Odiseo – Episodio XII

¿Un léxico puede ser elegido? ¿o él nos elige ? El intérprete es del sur de nuestro territorio, de los confines. El texto que propone viene influido por sus célebres obsesiones. ¿Es posible reescribir el Ulises de Joyce con signos inexistentes? Si quieren leer, les ofrecemos este nuevo y oportuno episodio. Los previos, en este link. Dibujo de quien dibujó el resto de los episodios.

Estoy discutiendo un poco con el viejo Troy del D.M.P. en el recodo de Bower Hill y en eso viene un imbécil cubierto de hollín y por poco me mete un cepillo en el ojo. Giro con intenciones de decirle mi opinión sobre él y con  quién me encuentro perdiendo el tiempo en Swords Street sino con el mismísimo Joe Hynes.

–Oh, Joe –le digo–. ¿Qué se dice? ¿No vio cómo ese imbécil lleno de hollín por poco me desprende un ojo con el cepillo?

–El hollín es símbolo de suerte –dice Joe–. ¿Quién es ese viejo boludo[1] con el que lo vi discutiendo?

–El viejo Troy; estuvo con los detectives –le digo–. No sé si no denuncio por bloqueo injusto el tupé que tuvo ese tipo entorpeciendo el corredor con sus cepillos y sus pertrechos.

–¿Qué negocio lo llevó por ese distrito? –dice Joe.

–No mucho –le digo–. Sucede que tenemos un viejo zorro bribón no lejos del templo del regimiento en el recodo de Mount Temple Rd, el viejo Troy justo me estuvo proveyendo unos pormenores del individuo, que con el cuento de poseer un extenso dominio en County Down se llevó un buen montón de té y dulces obteniendo un crédito con el compromiso de devolver doce escudos por mes de lo del petiso Moses Herzog, de Heytesbury Street.

–¡Circunciso! –dice Joe.

–En efecto –le digo–. Un trocito del extremo. Un viejo plomero de nombre Geroghty. Desde principios de mes que lo persigo y no puedo exprimirle un penique.

–¿De modo que ese es su oficio? –dice Joe.

–Eso es –le digo–. ¡Cómo descendieron los poderosos! Recolector de créditos viejos y dudosos. Pero este inverecundo es el rey de los bribones conocidos en un círculo de cinco kilómetros y tiene el rostro lleno de pozos como si fuesen boquetes. Infórmele, dice, que lo reto, dice, y que doblo el reto:  si él insiste y usted vuelve, dice, lo denuncio con el juez, lo digo en serio, por vender sin permiso. ¡Y después de comerse todo!  Dios, me tuve que reír del pequeño judío y el tironeo de sus vestidos. Él se me beben mis tés. Él se me comen mis dulces. ¿Porque él no devuelven mis dineros? 

Por bienes no perecederos obtenidos de Moses Herzog, con domicilio en el número 13 de St Kevin’s Drive, Dublín Centro, distrito de Wood Docks, dueño de comercio, en lo sucesivo el vendedor, y vendidos y provistos que fueron recibidos conforme por Michel E. Geroghty, Productor, con domicilio en 29 Bower Hill, de Dublín, distrito de Smithfield, gentilhombre, dicho en lo sucesivo el receptor, que se describen: tres kilos de té de selección superior en tres chelines el medio kilo y quince kilos de dulce en polvo, en tres peniques el medio kilo, siendo el referido receptor deudor del referido vendedor por un monto de tres escudos, cinco chelines y seis peniques por bienes recibidos, cuyo importe debe ser devuelto por el referido receptor y puesto en posesión del referido vendedor en sucesivos desembolsos de tres chelines cero peniques por mes; y los referidos bienes no perecederos no pueden ser objeto de empeño ni cedidos como seguro de cobro ni vendidos ni disponer de ellos de ningún otro modo por el referido receptor, sino que se los tiene por y deben seguir siéndolo, el solo y exclusivo dominio del referido vendedor que puede disponer de ellos  según su propio criterio y como mejor le guste siempre que los mismos se encuentren pendientes de cobro y el vendedor no hubiese recibido el monto completo del crédito pedido por el receptor del modo convenido entre el referido vendedor, sus herederos, sucesores, síndicos y poseedores de derecho y el referido receptor, sus herederos, sucesores, síndicos y poseedores de derecho.

–¿Es usted un estricto beboté[2]? –dice Joe.

–No bebo entre sorbo y sorbo –le digo.

–¿Qué me dice si le propongo que visitemos un compinche que tenemos en común? –dice Joe.

–¿Quién? –le digo–. Seguro que lo tienen en John of God[3], loco perdido, pobre hombre.

–¿Bebiéndose su propio producto? –dice Joe.

–En efecto –le digo–. Whisky con líquido en el cerebro.

–Propongo lo de Bernie Kiernen –dice Joe–. Puede venir conmigo; tengo que reunirme con el dublinés[4].

–Visitemos pues lo de Bernie mo chroí[5] –le digo–. ¿Ningún suceso curioso, Joe?

–No es esodice Joe–. Estuve en ese mitin del City Hotel.

–¿De qué se discutió, Joe? –le digo.

–Revendedores de reses –dice Joe– sobre los morros febriles.  Tengo un reporte sobre esto que debe oír el dublinés.

De modo que fuimos por el depósito Linenholl y por el fondo del ministerio del interior discutiendo sobre esto y lo otro. Buen tipo este Joe siempre que tiene unos chelines pero eso sucede los veintinueve de febrero.  Midiós, ese bribón de Geroghty, no pude sorprenderlo; flor de pillo irreverente. Por ejercer el comercio sin permiso, dijo.

En el bello Inisfeil  existe un dominio, el dominio del virtuoso Michen. En este se erige un torreón que los hombres ven desde lejos. Duermen en él los Poderosos muertos como durmieron vivos, guerreros y príncipes de enorme renombre. Es por cierto un territorio sereno de cursos bulliciosos, regueros repletos de peces donde se divierten el rubio, el gobio, el surubí, el eglefino giboso, el pejerrey, el lobo de rio, el tiburón, el mero, el esturión, multitudes de peces comunes y diferentes especies del ponto, cuyo excesivo número impide su registro. En los vientos leves del oeste y del este los imponentes robles mueven en diferentes direcciones sus copiosos mechones, el onduloso sicomoro, el cedro de Beirut, el olmo esbelto, el eugenésico gomero y otros lujos de este universo en los que este territorio es pródigo. Queribles vírgenes se tienden en comunión con los profundos extremos de los queribles pinos repitiendo en melodioso coro sus muy queribles himnos en medio de todo tipo de queribles jugueteos con todo tipo de queribles objetos como por ejemplo lingotes de oro, peces brillosos, toneles de boquerones, redes de congrios, besugos, cestos de pececillos, purpúreos rubíes del ponto y juguetones insectos. Y los héroes vienen en su cortejo desde puntos remotos, entre Eblono[6] y Slievemergy[7], los excelentes príncipes de un distrito de Munster sin grilletes y de un Connucht inflexible y del liso y sereno Leinster y de los dominios de Cruochon y del espléndido distrito de Ermegh y del noble distrito de Boyle, príncipes,  hijos de reyes.

Y en ese sitio se yergue un fuerte luminoso cuyo esplendente techo de finísimo vidrio es visto por los pilotos que recorren el ponto en buques construidos con ese fin, y por el otro extremo vienen todos los tropeles y los gordos bueyes y los frescos frutos de esos dominios por los que O’Connell Fitzsimon recibe tributos, líder descendiente de líderes. Desde esos puntos vienen los enormes remolques con los frutos del suelo generoso, cestones de coliflores, montones de puerros, pilones de comosus, porotos de Pegu[8], contenedores de licopérsicos[9], toneles de higos, bolsones de pepinos, tubérculos esféricos y múltiples tipos de iridiscentes coles de York y de Courchevel, y cubos de cebollines, los níveos tesoros del suelo, y cestos de hongos y zucchini y gordos lentejones, y centeno y lino y rojos verdes ocres brunos bermejos enormes dulces repelentes tiernos pomelosos frutos del edén y redes de eterios[10] y diminutos cestos de groselleros pulposos y límpidos y endrinos dignos de príncipes y fresones en flor.

Lo reto, dice él y le doblo el reto. ¡Ven, Geroghty del demonio, célebre  bribón de extensiones y montes!

Y ese mismo sendero es recorrido por multitud de tropeles de cencerros y corpulentos ovinos y moruecos de primer vellón y corderos y cisnes trigueros y novillos y equinos que profieren sus relinchos y terneros sin cuernos y merinos de extenso vellón y corderos de consumo, y excelentes terneros de lo de Cuffe, y lechones y cerdos productores de tocino y los diferentes tipos de muy distinguidos porcinos y reses Hereford y toros de puro pedigrí junto con bovinos productores de leche y cortes de primer nivel; y por doquier se oye un continuo pisoteo, cloqueo, rugido, berreo, mugido, retumbo, gruñido, molido, mordisco, de borregos y cerdos y novillos de gruesos pesuños venidos de los dominios de Lush y Rush y Currickmines y de los vergeles con riego de Thomond, de los esteros del indómito M’Gillicuddy y el noble y recóndito Limerick, y de los leves declives del sitio de los reyes de Kerry, con sus ubres pendiendo por el exceso de leche y toneles de unto y queso cremoso y requesón y pechito de cordero y celemines[11] de trigo y cientos de oblongos huevos de diferente volumen, el níveo con el ocre.

De modo que hicimos nuestro ingreso en lo de Bernie Kiernen, y como no puede ser de otro modo dimos con el dublinés en su rincón sosteniendo un íntimo coloquio consigo mismo y ese piojoso perro del demonio, Gurryowen, y él pendiente de todo tipo de bebestible que pudiese lloverle del cielo.

–Mírelo, en pleno desorden, con su florero cruiskeen[12] y sus documentos desviviéndose por el movimiento.

El odioso cuzco emitió un quejido terrorífico. Si existe un espíritu misericordioso ese perro del demonio no puede seguir viviendo. Me dijeron que en un descuido se quedó con un buen trozo de los gregüescos de un milico de Coolock que vino con un documento celeste diciendo no sé qué sobre unos permisos.

–Identifíquense –dice.

–Todo bien, dublinés –dice Joe–. Somos compinches.

–Entren, socios –dice.

Entonces se pone un puño en el ojo y dice:

–¿Qué opinión le merece todo eso?

Presumiendo de guerrillero y del Rory de los montes. Pero, que lo tiró[13], Joe estuvo muy bien.

–Creo que los precios suben –dice, oprimiéndose los dedos con los muslos.

Entonces, qué lo tiró, el dublinés se inflige un bofetón sobre un hinojo y dice:

–Es por los conflictos bélicos del exterior.

Y dice Joe, metiéndose el dedo gordo en el bolsillo:

–Es el deseo de dominio de los rusos.

–¿En serio? Déjese de decir idioteces, Joe –le digo–. Mi sed no tiene precio.

–Dele un nombre, dublinés –dice Joe.

–Vino del nuestro –dice.

–¿Usted qué bebe? –dice Joe.

–Lo que usted ordene –le digo.

–Tres chops, Terry –dice Joe–. ¿Y qué me dice de ese viejo cuore[14], dublinés? –dice.

–Con el tiempo se pone mejor, e chere[15] –dice él–. ¿Qué sucede, Gerry? ¿El triunfo es nuestro? ¿Eh?

Y dicho eso tomó el pescuezo del cuzco viejo y, Dios mío, por poco no lo sofocó.

El perfil que se reclinó sobre un enorme bloque en el ingreso de un torreón en círculo resultó ser el de un lominmenso hondopecho fortemiembro sincerojo pelirrojo bien pecoso greñudo bocón rinostensible tiestenorme tronovoz rodilludo dedotosco muslovelludo rojirrostro héroe musculoso. Midiendo entre hombro y hombro muchos puntos[16] y sus prominentes hinojos rocosos cubiertos, como el resto del cuerpo por donde fuese  visible, por un crecido pelo renegrido y espinoso en tono y rigidez como el espino montés (Ulex Europeus). Los generosos olorificios, de los que crecen rígidos pelos del mismo tono bermejo, prorrumpen de modo que en su recóndito crepúsculo el tordo de los vergeles puede construir un cómodo nido. Los ojos en los que un triste gotón y un sonreír compiten por imponerse tienen dimensiones de enormes coliflores. Un torrentoso y tibio soplo surge con ritmo del profundo seno de su hocico coincidiendo con el rítmico retumbe del vigoroso pulso de su inmenso émbolo percutiendo como un trueno sobre el suelo, produciendo que el tope del conspicuo torreón y que incluso los superiores muros del voluminoso recinto vibren y tiemblen.

Se lo ve envuelto en un extenso ropón sin hombros hecho de cuero de buey recién curtido que le cubre los hinojos como un  generoso kilt y éste ceñido en su punto medio por un cinto que trenzó con junco y lino. El indumento interior consiste de unos gregüescos ceñidos en piel de ciervo, cosidos de modo rústico con tiento. Sus miembros inferiores los tiene embutidos en borceguíes de Belbriggen teñidos con liquen bermejo, protegidos los pies por coturnos de cuero curtido de novillo con cordones hechos de segmentos de glotis del pobre bicho. Del cinto pende un crucifijo de pedruscos del ponto que se embisten con todo movimiento de su portentoso perfil y sobre éstos reproducidos con un primitivo pero sorprendente ingenio los hechos heroicos de muchos hombres y mujeres erineses de tiempos remotos, Cuchulin, Conn de los cien triunfos, Nioll de los nueve rehenes, Brien de Kincoro, el Urdri Melechi, Ort Mc Murrogh, Shone O’Neill, el reverendo John Murphy, Owen Roe, Petrick Sersfield, Red Hugh O’Donnell, Red Jim McDermott, Soggerth Eogon O’Growney, Michel Dwyer, Frency Higgins, Henry Joy M’Crucken, Goliot, Horece Wheetley, Thom Conneff, Peg Woffington, el Herrero del Pueblo, el Coronel Moonlight, el Coronel Boycott, Dente Olighieri, Cristóforo Colombo, S. Forse, S. Brendon, Morshol McMehon, Corlomogno, Theobold Wolf Tone, los Mocobeos y el Ser que los tuvo en su vientre, el Último de los Muhhekunneuw, El Lirio de León, el Hombre de Golwoy, el Hombre que Quebró el Tesoro de Montecorlo, el Hombre en el Hueco, Mujer que no lo hizo,  Ben Fronklin, Nopoleón Bonoporte, John L. Sullivon, Cleopotre, Sovourneen Deelish, Julio Céser, Porocelso, sir Thom Lipton, Guillermo Tell, Miguel Éngel, Heyes, Mohomo, El Novio de Lommermoor, Peter el Penitente, Peter el Envolvedor, Roseleen Pelo Negro, Petrick W. Shekspierre, Brien Confucio, Murtogh Gutenberg, Petricio Velózquez, el Coronel Nemo, Tristón e Isolde, el primer Príncipe de Goles, Thom Cook e hijo, el Duro Niño del Rifle, Orroh no Pogue, Dick Turpin, Ludwig Beethoven, Colleen Bown, Weddler Heeley, Engus el Culdee, Dolly Mount, Sidney Perede, Ben Howth, Volentine Greetrekes, Edén y Eve, Erther Wellesley, Boss Crocker, Heródoto, Joch el Killer de Ogros, Goutomo Budo, Miss Godive, el Lirio de Killerney, Belor del Ojo Ciego, el Regente Femenino de Sebe, Ecky Negle, Joe Negle, Olessondro Volte, Jeremy O’Donoven Rosse, Don Philip O’Sullivon Beore. Sostiene un pico de berrueco filoso y tendido no lejos de sus pies un perro silvestre  cuyos estertóreos soplidos lo sugieren sumido en incómodo sueño, suposición verosímil por los roncos gruñidos y los movimientos reflejos que su señor reprime de vez en vez con golpes lenitivos de un potente bloque pétreo del neolítico de rústico pulido.

De modo que Terry sirvió los tres chops que convidó Joe y, que lo tiró, por poco me quedo ciego de verlo poner veinte chelines. Oh, como lo cuento. Un soberbio escudo.

–Y tengo otros como éste –dice.

–¿Estuvo metiendo los dedos en el cofre del diezmo, Joe? –le digo.

–El sudor de mi frente –dice Joe–. Fue el prudente miembro que me sugirió un vencedor.

