy reconocido por vuestros gentiles ruegos.
–Dele, Simon.
–No tengo dinero pero si quieren oírme unos minutos quiero decirles unos versos melodiosos sobre un cuore entristecido.
En torno del vítreo cobertor de los pebetes, en un cono sombroso, Lydie su bronce y lirio, el decoro femenino, concedió y negó; como en un fresco y verdoso fluide du Nil Mine y dos chops dos sus cúlmenes de oro.
El preludio en prestos sucesivos se extinguió. Un tono sostenido, suspendido produjo un flujo de voz.
–Desde el momento en que vi ese perfil querible…
Richie se volvió.
–Ese es Si Dedelus; es su voz –dijo.
Cerebro en vilo, moflete con un toque de fuego, oyeron sintiendo ese flujo querible flujo sobre piel miembros ser cuore espíritu huesos del dorso. Bloom con un signo requirió de Pet, Pet el pelón es un mozo duro de oído, que entorne el portillo del bufé. El portillo del bufé. Eso. Muy bien. Pet, mozo, pendiente, pendiente de oír, porque es duro de oído enfrente del portillo.
–Fue como si mi dolor hubiese dese perecido[79].
En el silencio del éter un torrente de voz les interpretó, profundo, no un llover, no un murmullo de robles, ni como voces de tientos tensos o tubos o cómosedice dulcémeles, vertiendo en los receptivos oídos unos versos, los receptivos centros de sus, los respectivos, recuerdos vividos. Bueno, bueno escuchemos; fue como si sus respectivos dolores hubiesen dese perecido[80] en el mismo momento en que oyeron. En el momento mismo en que vieron, Richie el perdido, Poldy, merced de lo bello, en el flujo de voz de quien en ningún momento hubiesen creído, el primer misericordioso queridulce y queridísimo verso suyo.
Melódico querer: el viejo y dulce himno del querer. Bloom desenrolló con detenimiento el hilo gomoso de su envoltorio. Del querer el viejo y dulce sonnez l’ oro. Bloom urdió un gomoso enredo en torno de tres hondedos, lo estiró, lo soltó, y lo enrolló en su embrollo, doble, doble dos, en ocho y lo ciñó bien fuerte.
–Lleno de ilusiones y feliz…
Los tenores consiguen mujeres por montones. Les produce un incremento en el flujo. Les ofrecen flores. ¿Podremos vernos? El cerebro simplemente me. Tintineo con muchísimo gusto. Él no puede ofrecer un concierto enfrente de un público exclusivo. El tiesto simplemente se te retuerce. Se perfumó por él. ¿Qué perfume se pone tu mujer? Quiero conocer. Cling. Stop. Toc. Siempre un último golpe de ojo en el espejo y recién después ver quién tocó el timbre. En el vestíbulo. ¿En ese sitio? ¿Cómo te? Muy bien. ¿En ese sitio? ¿Qué? ¿O si no? Comprimidos de mentol, los confites del beso, en el bolso. ¿Sí? Dedos que sienten lo opulento.
¡Oh!, el registro de voz se elevó, suspiró, diferente: fuerte, completo, luminoso, orgulloso.
–Pero, ¡oh!, fue sólo un sueño estéril…
Sigue teniendo un timbre glorioso. El toque de Cork le concede un plus de dulzor. ¡Qué tonto! Hubiese podido tener montones de dinero. Siempre confundiendo los versos. Se divorció de su mujer, hoy es tenor. Pero después de todo quién le dice. Sólo ellos dos. Si él no lo dice. Trote lento rumbo del cementerio. Incluso sus pies y sus dedos son melodiosos. El licor. Los nervios deshechos. El músico no puede beber. El consomé de Jenny Lind: consomé, perejil, huevos crudos, medio pocillo de suero cremoso. Por un ensueño cremoso.
Los sentimientos tiernos surgieron: lentos, crecientes, en un estremecimiento pleno. Eso es. ¡Oh, ceder! ¡Servirse! Pulsiones, un pulso, un pulso orgulloso y erecto.
¿Los versos? ¿Los tonos melodiosos? No: es el fondo.
Bloom hizo un lío, lo deshizo, ligó, desligó.
Bloom. Un desborde de tibio yimyum lengüetoque secretismo fluyó en músico fluir, deseoso, como un flujo de oscuro lengüeteo, un intruso. Tendiendo un cuerpo de mujer, hendiéndolo, hundiéndole, sosteniéndolo. Topeteo. Poros que se difunden. Topeteo. El goce el sentir lo tibio de. Topeteo. Por verter sobre diques vertiendo borbotones. Desborde, borbotón, flujo, chorrolegre, topepulso. ¡Es el momento! El léxico del querer.
–…tenue luz que espero…
Que reluce. Lydie por Lidwell chillido débilmente oyen muy femenino el numen deschilló su tenue luz que esperó.
Mertle[81]. Coincidente. Justo estoy por escribirle. El solo de Lionel. Hermoso nombre tienes. No puedo escribir. Recibe mi pequeño obse. Conmoverle los sentimientos del cuore, incluso los sentimientos del monedero. Es como. Te dije bribonzuelo. Y después de todo el nombre: Mertle. ¡Qué curioso! Hoy.
Lionel retornó con su voz, menos fuerte pero resistente. Richie Poldy Lydie Lidwell lo oyeron decir de nuevo su himno por ellos pero incluso por Pet que entornó los morros y tendió el oído queriendo entender. Cómo desde el primer momento en que vio ese perfil querible, como si su dolor hubiese dese perecido[82], cómo visión, perfil, versos produjeron el deleite de Gould Lidwell, se metieron en el cuore de Pet Bloom .
De todos modos, hubiese querido verle el rostro. Uno comprende mejor. Por qué el peluquero en lo de Drego sigue mi rostro con sus ojos siempre que yo converso con su rostro en el espejo. Si bien se oye mejor desde este sitio que desde el bufé y eso que estoy un poco lejos.
–Su dulce expresión…
Mi primer encuentro nocturno en lo de Met Dillon en Terenure. Su vestido color limón con tul negro. El juego de los sillines. Nosotros dos últimos. El destino. Me precedió. El destino. Giro y giro lento. Giro veloz. Los dos. Todos nos vieron. Detención. Se sentó. Los perdedores con ojos sorprendidos. Morros jubilosos. Hinojos color limón.
–Conquistó mis ojos…
Los cuplés. Espero entonó. Yo le sostuve el repertorio. Voz puro perfume de qué perfume se pone tu lirios. Le vi los senos, los dos llenos, los gorjeos de su glotis. Ni bien vi. Reconoció mi gesto. ¿Por qué me? El destino. Ojos ibéricos. Solos cubiertos por un frondoso roble un momento como este en el viejo Burgos medio cuerpo sombroso Dolores midolores. Ven. Seducción. Oh, seductores.
–¡Mertle! ¡Oh, Mertle!
Despidiéndose de todo su torpor Lionel profirió su dolor, en un grito de despótico fervor por que el querer regrese en profundos pero crecientes registros melodiosos. En grito de Lionel solo por que lo supiese, Mertle debe sentirlo. Porque él sólo quiere su regreso. ¿Dónde? En este sitio en ese, pruebe en ese sitio en este todos prueben. En uno u otro sitio.
–¡Ve-en, mi bien perdido!
¡Ve-en, tesoro mío!
Solo. Un querer. Un ser pendiente. Mi único consuelo. Mertle, do de pecho, vuelve.
–¡Ven…!
Remontó, un jilguero, se sostuvo en vuelo, un veloz grito puro, cerniéndose orbe de níquel brincó sereno, presto, sostenido, por que viniese, no extenderlo mucho tiempo, hondo suspiro respiró longevo, subió un tope, tope refulgente, fogoso, se coronó, en el tope de un simbólico fulgor, superior, del seno etéreo, supremo del enorme tope difusor por doquier todo cerniéndose todo en torno del todo, infinitudnitudnitud…
–¡Por mí!
¡Siopold!
Se consumó.
Ven. Bien hecho. Todo el mundo lo celebró. Su mujer hubiese tenido que. Ven. Por mí, por él, por su propio yo, incluso por ti, yo, nosotros.
–¡Excelente! Clopclop. Muy bien, Simon. Clopiclopclop. ¡Bis! Clopclipclop clop. Sonó como un bordón. ¡Excelente, Simon! Clopclopclop. Bis, otroclpop, dijeron, profirieron, todo el mundo celebró, Ben Dollerd, Lydie Douce, George Lidwell, Pet, Mine Kennedy, dos señores con dos chops, Cowley, primer señor con chop, y bronce Miss Douce y oro Miss Mine.