–Lo vi y después me encontré con usted –le digo– por Phill Drive y Greek Street con su ojo de besugo revolviendo los intestinos de los peces.

¿Quién viene por los dominios de Michen, protegido por negro lorigón? O’Bloom, hijo de Rory: es él. Desconocedor del miedo es el hijo de Rory: el del espíritu prudente.

–Por pedido del femenino vejestorio de Prince’s Street –dice el dublinés– el medio que vive de los subsidios. El grupo erinés del Congreso. Y miren este folletín indigno –dice–. Miren esto –dice–. The Irish Independent, por Dios, hecho por Pernell como el soporte de los obreros. Miren con interés los decesos y los bebés recién venidos en el Irish everyone for Eire Independent, y los reconocimientos y los himeneos.

Y los lee con voz potente:

–Gordon, Bernfield Crescent, Exeter; Redmeyne de Iffley, St Enne’s on River; Will T. Redmeyne y su mujer, un niño. ¿Qué dicen de eso, eh? Wright y Flint, Vincent y Gillett con Rothe, Merion,  descendiente mujer de Rose y del difunto George Olfred Gillett, 179 Clephem Rd, Stockwell; Plywood y Ridsdeile, en St Jude’s, Kensignton, por el muy reverendo Dr. Forrest, obispo de Worcester, ¿eh? Decesos: Bristow, en Whitehill Ln, Londres; Curr, Stoke Newington, de un tumor y un síncope; Cockburn, en Moet House, Chepstow…

–Soy conocido de ese tipo[17] –dice Joe– en vivo.

–Cokburn. Dimsey, cónyuge de Deivid Dimsey, coronel en retiro efectivo; Miller, Tottenhem, 85 cumplidos; Welsh, junio 12 en 35 Cunning Street, Liverpool; Isobelle Helen. Qué me dice como ejemplo de un periódico defensor de lo nuestro, eh, ¡mi hijo negro![18] ¿Qué me dice de Mertin Murphy, el obrero de Cuin Mhuire?

–Bueno –dice Joe, distribuyendo los chops–. Suerte que se fueron primero que nosotros. Tómese esto, cívico.

–Con mucho gusto –dice, ilustrísimo.

–Por usted, Joe –le digo–. Y por todo el equipo.

¡Oh! ¡Uy! ¡Silencio! Me puse verdoso de deseos por beber un poco. Lo juro por Dios que pude oír el goteo en mi propio vientre.

Y entonces sucedió que en el momento de beber el licor del contento, un correo del cielo entró con gesto urgente, luminoso como el ojo de los cielos, un hermoso joven y siguiéndolo, un provecto de noble condición y rostro severo, sosteniendo los divinos rollos con los decretos de Ley, y junto con él su cónyuge, mujer de excelente progenie, lo mejor de su estirpe.

El pequeño Olf Bergen entró y se escondió en el rincón íntimo de Bernie, riéndose como un loco; y con quién me encuentro de improviso en un rincón en medio de unos ronquidos de beodo, inconsciente del mundo, sino con Bob Doren. Yo no me enteré de lo sucedido y Olf diciendo que miremos no sé qué en el exterior. Y, que lo tiró, resultó ser ese roñoso viejo bufón de Denis Breen con los pies metidos en sus condoritos[19] y sosteniendo con los puños dos terribles librotes sobre el pecho y su mujer siguiéndolo, pobre infeliz, en un trote perruno. Temí que Olf muriese de risoteo.

–Mírenlo –dice–. Breen. Recorriendo todo Dublín con un correo que un desconocido le envió con U.P; up; enloquecido por meterle un jui.

Y se dobló en dos riendo.

–¿Meterle un qué? –digo.

–Un juicio por libelo –dice–. Por diez mil escudos

–¡Oh, demonios! –le digo.

El odioso cuzco profirió unos gruñidos terribles viendo venir no sé qué pero el dublinés le dio un tremendo coscorrón en el lomo.

Bi i dho husht  [20]–le dice.

–¿Quién? –dice Joe.

–Breen –dice Olf–. Estuvo en lo de John Henry Menton y luego en lo de Collis & Word y después se lo encontró Tom Rochford y le sugirió que lo discutiese con el coronel por reírse un poco. Oh, Dios, me duele todo de reírme. U.p: up. El lungo lo miró como queriendo comérselo y en este momento el demente enfiló en dirección de Green Street con el fin de conseguirse un detective.

–¿Long John no tiene un tipo pendiente de ejecución en Mountjoy? –dice Joe.

–Bergen –dice Bob Doren, volviendo en sí–. ¿Es Olf Bergen?

–Sí,–dice Olf–. ¿Pendiendo del cuello? Esperen que les muestre. Bueno, Terry, sírveme un pony. ¡Ese ridículo viejo imbécil! Diez mil escudos. Si huiesen visto los ojos de Long John. U.p .…

Y se rio de nuevo.

–¿De quién se ríe? –dice Bob Doren–. ¿Ese es Bergen?

–No te demores, Terry, querido –dice Olf.

Terence O’Ryen lo oyó y presto le sirvió un chop lleno del espumoso elixir color Diospyros[21] que los nobles mellizos Bungiveogh y Bungordiloun[22] producen desde siempre en sus divinos toneles, despiertos como los eternos hijos de Lede[23]. Porque ellos reúnen los suculentos frutos femeninos del lúpulo y los extienden y los comprimen y los ciernen y los hierven y los  unen con jugos cítricos y ponen el mosto sobre el divino fuego y ni de noche ni con sol detienen su producción, esos inteligentes mellizos, señores del tonel.

Entonces, gentil Terence, tendisteis, como si fuese tu congénito modo, ese elixir bebestible y ofrecisteis el vítreo recipiente poniéndolo entre los dedos de quien sediento se mostró, ejemplo de gentilhombre, en lo bello como los eternos.

Pero él, joven jefe de los O’Bergens, no toleró ser menos en hechos generosos, por lo que cedió con delicioso gesto un testón de costoso bronce. Y sobre ese elemento esculpido con excelente pulso de orfebre relució el soberbio perfil de un regente femenino de imponente porte, retoño de los dominios de Brunswick, Victoire de nombre, Muy Sublime Regente, por disposición de Dios del Reino Unido y el Eire y de los ingleses dominios en todos los extremos del ponto, regente sostén del credo, Jefe de gobierno en territorio indio, incluso, sosteniendo el cetro, como signo de triunfo sobre numerosos pueblos, que gozó del querer de todos, pues tuvo el reconocimiento y el querer desde el punto donde surge el sol y en el poniente, del lívido, el oscuro, el rubicundo y el etíope.

–¿Qué sucede con ese podrido infiel –dice el dublinés– yendo y viniendo por el frente[24]?

–¿Cómo dijo? –dice Joe.

–Cóbrese –dice Olf extendiendo su óbolo–. Puesto que escuché lo de pender del cuello. Déjenme que les muestre lo que seguro no vieron. Correos de verdugos. Miren esto.

Entonces produjo de su bolsillo un lío de escritos y sobres.

–¿Es un chiste? –digo.

–Indio honesto[25] –dice Olf–. Pueden leerlos.

De modo que Joe tomó los correos.

–¿De qué se ríen –dice Bob Doren.

Entonces vi que el tiempo se puso tormentoso; Bob es un tipo difícil si el licor se le sube, entonces digo como por decir:

–¿Qué supo de Willy Murrey, Olf?

–No sé –dice Olf–. Vengo de verlo en Jervis Street con Peddy Dignem. Pero como estuve persiguiendo ese…

–¿Usted qué?–dice Joe, poniendo los correos sobre el zinc.-¿Con quién?

–Con Dignem –dice Olf.

–¿Quiere decir Peddy? –dice Joe.

–Sí –dice Olf–. ¿Por qué?

–¿No se enteró de que  murió? –dice Joe.

–¿Peddy Dignem muerto? –dice Olf.

–En efecto –dice Joe.

–Estoy seguro de que lo vi y de esto no se cumplieron ni cinco minutos –dice Olf– como que dos por tres son seis.

–¿Quién murió? –dice Bob Doren.

–Entonces vio un espectro –dice Joe–. Dios nos libre del demonio.

–¿Qué? –dice Olf–. Dios mío, ni cinco… ¿Qué?… y Willy Murrey discutiendo con él, los dos en el coso ese …¿Qué? ¿Dignem muerto?

–¿Qué sucede con Dignem? –dice Bob Doren–. ¿Quién mencionó en nombre de…?

–¡Muerto! –dice Olf– Lo vi menos muerto que ustedes.

–Puede ser –dice Joe–. Pero hoy decidieron libremente meterlo en un sepulcro.

–¿Peddy? –dice Olf.

–Eso –dice Joe–. Obló su compromiso con el universo, Dios lo disculpe.

–¡Cristo Bendito! –dice Olf.

Que lo tiró, se quedó lo que se dice sorprendido.

En el crepúsculo se oyó el revoloteo de unos dedos de espectro y ni bien los ruegos según los tontros[26] se emitieron en dirección de los sectores correctos un débil pero creciente brillo color rubí se fue volviendo visible, siendo muy vívido el surgimiento de un doble etéreo producto de los destellos jívicos emitidos desde el tope del tiesto y el rostro. El espectro se comunicó por medio del cuerpo pituitoso e incluso por medio de  destellos fuegocres y bermejos surgidos de su pelvis y del plexo esplénico. Se lo interrogó por su terrenombre sobre su domicilio en el mundo celeste y dijo que hoy recorre el nivel del proloyo[27] o del retorno pero que, por el momento, se le sigue un juicio por ciertos entes perversedientos en los círculos celestes inferiores. Respondiendo lo que se le preguntó sobre sus primeros sentimientos en el extenso límite de lo remoto, confirmó que en un principio vio todo como en un vidrio oscuro pero que quienes hicieron el cruce dijeron tener disponibles enfrente de ellos múltiples medios de cumplir con el crecimiento ótmico[28]. Requerido sobre posibles similitudes entre su domicilio celeste y nuestro vivir terreno expresó que pudo oír de seres con espíritus mejor dispuestos que sus domicilios tienen todo el confort de los domicilios modernos como por ejemplo tolófono, olovodor, ogofrooogocolonto, votorcloso y que los discípulos de superior evolución viven sumergidos en voluptuosos impulsos de purísimo orden. Luego de requerir un poco de suero cremoso éste le fue provisto y de evidentemente le proporcionó un notorio sosiego. Requerido sobre sus deseos o no de emitir un consejo que fuese oído por los vivos les recomendó que quienes estuviesen en el sector erróneo de Moyo[29] reconociesen el corredor verídico puesto que se informó en los círculos dévicos que Morte[30] y Júpiter producen destrucción por el rincón del oriente donde el morueco tiene poder. Se lo interrogó luego sobre deseos específicos que le hubiesen pedido los difuntos y respondió lo siguiente: Bienvenidos, compinches terrestres que seguís viviendo en el cuerpo. Preveníos de que C. K. no forme montones. Se dijo que el guiño fue por Mr. Cornelius Kelleher, gerente del reconocido negocio de servicios fúnebres de Mr. H. J. O’Neill, íntimo del difunto, quien se ocupó de los pormenores del entierro. En los segundos previos de convertirse en humo solicitó que su querido hijo Petsy supiese que el otro botín que buscó por todos los rincones en este momento duerme en el ropero del dormitorio de servicio y que deje los dos botines en lo de Cullen y que remiende sólo los medio fondos porque los extremos inferiores tiene buen grosor. Confesó que esto le inquietó el sosiego de espíritu viviendo en  su región y formuló un vehemente pedido de que se cumpliese con su solicitud.

Se le confirmó el cumplimiento expreso de su pedido y se sugirió que eso le proporcionó un enorme gusto.

Se retiró de los efímeros nidos que frecuentó; O’Dignem, nuestro sol diurno.

Ligero fue su pie sobre los helechos; Petrick el del rostro refulgente. Gemid, Bonbo[31], con vuestro viento; y gemid, ¡oh, ponto! con vuestro remolino.

–Ese tipo de nuevo –dice el dublinés, con los ojos en el exterior.

–¿Quién? –le digo.

–Bloom –dice–. Yendo y viniendo como un custodio los últimos diez minutos.

Y, que lo tiró,  lo veo meter el hocico de espión e irse de nuevo.

El pequeño Olf siguió muy sorprendido. Por cierto.

–¡Cristo Bendito! –dice–. Hubiese puesto dinero sosteniendo que fue él.

Y dice Bob Doren, con el sombrero torcido, el peor pillo de Dublín si sufre el síndrome etílico:

–¿Quién dijo que Cristo es bendito?

–Disculpe me perdone–dice Olf.

–¿Se puede decir que es bendito un Cristo–dice Bob Doren–, que se llevó un pobre tipo como Willy Dignem?

–Oh, bueno –dice Olf, queriendo eludir el punto–. Se le resolvieron todos sus inconvenientes.

Pero Bob Doren dice:

–Es un roñoso bribón, lo digo yo. Meterse con el pobre Willy Dignem.

Terry vino y con un guiño le sugirió que se serene, puesto que ese tipo de gruesos epítetos no son permitidos en un pub decente como el suyo. Y Bob Doren rompió en pucheros por Peddy Dignem, como se los cuento.

–El mejor hombre que he conocido –dice, en medio de sollozos–. Un tipo generoso como ninguno.

Por poco me conmovió. Diciendo estupideces sin detenerse. Le hubiese convenido volverse con el esperpento insomne de su mujer, Mooney, descendiente del culosheriff[32]. Su mujer tuvo un hotel dudoso en Frederick Court y recorrió los muelles consiguiendo clientes. Buntom Lyons me contó que pudo ver su perfil en el crepúsculo sin un género cubriéndole el cuerpo exhibiendo sus dones sin restricción y sin costo.

–Noble como ninguno, sincero como ninguno –dice–. Y se nos fue, pobrecito Willy, pobrecito Peddy Dignem.

Y entristecido, con el cuore roto,  lloró el deceso de ese destello del cielo.

El viejo Gerryowen empezó gruñó de nuevo en dirección de Bloom, yendo y viniendo por el frente del pub.

–Dele, entre –dice el cívico–. No muerde.

Entonces Bloom entró con sus ojos de mero en el perro y en breve coloquio con Terry  le preguntó si  Mertin Cunninghem no estuvo en el pub.

–¡Oh, Cristo M’Keown –dice Joe, leyendo un de los correos–. Escuchen esto, ¿quieren?

Y lee con voz potente.

 

 

7, Hunter Street

Liverpool

Supremo Sheriff de Dublín

Dublín

 

Muy señor mío deseo ofrecerle mis servicios en el penoso incidente que menciono en el comienzo fui el verdugo de un John Gunn en el presidio de Bootle el 12 de febrero de 1900 y colgué…

–Muéstreme eso, Joe –le digo.

–… un quinto[33] Erther Cheice por el orrendo crimen de Jessie Tilsit en el presidio de Pentonville i fui segundo de…

–Dios mío –digo yo.

–…Billington quien terminó con ese feroz delincuente el Escuerzo Smith…

El dublinés tironeó del pliego.

–Espere un momento –dice Joe–, tengo un método exclusivo de ceñirles el nudo corredizo y desde el momento en que se lo pongo es imposible que se lo quiten deseoso de ser elegido quedo, noble señor, mis condiciones es cinco ginnees.[34]

 

  1. Rumbold,

                                                                        Peluquero Senior.

 

–Y un tremendo bruto por extensión –dice el dublinés.

–Y los inmundos jeroglíficos del infeliz –dice Joe–. Tome –dice– Quite eso de mis ojos, Olf. Bienvenido, Bloom –dice–, ¿qué bebe?

De modo que sostuvieron un coloquio sobre el punto, Bloom diciendo que no bebe y que no puede y que lo disculpe y que no lo tome como un desprecio y todo eso y después dice bueno, que pide sólo un puro. Que lo tiró, es un tipo prudente, por cierto.

–Denos uno de sus hediondos de primer nivel, Terry –dice Joe.

Y Olf  con el cuento de un tipo que envió un correo muy condolido con un reborde negro.

–Son todos peluqueros –dice él– del territorio oscuro que hubiesen sido verdugos de sus propios progenitores por cinco escudos y estipendios.

Y nos contó que dos tipos se meten en el hueco del proscenio y se le prenden de los tobillos en el momento del golpe y penderlo como corresponde y que después escinden con sus hocinos el cordel y venden los trozos en unos chelines por tiesto.