Los distinguidos botines ocres de Bleizes Boylen crujieron en el piso del bufé, como se dijo. Tintineo por los monumentos de sir John Grey, Horetio monopuño Nelson, reverendo clérigo Theobold Metthew, en un trote, como se dijo justo recién. Trote, en el bochorno, bochorno en su sillón. Horloge. Sonnez l’. Horloge. Sonnez l’. En un trote lento el potro subió por Rotunde, Rutlend Field. Muy lento pensó Boylen, fuego Boylen, inquietud de Boylen, trototroocó el potro.
Un posestridor de los tonos de Cowley se cerró, murió en el éter enriquecido.
Y Richie Goulding bebió su Power y Leopold Bloom su semillón bebió, Lidwell su Guinness, y el segundo señor dijo querer contribuir con otros dos chops de ser posible. Miss Kennedy intentó sonreír, desirviendo, morros poliperos, uno primero, luego el segundo. Cómo no.
–Medio mes preso comiendo biscocho seco y té –dijo Ben Dollerd–. Entonces su voz vuelve como jilguero del bosque, Simon.
Lionel Simon tenor, rio. El reverendo Bob Cowley tocó. Mine Kennedy sirvió. El segundo señor obló. Tom Kernen entró ostentoso, Lydie en su deslumbre, se deslumbró. Pero Bloom entonó en silencio.
Deslumbre.
Richie, en su deslumbre, discurrió sobre el glorioso registro de voz de este hombre. Recordó un concierto, en un tiempo remoto. Imposible no tener en el recuerdo ese concierto. Si interpretó Fue por su prestigio y posición: fue en lo de Ned Lumbert. Por Dios, él no oyó en todo su existir un registro de voz como ese, no oyó en todo su existir entonces infiel debemos dividirnos con ese prístino sonido, Dios, no oyó en todo su existir porque el querer murió un soberbio registro de voz, verifíquelo con Lumbert, él mismo se lo puede decir.
Goulding, un rubor surgiendo con esfuerzo en su lívido, conversó con Mr. Bloom, rostro sobre el concierto en que Si en el de Ned Lumbert domicilio Dedelus, interpretó Fue por su prestigio y posición.
Él, Mr. Bloom, escuchó que él, Richie Goulding, le contó sobre el concierto en que él, Richie, escuchó, cómo él, Si Dedelus, interpretó Fue por su prestigio y posición, en el de Ned Lumbert, domicilio.
Mellizo de su mujer: del mismo grupo. Si lo veo lo evito y él lo mismo conmigo. Desencuentros, creo. Lo nombró con desdén. Pero de todos modos lo elogió. El concierto en que Si interpretó. Voz de hombre, dos diminutos cordones sedosos. Sorprendente, por sobre todo otro fenómeno.
Su voz sonó como un gemido. En este momento un tono sereno. Es en el silencio que uno siente que uno oye. Estremecimientos. El éter en silencio.
Bloom desvinculó los puños y los dispersos dedos urdieron el fino tiento gomoso. Estiró y pulsó. Zumbó y sonó. Y Goulding extendiéndose sobre el volumen de voz de Burroclough, y Tom Kernen, en un tipo de convenio retrospectivo, conversó con un oyente reverendo Cowley intérprete que improvisó y en su improviso concedió. En el momento que el enorme Ben Dollerd conversó con Simon Dedelus que encendiendo, que consintió y fumó, que fumó.
Porque te fuiste. Todos los sones sobre el mismo motivo. Bloom estiró otro poco el tiento gomoso. Se ve cruel. Permitir que entre los individuos se generen sentimientos fervorosos; seducir. Después dividirlos. Muerte. Explos. Golpe en el tiesto. Queldemoniotellevepronto. Vivir. Dignem. ¡Uf, el meneo del hopo de ese roedor! Cinco chelines puse. Corpus coeli. Crex crex; el vientre como un perrito que ingirió veneno. Idos. Siguen con su cuplé. Sumidos en el olvido. Como yo. Y en un momento su idilio con. No intervenir; el tedio. Entonces debe sufrir. Sollozos. Los bellos ojos ibéricos con el foco perdido en lo inexistente. Sus ondeondeodensodensísimos mechones des pro; lijos.
Si bien el gozo en exceso se vuelve tedio. Estiró otro poco, y otro poco. ¿No eres feliz en tu? Tueeenng. Se cortó.
Tintineo en Dorset Street.
Miss Douce retiró el sedoso miembro superior, con un rezongo, conforme.
–No se tome ni un tercio de ese tipo de permisos –dijo–, sin un mutuo conocimiento previo.
George Lidwell le juró ser serio y sincero: pero no le creyó.
El primer señor con los ojos puestos en Mine le juró ser muy sincero. Mine le preguntó en serio. Y el segundo chop le confirmó que sí. Que lo dijo en serio.
Miss Douce, Miss Lydie, no le creyeron; Miss Kennendy, Mine, no le creyó; George Lidwell no; Miss Dou no le; el primer, el primer señor del ch; creer, no, no ; Miss Kenn no le; Lydiewell; el ch.
Mejor le escribo desde este sitio. Los plumines del correo, mordidos y retorcidos.
Pet el pelón vino ni bien vio el signo. Un plumín y un tintero. Se fue. Pliego sorbedor. Se fue. Sorbedor que sorbe los desbordes del tintero. Oyó, Pet el sordo.
–Sí –dijo Mr. Bloom, retorciendo el tiento retorcido–. Por cierto es. Suficiente con unos pocos renglones. Mi obsequio. Todos esos floridos conciertos florentinos son. ¿Quién los escribió? Si se conoce el nombre uno entiende mejor. Tomemos un folio, sobre: indiferente. Es muy típico.
–El número supremo del universo operístico –dijo Goulding.
–Es cierto –dijo Bloom.
Son solo números. Todo lo músico, si uno lo ve de ese modo. Dos por dos dividido un medio es dos veces uno. Un soplo y el éter que vibró de cierto modo: los registros melódicos son sólo eso. Si sumo uno dos y seis es siete. Se puede conseguir lo que uno quiere con los juegos de números. Siempre se descubre que esto es lo mismo que esto otro. El sementero enfrente de un muro del cementerio[83]. Él no notó mi luto. Insensible: metiéndose todo en el buche. Numenumérico. Y uno cree oír lo etéreo. Pero consideremos exponerlo de este modo: Mertle, siete veces nueve menos x es veinticinco mil. Insostenible. Todo eso es producto del sonido.
Ejemplo, en este momento lo oigo. Componiendo. Puede ser lo que uno quiere si uno no oye los versos. Tiene que oírse con interés. Mucho. Buen comienzo; después los tonos se oyen poco melodiosos: como si estuviese un poco perdido. Se mete y surge de bolsones, corriendo sobre toneles, hilos de hierro pinchudo, recorrido de impedimentos. Del tiempo depende lo melódico. Depende de cómo se siente uno de espíritu. Pero siempre es lindo oír. Menos los ejercicios de solfeo que suben y que descienden, el estudio de los niños vecinos. Dos del edificio lindero. Tienen que producir cordófonos mudos con ese fin. Blumenlied lo compré por Milly. El nombre. Toques leves, poco menos que un bebé; volvimos de noche con el bebé. El portón de los belenes por Cecile Street. Milly no tiene lo que se requiere. Es curioso porque nosotros dos, quiero decir.
Pet sordo pelón vino con fino pliego sorbedor tintero. Pet posó con tintero plumín fino pliego sorbedor. Pet recogió recipiente fuente cuchillo tenedor. Pet se fue.
Mr. Dedelus, discutiendo con Ben, lo consideró el mejor modo de expresión. Él supo oírlos de niño en Ringobelle, Crossheven, Ringobelle, profiriendo sus cuplés de beodos. El puerto de Queenstown lleno de buques genoveses. Recorriendo, me entiende Ben, so los reflejos de Selene con esos sombreros de yute. Confundiendo sus voces. Dios, qué melodioso, Ben. Lo oyó de niño. Cross Ringobelle puerto coroselene.
Luego de remover su pungente Peterson sostuvo un escudo de dedos enfrente de sus morros con un requiebro nocturno grito luminoselene, nítido próximo, grito de lejos, respondiendo.
Por el borde de su Freemen exploró el ojo de Bloom tu otro ojo, exploró dónde he visto eso. Cullen, Colemon, Dignem Petrick[84]. ¡Dindón! ¡Dindón! Fewcett. ¡Oh! Justo en el momento que miro…
Espero que no mire. Listo como un roedor. Desplegó bien el Freemen. Entonces no puede ver. No olvidemos escribir con e del léxico griego[85]. Bloom mojó el plumín, Bloo murmu: querido señor. Querido Henry escribió: queri Medy. Recibí tu corr y flo. Cielos, ¿dónde lo puse? En un bolsi o en ot. Es compl impos. Insisto impos. Escribir hoy.
Esto es tedioso. El tedioso Bloom golpeteó levemente con los sólo reflexiono dedos el fino folio sorbedor provisto por Pet.
Continuemos. Entiende lo que quiero decir. No, quitemos ese i[86]. Recib mi modes obseq que incl. No pedirle resp. Un momento. Cinco en Dig. Dos y pico en este. Un penique en los petreles. Elí vie. Siete en lo de Deivy Byrne. Son como ocho. Es decir medio escudo. Mi modesto obseq: g.p.[87] de dos con seis. Escríbeme un extenso. ¿Desprecio? Retintin, ¿se le endu? Muy inquieto. ¿Por qué me dijiste bribonzue? ¿Tú eres bribonzue? ¡Oh!, Meiry perdió el imperdible de su. Me despido por hoy. Sí, sí, te lo diré. Y mi otro deseo. Por subírselos. Dime ese otro. Otro término que me escribió. Perder los equilibrios. Que me lo sujete. Debes creer. Creer. El chop. Eso. Es. Cierto.
¿No es estúpido que esté escribiendo? No es de esposos. Lo produce el himeneo, cónyuges. Porque yo estoy lejos de. Suponiendo. ¿Pero cómo? Debe. Seguir siendo joven. Si me descubriese. El recorte en mi sombr de nivel sup. No, no decirle todo. Dolor inútil. Si no ven. Mujeres. Como con gusto, come con gusto[88].
Un coche en servicio, número trescientos veintitrés, conductor Burton Jemes del número uno de Hermony Street, Donnybrook, con un cliente, un gentilhombre joven vistiendo con distinción un terno de tweed celeste índigo confección George Robert Mesies, modisto de corte, del número cinco de muelle Eden, y un sombrero fresco muy exclusivo, que compró en lo de John Plesto del número uno de Grt Brunswick Street, sombrerero. ¿Eh? Este es el coche que tintineó y trocotrotó y retintineó. Por el frente de los brillosos tubos de Egendeth del choricero Dlugecz trotó un potro gentilomudo.
–¿Respondiendo un ofrecimiento de empleo? –los ojos inquisidores de Richie requirieron de Bloom.
–Sí –dijo Mr. Bloom–. Corredor de comercio dentro de Dublín. No espero mucho.
Bloom murm: óptimos referentes. Pero Henry escribió: me excito. Hoy comprendes. Urgente. Henry. Signo e griego. Mejor pongo un post scriptum. ¿Qué interpretó? Improvisó un intermezzo. P. S. El rum tum tum. ¿Cómo quieres repren? ¿Reprenderme? Con un vestido retorcido, golpes de rebenque. Dímelo quiero. Curioso. Oh. Por supuesto, si no, no te lo hubiese pedido. Si si si ree. Perdiéndose triste en menor. ¿Por qué triste menor? Signo H. Les seducen los fines tristes. P. P. S. Si si si ree. Me siento muy triste hoy. Si ree. Muy solo. Sool.
Secó presto con el sorbedor fino de Pet. Sob. Dirección. Copiémoslo del periódico. Murmuró: Messrs. Cullen, Colemon & Co, ltd. Henry escribió:
Miss Mertle Clifford
c/o P.O.
Dolphin House Street
Dublin
Si lo cubro con el sorbedor él no puede leer. Listo. Ingenio de premio titbits[89]. Texto que el detective leyó en un pliego sorbedor. Recibió un importe de veintiún chelines por segm. Metchem discurre frecuentemente sobre los embrujos sonrientes[90]. Pobre Mrs. Purefoy. U.P: u.p.
Poético en exceso eso de los versos tristes. Es por lo melódico. Todo lo músico es embrujo, dijo Shekspierre. Doce meses de dichos célebres. Ser o no ser. Humo filosófico.[91]
Por el pensil de Gererd de Fetter Drive, grisoscuro de recorrido. Un vivir es todo. Un cuerpo. Cumplir un rol en el proscenio. Cúmplelo entonces.
Listo. Giro por correo sello. No estoy lejos del edificio de correos. En movimiento. Prometí reunirme con ellos en lo de Berney Kiernen. Ese empleo no es de mi gusto. Domicilio de duelo. Muévete. ¡Pet! No me oye. Bicho sordo.
Seguro que el coche llegó. Conversemos. Conversemos. ¡Pet! No. Pliegue de esos servilletones. Debe recorrer sus buenos kilómetros por turno. Que le dibujen un rostro en el dorso y convertirlo en dos. Hubiese sido bueno oír otros cuplés. Mi mente se entretiene en otro tipo de reflexiones.
Pet el pelón que es sordo fue poniendo servilletones en los ingletes. Pet es un mozo duro de oído. Pet es un mozo pendiente del que uno depende. Ji ji ji ji. Pendiente de quien depende. Ji ji. Es un mozo dependiente. Ji ji ji ji. Pendiente de quienes dependen de él. Si uno depende de él, él sigue pendiente de quien depende de él. Ji ji ji ji. Jo. Pendiendo de un dependiente.
Douce en este momento. Douce Lydie. Bronce y lirio.
Disfrutó de unos momentos espléndidos, simplemente espléndidos. Y mire el hermoso múrice que encontró[92].
Por el extremo del zinc le tendió el cuernopontino pinchudo y retorcido por que él, George Lidwell, jurisconsulto, pudiese oír.
–¡Escuche! –le ordenó.
So los gintibios verbos de Tom Kernen el intérprete urdió unos lentos tonos melodiosos. Un hecho verídico. De cómo Welter Bopty[93] perdió su voz. Bueno, señor, el esposo lo tomó del cuello. Cretino, le dijo, este fue tu último gorjeo meloso. Se lo juro por mi honor, señor Tom. Bob Cowley urdió. Los tenores consiguen muj. Cowley se reclinó.
Oh, en efecto escuchó, porque Lydie se lo sostuvo sobre el oído. ¡Escuche! Él escuchó. Increíble. Lydie se lo sostuvo sobre su propio oído y por el tenue reflejo un endeble semitono de oro se deslizó. Por oír.
Toc.
Por el portillo del bufé Bloom vio un múrice en sus oídos. Oyó no menos débilmente lo que ellos oyeron, por sí mismos, luego uno y otro, oyendo el estrépito del ondeo del ponto, estruendoso, un silencioso rugido.
Bronce y un oro disminuido, vecino, remoto, oyeron.
Su mismo oído es un múrice, ese lóbulo espión. Estuvo en un resort costero. Los deliciosos tesoros ribereños. Cutis curtido en crudo. Debió ponerse protector primero que le dé tono bronce. Se tostó con unto. ¡Oh!, su loción, que no se me olvide. Tiene erupciones sobre los morros. El cerebro simplemente se te. El pelo en un culmen; múrice con líquenes del ponto. ¿Por qué esconden los oídos con pelo líquenes del ponto? ¿Y los femeninos morros turcos, por qué? Sus ojos en el borde del cobertor. Yeshmek. Encuentre el sendero de ingreso. Un hueco. Prohibido el ingreso de no residentes.
Creen que oyen el ruido del ponto. Melodioso. Un rugido. Es el humor venoso. Fluyendo en los oídos de vez en vez. Bueno, es un ponto. Los islotes Corpúsculo.
Sorprendente, por cierto. Muy nítido. De nuevo. George Lidwell prolongó el murmullo, oyendo; luego lo dejó, dulcemente.
–¿Qué dice ese ondeo furioso? –preguntó, sonriendo en dirección de Lydie.
Misterioso, pontorrisueño y no responsivo, el rostro de Lydie sonrió en dirección de Lidwell.
Toc.
Por el frente de Lerry O’Rourke, el frente de lo de Lerry, el duro Lerry O’, Boylen serpenteó y Boylen dobló.
Desde el múrice expósito Miss Mine se deslizó en dirección de su chop pendiente. No, lo suyo no fue reclusión ni mucho menos el susceptible rostro de Miss Douce expresó enfrente de Mr. Lidwell. Recorridos nocturnos por el frente costero. No, siempre con otro. ¿Con quién? Le contestó noblemente: con un señor que conozco muy bien.