En oscuro territorio viven, los rencorosos gentilhombres del bisturí. Ciñen sus mortíferos nudos, sí, y desde ese momento conducen en dirección de Erebo todo ser que hubiese cometido un crimen vertiendo humor venoso puesto que de ningún modo lo sufriré como lo dijo el Señor.

De donde surgió el punto del recurso jurídico extremo y por supuesto Bloom viene con el por qué y desde qué tiempos y todo el merlucerío pertinente y el perro viejo oliéndolo todo el tiempo dicen que estos judíos despiden en serio un olor curioso que los perros huelen sobre no sé qué efecto convencimiento[35] y que esto y que lo otro.

–Sobre cierto objeto no tiene ese tipo de efecto –dice Olf.

–¿Qué objeto? –dice Joe.

–El utensilio del pobre infeliz que pende del cuello –dice Olf.

–¿Es cierto?  –dice Joe.

–Como que Dios existe –dice Olf–. Lo escuché decir del jefe de turno que estuvo en Kilmeinhem[36] donde Joe Bredy[37], el invencible,  murió pendiendo del cuello. Me contó que después de su ejecución, en el momento de escindir el cordel, le vieron el miembro erecto como un poste enfrente de sus rostros.

–El impulso instintivo y su gobierno post mortem –dice Joe–, como se dijo.

–Tiene un principio científico –dice Bloom–. Es sólo un fenómeno congénito, que se produce por el…

Y entonces empezó con sus retorcimientos de sinhuesos sobre los fenómenos y los hechos científicos y este fenómeno y el otro fenómeno.

El distinguido científico Herr Professor Luitpold Blumenduft presentó testimonios médicos en el sentido de que el repentino quiebre de los huesos del cuello y el consecuente corte del tejido meduloso o meollo, coincidiendo con los mejores y menos discutidos preceptos del mundo médico científico, produce indefectiblemente en el hombre un violento estímulo en los nódulos de los centros nerviosos del conjunto genésico, induciendo de ese modo que los poros flexibles del cuerpo tipo domo[38] se estiren en unos segundos de modo que permiten el presto flujo de del humor venoso en dirección de ese miembro del hombre conocido como pene o miembro viril, lo que concluye en el fenómeno que descripto por los técnicos como un débil erección de orden filoprogenitivo subiente y proyectivo en el momento de morir por rompimiento del cuello[39].

Entonces por supuesto el dublinés, que estuvo pendiente de un resquicio en el sermón, venteó su discurso sobre él y los invencibles y el viejo pelotón[40] y los hombres del 67 y quién tiene miedo de discutir lo del 98 y Joe se le une con su mención del montón de tipos que murieron pendiendo del cuello o que se ejecutó y se desterró por el movimiento, que se juzgó y se condenó en consejos guerreros y un nuevo Erín y un nuevo esto y lo otro. Un sermón sobre el nuevo Erín; por qué mejor no se consigue un nuevo perro nuevo, eso es lo que le conviene. Piojoso bruto muerto de deseos de comer oliendo por todos los rincones y royéndose los pegotes de pus y se detiene enfrente de Bob Doren que viene en dirección de Olf con el medio chop que le convidó y lo lengüeteó como un mendigo. Entonces por supuesto que Bob Doren, como un imbécil, profirió:

–¡Deme ese piecito! ¡Deme ese piecito! ¡Qué lindo perrito! ¡Dele, el piecito! ¡Deme ese piecito!

¡Uy! Qué incordio, y dele que dele con deme el roñoso piecito, y Olf queriendo impedir que se desmorone del podrido sillín sobre el piojoso perro viejo y él diciendo todo tipo de idioteces sobre métodos no violentos de instrucción y que el perro es de pedigrí y que el perro es inteligente; todo un ridículo sermón. Después juntó unos trozos de bizcochos viejos de un contenedor de Jecob’s[41] que Terry le prestó por expreso pedido suyo. Que lo tiró, se los devoró como si fuesen botines viejos y su sinhueso pendiendo un metro exigiendo un suplemento. Por poco se come el recipiente, el roñoso cuzco muriéndose por un bizcocho.

Y el dublinés y Bloom discutiendo sobre el punto, y después los mellizos Sheeres y Wolfe Tone en Bower Hill y Robert Emmet y morir por el suelo en que uno vive, el toque lloroso de Tommy Moore sobre Sereh Curren y su dolor de mujer en el exilio. Y Bloom, por supuesto, con su hediondo puro repitiendo estupideces con su rostro de tocino. ¡Fenómeno! El gordo cuerpo de su cónyuge es otro lindo fenómeno con un culo como terreno de bolos. El tiempo en que vivieron en el City[42] Pisser Burke me contó de un vejestorio con un sobrino demente y Bloom yéndole por el sector sensible fingiéndose mimoso y ofreciéndose de socio en el póker queriendo conseguir que lo incluyese como heredero y sin comer un bife los viernes por no ofender los sentimientos religiosos del vejestorio siempre con sus rezos del credo y él por todo el distrito con el demente. Y lo llevó por los piringundines de Dublín y el muy necio se lo devolvió ebrio como un tonel y dijo que lo hizo por que conociese los peligros del licor y juro por el sumo pontífice que el grupo de tres mujeres por poco se lo comen crudo, es un cuento divertido, el vejestorio, Mrs. Bloom y Mrs. O’Dowd gerente del hotel. Dios, me tuve que reír del modo en que Pisser Burke imitó sus cotorreos. Y Bloom con sus ¿pero no lo entiende? y sus pero de todos modos. Y el sumun de lo divertido según me dijeron es que el demente se le hizo vicio meterse en lo de Power, el vendedor de licores en Cope Street y siempre volvió inconsciente después de beberse todos los chupines que el negocio sirve como promoción. ¡Fenómeno!

–En recuerdo del muerto –dice el dublinés subiendo su chop y poniendo sobre Bloom unos ojos de fuego.

–Sí, sí –dice Joe.

–No comprenden mi posición –dice Bloom–. Lo que quiero decir es…

Sinn Fein! –dice el dublinés–. Sinn Fein eisím! [43]Los seres queridos los tenemos con nosotros y los odiosos enemigos los tenemos enfrente.

Fue despedido de un modo en extremo emotivo. Desde los remotos o vecinos domos el fúnebre bordón mortuorio repicó sin detenerse y por el sombrío recinto redobló el ominoso prólogo de cientos de mudos bombos interrumpido por el sordo redoble de los pertrechos bélicos. El trueno ensordecedor y los enceguecedores destellos de los refucilos que pusieron luz sobre el  siniestro recinto dieron testimonio de que los obuseros celestes contribuyeron con su oropel imperecedero ensombreciendo un despliegue de por sí horroroso.

Un torrente se precipitó desde el dique de los cielos furiosos sobre los tiestos descubiertos del numerosísimo público presente que según los cómputos menos tendenciosos se estimó en unos quinientos mil, entre hombres, mujeres y niños. Un pelotón de efectivos del distrito de Dublín presidido por el mismísimo sheriff en jefe se ocupó del orden entre el público, en beneficio de quien el grupo de bronces y vientos de York Street con el propósito de disminuir el tedio de los momentos previos ejecutó sorprendentemente bien con sus instrumentos cubiertos de crespones el exquisito opus del numen tristemente lírico de Sperenze[44], conocido por todos nosotros desde el moisés. Servicios expreso de trenes de excursión y mullidos coches de tiro fueron dispuestos en bien del confort de nuestros rústicos primos de los se pudo ver enormes contingentes. Enorme diversión produjeron los troveros preferidos de Dublín L-n-h-n  y M-ll-g-n en  El crepúsculo en que Lerry colgó del cuello en su típico estilo jocoso. Nuestros dos inconfundibles bufones hicieron un portentoso negocio con sus composiciones entre el elemento seguidor del género cómico y es inconcebible que quien conserve el genuino chiste erinés, libre de giros groseros, en un rincón de su pecho les mezquine sus bien merecidos peniques. Un nutrido grupo del Nosocomio de niños Expósitos unisex  gozó con deleite desde los rosetones el sorpresivo bonus de su entretenimiento diurno y es justo reconocer el excelente emprendimiento del grupo de Sores del Pobre con su decisión de permitir que los niños desprovistos de sus dos progenitores tuviesen un recreo genuino e instructivo. Los huéspedes del virrey, un buen número de ellos con sus mujeres de renombre, fueron conducidos por Sus Excelentes mismos y puestos en los sitios de honor entre los tribuneros[45] y el pintoresco comité de pueblos del exterior conocido como los Socios del Islote Verde se ubicó entre los tribuneros del extremo opuesto. El comité, presente en pleno,  estuvo constituido por el Comodoro Becibeci Beninobenone (el doyen semi rígido del grupo que tuvo que ser puesto en su sitio con el socorro de un potente guinche), Monsieur Pierrepol Petitépetent, el Grossjoker Vlodinmire Pokethondkertscheff, el Superjoker Leopold Rudolph von Schwenzenbed-Hodentheler, Comtesse Mertle Virege Kisészony Putrépesthi, Hirem Y. Bomboost, el Conde Ethenetos Koromelopulos, Oli Bobó Becksheesh Rehet Lokum Effendi, el Señor Hidelgo Gentilhombre Don Pequepoco y Pelebres y Peternoster de los Melores de lo Molorio, Hokopoko Horokiri, Hi Hung Chong, Olof Kobberkeddelsen, Mynheer Trik von Trumps, Pen Poleoxe Peddyrisky, Goosepond Prhklstr Kretchinebritchisitch, Borus Hupinkoff, Herr Hurheusdirektorpresident Hens Chuechli-Steureli Netionelgymnesiummuseumsenetoriumendsuspensoriumsordineryprivetdocentgenerelhistoryspecielprofessordoctor Kriegfried Ueberellgemein.

El conjunto de los ministros sin excepción se expresó en muy duros y heterogéneos términos respecto de ese despropósito sin nombre por el que se lo convocó. Un vivo incidente (en el que estuvieron todos) se produjo en el grupo del F.O.T.E.I. respecto de si el noveno o el décimo idus del mes tres el verosímil belén del divino y justo  protector de Erín. En medio de dicho incidente hubo tiros de obús, cuchillos, floretes, revólveres, proyectiles de olor, rompe huesos, cubre tiestos, impulsores de bloques, puños de hierro, bolsones de limo, trozos de lingotes de hierro, y hubo libre expendio y recepción de golpes. El milico rostro de niño, el quinto McFudden, requerido desde Booterstown por urgente correo pedestre, presto repuso el orden y veloz como un refucilo propuso el 17 del mes como solución que respetó el honor de los dos grupos contendientes. Lo propuesto por el inteligente coloso sosegó en el momento los espíritus de todos y se logró un sólido consenso. El quinto McFudden recibió el sentido reconocimiento de todos los F.O.T.E.I., muchos de cuyos miembros lucieron notorios moretones. Luego de conseguir que el Comodoro Benino Benone surgiese de su escondite so el sillón de presidente, su consejero jurídico el Dottore Pogomimi informó que los diversos objetos escondidos de modo subrepticio en sus veintinueve bolsillos los retiró en el furor del conflicto de los bolsillos de sus jóvenes socios con intención de que se serenen. Los objetos (incluyendo cientos de relojes de oro y de níquel de hombre y de mujer) fueron presto puestos en posesión de sus legítimos dueños y el completo sosiego reinó supremo.

Sereno, indiferente, Rumbold trepó en el proscenio en impoluto indumento muy poco severo y con su flor de elección, el Glodiolus Cruentus. Se insinuó  por medio de su leve tos cuyo estilo Rumbold muchos (sin éxito)  quisieron repetir, breve, minucioso pero muy típico del hombre. En su ingreso el verdugo reconocido por su prestigio en el mundo entero fue recibido por el rugido de los vítores del numerosísimo público presente; el conjunto de mujeres de los virreyes movieron en el éter sus moqueros en el frenesí del momento y los no menos frenéticos ministros venidos del exterior prorrumpieron en un griterío de voces, hoch, bonzoi, eljen, zivio, chinchin, pollo kronio, hiphip, vive, Olloh, entre los que el sonoro molto bene del ministro del territorio del himno lírico (un doble sol incisivo que recordó esos deliciosos tonos subidos con que el eunuco Cotoloni[46] fue el deleite de los predecesores de nuestros vejestorios predecesores) se distinguió con nitidez. El reloj indicó diecisiete en punto. El signo del comienzo del rezo fue presto difundido por potentes conos emisores y en un segundo todos los tiestos se descubrieron; el imponente sombrero del Comodoro, posesión de su estirpe desde lo que se conoció como revolución de Rienzi, se lo quitó su médico exclusivo, el Dr. Pippi. El erudito clérigo que proporcionó los últimos consuelos religiosos en beneficio del héroe que con su suplicio debe cumplir el correctivo impuesto, se puso de hinojos en el típico y no menos puro estilo de los seguidores de Cristo en un espejo de líquido llovido, con el negro ropón sobre su tiesto gris, y ofreció en honor del trono misericordioso fervientes rezos con ruegos de perdón. Tieso en el proscenio se irguió el siniestro perfil del verdugo, su rostro oculto en un bidón de veinte litros con dos cortes en círculo  por los que refulgieron furibundos sus ojos. En ese interín, pendiente del mortífero signo probó el filo de su horrible instrumento sobre un tercio de su musculoso miembro superior o bien degolló en veloz sucesión un lote de corderos provisto por los seguidores de su cruel pero imprescindible oficio. Sobre un bello escritorio de roble, no lejos de él, se dispusieron en buen orden el cuchillo de desposte, los diversos instrumentos de destripe con fino temple (provistos de modo exclusivo por el productor de cuchillos reconocido en todo el mundo, Mr. John Round & Sons, Sheffield), un pote de gres donde poner el duodeno, el colon, el intestino ciego, el grueso, etc., según se los extirpe y dos convenientes recipientes de esos en los que se pone leche con el fin de recibir en ellos el precisos humor venoso del precioso occiso. El conserje del refugio consentido de perros y felinos estuvo pendiente de que le entreguen los recipientes llenos y de ese modo distribuirlos entre los internos del benéfico instituto. Un muy buen refrigerio compuesto de tocino y huevos fritos, un delicioso bife con puerro, exquisitos bollos crujientes y un té fuerte fue provisto de modo generoso por los custodios en beneficio del ilustre intérprete del triste número escénico, que se mostró de excelente humor en los momentos previos de su muerte y evidenció un muy genuino interés por todos los pormenores de los procedimientos; porque él, con un tesón poco frecuente en estos tiempos que corren, no desentonó con el nivel del inminente suceso y solicitó como último deseo (velozmente concedido) que el refrigerio fuese dividido en porciones  entre los miembros del instituto de conserjes enfermos e indigentes como signo de reconocimiento y querer. El nec y non plus super de lo emotivo fue el momento en que su futuro cónyuge irrumpió de modo sorpresivo entre el gentío desde el borde del proscenio y se precipitó sobre el musculoso pecho de quien por su querer recorre los últimos minutos en este mundo. El héroe envolvió su bello perfil ciñendo su cuerpo en un tierno mimo, diciendo con dulzor Sheile, Sheile, tesoro mío. Feliz por el uso de su primer nombre, le besó con fervor los diversos sectores descubiertos de su cuerpo donde el  decoro de los indumentos del presidio le permitieron que los roce con sus bríos. Y unidos los dos torrentes llorosos le juró proteger por siempre el tesoro de su recuerdo, que tener siempre presente en su espíritu el recuerdo de este joven héroe pendiente de ejecución y con un himno en los morros como si estuviese viendo un encuentro de hurling en Clonturk Field. Su voz de mujer evocó los felices momentos que vivieron juntos en su dulce niñez por los bordes de Enne Liffey, inmersos en los inocentes divertimentos de juventud, e inconscientes del penoso presente rieron como locos y todos los presentes, incluyendo el noble clérigo, se unieron en un jolgorio colectivo. El monstruoso público simplemente se estremeció de gozo. Pero de pronto, vencidos por el dolor, unieron sus dedos en el último minuto. Un nuevo torrente de gotones surgió de sus ojos llorosos y el numerosísimo público, fuertemente conmovido, rompió en terribles sollozos, no siendo el menos dolorido el mismísimo vejestorio prebendito[47]. Hombres crecidos y fuertes, los custodios y los gentiles hombretones de los Efectivos del Orden del Eire, hicieron libre uso de sus moqueros y es justo decir que no hubo un solo ojo seco en ese portentoso congreso. Un incidente muy emotivo se produjo ni bien un hermoso joven recibido en Oxford, célebre por sus gentiles modos con el sexo opuesto, se presentó y, exhibiendo sus títulos, su libro de cheques y los pormenores de su estirpe, solicitó los dedos extendidos de triste mujer joven requiriéndole que pusiese un término de himeneo, y recibió un presto sí. El público femenino recibió en el evento un souvenir de buen gusto, un broche reproduciendo un tiesto con dos huesos en cruz, oportuno y generoso hecho que provocó un nuevo derroche de gotones; y en el momento en que el gentil doctor oxoniense (dueño, por cierto, de uno de los nombres prestigiosos del noble mundo inglés) puso en el dedo de su promise, con el rostro cubierto de rubor, un costoso dije de compromiso con rubíes dispuestos en trébol, el llorisqueo no conoció límites. En efecto, incluso el duro preboste en jefe, el teniente coronel Tomkin-Moxwell ffrenchmullen Tomlinson presidente del triste rito, él, que sin titubeos sujetó multitudes de jóvenes grumetes indios en los extremos de los proyectores de municiones, no pudo contener su emoción. Con su mitón de red de hierro se secó un gotón furtivo, y los burgueses que tuvieron el privilegio de constituir su estrecho cercle le oyeron decir en un susurro interrumpido:

–Que el demonio me lleve si no es delicioso ese bendito dulce. Que dios me condene, por poco lloro en serio; su visión me evocó mi viejo esperpento, pendiente de mi regreso en Limehouse.

Entonces el dublinés empezó con su sermón sobre el léxico erinés y el encuentro de los consejeros del municipio y todo eso y los chonines[48] que desconocen su propio léxico y Joe metiéndose porque no sé quién le pidió un escudo y Bloom con su viejo discurso y el puro de dos peniques que obtuvo de Joe y que esto y lo otro con su unión de erineses y escoceses y los que  no quieren que se conviden licores y se encurdelen, perdición de Erín. Unión de los métete en lo tuyo, eso es lo que le conviene. Que lo tiró, prefiere que le llenen el buche de licor por el resto del tiempo que le quede en vez de ser él quien convide. Recuerdo que con un compinche estuvimos en uno de esos encuentros nocturnos que suelen ofrecer, minuetos y cuplés, todo sobre que hubiese hecho equilibrio sobre un brote de centeno mi dulce Moureen Loy, no lo dudéis, y un tipo con el distintivo celeste de los que no beben licor diciendo no sé qué en erinés y lleno de mujeres de pelo rubio sirviendo refrescos sin contenido etílico y vendiendo pendones y limón exprimido y unos bollos viejos y secos, que lo tiró, qué vómito de diversión, ni me lo recuerdes. Un Erín sobrio es un Erín libre. Y entonces un viejo sopló en el tubo de su pito rociero[49] y todos los huevones moviendo los pies con el ritmo de Se les murió el toro viejo. Y uno o dos devotos protegiendo el decoro femenino, golpes so nivel de cinturón.

Entonces, como vengo diciendo, el perro viejo viendo el contenedor sin contenido decidió oler los pies de Joe y los míos. Yo lo hubiese instruido con muy buenos modos, eso es, si fuese mi perro. Dos por tres lo hubiese dormido de un flor de voleo en un sitio donde no lo deje ciego.

–¿Teme que le dé un mordiscón? –dice el dublinés, burlón.

–No –digo–. Pero puede confundir mis pies con un poste de luz.

Entonces dice el nombre del perro viejo.

–¿Qué sucede, Gerry? –le dice.

Entonces empezó con sus tirones y coscorrones profiriendo órdenes en erinés y el cuzco viejo gruñendo y respondiéndole como en un dueto operístico. Ni el demonio oyó gruñidos como los que se dijeron esos dos. Si hubiese un tipo con tiempo que perder tiene que escribir un correo pro bono publico que se publique en los periódicos sobre un proyecto de ley exigiendo que ese tipo de perros lleve siempre un cinto de cuero envolviéndole el hocico. Rugiendo y gruñendo con los ojos rojos, hidrofóbico y muerto de sed.

Quienes se interesen en difundir los modos del hombre entre los seres inferiores (que son legión) no deben perderse el viejo y reconocido perro lobo setter pelirrojo erinés en un tiempo conocido con el sobriquet de Gerryowen y recientemente sustituido por su numeroso círculo de seguidores y conocidos como Owen Gerry, en su increíble exhibición de cinontropío[50]. El show es producto de lustros de instrucción y de un régimen minucioso e incluye, entre otros logros, el decir de versos. El mejor de nuestros expertos vivos en cuestiones de orden fonético (¡cuyo nombre no diremos ni sufriendo el peor de los tormentos) no dejó terreno sin remover en sus esfuerzos por comprender y resolver los versos que el perro recitó y descubrió que tienen sorprendente (el sorprendente es nuestro) similitud con los versos rúnicos de los viejos troveros célticos.

No tenemos en mente solo esos deliciosos himnos del querer que el escritor oculto por el cómico seudónimo de Pequeño Brote Dulce[51] puso en conocimiento del mundo de los bibliófilos, sino (como un reportero de nombre D. O. C[52]. lo dice en un inteligente suelto que venimos de leer en un vespertino) los del tono corrosivo e íntimo que uno puede ver en los irónicos excesos efusivos del ilustre Roftery y de Don McConsidine[53], por no incluir un versero no menos moderno que hoy consigue los elogios del público. Ponemos en vuestro conocimiento un espécimen que fue reescrito en inglés por un eminente hombre de sensible intelecto cuyo nombre por el momento no tenemos permiso de difundir, si bien creemos que nuestros lectores pueden ver en el guiño tópico un indicio poco menos que evidente. El método métrico del curioso perro, un símil de los complejos códigos de repetición y contenido isofónico del englyn de Newport, es muchísimo menos simple, pero creemos que nuestros lectores coinciden con nosotros en que el sentido se comprende. Podemos decir incluso que leyendo los versos de Owen con lentitud y sencillez, en un tono que sugiere rencor contenido, se produce el incremento de su intenso efecto:

 

Lo peor de lo peor yo te deseo

entre lunes y domingo.

Y siete jueves sin whisky

Te deseo, Kiernen Bernie,

no tienes ni líquido elemento

que mi espíritu refresque,

con el fuego que es mi triperío

por los bofes de este Lowry.

 

Entonces se comunicó con Terry y le pidió un poco del líquido elemento que solicitó el perro y, que lo tiró, el lengüeteo se oyó desde un kilómetro y medio por lo menos. Y Joe lo convidó con otro.

–Con todo gusto, mo chroí –dice–, como testimonio de que no le tengo rencor.

Que lo tiró, no es el tonto que uno supone. Moviendo el culo de pub en pub, de brindis en brindis con todo el mundo con el perro del viejo Giltrep y el buche repleto con el dinero de contribuyentes y residentes. Hombre y perro de jolgorio. Y dice Joe:

–¿Qué me dice de otro chop?

–¿Puede ser que cisne un flote? –le digo[54].

–Otro giro, Terry –dice Joe–. ¿Seguro de que no quiere un refresco? –dice.

–No, muy gentil –dice Bloom–. Debo decir que sólo vine porque quedé en reunirme con Mertin Cunninghem, por el seguro del pobre Dignem. Mertin me pidió que consulte con el funebrero. ¿Vio?, él, Dignem quiero decir, no informó que hipotecó el documento del seguro, y según se dispone por ley el dueño del crédito no puede exigir que le liquiden el seguro.

–Bendito cretino -dice Joe, riéndose–, eso sí que es bueno; Shylock preso de su propio juego. ¿Quiere decir entonces que el crédito de su mujer es preferente, no?

–Bueno, eso dicen los cogedores de su mujer –dice Bloom.

–¿Qué cogedores? –dice Joe.

–Los consejeros, quiero decir –dice Bloom.

Después sigue todo confundido retorciéndose sobre el deudor que hipotecó un bien según disposiciones de leyes corrientes como presidente de bloque en su sillón y que los beneficios de su mujer como cónyuge superviviente y que se constituyó un fideicomiso pero que se debe tener presente que Dignem es deudor de Bridgemen y que si su mujer o el cónyuge superviviente discutiese los derechos del poseedor del crédito por el bien que hipotecó; por poco no me quemó el cerebro con el deudor que hipotecó un derecho y los preceptos jurídicos vigentes. Tuvo un exceso de suerte si se libró él mismo de ir preso según preceptos de ley por pordiosero y bribón sólo que tuvo un juez compinche. Vendiendo billetes de bingo o no sé qué loto del reino bohemio. Cierto como que usted existe. ¡Fíese de un hebreo! Regio embuste con privilegio bohemio.

Entonces viene Bob Doren que no puede sostenerse en pie y quiere que Bloom se comunique con Mrs. Dignem y le exprese que le duele su dolor y que se siente triste por el entierro y que le comente que él siempre dijo y que todos los conocidos siempre dijeron que no hubo desde que el mundo es mundo un ser sincero y  bueno como el pobrecito Willy que se murió que se lo dijese. Repleto de idioteces de sensiblero. Y sosteniendo entre los suyos los dedos de Bloom fingiendo su dolor y que le dijese todo eso. Choque esos cinco, socio. Eres un bribón y yo lo soy.

–Déjeme presumir de nuestro mutuo conocimiento –dijo–, que por ligero que pudiese suponerse visto según el criterio del mero tiempo, se fundó, como espero y creo, en un sentimiento de mutuo respeto, con el fin de pedirle este servicio. Pero si hubiese excedido los límites de lo discreto, que  lo sincero de mis sentimientos excuse mi intrepidez.

–No –replicó el otro–, estimo en su extensión los motivos que mueven vuestro proceder y cumpliré el cometido que venís de pedirme, sirviéndome de consuelo mi reflexión de que, si bien el correo es doloroso, este testimonio de fe en mí vuelve en cierto modo dulce el incisivo gusto mi copón.

–Permitidme entonces que os estreche esos cinco –dijo él–. Vuestro generoso pecho, estoy seguro, os debe decir mejor que mis rumbosos términos los modos menos impropios de difundir un tipo de emoción cuyo recio gusto, si me permitiese decir libremente mis sentimientos, muy posiblemente me deje mudo.

Y de pronto se fue entre tropezones queriendo sostenerse derecho. Diecisiete en punto y el tipo en pedo. Fue de noche que por poco no lo meten preso, de no ser porque Peddy Leonerd resultó ser conocido del milico, el 14 E. Un pedo de dios y señor nuestro en un piringundín de Bride Street luego del último repique, cogiendo con dos yiros y un fiolo[55] de custodio, bebiendo pilsen en pocillos de té. Y fingiendo ser frenchés entre los yiros, Joseph Menuo[56], y demoliendo los principios religiosos de los seguidores de Cristo, él, que de niño ofició de monje en el templo de Edén y Eve, y quién escribió el nuevo testimonio sucesorio, y el viejo testimonio sucesorio, y dele con los mimos y los toqueteos. Y los dos yiros puro jolgorio, metiéndole los dedos en los bolsillos del pobre imbécil y él vertiendo pilsen sobre el colchón y los dos tesoritos riéndose de él. ¿Cómo tienes los testimonios? ¿Tienes un viejo testimonio? Si no hubiese sido por lo oportuno que estuvo Peddy, ni te cuento. Pero verlo un domingo con su tesorito como si fuese su mujer, removiendo el culo por el medio del templo con botines lustrosos, qué menos, y sus violetones, dulce como un budín, con humos de noble. Joch Mooney es su mellizo. Y el vejestorio que los puso en el mundo convirtiendo los dormitorios en prostíbulos con encuentros furtivos. Que lo tiró, Joch sí que lo enderezó. Le dijo que corrigiese el entuerto[57] prometiéndole meterle un contenedor de botines en el culo.

Entonces Terry vino con los tres chops.

–Buen provecho –dice Joe, con un brindis–. Buen provecho, dublinés.

Slon leot [58]–dice.

–Suerte, Joe –le digo–. Buen provecho, dublinés.

Que lo tiró, se consumió medio chop. Sólo un rico puede sostener un convite de ese ritmo.

–¿Quién es el lungo que se propone de intendente, Olf? –dice Joe.

–Un conocido suyo.

–¿Nennen? –dice Joe–. ¿El mimbro[59]?

–No diré ni un solo nombre –dice Olf.

–Lo supuse –dice Joe–. Recién lo vi en ese mitin con Willie Field, M.P., los revendedores de reses.

–Peludo Iopos[60] –dice el dublinés–, ese monte en erupción, querido por todos los pueblos e ídolo del propio.

De modo que Joe empezó su coloquio con el dublinés sobre los morros febriles y los revendedores de reses y sobre comprometerse con ese tipo de cuestiones y el dublinés cubriéndolos de insultos y Bloom con que se desinfecten los ovinos sumergiéndolos en piletones y meter los terneros con tos en un foso higiénico y el remedio efectivo en los brotes de glositis en bovinos. Todo porque tuvo un empleo en un frigorífico. Recorriendo los bretes muy orondo con su registro y su plumín como si fuese un entendido pero Joe Cuffe lo condecoró con el distintivo de un voleo en el culo por discutir con un cliente.

Mr. Losetodo. Ve un lechero y quiere instruirlo sobre el ordeñe de cisnes. Pisser Burke me contó que en el hotel donde vivieron su mujer supo verter ríos de lloro con Mrs. O’Dowd y los ojos rojos de desconsuelo con su gordo tejido de veinte centímetros de espesor. Sin poder desprenderse los breteles del corpiño, y el viejo ojos de merluzo como un trompo en torno suyo con sus inútiles instrucciones. ¿Qué tenemos previsto hoy? Sí. Ser bueno con los bichos. Porque los pobres bichos sufren y dicen los expertos y el remedio que no les produce dolor y distribuir sobre los tejidos heridos sin ejercer presión. Que lo tiró, con esos dedos sedosos robó los huevos y los pollos siguen durmiendo.

Go G Goro. Cloc Cloc Cloc. Liz es nuestro plumífero preferido. Pone huevos por nosotros. Es feliz poniendo huevos. Goro. Cloc Cloc Cloc. Y entonces viene el tío Leo. Pone los dedos entre el negro vientre de Liz y el nido y recoge el huevo fresquito. Go go go go Goro. Cloc Cloc Cloc.

–De todos modos –dice Joe–, Field y Nennetti tienen billete hoy mismo en el ferry nocturno; tienen reunión en Londres por cuestiones pendientes en el recinto de los comunes.

–¿Y es seguro que el consejero tiene que ir? –dice Bloom–. Justo hoy que tengo que verlo.

–Sí, tiene billete hoy en el buque del correo nocturno –dice Joe.

–No tengo suerte –dice Bloom–. Debo verlo urgente. Mr. Field puede ir solo. No me comuniqué por teléfono. No. ¿Seguro?

–Nennen tiene que ir –dice Joe–. El movimiento le pidió que presente un informe sobre el edicto del sheriff que prohíbe los juegos erineses en los pensiles[61]. ¿Qué opinión le merece eso, cívio? El Sluogh no h-Eireonn[62].

Mr. Cowe Conocre[63] (Multifernhem, ns[64]): Respecto de lo propuesto por de mi noble compinche, el nuncio de Shillelogh[65], ¿puede decirme este gentilhombre muy digno de honor si el gobierno dio órdenes de que se exterminen los bovinos incluso si no hubiese testimonio médico concluyente sobre su condición de enfermos?

Mr. Ollfours (Tomoshont, cont.[66]) : Los dignos miembros poseen testimonios evidentes puestos en conocimiento del comité del congreso en su conjunto. Creo que no tengo  mucho que decir respecto de esto. Respondiendo lo que preguntó el digno miembro le digo que sí.

Mr. Orelli O’Reilly (Montenotte, ns.): ¿Se dieron órdenes en el mismo sentido exigiendo que se ejecuten de los bípedos que osen medirse en juegos erineses en Phoenix Fields?

Mr. Ollfours: Le respondo que no.

Mr. Cowe Conecre: ¿El difundido télex Mitchelstown del muy digno gentilhombre inspiró posiblemente los hechos políticos de los gentilhombres en los sillones del Tesoro? (¡Oh! ¡Oh!)