Los dedos movedizos de Bob Cowley volvieron con un tiple. El dueño tiene prior. Un poco de tiempo. Long John. Big Ben. Ligero interpretó un brilloso y vivo retintín, digno de mujeres con ritmo, susceptibles y sonrientes, y de sus novios, señores bien conocidos. Uno; uno, uno, uno, uno, uno; dos; dos, uno, tres, tres.
El ponto, el viento, los chopos frondosos, los truenos, los torrentes, bueyes mugiendo, el encierro de bovinos, los pollos, los plumíferos sin trino, el siseo de serpientes. Tonos melódicos por doquier. El portillo de Ruttledge: rechiiiiinó. No, eso es ruido. El minueto de Don Giovine es el corriente. Vestidos de corte de todo tipo recorriendo con sus giros de minué recintos principescos. Sufrimiento. Los rústicos en el exterior. Verdosos rostros esqueléticos comiendo yuyos. Eso es hermoso. Miren: miren, miren, miren, miren: mírennos.
Percibo que eso es festivo. No hubiese podido escribirlo. ¿Por qué? Mi contento es otro tipo de contento. Pero los dos son contentos. Sí, debe ser el contento. El simple hecho melódico es testimonio de que uno tiene ese sentimiento. Muy seguido creí ver en Molly un sufrimiento por depresión y de repente terminé oyendo sus trinos. Entonces entendí.
M’Coy el bolso. Mi mujer y tu mujer. Un felino chillón. Como rompiendo un lienzo. Su tono es como el repique de un cencerro. No tienen el dominio de los silencios como los hombres. Sus voces incluso tienen quiebres. Quiero que me completes. Estoy hirviendo, triste, disponible. Molly en quis est homo: Mercodonte. Mi oído en el muro queriendo oír. Se requiere mujer de buen cumplimiento.
Trote trote trotó y se detuvo. Un botín broncíneo de petimetre de Boylen el petimetre soquetes celestes relojes descendió presto del coche.
¡Oh, mire somos muy! Melodiosos cuplés de dormitorio. Se puede componer un jeroglífico con ello. Es un tipo de composición que frecuentemente consideré oyendo sus. Efectos sonoros, eso es. Tintineo. Los chupines sin contenido son los que producen mejor ruido. Porque el efecto sonoro es producto de eco que es distinto según el peso del líquido elemento que es lo mismo que decir, ley de descenso del líquido elemento. Como esos himnos poéticos de Liszt, con ojos bohemios de mujer. Rocío. Sollozos. Diluvio. Lirelelirele lirelelele lirolurolu. Sisss. En este mismo momento. Puede ser en este preciso momento. O en los minutos previos.
Uno tocó el timbre, uno golpeó un toc toc, pudo ser el toque de Pol de Kock con un sonoro y soberbio botón con un coc corrrocorrocorro coc. Cococ.
Toc.
–Qui sdegno, Ben –dijo el reverendo Cowley.
–No, Ben –interfirió Tom Kernen–. El joven rebelde.[94] Nuestro léxico de origen.
–Sí, dedíquenos ese, Ben –dijo Mr. Dedelus–. Hombres buenos y fieles.
–Dele, dele –dijeron en unísono ruego.
Me voy. Ven, Pet, vuelve. Ven. Vino, vino, no se detuvo. Por mí. ¿Qué le debo?
–¿Qué tono? ¿Seis sostenidos?
–Sol sostenido –dijo Ben Dollerd.
El conjunto de pesuños extendidos de Bob Cowley pulsó los negros y hondosonoros tonos melodiosos.
El príncipe Bloom, enfrente del príncipe Richie, le dijo debo irme. No, dijo Richie. Sí, es menester. Tengo dinero en un bolsillo. En pedo y con ese dolor de riñones. ¿Le debo? Él veoye el morrespiche[95]. Uno con nueve. El penique es suyo. Tome. Démosle un plus de dos peniques. Sordo, teniente[96]. Pero posiblemente tiene mujer e hijos pendientes de que Petty regrese. Jiii jii jii. Sordo pendiente y ellos dependiendo de él.
Pero espere. Pero escuche. Sonoros tonos oscuros. Lugugugubres. Profundos. En el seno tenebroso del suelo. Hierro puro. Lo melódico en bruto.
El murmullo de un tiempo oscuro, del odio: el sufrimiento del mundo vino serio y, dolorido, desde lejos, de montes grises, preguntó por los hombres buenos y fieles. Preguntó por el reverendo. Queriendo que se lo oyese en confesión.
Toc.
Ben Dollerd con su voz tronotenor. Produciendo lo mejor de sí por decirlo con sentimiento. Gruñir de extensos esteros en inhóspitos novilunios. Otro revés. En un tiempo fue proveedor de buques. Lo recuerdo: cordeles resinosos, quinqués de buque. Quebró por de diez mil escudos[97]. Hoy vive en el refugio de Iveogh. Cubículo número ene ene. El número uno de Boss se lo hizo.
El reverendo, cómo no. El sirviente de un supuesto reverendo lo recibe. Entre. El sumo pontífice. Requiebros del músico.
Los rompe. Los demuele. Después les construye cubículos que les sirven de refugio por el tiempo que les quede. Duérmete mi niño, duérmete mi sol. Muérete, perro. Perrito, muérete.
El grito de prevención, solemne prevención, les contó el ingreso del joven en un comedor desierto, les contó lo solemne de sus movimientos, les describió el lúgubre recinto, el reverendo vestido de confesor.
Un espíritu decente. Hoy un poco confundido. Su sueño es conseguir el premio en Replies, el puzzle de los versos. Un crujiente billete de cinco escudos. Un gorrión cubriendo sus huevos en un nido. Creyó ver los versos del último trovero. Ce guion te, ¿qué bicho doméstico? Te guion erre grumete intrépido[98]. Sigue teniendo flor de voz[99]. Ningún eunuco y con todo lo que le pertenece.
Escuchemos. Bloom escuchó. Richie Goulding escuchó. Y desde el pórtico, Pet el sordo, Pet el pelón, Pet con su plus, escuchó.
Los registros sonoros se enlentecieron.
El remordimiento y el dolor con sus voces vinieron lentos, embellecidos, trémulos. Los contritos pelos del rostro de Ben dijeron su confesión: In nomine Domini, en el nombre de Dios. Se hincó. Se golpeó el pecho con un puño, en confesión: poenitet me.
De nuevo el posetrusco. Los une como un pegote. El reverendo con el librito de comunión de mujeres. El tipo del servicio fúnebre, Cofre o Coffey, corpusnomine. Me pregunto dónde se metió ese roedor en este momento. Royendo.
Toc.
Oyeron: chops y Miss Kennedy, George Lidwell, iris muy expresivos, corsé de tul relleno, Kernen, Si.
El remordimiento con su voz de dolor entonó con un suspiro. Sus hechos impíos. Desde Pentecostés profirió tres veces insultos groseros. Perro hijo de pu. Y un domingo dejó el servicio religioso por un juego. En otro momento, yendo por el frente del cementerio no rezó por el reposo del ser que lo tuvo en su vientre. Un jovenzuelo. Un joven rebelde.
Bronce, oyendo, desde el expendedor cervecero, miró un punto remoto. Conmovedor. Ni sospechó que yo. Molly percibe en un segundo los ojos subrepticios.
Bronce de reojo miró un punto remoto. Es un espejo. ¿Es ese su mejor perfil? Siempre lo conocen. Toque de timbre. Retoques de último momento.
Cocorrocorro.
¿Qué sienten los cerebros femeninos oyendo un concierto? Un modo de prender serpientes sistrurus[100]. Ese concierto donde Mike Gunn nos cedió el box. Poniendo en tono los instrumentos. El momento preferido del príncipe pérsico. Recuerdos del dulce nido. Y se sonó los mocos en el telón. Puede ser costumbre de su reino. Incluso eso es melódico. El sonido no es del todo feo. Sonido de cornetín. Bronces rebuznos de burros por sus hocicos. Violones, indefensos, cortes en los bordes. Instrumentos de viento bueyes mugiendo. Bösendorfer[101] con el cobertor subido un cocodrilo exhibiendo sus dientes. Woodwind tiene el sonido del nombre Goodwin.
Molly lució muy bien. Se puso el vestido ocre con ese escote profundo, exhibiendo sus dones. Me preguntó no sé qué con su soplo siempre fresco. Le conté lo que dice Spinoze en ese libro del pobre viejo. Me escuchó con interés. Los ojos enormes. Se inclinó. El tipo del nivel superior le miró codicioso con los gemelos los bordes del escote. Comprender lo bello de un concierto requiere oírlo dos veces. Lo silvestre y lo femenino, un golpe de ojo. El mundo lo creó Dios y el hombre lo melodioso. Meten sin coces. Principios filosóficos. ¡No embromes!