Mr. Ollfours: no recibimos informe previo sobre ese requerimiento.

Mr. Stoylewit (Buncombe, ind[67].): No dude en oprimir el percutor.

(Irónicos vítores de los opositores.)

El locutor: ¡Orden! ¡Orden!

(El recinto se pone de pie. Vítores.)

–Ese el hombre –dice Joe– que resucitó los deportes erineses. Ese en su sillín. El hombre que permitió que Jim Stephens se fugue. El vencedor de todo Erín en el tiro de ocho kilos. ¿Qué otros récords consiguió, dublinés?

Ní chuimhin liom[68]–dice el dublinés, fingiéndose modesto–. En un tiempo supe ser bueno como el resto.

–No tiene que ser modesto, dublinés –dice Joe–. Usted fue  mucho mejor.

–¿Es cierto eso? –dice Olf.

–Sí –dice Bloom–. Es bien conocido. ¿No se enteró?

Entonces sostuvieron un coloquio sobre los deportes erineses y los juegos de ingleses como el tenis sobre césped y sobre el hurley y el tiro de peso y el suelo de origen y reconstruir el pueblo y todo eso. Y por supuesto Bloom tuvo que decir lo suyo, por ejemplo que si  un tipo le sufre del cuore[69] el ejercicio violento es pernicioso. Por el ser que me tuvo nueve meses en su vientre que si uno recoge del suelo un brote de centeno y le dice Mire, Bloom. ¿Ve este brote? Es un brote de centeno, él le dice un discurso  completo sobre eso y sin detenerse un segundo.

Un coloquio muy instructivo se sostuvo en el viejo recinto de Brion O’Ciornoin’s en Sroid no Bretoine Bheog,[70] so el soporte de Sluogh no h-Eireonn[71], sobre el resurgimiento de los viejos deportes erineses y lo procedente del fisicoculturismo, como como se lo entendió en los tiempos de los primeros griegos y entre los sucesores de Rómulo y Remo y en el viejo Eire, como un recurso en beneficio del progreso genético. El provecto presidente de este noble modelo de institución ejerció el rol de conductor y los concurrentes fueron numerosos. Luego de un instructivo discurso del presidente, que pronunció un soberbio sermón de un modo elocuente y enérgico, siguió un intenso y provechoso trueque de opiniones con el típico excelente nivel sobre lo sostenible de un revivir de los viejos juegos y deportes de nuestros predecesores de los pueblos célticos. El reconocido y meritorio obrero del movimiento por nuestro viejo léxico, Mr. Joseph M’Corthy Hynes, hizo un elocuente pedido por el resurgimiento de los viejos deportes y entretenimientos célticos, cuyo ejercicio Finn McCool sostuvo sin interrupción, con el propósito de revivir los mejores testimonios de fortitud viril y poderes de los que somos herederos desde tiempos remotos. L. Bloom cosechó un cóctel de vítores y chistidos por sostener un criterio opuesto y el presidente tenor concluyó el entredicho respondiendo los continuos pedidos y los benévolos vítores provenientes de todos los sectores del recinto repleto, con un excelente y sublime ejecución de los imperecederos versos del eternoThom Osborne Devis (por suerte bien conocidos por el público lo que nos exime de repetirlos en este punto) De nuevo un Pueblo, ejecución puede decirse sin temor de desmentidos que el curtido héroe del pueblo superó por lejos su propio récord. El Coruso-Geribeldi erinés se vio en excelente condición y sus potentes registros se oyeron con el enorme beneficio del célebre himno que interpretó como sólo nuestro músico puede conseguirlo. Su potente voz de primer nivel, cuyo brillo incrementó de modo notorio su reconocimiento en todo el mundo, recibió los fervorosos vítores del numeroso público donde pudieron verse no pocos prominentes hombres del clero e incluso miembros de los medios de difusión, del mundo jurídico y todo tipo de profesiones de libre ejercicio. De este modo el congreso se dio por concluido.

Entre los clérigos presentes estuvieron el muy rev. Willium Delony, Soc. Jes., D.E.L.[72]; el muy rev. Gereld Molloy, D.E.T[73].; el reverendo P.J. Kevenegh, C.E.Sp.[74]; el rev. T. Woters, S. C[75].; el rev. John M. Ivers, P.D.T. [76] el rev. P. J. Cleery, O. D. S. F.[77]; el rev. L. J. Hickey, O.D.P.[78]; el muy rev. Fr. Nicholson, O. D. S. F. ; el muy rev. B. Gormon, O.C. P. D.[79]; el rev. T. Muher, S.D.J.[80]; el muy rev. Jim Murphy, S.D.J.; el rev. John Lovery, P.D.S.V.[81]; el muy rev. Willium Doherty, P.E.J.[82]; el rev. Peter Fogon, M.M.[83]; el rev. T. Brengen, O.S.O[84].; el rev. J. Flevin, T.J.[85]; el rev. M. E. Heckett, T.J.; el rev. W. Hurley, T.J.; el muy rev. Mgist. M’Minus, R.D.D.[86]; el rev. B.R. Slettery, O.M.I.[87]; el muy rev. M.D. Scully, S.C[88].; el rev. F.T. Purcell, O.D.P.[89] .; el muy rev. Timothy Gormen, S.C.; el rev. J. Flonogon, T.J.; entre los legos estuvieron P. Fey, T. Quirke, etc, etc.

–Respecto del ejercicio violento –dice Olf–, ¿vieron el encuentro pugilístico entre Keogh y Bennett?

–No –dice Joe.

–Oí decir que El Que Le Dije se hizo no menos de cien escudos –dice Olf.

–¿Quién? ¿Bleizes? –dice Joe.

Y Bloom dice:

–Lo que quise decir del tennis tiene que ver, por ejemplo, con los reflejos y el ejercicio del ojo.

–Sí, Bleizes –dice Olf–. Con el fin de que disminuyesen los envidos[90], hizo correr el rumor de que Myler se convirtió en bebedor empedernido, y el tipo siguiendo con sus ejercicios físicos con todo rigor.

–Lo conocemos bien –dice el dublinés–. Hijo de un felón. Conocemos cómo ingresó en sus bolsillos el oro inglés.

–Es cierto –dice Joe.

Y Bloom que insiste con lo del tenis sobre césped y el flujo del humor venoso, requiriendo de Olf:

–¿No cree, Bergon?

–Myler le hizo morder el polvo –dice Olf–. Heenen y Soyers fue un juego de niños medido con esto. Le propinó los progenitores de todos los meneos. Ver ese minúsculo indiecito que no le ve ni el ombligo y el mocetón moliéndolo con sus coscorrones. Por Dios, el último puñete se lo dio en medio del vientre. Códigos de Queensberry y todo, le hizo devolver incluso lo que no comió.

Fue increíble e histórico el encuentro en el que Myler y Percy estuvieron de frente con el fin de medir puños por un premio de cien escudos. El desnivel por el menor peso del preferido de Dublín lo compensó por su oficio superior en el dominio del ring. Los efectos pirotécnicos del último round por poco fueron el fin de los dos ídolos. El teniente primero, peso welter, le hizo perder humor venoso en el entrevero previo donde Keogh fue el receptor exclusivo de sus golpes con los puños izquierdo y derecho, consiguiendo el fusilero imponer unos pocos cruces en los morros del predilecto, y Myler quedó medio grogui. El quinto puso los puños en movimiento, ofendiendo con un poderoso cruce,   golpe que el púgil erinés respondió impeliendo un directo en pleno rostro de Bennett. El de uniforme bermejo mezquinó el tiesto pero el dublinés lo elevó de un cruce con el puño izquierdo y un potente golpe en pleno cuerpo. Los hombres se unieron en un enredo. Myler presto se concentró de nuevo consiguiendo someter el ímpetu de su oponente y el round terminó con el hombre fornido meciéndose en los tensores del ring, sufriendo los golpes de Myler. El inglés, cuyo ojo derecho quedó poco menos que ciego, se sentó en su rincón donde le vertieron litros de líquido elemento, y ni bien sonó el gong se puso de pie juguetón y lleno de brío, seguro de concluir con el guerrero púgil de Dubh Linn en un periquete. Fue un duelo sin concesiones y el triunfo fue del mejor. Los dos, como dos tigres, dieron todo de sí y el fervor del público se convirtió en un sublime frenesí. El juez poniéndose enfrente de Pucking Percy lo reprendió dos veces por excesos de sujeción, pero lo zorro del preferido y el movimiento de sus pies fueron el deleite de miles de ojos. Luego de un veloz ir y venir de convites donde un certero uppercut del teniente hizo surgir un chorro de humor venoso de los morros de su oponente, el corderito emprendió el proceso de demolición de su opositor poniéndole un tremendo golpe con el puño izquierdo en el plexo del Guerrero Bennett, que rodó por el suelo. Fue un knock-out de glorioso estilo. En un contexto de enorme tensión, oyendo el púgil de Portobello el conteo de rigor, el segundo de Bennett, Ole Pfotts Wettstein, tiró el lienzo y el joven de Sentry, con todo derecho, fue ungido vencedor en medio del delirio incontenible del público que ocupó el ring y lo llevó en hombros con indecible júbilo.

–Conoce muy bien dónde le oprime el botín[91] –dice Olf–. Escuché que emprende un tour de conciertos por el norte.

–Correcto –dice Joe–. ¿No es cierto?

–¿Quién? –dice Bloom–. Oh, sí. Es muy cierto. Sí, es lo que se dice un tour de estío, ¿comprende? Sólo un evento festivo.

–Mrs. B. como intérprete exclusivo, ¿no es cierto? –dice Joe.

–¿Mi mujer? –dice Bloom–. Tiene excelente voz, sí. Tiene que ser un éxito. Él es un excelente emprendedor. Excelente.

Uyuyuy que lo tiró, me digo yo. Eso resuelve lo del coco con leche y lo del bicho sin pelo en el pecho[92]. Bleizes emprendiendo un recorrido festivo. Tour de concierto. El hijo de Don Roñoso, el embustero de Isle Bridge que se burló del gobierno en pleno conflicto con los boers vendiéndole dos veces los mismos equinos. Viejo Quequé. Vengo por el impuesto de los pobres y el riego, Mr. Boylen. ¿Usted qué? El impuesto del riego, Mr. Boylen. ¿Usted quequé? Ese bribón sí que emprende todo lo que viene, puedes creerme. Sólo entre tú y yo.

Mujer de pelo negro, descendiente de Tweedy orgullo del peñón de Colpe[93]. En ese territorio creció en excelente primor donde el níspero y el prunus difunden sus perfumes por el éter. Los pensiles de los Chopos conocieron el susurro de sus pies; los olivos reconocieron su perfil y le sonrieron. Merion, de los pechos generosos. Dulce mujer de Leopold.

Y ved, en eso entró uno del grupo de los O’Molloy, un hermoso héroe de rostro níveo si bien un poco rubicundo, consejero de su eminente doctor en leyes, y con él el príncipe heredero del noble tronco de los Lumbert.

–He,[94] Ned.

–He, Olf.

–He, Joch.

El Señor esté con vosotros –dice el dublinés.

–Y con tu espíritu –dice J. J–. ¿Qué le pido, Ned?

–Un medi –dice Ned.

De modo que J. J. hizo el pedido.

–¿Estuvo en el foro? –dice Joe.

–Sí –dice J. J.–. Dijo tiene solución, Ned –dice.

–Eso espero –dice Ned.

¿Qué negocios tienen esos dos? J. J. lo remueve de los registros del foro y el otro lo socorre. Su nombre se publicó en Stubb[95]. Un fullero empedernido que vive en pedo, con esos señoritos de ostentosos monóculos, bebiendo vino espumoso. Justo él, fundido y cubierto de edictos y órdenes de ejecución. Empeñó el reloj de oro en el Cummins de John Dillon Street pretendiendo no ser reconocido en el cuchitril del fondo, y justo yo voy con Pisser por el recupero de unos botines que empeñó. ¿Cómo es su nombre, señor? Morton, dice él. Sí, y muerto es poco, digo yo. Que lo tiró, pronto lo veremos volver pidiendo perdón, pienso.

–¿Supieron lo del demente de Breen? –dice Olf–. U.P; up.

–Sí –dice J. J.–. Quiere conseguirse un detective.

–Sí –dice Ned–. Y quiso ser recibido por el juez, pero Corny Kelleher lo convenció de que lo primero es conseguir que un perito revise lo que le escribieron.

–Diez mil escudos –dice Olf, riendo–. Dios, mi reino por oírlo exponer sus motivos en el fuero con los miembros presentes y él enfrente del juez.

–¿Fue usted, Olf? –dice Joe–. Lo verídico, todo lo verídico y sólo lo verídico, con el socorro de Jimmy Johnson[96].

–¿Yo? –dice Olf–. No se me impute lo que no hice.

–Todo término suyo –dice Joe– puede convertirse en un testimonio que lo perjudique.

–Por supuesto un pleito siempre es posible –dice J. J.–. Eso quiere decir que no es compos mentis.. U.P; up

–¡Compos su primo! –dice Olf, riendo–. ¿No entienden que es un demente? Mírenle el tiesto. ¿No ven que diez veces por mes tienen que ponerle el sombrero con el utensilio de ponerse los botines?

–Sí –dice J. J.–, pero según los códigos vigentes lo verosímil de un libelo no sirve como testimonio en un juicio por insultos.

–¡Jo jo! Olf –dice Joe.

–De todos modos –dice Bloom–, pensemos en su pobre mujer. Quiero decir su cónyuge.

–Lo siento por su mujer –dice el dublinés–. Y por los miles de mujeres que se unen en himeneo con un medio medio.

–¿Cómo medio medio? –dice Bloom–. Usted quiere decir que…

–Medio y medio, digo –dice el dublinés–. Un tipo que no es ni fu ni fo.

–Ni esto ni lo otro –dice Joe.

–Es lo que quiero decir –dice el dublinés–. Un pishogue, no sé si me entiende.

Que lo tiró, pude oler el inminente conflicto. Y Bloom diciendo que quiso decir que es cruel que su mujer tuviese que ir de remolque de ese viejo imbécil lereleré.[97] Perversión con los seres vivos es permitir que ese misérrimo Breen con los pelos del rostro envolviéndole los tobillos continúe comiendo yuyos y que los cielos lloren de verlo. Y el orgullo de su mujer porque un primo del progenitor de su esposo fue ujier del pontífice. Poniendo en un muro su foto con los bigotes estilo Rompelotodo Sweeney, el signori Brini de Summerhill, el eyetellieno[98], custodio bereber del Sumo Pontífice, dejó los muelles y fijó domicilio en los suburbios de Moss Street. ¿Y quién fue, eh? Un don cero, viviendo en dos dormitorios de un conventillo, por veintiocho peniques por mes, con el pecho cubierto de distintivos de cinc y soberbio con todo el mundo.

–Y eso no es todo –dice J. J.–, el envío por correo de un souvenir en foto es difusión. Se lo tuvo por testimonio suficiente en el juicio de Sedgrove versus Hole, que sentó precedente. En mi opinión el pleito tiene sustento jurídico.

Seis y ocho peniques[99], por Dios. ¿Quién le pidió opinión? Déjenos beber nuestros chops en silencio. Pordiós, ni eso podemos pretender.

–Bueno, brindemos, Joch –dice Ned.

–Buen provecho, Ned –dice J.J.

–De nuevo con su recorrido –dice Joe.

–¿Dónde? –dice Olf.

Y que lo tiró, lo veo ir por el frente con sus libros sobre el pecho y su mujer de remolque y Corny Kelleher con un ojo torcido en el interior del pub, discutiendo con él como si fuese su viejo, queriendo venderle un féretro en buen uso.

–¿Qué sucedió con el juicio por ese embuste con lo de Quebec? –dice Joe.

–Encierro preventivo –dice J. J.

Uno del colectivo de los circuncisos conocido con el nombre de Jim Wought con los motes de Sephiro o Sperk y Spiro, promocionó en un periódico un billete con destino Quebec por veinte chelines. ¿Qué? ¿Me creíste tonto? Por supuesto que fue un embuste. ¿Qué? Esquilmó un lote de dependientes y rústicos de Wilkinstown, sí señor, e incluso gente de su propio entorno. J. J. nos contó sobre un viejo hebreo Zeretzky o ese tipo de nombre gimiendo en el box de los testigos con el sombrero puesto, que juró por el divino Moisés que sufrió un robo con un perjuicio de dos escudos.

–¿Quién juzgó en ese pleito?

–El juez del municipio –dice Ned.

–Pobre viejo sir Frederick –dice Olf–, se lo puede engrupir como si fuese un niño.

–Un ingenuo bueno –dice Ned–. Le vienen con un cuento triste sobre un inquilino moroso  y su mujer con fiebre y muchos hijos, y rompe en sollozos en su sillón.

–Es cierto –dice Olf–. Reuben J. tuvo suerte de no ir preso en el pleito que intentó con el pobrecito de Gumley, el custodio de los bloques del municipio en Butt Bridge.

Y repite lo que dijo el viejo juez en medio de sollozos:

–¡Es bochornoso! ¡Un pobre obrero! ¿Qué número de hijos tiene? ¿Diez?

–Sí, su señorío[100]. Y mi mujer con tifus.

–¡Y su mujer con tifus! ¡Esto es un bochorno! Retírese urgente de este recinto. No, señor, no dispondré ningún secuestro. ¡Cómo se le ocurre venir y pedir un secuestro! ¡Un pobre obrero, un hombre decente! Repudio su pretensión.

Y entonces, en el decimosexto sol del mes del femenino dios de los ojos bovinos[101] y en el tercer septeto después del festejo del Divino e Indiviso Trío, por entonces en su primer creciente, de los cielos su virgen descendiente femenino Selene,  esos ilustres jueces se hicieron presentes en templo donde ejercen su ley. El profesor Courteney, presidiendo en su propio recinto, dio su opinión y el noble juez Endrews, presidiendo sin jury el recinto en lo sucesorio, sopesó y ponderó con riguroso criterio lo pedido por el primer impulsor sobre el inmueble en lo que tiene que ver con lo propuesto como cesión y el definitivo testimonio de disposición, in re, de todos los bienes concretos y propios del difunto Jeicob Hollidey, vendedor de vinos, muerto, versus Livingstone, menor, débil de mente, y otro. Y en el solemne foro de Green Street vino sir Frederick el Cetrero. Y cinco en punto presidió con el propósito de imponer el viejo código de los brehons, en comisión en todo el distrito y sus regiones y en el distrito de Dublín. Y se sentó con él el conspicuo senedrín[102] de los doce grupos étnicos de Ier[103], un hombre por tribu, de los de Petrick y los de Hugh y los de Owen y los de Conn y los de Oscor y los de Fergus y los de Finn y los de Dermot y los de Cormuc y los de Kevin y los de Ceolte y los de Ossien, siendo todos ellos doce hombres buenos y decentes. Y los conjuró en nombre de Él, que sufrió muerte de cruz, pidiéndoles que condujesen un juicio justo y honesto y se pronuncien según estrictos criterios de ley en el litigio entre el rey su señor y el prisionero en el podio, con cuyo fin Dios los ilumine y que besen los libros divinos. Y se pusieron de pie, esos doce de Ier[104], y prometieron en nombre de Él, que es eterno, proceder según Su justo código. Y en el momento los esbirros del foro condujeron desde su reclusión en el prominente torreón un individuo detenido por los detectives del foro en virtud de los informes secretos recibidos. Y se lo engrilló  de pies y puños y no se le concedió remisión por depósito de dinero y prefirieron que se le impute un crimen por el hecho de ser un delincuente.

–Eso sí que es lindo –dice el dublinés–. Que entren en Erín y nos llenen de piojos.

Entonces Bloom hizo como si no hubiese oído y sigue discutiendo con Joe, diciéndole que no se inquiete por ese pequeño monto que le prestó porque recién vence el primero pero que si pudiese interceder por lo suyo con Mr. Crowford. Y entonces Joe juró por Dios remover cielo y suelo y que esto y que lo otro.

–Porque, usted comprende –dice Bloom–, difundir con éxito es cuestión de repetición. Ese es todo el secreto.

–Confíe en mí –dice Joe.

–Los que sufren sus embustes son los productores y los pobres de Erín –dice el dublinés–. No queremos gringos en nuestro suelo.

–Estoy seguro de que lo resolveremos, Hynes –dice Bloom–. Es por lo de  Keyes, comprende.

–Delo por hecho –dice Joe.

–Usted es muy gentil –dice Bloom.

–Los gringos –dice el dublinés–. Nosotros cometimos el error. Les permitimos el ingreso. Los delincuentes vikingos fueron introducidos en nuestro suelo por un típico hecho de mujer infiel y su querido[105].

–Decreto nisi –dice J. J.[106]

Y Bloom fingiendo un profundo interés indiferente, un insecto en su red en un rincón semioculto por un tonel,  y el dublinés siguiéndolo con el ceño fruncido y el perro viejo tendido con los ojos puestos en su dueño pendiente de que le ordene dónde morder y en qué momento.

–Un deshonor de mujer[107] –dice el dublinés–, ese es el origen de todos nuestros infortunios.

–Y este es su femenino perfil guerrero –dice Olf, riendo entre dientes con Terry en el zinc leyendo el Police Newsletter.

–Déjeme ver eso –le digo.

Y qué resultó ser sino uno de esos obscenos folletines estunidenses[108] que Terry obtiene de Corny Kelleher. Cómo extender su miembro unos buenos centímetros. Indecoroso proceder de mujer de excelente posición. Normen W. Tupper[109], rico constructor de Memphis, descubre el  infiel proceder de su mujer meciendo su bello cuerpo sobre los muslos del teniente Teylor. Su bello tesoro en cortos procediendo de modo impropio con su querido en pleno cosquilleo y Normen W. Tupper irrumpiendo con su tubo de proyectiles perdiéndose el revolcón de morueco[110] que viene de cumplir con el teniente Teylor.

–Oh Diez,[111] Jenny –dice Joe–, ¡se te ven los broches de tus sostenes!

–Eso tiene pelo, Joe –le digo–. Se obtiene un buen trozo de corned beef, ¿no es cierto?

Y en eso viene John Wyse Nolen y Lenehen con él con los morros fruncidos como si viniese de un entierro.

–Bueno –dice el dublinés–, ¿qué se dice de nuevo en el frente? ¿Qué decidieron sobre el léxico erinés esos mequetrefes del municipio en el mitin del consejo?

O’Nolen, revestido de reluciente peto, con un gesto reverente rindió honores enfrente del poderoso e ilustre jefe del Erin y le informó de todo lo sucedido, de cómo los nobles provectos del muy obediente pueblo, el segundo del reino, se reunieron so el domo, y en ese sitio, luego de decir los rezos de los dioses que viven en el éter superno, se celebró un solemne consejo sobre lo conveniente de, en el momento oportuno, rendir de nuevo entre los hombres comunes y corrientes los honores que se merece el soberbio discurso del pontoescindido territorio céltico.

–El desfile viene creciendo –dice el dublinés–. Que revienten los odiosos ingleses feroces y su creole.

Entonces J. J., como buen petimetre, empezó con su cotorreo sobre que un cuento es bueno pero después uno oye otro mejor y que los hechos enceguecen y que el concepto político de Nelson pone el ojo ciego en el telescopio y emitir un decreto de muerte civil sobre todo un pueblo y Bloom queriendo socorrerlo equilibrio y conflicto y sus colonos y su  civismo político

–Sifilíticos, supongo que quiso decir –dice el dublinés–. ¡Que revienten! ¡Que los reniegos ponzoñosos de un Dios inútil se precipiten de lleno sobre esos deformes orejudos hijos de pestilentes meretrices! No tienen músicos ni pintores, ni escritores dignos de ser leídos. Todo los progresos civiles que pueden tener son producto de los robos que sufrimos. Melindrosos hijos ilegítimos de espectros sin progenitor.

–Progenie de europeos –dice J. J…

–No son europeos –dice el dublinés–. Yo estuve en territorio europeo con Kevin Egen, de Gennevilliers. No existe un vestigio de ellos o de su léxico en ningún sitio del continente europeo excepto en sus toilettes publiques.

Y dice John Wyse:

–Miles de flores crecen en secreto y florecen invisibles.

Y dice Lenehen que conoce un poco del léxico:

Conspuez les Londoniens! Perfide Elbion![112]

Dijo, y luego subió entre sus enormes y potentes dedos el cuerno de un espeso y espumoso elixir negro y, profiriendo el primitivo dicho Lomh Deorg Obu,[113] bebió por el fin de sus enemigos, estirpe de super héroes intrépidos, dueños de los pontos, que presiden sobre tronos de yeso silenciosos como los dioses eternos.

–¿Qué sucede con usted, Lenehen? –le digo–. Lo veo como ese tipo que perdió un escudo y encontró un cobre de seis peniques.

–El Trofeo de Oro –dice.

–¿Quién triunfó, Mr. Lenehen? –dice Terry

Throwitout –dice–, veinte sobre uno. Un desconocido. Y el resto ni figuró.

–¿Y el rocín de Bess? –dice Terry.

–Sigue corriendo –le dice–. Todos venimos en el mismo tren. Boylen jugó dos escudos, siguiendo mi consejo de Sceptre, por él y por cierto miembro del sexo débil de su conocimiento.

–Yo me jugué medio escudo por Zinfondel –dice Terry–, por consejo de Mr. Flynn. Él lo recibió de Lord Howerd de Wolden.

–Veinte sobre uno –dice Lenehen–. Qué podemos decir. Throwitout –dice–. Se llevó el budín, y me dejó fundido. Endeblez, tu nombre es Sceptre.

Entonces fue en dirección de un bote de bizcochos que dejó Bob Doren por si hubiese unos restos que pudiese comer sin costo, el cuzco viejo siguiéndolo con el hocico pulguiento erguido con el mismo propósito. Y Mother Hubberd revolviendo el ropero[114].

–No quedó ni un bizcocho, hijo mío –le dice.

–Conserve el espíritu –dice Joe–. Con ese rocín hubiese recogido un montón de dinero de no ser por el otro jumento.

Y J. J. y el dublinés discutiendo sobre derecho y eventos históricos con Bloom emitiendo sus opiniones de vez en vez.

–Cierto tipo de gente –dice Bloom–, ve el yuyo en el ojo del otro pero no el poste en el propio.

Buile[115], dice el dublinés. El peor ciego es que el que no quiere ver, si entiende lo que le digo. ¿Dónde viven los veinte millones de erineses que debiesen vivir entre nosotros en vez de los cinco felinos locos que somos, nuestros grupos étnicos perdidos? Y nuestros recipientes y nuestros textiles, ¡los mejores del mundo! Y nuestros vellones que se vendieron en Rome en tiempos de Décimo Junio y nuestro lino y nuestros resistentes lienzos de los tejedores de Entrim y nuestro entredós de Limerick, nuestros cueros curtidos y nuestro finísimo vidrio níveo de Bellybough y nuestro poplín de los Hugonotes que tenemos desde Jocquord de Lyon y nuestros tejidos sedosos y nuestros tweeds de Foxford y el punto eburno del convento de New Ross invento de sus sores de los pies desnudos del que no existe en todo el mundo ningún símil. ¿Dónde fueron los hombres de negocios griegos que supieron venir hendiendo el ponto so los pilotes de Hércules, el Peñón ibérico que se robó el hoy enemigo del hombre, con oro y rubíes de Tiro con el fin de venderlos en los puestos de Wexford? Compruébenlo leyendo los escritos de P.Cornelius y de Tolomeo, e incluso los de Gereldus Combrensis[116]. Vinos, pieles, ónix de Clifden, níquel de Rossmore, mejor que ninguno, nuestros equinos incluso hoy reconocidos en todo el mundo, los percherones erineses, y el ibérico Rey Felipe reconociendo los derechos de nuestro fisco sobre sus buques pesqueros. ¿Qué importe no nos deben los repulsivos ingleses por nuestro comercio fundido y nuestros domicilios destruidos? Y los lechos del Borrow y del Shonnon[117] que sumieron en el descuido con cientos de kilómetros de esteros y lodos tóxicos produciéndonos miles de muertos por tuberculosis.

–Pronto tendremos menos bosques que los portugueses –dice John Wyse– o como Hummerbuden con su único pino si no exigimos que se reforeste nuestro territorio. Los cipreses, los pinos, todos los coníferos se convierten velozmente en humo. Leyendo un informe de lord Custletown…

–Tenemos que socorrerlos –dice el dublinés–, el enorme fresno de Moycullen y el rey de los olmos de Kilcullen con un tronco de diez metros de circunferente y un frondoso tope que cubre unos setecientos metros en derredor. Debemos socorrer los bosques de Erín por el bien de los futuros hombres de Erín en los bellos montes del Eire. ¡Oh!

–El continente europeo tiene los ojos puestos en ti –dice Lenehen.

Todos los copetudos ecuménicos concurrieron en troupe con motivo del himeneo vespertino de don Jim Wyse de Neulen, custodio en jefe del Ministerio de los Bosques de Erín, con Miss Pinus Conífero,  de Vergel del Pino. Mrs. Sylvester del Olmosombroso, Mrs. Beth del Tronco de Betule, Mrs. Brote de Fresno, Mrs. Quercus Ilex de Ojosdenuez, Miss Dofne Del Lorel, Miss Tronco de Helecho, Mrs. Clyve Sotobosque, Mrs. Rowen Delverde, Mrs. Helen Trigoloco, Miss Virginie de Trepohiedre, Miss Gledys del Ceibo, Miss Olivo del Corro, Miss Nieves Negundo, Miss Moud Swietenie, Miss Myre de Mirto, Miss Priscille Flor de Yezgo, Miss Reine Sorbemieles, Miss Gertrude del Chopo, Miss O’Mimose Sen, Miss Reichel Frondecedro, Miss Lilie y Miss Viole de Lirio, Miss Modest Temblorouse, Mrs. Kitty Musgo de Roses, Miss Mey de Espino, Miss Glorie Ricino, Miss Bejuco del Bosque, Miss Belle Listón de Espino y Mrs. Norme  Divinorroble de Robles Regio contribuyeron con su esplendor en el éxito del evento.

M’Conífero del Rebollo, recorrió el medio del templo en dirección del presbiterio codo y codo con su descendiente mujer, en tren de unirse en himeneo, quien lució un exquisito vestido de confección en sedoso color verde junto con un indumento interior en tono crepúsculo, ceñido con un generoso top verde ponto y cosido con un triple vuelo de borde oscuro, todo embellecido por relieves de rebollos de bronce en los breteles y el cinto. Sus mujeres de honor, Miss Fitzroye Conífero y Miss Pine Forrestii Conífero, descendientes directos de sus mismos progenitores, lucieron vestidos muy sobrios en el mismo tono, un primoroso motif de color rosé cosido entre los pliegues reproduciendo un fino motivo en hilo y repetido sin ton ni son en los perifollos verde piroxeno como si fuesen plumones de hocó[118] de un sutil tono rosillo. El Senhor Enrique Flor presidió en los tubos sonoros con su oficio reconocido y, luego de los himnos de rigor en todo himeneo, ejecutó su increíble y reciente versión, de Leñero, deje ese pino en pie como conclusión del servicio. En su retiro del templo de S. Fiocre In Horto, después de recibir bendiciones del sumo pontífice, los novios fueron objeto de un divertido cruce de proyectiles consistentes en nueces, rebollos, recortes de lorel, brotes de mimbre, retoños de higo, frutos de ilex, cogollos de prinos y brotes de sorbus. Mr. y Mrs. Wyse Conífero de Neulen viven, suponemos, el sosiego de su lune de miel en el Bosque Negro.

–Tenemos los ojos puestos en el continente europeo –dice el dublinés–. Hicimos negocios con los ibéricos y con los bordeleses y con los borgoñones en los siglos previos de que esos cuzcos fuesen concebidos, ibéricos toneles cerveceros en Renmore, los vinosos buques sobre el vinoso ponto.

–Y volveremos de nuevo –dice Joe.

–Con el socorro de Dios y el Divino Vientre que lo concibió volveremos de nuevo –dice el dublinés, con un chirlo sobre el muslo–. Es preciso que nuestros muelles desiertos se repueblen, Queenstown, Kinsele, Golwey, Blocksod Gulf, Ventry en el reino de Kerry, Killybegs, el tercer puerto del mundo con un bosque de postes de los Lynches de Golwey y de los Coven O’Reillys y los O’Kennedys de Dublín en los tiempos en que el duque de Desmond cerró convenios con el mismísimo rey Corlos V. Y lo veremos de nuevo –dice–ni bien el primer buque guerrero de Erín surque los pontos exhibiendo nuestro pendón en su frente, ninguno de tus pendones de Henry Tudor con sus cordófonos isósceles; no, el primer pendón que surcó los pontos, el pendón de los territorios de Desmond y Thomond, tres nimbos sobre un vergel celeste cielo, los tres hijos de Milesius.