Todo perdido. Todos muertos. En el sitio de Ross su progenitor, en Gorey sus primos. Con rumbo de Wexford, somos los jóvenes de Wexford, desfiló. Último de su prole y de su pueblo.
Como yo, el último de mi pueblo. Milly con un joven discípulo. Bueno, pudo ser por mí. Sin hijo. Rudy. Me demoré mucho. ¿Y si no? ¿Si no? ¿Si fuese posible?
No sintió rencor.
El odio. El querer. Son sólo términos. Rudy. Pronto seré viejo.
Big Ben desplegó su voz. Potente voz, dijo Richie Goulding, un rubor riñendo con su lividez, enfrente de Bloom pronto viejo, pero joven por el momento.
Es el momento de Erín. Mi pueblo por sobre el rey. Mujer que oye. ¿Quién teme discutir sobre 1904? Es tiempo de irse. He visto suficiente.
–Su bendición, reverendo –suplicó Dollerd el rebelde–. Deme su bendición y déjeme ir.
Toc.
Bloom quiso emprender el retiro sin bendición. Vestidos mortíferos[102]: con dieciocho chelines entre lunes y domingo. Los tipos contribuyen con sus vueltos. Uno no tiene que dormirse. Esos deliciosos tesoros. Enfrente de los tristes ondeos del ponto. El idilio del joven intérprete femenino del coro. Correos leídos en público con testimonios de compromisos rotos. Entre Cuoredemelón y su Dulcetesoro. Jolgorio de corte. Henry. No lo firmé. Qué hermoso nombre tienes.
El tono melodioso descendió, sonido y versos. Luego se precipitó. El supuesto clérigo se convirtió en teniente desprovisto del frufrú de su sobrepelliz. Un teniente del ejército. Todos lo conocen muy bien. El suspenso les produce comezón. Un teniente del ejér.
Toc. Toc.
Con novelesco suspenso de mujer se inclinó queriendo oír mejor.
Rostro impoluto. Virgen, puede suponerse: o le metieron sólo los dedos. Escribirle un poco: folio. Si no, ¿en qué se convierten? Disminución, depresión. Les permite sentirse jóvenes. Incluso se sobrecogen viéndose en el espejo. Ves. Toquemos. Morro, orificio. Cuerpo de mujer de cutis níveo, un cornetín viviente. Soplemos dulcemente. Fuerte. Tres orificios, todo el universo de mujeres. Los de los divinos monumentos femeninos no los vi. Es lo que quieren: sin excesivos cumplidos. Por eso él consigue. Oro en tu bolsillo, bronce en el rostro. Decirle un piropo. Conseguir que escuche. Poner los ojos en los suyos: sones sin versos. Molly con ese musiquero. Supo que él quiso decir que su mono se le enfermó. Posiblemente porque es el modo de ser de los ibéricos. Se entienden con los bichos. Como Solomon. Un don intrínseco.
Como los ventrílocuos. Mis morros herméticos. Me concentro en mi estóm. ¿Qué?
¿Quiere? ¿Usted? Yo. Quiero. Que.
Con brusco y ronco furor el teniente se deshizo en explosivos insultos hijo de pu. Buen tino, jovencito, esto de venir. Vives tus últimos minutos en este mundo.
Toc. Toc.
Se conmueven. Sienten dolor. Ojos llorosos de emoción por los héroes muertos. Porque todo lo que muere, quiere, muriendo, morir. Por eso todo lo que existe. Pobre Mrs. Purefoy. Espero que lo suyo termine pronto. Porque sus vientres.
Un iris de líquido de vientre femenino so un cerco de cilios, quietos, oyendo. Lo bello del ojo se percibe en su silencio femenino. Lejos en el río. Con el lento y sedoso ondeo del seno subiendo y descendiendo (el pulso de su redon) el lirio rojo subiendo, hundiéndose el lirio rojo. El pulso de su soplo: el soplo del vivir. Débil, trémulos folios de helecho de sus mechones de virgen.
Pero mire: los refulgentes luceros se extinguen. ¡Oh, lirio! León. El despun. Oh. Lidwell.[103] Por él entonces, no por. Un querer loco. ¿Cómo yo? Desde este punto por lo menos veo su reflejo. Corchos por el piso, espumoso desborde de pilsen, pilones de chupines sucios.
Sobre el pomo liso del surtidor cervecero se posó el puño de Lydie, ligero, rollizo, déjelo en mis puños. Sufriendo horrores por el rebelde. Yendo y viniendo, yendo y viniendo: sobre el bruñido pomo (siente los ojos de él, mis ojos, sus propios ojos) el índice y el dedo gordo en clemente recorrido; fueron y volvieron y, con un ligero toque, descendieron lentos por un fresco y níveo pomo lustroso prorrumpiendo por el desliz de sus redondeles.
Con un coc con un corro.
Toc. Toc. Toc.
Yo dirijo este mesón. Oremos. Sus dientes crujieron furiosos. Felones, que los cuelguen.
Los melodiosos tonos consintieron. Todo muy triste. Pero tuvo que ser.
Irme ni bien termine. Un gusto, estuvo glorioso. Dónde puse mi sombrero. Iré por donde me ve. Puedo desprenderme de ese Freemen. El sobre lo tengo. Supón que fuese. No. Muévete, muévete, muévete. Como Cushel Boylo Connro Coylo Tisdelll Morice Tinstdoll Ferrell. Muéveeeeete.
Bueno, tengo que. ¿Irse? Simsrdiós. Blmsincorp. Sobre el crecenteno blue[104]. Ou. Bloom se incorporó. El bloque cremoso lo siento como un pegote. Debe ser que sudé: lo melódico. Su loción, que no se me olvide. Bueno, nos vemos. De lujo[105]. El recorte lo puse dentro[106]. Sí.
En el ingreso con el sordo Pet queriendo oír con esfuerzo se codeó Bloom.
En el fuerte Ginéive[107] ese joven murió. En Monkstown su cuerpo se enterró. ¡Dolor! ¡Oh, dolores! Con su voz el intérprete les pidió un sentido rezo.
Por el frente de lirio, de seno de tul, de dedos mimosos, del líquido espumoso, de los chupines sucios, de los corchos por el suelo, despidiéndose en tren de irse, por los ojos y mechones de virgen bronce y oro tenue en hondopontosombrío, se fue yendo Bloom, el débil Bloom, me siento muy solo Bloom.
Toc. Toc. Toc.
Recen por él, rezó el profundo de Dollerd. Los que oyen serenos. Recen por él un rezo, llórenlo, gente de bien. Fue un joven rebelde.
Temiendo espiones botines rebeldes el joven botinsurrecto Bloom en el vestíbulo del Ormond oyó gritos y rugidos de elogio, rotundos tocodorsos, los botines de ellos yendo y viniendo, los botines no el botones[108]. Coro unísono por un refresco que lo celebre. Qué suerte que lo evité.
–Déle, Ben –gritó Simon Dedelus–. Por Dios, estuvo muy bien.
–Mucho mejor –dijo Tomgin Kernen–. Su versión de esos versos melodiosos me conmovió, lo juro.
–Lebleche[109] –dijo el reverendo Cowley.
Ben Dollerd, voluminoso, cruzó el comedor en dirección del zinc, repleto de su triunfo, todo enorme y rosillo, sobre pies torpes, sus gotosos dedos convertidos en sonoros instrumentos de percusión.
Big Beneden Dollerd. Big Benben. Big Benben.
Rrr.
Y todos muy conmovidos, Simon trompeteó su compunción con su hocico corno de cejo, todos sonrientes en torno de un Ben Dollerd conducido en justo y bien merecido festejo.
–Se lo ve rubicundo –dijo George Lidwell.
Miss Douce se retocó el lirio en el interín.
–Ben mo croidhe[110] –dijo Mr. Dedelus, con sus dedos sobre el gordo lomo de Ben–. Melodioso como un violín si no fuese por ese tejido gordo que tiene oculto por todo su ser.
Rrrrrrrss.
–Gordo tejido de muerte, Simon –gruñó Ben Dollerd.
Richie incipiente incisión del violón[111], solo en su sitio; Goulding, Collis, Word. Pendiente incertidumbre. Como Pet del cobro.
Toc. Toc. Toc. Toc.
Miss Mine Kennedy puso sus morros en el oído del chop uno.
–Mr. Dollerd –murmuró.
–Dollerd –murmuró chop.
Chop uno le creyó: Miss Kenn que le contó: que él es Doll; muñe como tú; él chop.