Y bebió el último sorbo de su chop, moye[119]. Embustero. Puro pedo y pis como felino de curtiembre[120]. Los burros del remoto oeste tienen los cuernos enormes[121]. Que se juegue el cogote y se mezcle con el gentío profiriendo un discurso en Kimehere donde no tiene los huevos de ir y poner el rostro enfrente de los Molly Meguires[122] que lo persiguen porque su viejo se quedó con el predio de un productor fundido[123] en un juicio de evicción.

–Escuchen, escuchen eso –dice John Wyse–. ¿Qué se sirven?

–Un teniente del imperio[124] –dice Lenehen–; celebremos el momento.

–Un medio, Terry –dice John Wyse–, y cinco dedos extendidos[125]. ¡Terry! ¿Se durmió?

–Sí, señor –dice Terry–. Whisky chico y un porrón de Ollsop[126]. Correcto, señor.

Leyendo chismes obscenos en el mugriento folletín con Olf en vez de servir como corresponde. Fotos de un torneo de choques de tiesto, embistiéndose los podridos occipucios, uno enfrente del otro rompiéndose los cuernos como dos toros en un rodeo. Y eso no es todo: Monstruo negro prendido fuego en Bellevue, GE[127]. Un tropel de sombrerudos estilo Deidwood Dicks[128] cubriendo de tiros el cuerpo de un negro pendiendo de un roble exhibiendo medio metro de sinhueso y fogón encendido en los pies. Midiós, después debieron hundirlo en el ponto y ponerle electrodos y exhibirlo en su cruz como conclusión de su cometido.

–¿Y qué sucede en los buques guerreros –dice Ned–, que nos defienden de nuestros enemigos?

–Les cuento –dice el dublinés–. Es el infierno en este mundo. Miren lo que dicen los periódicos sobre el bullying en los buques de instrucción en Portsmouth. Escribe un tipo que con el seudónimo de Vomitivo.

Entonces empezó con el cuento sobre los tormentos y sobre los grumetes y los tenientes y comodoros en posición de firmes con sus bicornios y el religioso con su libro de los seguidores de Lutero como testigo del tormento y un jovencito conducido por el combés pidiendo por el ser que lo tuvo en su vientre y ellos ciñéndole pies y puños sobre el culo de un obús.

–Un bife y doce tintos –dice el dublinés–, ese mote le puso el viejo delincuente de John Beresford, pero el moderno lord inglés de Dios le dice mimbre en culotes.

Y dice John Wyse:

–Es preferible ser culotero que culorroto.

Después nos contó que el jefe de rifles viene con un brote de mimbre y que descubre y cubre de golpes el culo del pobre tipo que gime como un poseído.

–Esos son vuestros buques ingleses que rigen el mundo –dice el dublinés–. Los tipos que no conocen el propio sometimiento, con único recinto sucesorio en el suelo del Señor y su territorio en poder de doce cerdos colmilludos y nobles figurones. Ese es el soberbio imperio del que presumen, un imperio de reos y siervos molidos con golpes de mimbre.

–Sobre el que en ningún momento se produce el despunte el sol –dice Joe.

–Y lo terrible es que se lo creen –dice el dublinés–. Los infelices yehoos se lo creen.

Creen en el rebenque, verdugo todopoderoso, inventor del infierno en el mundo, y en Joch Ter[129], el hijo de un revólver, que fue concebido por un espíritu perverso, surgido de los buques guerreros, que sufrió el decreto del bife y los doce tintos, fue cubierto de costurones, se lo despellejó y se lo cubrió de golpes, que gritó como un poseso, que con el tercer sol se irguió del lecho, visitó el puerto, se sentó incómodo sobre sus muslos pendiente de órdenes y que con el sudor de su frente debe conseguirse el sustento por lo que le den.

–Pero ¿el orden no es el mismo en todos los terrenos? –dice Bloom–. Quiero decir, ¿no sucede lo mismo entre nosotros si oponemos rigor con rigor?

¿No les dije? Cierto como que estoy bebiendo este chop que si estuviese emitiendo el último suspiro te dice que morirse es vivir.

–Opondremos rigor con rigor –dice el dublinés–. Tenemos nuestro glorioso Erín del otro extremo del ponto[130]. Se los expulsó de sus domicilios y sus nidos en los negros ’47. Sus cobertizos terrosos y sus refugios ruteros fueron demolidos por los bulldozers  y el Times se regodeó con sus insípidos lectores ingleses poniendo los erineses en Erín en el mismo nivel que los indios de un museo en México. Incluso el sumo jefe Turco nos envió sus contribuciones[131]. Pero los ingleses quisieron vernos morir de desnutrición siendo que los enormes rindes del suelo los recogieron los ingleses y los vendieron en Leblon[132]. Sí, miles de productores sufrieron expulsión. Veinte mil murieron en los tristemente célebres buques féretro. Pero los que  consiguieron refugio en territorio libre tienen siempre presente el territorio de opresión. Y quieren desquite; no son miedosos, los hijos de Grenueile, los defensores de Kethleen ni Houlihen.

–Muy cierto –dice Bloom–. Pero el punto es…

–Hemos querido ver ese momento por mucho tiempo, dublinés –dice Ned–. Desde que el pobre vejestorio sin dientes[133] nos previno de los bordeleses en el ponto y su incursión en Inniscrone.

–Sí –dice John Wyse–. Morimos por los reyes Estuerdos que luego se rieron de nosotros uniéndose con los guillermitos convirtiéndose en nuestro Felón. Recuerden Limerick y el rompimiento del convenio del bloque [134]. Vertimos nuestro mejor humor venoso por los bordeleses y los ibéricos, los Cisnes silvestres[135], Fontenoy[136], ¿eh? Y Sersfield y O’Donnell, duque de Fez en territorio ibérico, y Ulysses Browne de Comus[137], que fue segundo de Merie Thérèse[138]. ¿Y qué beneficio obtuvimos?

–Los bordeleses –dice el dublinés–. Todos profesores de minué ¿Les digo? En Erín fueron inexistentes por completo. ¿No tienen hoy reuniones de protocolo con Tey Pey[139] queriendo conseguir su Entente gentil  con el pérfido Elbión? Son el fósforo encendido del continente europeo y siempre lo fueron.

Conspuez les grenouilles –dice Lenehen, recogiendo su chop.

–Y respecto de los Königreich y los berlineses  –dice Joe–, ¿no tuvimos suficiente con esos míseros comechucrut en el trono desde George el elector[140] y siguiendo con el jovencito berlinés y el femenino vejestorio pedorrero que murió?

Dios, tuve que reírme con eso del vejestorio femenino con el tic, bebiendo licores en su regio domicilio entre lunes y domingo, el Vic jestorio, con su pote de rocío del monte[141]  y su cochero poniendo sobre el lecho su cuerpo y huesos y su vicio de retorcerle los bigotes profiriendo trozos de viejos sones sobre Ehren on the Rhine[142] y juntémonos donde beber es menos oneroso.

–Bueno –dice J. J.–, hoy tenemos un Edwerd pro sosiego…

–No me tome por estúpido –dice el dublinés–. Ese tipo tiene menos civilismo que sifilismo. ¡Edwerd Guelph-Wettin! [143]

–¿Y qué me dicen –dice Joe–, de los divinos jovenzuelos, los reverendos y obispos de Erín vistiendo el dormitorio en Meynooth[144] con los colores deportivos del Rey Demoni y poniendo fotos de todos los potrillos que montó su ejército de jockeys? El conde de Dublín, justo él[145].

–Hubiesen tenido que poner fotos de los cientos de mujeres que se montó –dice el Pequeño Olf.

Y dice J. J.:

–En el criterio de sus eminentes influyeron cuestiones de sitios disponibles.

–¿Le pido otro, dublinés? –dice Joe.

–Por supuesto –dice–. Cómo no.

–¿Usted? –dice Joe.

–Le pertenezco, Joe –le digo–. Que su proyección sobre el suelo se conserve siempre sin decrecer.

–Repetimos dosis –dice Joe.

Bloom dele que te dele con John Wyse y todo nervioso con ese hocico de overopollolodoso  y sus viejos ciruelojos desmedidos.

–Persecución –dice–. Los registros históricos del mundo se ven repletos de todo eso. Volviendo perpetuo el odio folclórico entre los pueblos.

–¿Pero usted entiende lo que quiere decir pueblo? –dice John Wyse.

–Sí –dice Bloom.

–¿Qué? –dice John Wyse.

–¿Un pueblo? –dice Bloom–. Un pueblo es un grupo de gente que vive en el mismo sitio.

–Hombre –dice Ned, riendo–, entonces yo soy un pueblo, puesto que he vivido todo un lustro en el mismo sitio.

De modo que todos se rieron de Bloom quien queriendo ser específico dice:

–O incluso en sitios diferentes.

–Eso me incluye –dice Joe.

–¿Usted de qué pueblo viene, si me permite que le pregunte? –dice el dublinés.

–Erín –dice Bloom–. Este es mi sitio de origen. Erín.

El dublinés no respondió sino que tosió y, que lo tiró, escupió un ostión de los mejores justo en el rincón.

–Soy un seguidor de multitudes, Joe[146] –dice, esgrimiendo un moquero y escurriéndose el hocico.

–Tome, dublinés –dice Joe–. Tómelo en el puño derecho y pronuncie conmigo el siguiente discurso.

El muyprecioso y cosido con lujo remoto velo erinés dicho de Solomon de Drome y de Monus Tomeltech og McDonogh, compositores del Libro de Bollymote, fue entonces extendido con esmero y se lo veneró por un buen momento. No es preciso detenerse en el célebre embellecimiento de los esquineros, excelso despliegue del oficio estético, donde se puede distinguir con nitidez uno por uno los discípulos de Jesús ofreciendo por turno enfrente de sus respectivos instructores el símbolo de su credo escrito, un cetro de roble fósil, un león estunidense[147] (un rey de los felinos no menos noble que el objeto inglés, por cierto), un ternero de Kerry y un buitre de Corrontuohill. Los diseños inscritos sobre el terreno mucoso, exhibiendo nuestros viejos montes con obuses y fuertes y cromlechs y ringforts y tronos del conocimiento y bloques de embrujo, son terriblemente bellos y los pigmentos sutiles como los de los excelentes cosedores de Sligo perdiéndose en el libre juego estético de sus ilusiones en los siglos pretéritos en los remotos tiempos de los visires. Glendolough, los hermosos espejos líquidos de Killerney, los restos de Clonmecnois, el templo de Cong, Glen Inegh y los Doce Pines, el Ojo de Erín, los Verdes Montes de Telleght, Croegh Petrick, el reducto cervecero de Erthur Guinness, Son & Co (Limited), el borde costero de Lough Neogh, el rincón de Ovoco, el Torreón de Isolde, el obelisco de Mepes, el hospicio de St. Petrick Dun, el promontorio  Cleor, el corredor de Oherlow, el fuerte de Lynch, el recinto Escocés, el Refugio Rethdown en Loughlinstown, el presidio de Tullemore, los remolinos de Costleconnel, Kilbollymocshonokill, Monesterboice y su cruz, el Hotel Jury´s, el Purgotodo de St Petrick, el Brinco del Pez, el refectorio del colegio Meynooth, el hueco de Curley, los tres sitios del belén del primer duque de Wellington, el bloque rocoso de Coshel, el estero de Ollen, el negocio de víveres de Henry Street, el Túnel de Fingol –todos estos emotivos sitios escénicos siguen hoy en su bello esplendor por nosotros e incluso embellecidos por los gotones de dolor que sobre ellos corrieron y por los ricos incrustes de los tiempos.

–Deme esos refrescos –digo yo–. ¿Qué es de quién?

–Ese es mío –dice Joe–, dijo el demonio con los ojos puestos en el teniente muerto.

–Yo mismo soy miembro de un pueblo perseguido por odio –dice Bloom–. Incluso hoy mismo. En este mismo momento. En este preciso segundo.

Que lo tiró, no sé cómo no se quemó los dedos con el puro.

–Sometido –dice–. Que sufrió el robo. El insulto. Perseguido. Desposeyéndonos de lo que nos pertenece por derecho. En este preciso segundo –dice, esgrimiendo el puño– Vendidos entre los bereberes como siervos o reses.

–¿Usted quiere decir un nuevo Jeruselén? [148]–dice el dublinés.

–Quiero decir que es injusto –dice Bloom.

–Correcto –dice John Wyse–. Entonces debe responder con rigor, como un hombre.

Ese es un dibujo de bloque con efemérides. Objetivo perfecto de un proyectil de extremo hueco. Viejo rostrogordo con el ojo puesto en el tubo de un revólver. Que lo tiró, hubiese embellecido un plumero, seguro, si le pusiesen un uniforme de institutriz. Y entonces de repente sufre un derrumbe, desdiciéndose por completo, flojo como escobillón húmedo.

–Pero eso no sirve –dice él–. El rigor, el odio, los hechos históricos, todo. Ni hombres ni mujeres pueden vivir de ese modo, el insulto y el odio. Todos comprendemos que vivir como se debe supone todo lo opuesto.

–¿Qué? –dice Olf.

–El querer –dice Bloom–. Quiero decir lo opuesto del odio. Pero tengo que irme –dice con los ojos puestos en John Wyse–. Veré si me encuentro con Mertin en el foro. Si viene, puede decirle que vuelvo en un segundo. Sólo un momento.

¿Y quién te lo impide? Y se hizo humo como perdiz en vuelo.

–Los gentiles tienen un nuevo discípulo de Cristo –dice el dublinés–. El querer ecuménico.

–Bueno –dice John Wyse–. ¿No es lo que nos piden? Ser generosos con el prójimo.

–¿Ese tipo? –dice el dublinés–. Seré un embustero con mi prójimo, ese es su principio rector ¡Querer, cómo no! Un buen modelo de  Romeo y Juliette.

El querer quiere querer el querer. El nuevo droguero y su institutriz se quieren. El teniente 14 C y Mery Kelly se quieren. Gerty McDowell y el jovenzuelo del velocípedo se quieren. M. B. y un gentilhombre rubio se quieren. Li Chi Hun y el querendón de Chu Pu Chow se quieren. Jumbo, el probóscide y Elice el probóscide femenino se quieren. El viejo Mr. Verschoyle con el cuerno en el oído y el vejestorio de Mrs. Verschoyle con el ojo bizco se quieren. El hombre del mcintosh oscuro y un espectro de mujer se quieren. Su Excelente Rey y Su Excelente cónyuge se quieren. Mrs. Normen W. Tupper y el teniente Teylor se quieren. Uno y otro se quieren. Y ese otro se quiere con otro porque todos tienen un ser querido pero todos somos queridos por Dios.

–Bueno, Joe –le digo–buen provecho. Provecho, dublinés.

–Celebremos –dice Joe.

–Que Dios y su Hijo y Petrick con sus bendiciones estén con vosotros –dice el dublinés.

Y sube el chop humedeciéndose el pico.

–Conocemos los himnos de esos verseros[149] –dice–, te bendicen y te meten los dedos en los bolsillos. ¿Qué me dicen del religiosísimo Cromwell y sus Custodios de Hierro que exterminó cientos de niños y mujeres de Droghede con el texto del Libro de los Libros Dios es querer en los extremos de sus obuses? ¡El Libro! ¿Leyeron el suelto del United Irishmen sobre el jefe zulú que visitó Londres?

–¿Qué es eso? –dice Joe.