Él murmuró lo conozco de nombre. El nombre le resultó como quien dice, conocido. Es decir que escuchó el nombre de. ¿Dollerd, cierto? Dollerd, sí.
Sí, dijeron fuerte los morros femeninos, Mr. Dollerd. Entonó esos versos de modo sorprendente, murmuró Mine. Mr. Dollerd. Y El último lirio del estío un himno bellísimo. El himno preferido de Mine. Chop elogió el himno que Mine.
Es el último lirio del estío dollerd se retiró bloom sintió el viento revolverse en su interior.
Mucho efluvio ese espumoso: estriñe incluso. Un momento. El edificio de correos por lo de Reuben J., otro chelín y ocho peniques. Terminemos con eso. Esquivémoslo yendo por Greek Street. No debí prometerle reunirnos. Libre en el éter. Lo melódico. Muele los nervios. El surtidor cervecero. Su puño meciendo el moisés tiene el gobierno del. Ben Howth. Gobierno el mundo.
Lejos. Lejos. Lejos. Lejos.
Toc. Toc. Toc. Toc.
Por el muelle desfiló Lioneleopold, el bribonzuelo Henry con un correo que Medy debe recibir, con dulzores prohibidos con delirios por Reuben con meten sin coces desfiló Poldy.
Toque ciego circuló toque y toque por el toc el cordón toqueteo, toc y toc.
Cowley se confunde con eso: especie de beodez. Mejor permitirle seguir por el cordón, sólo un medio, medio y medio, estilo hombre con virgen. Por ejemplo los musicólogos. Son todo oído. No se pierden ni un semitono. Los ojos fruncidos. Siguiendo el ritmo con el tiesto. Neuróticos. Uno no puede ni moverse. Prohibido todo tipo de reflexión. Diciendo siempre lo mismo. Puro verso.
Como que quieren decir. Incómodo si se detiene porque uno no conoce con preci. El Pérez Molero[112] en Gordiner Street. El viejo Glynn, veinticinco escudos por semestre. Curioso verlo subido en ese púlpito, solo, en medio de tubos, interruptores y botones. Repitiendo siempre su repertorio. Un murmullo eterno consigo mismo, o con el otro soplón del fuelle. Gruñe furioso, después insultos (deben ponerle lienzos de bebé o un truco por el estilo en su oh, no, gritó Molly) luego con discreto pudor un muy discreeeto vientito sopló.
¡Puiiii! Un pedito sopló un fiiiiii. Por el pequeño orificio de Bloom.
–¿Es él? –dijo Mr. Dedelus, volviendo después del recupero de su Peterson–. Estuve con él hoy mismo en el entierro del pobre Peddy Dignem…
–Sí, que el Señor conforte su espíritu.
–Por cierto, encontré un monocordio sobre el…
Toc. Toc. Toc. Toc.
–Su mujer se distingue por su excelente voz. O supo distinguirse ¿No es cierto? –preguntó Lidwell.
–Oh, debe ser del joven ciego –dijo Lydie con los ojos puestos en Simonlionel el primer momento en que lo vi–, que se lo olvidó hoy.
Es ciego conversó Lydie con George Lidwell segundo que vi. Y tocó de un modo exquisito: un deleite oírlo. Semitono exquisito: cubrebronce, minedeoro.
–¡Grite! –gritó Ben Dollerd, sirviendo–. ¡O se lo lleno!
–¡’ficiente! –gritó el reverendo Cowley.
Rrrrrr.
Tengo deseos de…
Toc. Toc. Toc. Toc. Toc.
–Muy –dijo Mr. Dedelus, con los ojos fijos en un boquerón sin tiesto.
Cubierto por el globo de los pepitos[113], extendido sobre un féretro de biscocho, un último, un único, un último boquerón del estío. Bloom solo.
–Muy –fijó–. Sobre todo en el extremo registro inferior.
Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc.
Bloom cruzó por lo de Berry. Si pudiese. Un momento. Ese productor de prodigios si lo hubiese. Veintitrés leguleyos en ese estudio. Los conté. Litigio. Quereos los unos con los otros. Montones de expedientes. Messrs. Pick & Pocket poseen poderes contenciosos. Goulding, Collis, Word.
Pero por ejemplo el tipo del bombo. Su predisposición: el conjunto de Mickey Rooney. Me pregunto cómo se le ocurrió. Muy cómodo en su domicilio después de comer moflete de cerdo y repollo tendido en el sillón. Repitiendo su sección en el repertorio. Pom. Bomborombón. El deleite de su mujer. Cueros de burro. Los exprimen vivos, los muelen después de muertos. Pom. Coscorrón. Es lo que le dicen yeshmek[114], mejor dicho kismet. El destino.
Toc. Toc. Un joven, ciego, con toqueteos de bordón toctoctocotó por el frente de lo de Deily donde un híbrido cuerpo de mujer y pez con sus mechones en el viento (pero no pudo ver) expulsó nubes de sirenio (siendo ciego no pudo), de Sirens el humo del refresco superior
Instrumentos. Un brote verde, formó un hueco con los dedos y después sopló. Con un peine y un pliego sedoso se puede componer sonidos melodiosos. Molly en beibidol, Lomberd Street West, el pelo suelto. Supongo que todo negocio inventó lo suyo. El montero con un cuerno. Uyy. ¿Se le endureció el? Horloge. Sonnez le. El boyero y su chifle. Puii sutil. El milico y el pito. ¡Pestillos y cerrojos! ¡Cuchillero! ¡Cinco en punto y sereno! ¡Pueden seguir durmiendo! Todo perdido. ¿Bombo? Pompom. Un momento. Lo sé. Pregonero. Ujier. Long John. Revive un muerto. Pom. Dignem. Pobrecito nominedomine. Pom. Es melodioso. Quiero decir, por supuesto que es todo pom pom pom muy del tipo de lo que se dice ripetizione. Pero se oye. Desfilemos, el solemne desfile, desfiló. Pom.
Sí o sí tengo que. Fff. Pero si lo hiciese en un festín. Cuestión de costumbres el príncipe pérsico. Recen un rezo, lloren por él. De todos modos fue medio estúpido por no oler un tenien. Encubierto. Me pregunto quién pudo ser ese tipo en el entierro con el piloto oscuro[115]. ¡Oh, el yiro[116] del corredor!
Un torvo perfil femenino con un negro sombrero torcido y los ojos vidriosos enfiló por el muelle en dirección de Bloom. Desde el primer momento en que vio ese perfil querible. Sí, es. Estoy muy solo. Crepúsculo lluvioso en el estrecho corredor. Cuerno. ¿Quién fue el del cuerno endure? Jiijoo yoteví[117]. Este no es su territorio. ¿Qué es lo que? Espero que. ¡Pssst! Señor, ¿puedo ofrecerle mis servicios? Me vio con Molly. Me reconoció. Te vi, tu mujer es de cuerpo robusto vestido bordó. Me desconcertó. El encuentro que tuvimos. Creyendo imposible que, bueno, poco menos que imposible que. Muy oneroso muy próximo del querido y dulce nido. ¿Me ve, no es cierto? Se ve como un susto diurno. Rostro de vino. ¡Que reviente! Oh, bueno, de esto o de lo otro tiene que vivir. Me miró.
En los exhibidores de Lionel Murks el negocio de viejo el presumido Henry Lionel Leopold el querido Henry Flower el muy compuesto Mr. Leopold Bloom observó quinqués deformes melodeones vencidos llenos de vermes. Precio módico: seis chelines. Puedo recibir lecciones. Económico. Dejemos que se esfume. Todo es oneroso si uno no lo quiere. Es el oficio del buen vendedor. Consigue que compres lo que te quiere vender. El tipo que me vendió el bisturí suizo con el que me depiló. Me pidió un plus por el filo que le dio. Por fin se fue. Seis chelines.
Debe ser el vino espumoso o quizá el semillón.
En torno de bronce vecino próximo de oro remoto los chupines de todos se unieron en un tintineo de brindis, con brillosojos corteses, enfrente del sugestivo último lirio del estío de Lydie bronce, lirio de León. Primero Lid, De, Cow, Ker, Doll, un quinto: Lidwell, Si Dedelus, Bob Cowley, Kernen y el enorme Ben Dollerd.
Toc. Un joven entró en el desierto comedor del Ormond.
Bloom vio el perfil del hermoso héroe en el frente de Lionel Merks. Lo último que dijo Robert Emmet. Siete últimos términos. Eso es de Meyerbeer. Hombres fieles como ustedes, hombres.
–Sí, sí, Ben.
–Brinde con nosotros.
Todo el mundo brindó.
Chin. Chin.
Toc. Un mozuelo, ciego se detuvo en el ingreso. No vio bronce. No vio oro. Ni Ben ni Bob ni Tom ni Si ni George ni los chops ni Richie ni Pet. Jí, jí, jí, jí. No los vio.
Pontobloom, gordobloom leyó los últimos términos. Gentilmente. Sólo en el momento en que mi pueblo ocupe su sitio entre.
Prrprr.
Debe ser el borg.
¡Fff! Oh, oh. Rrpr.
Los pueblos del mundo. No me siguen. El yiro se fue. Recién entonces. Trolebús. Kron kron kron. Buen momen. Viene. Krondlkronkron. Seguro que es el semillón. Sí. Uno, dos. Que se coloque. Koooooooo. Mi inscripción. He.
Pprrpffrrppfff.
Concluido.
[1] Creo que el Borrowfessor lo explicó todo, episodio por episodio, lo que entiendo es monstruoso en términos de respeto por el lector; pero, de todos modos y no queriendo ser menos que Herr Eminence, como ejemplo pongo dos o tres pies detesto que pueden servirle de indicio sobre cómo leer estos primeros dos folios. Todo es sonoro, sinfónico, melódico, en este episodio y lo que usted lee en un principio curioso, no lo niego, es lo que se dice un introito. Son trozos de textos que vienen luego; un cortipego, no sé si me expreso bien. Con eso tiene usted, lector insomne e inteligente, suficientemente suficiente.
[2] Dos mujeres, pelorrojo y pelorrubio, oyeron el clipiclop de los equinos de cortejo del virrey.
[3] Rezongo de un jovenzuelo, pinche impertinente.
[4] El que sube y desciende es el pomo del vertedor de chops. El frío cetro prominente.
[5] Vendedor de puros y joyero.
[6] Objetos inútiles en desuso, pero vistosos, viejos y costosos.
[7] Joyero y relojero. Compro oro y níquel. El níquel ennegrece con el tiempo, el oro no.
[8] Quien se quitó un blusón se desblusó o se desblusonó. Como gustéis, dijo Shekspierre.
[9] Lloredo, no llore, don, busque; esto es un juego.
[10] No el chupín de peces que comemos en el Tigre o en el puerto de Ingeniero White, sino los pequeños recipientes de vidrio donde se sirven licores o vino. Chupines o chiquitos, como en los bodegones del Retiro.
[11] Un múrice, infórmese, es un estrómbido, un bicho del ponto, un cornopontino, coniforme o conífero, que se come con tuco.
[12] Juego de términos: recoger higos: get figs, figetter recogedor de higos.
[13] Peine+occipucio; lo siento, en el texto de origen se utilizó un término compuesto inexistente.
[14] El quelonio es un reptil del orden de los Testudines, lento y silencioso que vive con un duro cobertizo sobre el lomo.
[15] Es curioso el término (Óleo+Ponto), pero juro que lo revisé en cinco ediciones diferentes (en inglés) y coinciden, menos, por supuesto el Volumen que pretendió ser el Ulises Definitivo que editó HWG.
[16] ¡Oh! Despeje urgente ese signo U (donde U no es U ni E ni O ni I) en CUNTWELL (COÑOBIEN o COÑOBUENO). Un horror. Los señores producen refrescos, son ingleses (o lo fueron) y tienen (o tuvieron) depósito en Dublín.
[17] Pero el texto de origen pone un nombre levemente distinto: Bloomuntuoso
[18] Molly dijo eso; dieciséis en punto viene Boylen con el repertorio del tour de conciertos por el Ulster.
[19] Un regente, es decir un rey, en su momento se cotizó veinte chelines y un penique. Un escudo de oro presque puro es lo mismo que un regente o un rey.
[20] Les recuerdo que el beibidol es un indumento interior femenino. Muy sexy.
[21] Pólice es el nombre serio del dedo gordo. Por eso los pólices son señores serios y gordos.
[22] Este folclórico Simple Simon es un típico niño bobo.
[23] Buoy es el nombre de un producto.
[24] Peterson es un reconocido instrumento que se sostiene entre los dedos y cuyo extremo se pone entre los morros; luego de dos o tres succiones se expele un humo delicioso lleno de perfume, pero tóxico.
[25] Entre nosotros, los pebetes pueden ser de crudo y queso (en Getxo de ibérico y queso) o de cocido y queso. El mismo término es (o fue en un tiempo) sinónimo de jovencito, mozo, chiquillo, chiquilín, chico, pibe, mocito, mozuelo, pibito, pendejo, pebete.
[26] Tener ojo es prevenir.
[27] Los signos O y S. Redondos y torcidos. Es decir Puntos (redondos) y signos de cuestión ¿? Como eses S retorcidos.
[28] Nosotros, los de este borde del mundo y sobre todo del río, entendemos muy bien lo que quiere decir esto del efeté, pero si usted, querido lector insomne es de otro territorio, le cuento que efeté es efectivo, dinero. Si usted quiere conocer lo que dice el texto de origen, se lo digo: RHINO; recibió su RHINO. Gifford dice que es un término erinés corriente que quiere decir eso: dinero en efectivo.
[29] Es decir, los morros sumidos en té. Perdone que le explique, pero no quiero que se frustre y se enoje conmigo por mis giros excéntricos; le juro que el escritor usó un giro inexistente en inglés. Un giro, le juro, sin tornillo.
[30] En el sentido de élite, lo selecto de Erín.
[31] Según Gifford, esto tiene que ver con unos versos de Percy French (1854-1920), Los Montes de Mourne en los que un erinés en Londres, después de ver lujos y esplendores, miles de mujeres con colorete, etc., dice que él prefiere el rostro de su Meiry, donde los Montes de Mourne (Mourn es duelo, luto) descienden sobre el ponto. En fin; si lo dice Gifford tiene que ser cierto.
[32] Cordófono de excelente nivel, muy prestigioso.
[33] Jeu de mots, porque Boylen se oye como hirviendo y Bleizes como fuego.
[34] Es posible que usted se pregunte qué es un ceprén; bueno, un ceprén es un dispositivo que tienen los cordófonos sobre los que el músico pone un pie de vez en vez con el propósito de obtener un tono profundo, hondo. Un Do profundo, por ejemplo.
[35] No es error; sucede que en el texto de origen M. Joyce hizo un pequeño jueguito sonoro medio equívoco que los Herr Borrowfessors discuten, unos dicen que sí fue un error de impresión y otros dicen que no fue un error de impresión, sino que fue exprofeso. Yo lo dejo como en el texto de 1922 que es lo mismo que hizo Morel quien, supongo, lo consultó con Joyce porque en su torducción no dice Merci sino Morci (despeje O)
[36] Pobre Bloom, tener que ver tres veces el rostro del pretendiente de su mujer. El veleidoso Bleizes Boylen.
[37] Dieciséis en punto viene Boylen, dijo Molly; recuerde esto.
[38] Brevísimo monólogo interior, interrumpido. Bloom. Sonrió. Quién (sobre este quién existen opiniones diferentes, unos dicen que es el corto por quick, otros que es el qui posetrusco, otros dicen que es el qui bretón). Me voy.
[39] Los dientes del monocordio, como un tenedor de dos dientes, que, si se lo percute, sirve de modelo de los tonos.
[40] El chiquito le dicen en Getxo, un chupín, en fin el recipiente de vidrio como creo que dije en otro pie detesto.
[41] Pido que se me excuse por este terrible neologismo, sonoro e imperioso. Fue menester.
[42] El perlé es un tejido brilloso.
[43] En este coche que de detiene, seguro que viene Boylen. Lo presiento.
[44] No es sencillo pedir pociones sin conocer opciones.
[45] En Dublín es sloe gin; el Getxo le dicen petxerén. Eso sí, si quiere pedirse uno, primero despeje los tres signo E porque si no se ofenden y no se lo sirven.
[46] Esto que entonó Miss Douce tiene por nombre El sombroso cocotero, y proviene del opus operístico Florodoro, de E. Boyde-Jones y P. Rubens. Idolores es el héroe femenino, coqueto y seductor. En contexto, el cocotero tiene sentido.
[47] El pretendiente o novio, no lo sé, de Idolores le dice que si quiere verlo volver mire en dirección del oeste.
[48] Un verso de Florodoro y el sombroso cocotero.
[49] ¡Que suene ese reloj!.
[50] Recuerde que los hinojos no son solo comestibles verdes. Uno se pone de hinojos por decir sus rezos, por ejemplo.
[51] Grosero porque después de pedirle insistentemente que se hinque y les muestre el truco del sostenedor sonoro sobre los muslos, lo que Miss pobre bronce Douce les concede, le dice que su propio dueño le enseñó el truco, como si fuese un probóscide, un mono, un león o un tigre del circo. Lenehen es un pobre estúpido. Hombres necios…
[52] Recordemos que Bösendorfer es un cordófono.
[53] Whiskey erinés, hecho en Dublín por John Power & Son.
[54] Un doloroso sobrehueso en el dedo gordo del pie.
[55] Tomo té porque dejé el licor; soy un solotomoté.
[56] No piense lo que no es; Molly vendió en su domicilio indumentos en desuso.
[57] ¿No lo probó? Es como un foie embutido. Riquísimo.
[58] El guiño es por el nombre de un opus operístico Une fille du régiment (1840), del florentino G. Donizetti (1797-1840).
[59]My Irish Molly, O: verso recurrente del típico cuplé erinés del mismo nombre.
[60] Un poco de pie detesto: Don Gifford se preguntó (él se preguntó) en 11.516, si esto no tiene que ver con el intento de seducción de Odiseo que los dos peces con torso y rostro de mujer (Miss Douce y Miss Kennedy) le tendieron y no les resultó. Es decir, Boylen se les fue como Odiseo y no lo pudieron seducir. Hum. Es un poco retorcido, pero en fin, si Don se lo preguntó, yo me lo pregunto y me respondo.
[61] Despeje E. Un suburbio del norte de Dublín.
[62] Este sendero (el nombre verídico es Bochelor’s Wolk) viene después del muelle Ormond Lower y es un obvio juego con el término que viene.
[63] Conjugo el embestir de un oboe; yo oboeo, él oboeó. Es el Coronel Oboe que ordenó embestir, el inicio del conflicto bélico.
[64] El dueño del edificio donde vive, que le exigió que lo deje.
[65] Steel iron; hierro irónico, ¿no?
[66] En el texto de origen dice (y lo comprobé en diferentes ediciones): foror the morrow. Por consiguiente, no se me culpe poror éseste supupuesto errerror.
[67] Dijimos que es un Bösendorfer genuino, con botones de eburno y un sonido perfecto.
[68] Moby Dick fue un minke, níveo y feroz que recorrió el mundo huyendo de un demente, o persiguiéndolo.
[69] No es ofensivo; Bloom tiene en mente unos versos de Shekspierre en Tonio y Cleopé: culo (poop)de un hermoso velero que recorre el Nilo.
[70] Mi encuentro con el querer; un verso del opus operístico Mertle, del señor Flotow, cuyos otros pormenores desconozco.
[71] Esto es un precedente de lo que viene: El joven rebelde (The croppy boy).
[72] Opus operístico de Vincenzo Bellini.
[73] Despeje los dos signos E en MEES.
[74]El dolor de lomo y el brillo en los ojos fueron indicios comunes del síndrome de Bright, un tipo de infección de los riñones (nefritis) por consumo excesivo etílico.
[75] Despeje E; un río o fuente no lejos de Dublín.
[76] El texto de origen dice birdsweet, por ende tordo+dulce= tordulce. Yo torduzco; es mi torducción.
[77] Furry Glen, un pensil el el noroeste de Dublín.
[78] Supersticiones; si ve un hombre que se mueve como si estuviese despierto pero dormido, no lo despierte porque puede ser peligroso; en vez de eso puede decirle su nombre (si lo conoce, obvio) o ponerle un poco de líquido elemento y que lo toque.
[79] O de ese Perec ido. Como gustéis.
[80] Ibid.
[81] Recordemos que este es el nombre de un opus operístico, que interpretó Simon Dedelus y el nombre escrito en el sobre que recibió Bloom.
[82] Ibid.
[83] En el episodio 7, sección ESCRIBIENDO SIN ERRORES, Leopold Bloom reflexionó sobre el oficio del corrector; eso tiene en mente en este momento.
[84] Recuerdos del Bloom en el episodio 6, leyendo el periódico en el coche rumbo del cementerio.
[85] Dice Giffords (11.860) que escribir con los signos E griegos supo ser signo de estilo poético. No me pregunte por qué, porque Gifford no lo dice, sólo pone ( E )…
[86] Bloom, como si fuese un porteño, pudo querer escribir Entendé en vez de Entiende, de otro modo no se entiende. Puede ser motivo de un congreso, con Borrowfessores exponiendo sus hipótesis, tesis y síntesis.
[87] Un g.p. es un giro de dinero que se remite por correo.
[88] Especie de sonsonete, dicho, proverbio (inexistente) queriendo decir: si yo disfruto (un encuentro prohibido), que mi mujer disfrute (del suyo) no debe volverme loco. Espero que mi solución de este escollo no provoque el escozor de los críticos sensibles.
[89] Recordemos: en el episodio 4 Bloom lee en el retrete un cuento escrito por un señor inglés, Philip Bonfoy, en un periódico de nombre Titbits. Es un cuento de misterio. El premio fue en dinero.
[90] Dos segmentos inconexos de lo que leyó en el retrete.
[91] El dicho no es de Shekspierre, sino de Will Congreve (1670-1729). ¿Y quién fue Congreve? No lo sé. Los libros con 365 dichos célebres fueron comunes en el s XIX. Lo dice Gifford en 11.905.
[92] Lo describí, el múrice, en el pie detesto número 11. Regrese y mire. Pero de todos modos se lo digo: es un molusco.
[93] Este individuo Welter (despeje primer E) Bopty (despeje O), según Gifford. Fue un profesor de solfeo de Dublín y uno de los impulsores de Feis Ceoil, un evento folclórico. El incidente pudo ocurrir, o no. Como ve, no se pierde mucho. De todos modos, como creo que el Borrowprofessor en sus dos volúmenes pudo extenderse sobre este punto de minúsculo interés, yo me extiendo por prevención.
[94] El joven rebelde, composición de W.B. McBurney sobre los sucesos de los rebeldes en 1798.
[95] No se queje del neologismo. Morros+Espiche (en el sentido porteño del término). = Morrespiche.
[96] Esto de teniente, le explico; en el texto de origen dice “bothered”, lo que en erinés corriente quiere decir sordo. Es obvio entonces que es un juego entre dos sinónimos; de modo que busqué y descubrí que sordo y teniente son, inceíblemente, sinónimos. No sé qué dice sobre esto el Borrowfessor Dos Tomos, pero je m’en fous du Prof.
[97] Lo dije en el pie detesto 19 y -¡Oh Diez, lo repito en el 91!- Un regente, es decir un rey, en su momento se cotizó veinte chelines y un penique. Un escudo de oro presque puro es lo mismo que un regente o un rey. En ese tiempo un monto enorme. Peor que el concurso preventivo de Vicentín. Con eso le digo todo. Pero, de todos modos, el gobierno no lo confiscó, el pobre Ben Dollerd se hundió solo.
[98] Por lo que veo Bloom se entretiene con un juego de términos en cruz.
[99] Tener Flor de voz (se lo explico por si usted no es de los nuestros) es tener un excelente registro de voz.
[100] Especie de serpiente que emite un sonido como de cencerros y tiene un veneno terriblemente tóxico.
[101] Recodemos que es un cordófono de muchísimo prestigio.
[102] Si no me equivoco Bloom tiene en mente el modo femenino de vestir.
[103] Decepción del pobre Bloom percibiendo que esos ojos que él quiere seducir no lo ven.
[104] Se entiende, triste. Un blues.
[105] El sombrero, de lujo.
[106] ¿Qué recorte? El que tiene su supuesto nombre, Henry Flower.
[107] Un fuerte del ejército, no lejos de New Ross.
[108] El botones es el pibe que cumple funciones de pinche del cocinero.
[109] Despeje los dos primeros signo e; luego busque en Google.
[110] Mi querido, en erinés.
[111] The little rift within the lover’s lute… Bellísimos versos de Vivien en coloquio con Merlin, en Idilios del Rey King (1859), del inglés Tennyson (1809-92). Si usted es un insomne y un buen lector curioso / no puede usted perderse estos versos deliciosos.
[112] Es un instrumento de viento, con unos tubos enormes, que se ve mucho en los templos.
[113] El pepito es como el chivito, el lomito, el pebete de crudo y queso, etc.
[114] En este Yeshmek, despeje los dos signos e.
[115] Mc’Intosh, el misterioso tipo del cementerio en el entierro de Dignem. Misterio irresuelto encore.
[116] Un yiro: mujer que ejerce el primer oficio del mundo; mujer que vende su sexo.
[117] En un tiempo hubo un comic, en un periódico porteño, con el nombre de Yoloví, sobre un niño soplón.