Entonces el dublinés revuelve sus documentos y lee:

–Un contingente de conspicuos productores de lino de Stretford se presentó el lunes  enfrente del Rey Oloki de Obeokute siendo introducidos por el jefe de Protocolo, Lord Wolkup de Wolkup en Eggs, con el fin de ofrecerle el sentido reconocimiento de los hombres de negocios ingleses por los beneficios que les conceden en sus dominios. El contingente disfrutó de un refrigerio luego del que el riquísimo moreno, en el curso de un feliz discurso, libremente redicho por el presbítero inglés, el reverendo Ononies Preisgod Burebones, expresó su sincero reconocimiento por Don Wolkup y distinguió el buen nivel de los vínculos existentes entre Obeokute y el Imperio inglés, diciendo tener entre sus tesoros preferidos un número del Libro de los Libros con dibujos pequeñísimos, el volumen del verbo de Dios y secreto del poderío del Imperio inglés, generoso obsequio de su níveo jefe mujer, su ilustre squew[150] Victorie, que se lo dedicó de puño y signo con sus Espléndidos Regios dedos. El Oloki bebió luego, con un brindis por Negros y Níveos,  un copón del querer[151] de un whiskey de excepción contenido en los huesos del tiesto de su último predecesor de estirpe Kokochokechok, de nombre Forty Worts[152] y después visitó el primer ingenio de Linolópolis oprimiendo un dedo gordo en el libro de huéspedes e interpretó unos deliciosos brincos del folclore guerrero obeokútico en cuyo curso ingirió un conjunto de cuchillos y tenedores entre los risueños vítores de un público obrero y femenino.

–Viudez de mujer –dice Ned–, indiscutible[153]. Me pregunto si él usó ese libro como lo hubiese hecho yo.

–El mismo y otros –dice Lenehen–. Y desde entonces el frondoso lichi floreció de modo prodigioso en ese suelo fecundo.

–¿Eso lo escribió Griffith? –dice John Wyse.

–No –dice el dublinés–. No lo firmó Shungunugh[154]. Sólo tiene el signo P.

–Un signo muy sugestivo –dice Joe.[155]

–Ese es el método –dice el dublinés–. El comercio siempre viene después del pendón.

–Bueno –dice J. J. –, si son peores que los bruselenses en el Territorio Libre del Congo deben ser perversos en serio. ¿Leyeron ese informe escrito por un tipo… cómo es su nombre?

–Cosement –dice el dublinés–. Es erinés.

–Sí, ese –dice J. J.–. Someten mujeres y niños y exprimen los vientres de los negros por obtener todo lo que pueden del goteo de los gomeros rojos.

–Sé dónde fue –dice Lenehen, produciendo un ruido seco con los dedos.

–¿Quién? –le digo.

–Bloom –dice–. Lo del foro es un pretexto. Se jugó unos escudos por Desperdicio y fue por el dinero.

–¿Ese rústico de ojos incoloros que no pone un penique en un potrillo ni que lo torturen? –dice el dublinés.

–Como le digo –dice Lenehen–. Me encontré con Bunton Lyons que estuvo por poner unos chelines en ese potrillo si yo no lo hubiese convencido que no lo hiciese y me dijo que el informe se lo dio Bloom. Me juego entero de que devuelve cien chelines por cinco que se ponen. Es el único tipo de Dublín que lo tiene. Un rucio del montón.

–Él mismo es un jodido rucio del montón –dice Joe.

–Un momento, Joe –le digo–. Indíqueme el ingreso del egreso[156].

–Por ese corredor –dice Terry.

Me despido de Erín quiero vivir en Gort[157]. Entonces encontré un rincón en el fondo con el propósito de verter el excedente y qué lo tiró (cien chelines por cinco) justo vertiendo mis (Desperdicio veinte por) vertiendo mis excedentes qué lo tiró me digo lo noté incómodo (dos chops menos de Joe y uno menos de lo de Slettery) queriendo ir por (cien chelines son cinco escudos) y el tiempo que vivieron en (rucio del montón) Pisser Burke me contó del juego de póker y fingiendo tener el bebé enfermo (qué lo tiró, he vertido por lo menos tres litros) y su mujer culoflojo diciéndole por el tubo mejoró un pocoel bebé (¡uy!) todo fingido de modo que él pudiese irse con el pozo según su suerte o (Dios, tengo el depósito lleno) vendiendo sin permiso (¡uy!) Erín es mi pueblo dice (¡uyy! ¡ouuch! ¡oooyyy!) No tenemos el don de fingir que tienen esos (es el fondo del depósito) cornudos de (¡uy!) Jeruselén.

Pero lo cierto es que ni bien regresé me encontré con el mismo concierto, John Wyse diciendo que fue Bloom el ideólogo del Sinn Fein y Griffith poniendo en su periódico todo tipo de distorsión de elecciones, eligiendo jueces tendenciosos y eludiendo impuestos en perjuicio del Gobierno y poniendo cónsules por todo el mundo con el objetivo de vender productos erineses[158]. Desvestir un ícono y vestir el otro con sus indumentos. Que lo tiró, esto debe ser el fin si el viejo moco flojo nos enmerdó el show. Que nos den un respiro. Dios te libre Erín de estos roñosos meteretes. Mr. Bloom con su discútelo todo. Y su viejo precediéndolo con sus embustes, Bloom hijo de Enoc[159], el delincuente de los senderos que se envenenó con formonitrilo[160] después de que envenenó Erín con sus oropeles y sus rubíes de un penique. Créditos por correo en condiciones muy convenientes. Diversos montos sólo con su signo. Vivir lejos no es un impedimento. Sin codeudor. Que lo tiró, es como el chivo de Lenty McHole[161] seguidor de todos los peregrinos.

–En fin, es un hecho –dice John Wyse–. Y este hombre puede decirles todo, Mertin Cunninghem.

Y entonces llegó el coche del fuerte con el mismo Mertin y con él Josh Power y  un individuo de nombre Crofter o Crofton, recolector de impuestos en retiro efectivo un seguidor de Lutero que Blockburn tiene en sus registros y el tipo con un sueldo –¿o su nombre es Crowford?–  y recorriendo el territorio viviendo del fisco.

Nuestros peregrinos se detuvieron en el rústico mesón y descendieron de sus corceles.

–¡Eh, bribón! –gritó el que por su porte debió ser el líder del grupo–. ¡Impúdico fullero! ¡Ven!

Esto diciendo dio un estruendoso golpe con el puño de su florete sobre los postigos extendidos.

El mesonero respondió el requerimiento, ciñéndose el blusón.

–Buen crepúsculo, mis señores –dijo con obsecuente gesto reverente.

–¡Mueve el culo, so bruto! –gritó el del golpe–. Nutre nuestros corceles. Y nos ofreces tu mejor menú porque fe de Dios que no es muy menester.

–Imposible, mis buenos señores –dijo el mesonero–, mi pobre refugio sólo tiene un depósitos sin víveres. No sé qué ofreceros, excelentísimos señores.

–¿Qué es eso, bribón? –gritó el segundo del grupo, un hombre de benévolo rostro–¿Deste modo os conducís con los correos del rey, Don Tonel?

El rostro del mesonero se modificó de repente.

–Os suplico me disculpéis misericordiosos gentilhombres –dijo humildemente–. Siendo correos del rey (¡Dios se ocupe de Nuestro Rey!) no os niego lo que no tengo. Los fieles hombres del rey (¡Bendiciones de Dios sobre Nuestro Rey) como reyes comen en mi mesón, os lo prometo.

–¡Muévete, pues! –gritó el peregrino que se estuvo todo el tiempo en silencio, un vigoroso comilón, por su porte–. ¿Qué podéis ofrecernos?

El mesonero se inclinó de nuevo, respondiendo:

–¿Qué diréis, mis señores, de un budín de pichón, unos cortes de ciervo, un pernil de ternero, un cisne silvestre con crujiente tocino de cochinillo, un tiesto de suido[162] con nueces, un cuenco de queso cremoso, un chupín de licor de níspero y un botellón de viejo Rin?

–¡Uyuyuy! –gritó el último que se expresó–. Eso me gustó. ¡Nueces!

–¡Oh sí! –profirió el de benévolo rostro–. ¡Conque un humilde refugio y un depósito sin víveres, dice el señorito! Es un bribonzuelo.

En eso viene Mertin por su reunión con Bloom.

–¿Que dónde se metió? –dice Lenehen–. Jodiendo mujeres de luto y niños expósitos.

–¿No es cierto –dice John Wyse– lo que conversé con el dublinés sobre Bloom y el Sinn Fein?

–Es cierto –dice Mertin–. O por lo menos eso dicen.

–¿Quién dice eso? –dice Olf.

–Yo –dice Joe–. Yo soy el decidor.

–Después de todo –dice John Wyse–, ¿por qué no puede un judío tener un sentimiento efusivo por su pueblo como uno de nosotros?

–¿Por qué no? –dice J. J. –. Ni bien esté seguro de su pueblo de origen.

–¿Es judío o gentil o pontificio o lo suyo es el metodismo o qué demonios? –dice Ned–. Sin intención de ofender, Crofton.

–En este sitio no lo queremos –dice Crofter seguidor del unionismo o de los reverendos.

–¿Quién es Junius? –dice J. J.

–Es un judío rebelde –dice Mertin– un bohemio oriundo y fue el que diseñó todos los proyectos según el método bohemio[163]. En el fuerte[164] lo conocemos muy bien.

–¿No es primo de Bloom el odontólogo? –dice Joch Power.

–Ningún vínculo –dice Mertin–. Sólo un homónimo. Su nombre de origen fue Vireg, el de su viejo que se envenenó. Se lo sustituyó con permiso de un juez; no él, el viejo.

–¡Ved el nuevo Redentor de Erín! –dice el dublinés–. ¡Islote de querubines y de genios!

–Bueno, ellos siguen pendientes de su redentor –dice Mertin–. En resumen, lo mismo que nosotros.

–Sí –dice J. J.–, y creen que todo niño nuevo que les viene puede ser el redentor. Y todo judío vive un intenso nerviosismo, creo, pendiente del descubrir el sexo del hijo que engendró.

–Pendiente de ver si el siguiente minuto es su próximo –dice Lenehen.

–Oh, por Dios –dice Ned–, hubiesen visto lo que fue Bloom en los meses previos de tener ese hijo que se le murió. Me lo encontré un domingo en un negocio del sur donde compró un bote de Nestlé, y su mujer en el séptimo mes.

En ventre de mère –dice J. J.

–¿Eso es un hombre? –dice el berlinés.

–Me pregunto si lo enterró –dice Joe.

–Bueno, después de todo tuvieron dos bebés –dice Joch Power.

–¿Y quién es el sospechoso? –dice el dublinés.

Que lo tiró, qué número de sujetos serios que se dicen en chiste. Es uno de esos tipos indefinidos. Tendido en el lecho del hotel me contó Pisser todos los meses con un dolor terrible como mujer con el período. ¿Se entiende lo que digo? Tiene que ser lícito detener uno de esos tipos y hundirlo en el medio del ponto. Homicidio justo, eso es. Y después huyendo con sus cinco escudos sin ofrecer ni un solo chop como un hombre decente. Bendícenos Señor. Ni humedecer los morros.

–Sed generoso con el prójimo –dice Mertin–. ¿Pero dónde se metió? No tenemos tiempo que perder.

–Un lobo con piel de cordero –dice el dublinés–. Eso es lo que es. ¡Vireg bohemio! Osuhrero[165] le digo. Dios lo fulmine.

–¿Tiene tiempo de beberse un medio, Mertin? –dice Ned.

–Sólo uno –dice Mertin–. Tenemos poco tiempo.  J. J. y S.

–¿Y ustedes, Joch? ¿Crofton? Tres medios, Terry.

–St Petrick tiene que descender de nuevo de su bote en Bollykinler y convertirnos  de nuevo –dice el dublinés–, por permitir que esos bichos envenenen nuestro territorio.

–Bueno –dice Mertin, exigiendo su chupín con un golpe sobre el zinc–. Ruego que  Dios nos brinde su bendición.

–Oremos –dice el dublinés.

–Estoy seguro de su bendición –dice Joe.

Y con el repique del divino cencerro, precedido por cruz y servidores, difusores de incienso, niños monjes, lectores, porteros, clérigos y sub clérigos desfiló el divino cortejo de obispos y priores y custodios y monjes y freyes; los monjes de Benedicto de Spoteto, de S. Bruno y de S. Benito, cistercienses y del Monte Oliveto, de S Felipe Neri y vollumbrosios, y los freyes ogustinos, brigitinos, premonstretenses, los siervos, trinitenses, y los niños de Pedro Nolesco; y luego del monte Cormelo los hijos de Elí el elegido con el obispo Elberto como líder y por Thérèse de Évile, con botines y otros; y freyes brunos y grises, hijos del pobre Frencisco, copuchinos, cordelienos, mínimos y testigos y descendientes mujeres de Cler; y los hijos de Dominico, los freyes misioneros, y los hijos de Vicente; y los monjes de S. Wolsten; y de Ignecio los hijos; y el gremio de los congéneres de Cristo con el reverendo Edmund Ignetius Rice como líder. Y después vinieron todos los justos y divinos occisos, vírgenes y los confesores: S. Ciro y S. Isidoro Oreitor y S. Jim el Menor y S. Focos de Sinope y S. Julien del Hospicio y S. Félix de Contolice y S. Simeón el Estilito, y S. Stephen Protocciso, y S John de Dios, y S. Ferreol y S. Leugorde, y S. Teodosio y S. Vulmer y S. Ricordo y S. Vicente de Poul y S. Mertín de Todi, y S. Mertín de Tours,  y S. Olfredo y S. José, y S. Denis y S. Cornelio y S. Leopoldo y S. Bernerdo y S. Terencio y S. Eduerdo y S. Owen Coniculus y S. Onónimo y S. Epónimo y S. Seudónimo y S. Homónimo y S. Perónimo y S. Sinónimo y S. Lorence O’Toole y Sentiego de Dingle y de Compostele y S. Columcille y S. Columbe y S. Celestine y S. Colmen y S. Kevin y S. Brendon y S. Frigidien y S. Senon y S. Fechtno y S. Colombo y S. Gell y S. Fursey y S. Finton y S. Fiocre y S. John Nepomuceno, y S. Tom de Oquino y S. Yves Bretón y S. Michen y S. Hermen- Joseph y los tres protectores de juventud divino tesoro S. Luis de Gonzego y S. Estenisleus Kostke y S. John Berchmens y los divinos Gervesio, Servesio y Bonifecio y S. Bride y S. Kieren y S. Conice de Kilkenny y S. Jerloth de Tuem y S. Finberr y S. Poppin de Bellymun y el Frey Luis Pocífico y el Frey Luis Belicoso y S Rose de Lime y de Viterbo y S. Merthe de Betenie y S. Mery de Egipto y S. Lucie y S. Brígide y S. Ettrecte y S. Dympno y S. Ite y S. Merion Colpensis y Sor Thérèse del Niño Jesús y S. Berbere y S. Escoléstice y S. Úrsule con sus once mil vírgenes. Y todos con nimbos y círculos brillosos en sus tiestos y gloriosos himnos, sosteniendo loreles y cordófonos isósceles y cuchillos y ceñidos de olivo, vistiendo blusones tejidos con los divinos símbolos de sus dones, tinteros, rejones, bollos, copones, grilletes, picos, robles, puentes, niños inmersos en fuentes, ostiones, monederos, bisturís, cerrojos, monstruos escupiendo fuego, lirios, rifles, rostros peludos, cerdos, reflectores, fuelles, nidos de insectos mieleros, utensilios de sorber, soles, serpientes, yunques, botes de unto, bordones, soportes de cojos, fórceps, cuernos de ciervo, botines de hule, esmerejones, bloques de molino, ojos en fuentes, cirios, hisopos, unicornios.

Y siguieron su recorrido por el obelisco de Nelson, Henry Street, Mery Street, Copel Street, Little Britt Street profiriendo el introito de Epiphonio Domini cuyo inicio es Surge, illuminere y luego muy dulcemente el Omnes que dice de Sebe venient hicieron diversos prodigios como expulsión de demonios, resurrección de muertos, producir múltiples peces, ciegos que ven y tullidos repuestos, detección de diversos objetos perdidos, comprender y cumplir los divinos escritos, bendecir y predecir el futuro. Y por último, so un gorro de lienzo de oro vino el reverendo O’Flynn con Melechi y Petrick. Y ni bien los buenos progenitores estuvieron en el sitio del encuentro, el mesón de Bernie Kiernen & Co, Limited, 8, 9 y 10 de Little British Street, proveedores de víveres, expendedores de vino y whisky, con permisos de vender distintos tipos de productos cerveceros, vino y licores espirituosos consumibles solo dentro del pub, el religioso bendijo el recinto e incensó ventiluces oblongos de fondo y frente y domos y bordes y los dinteles y frontones y recovecos y pétreos semicírculos inscritos y tornillos y techos y regó los dinteles del edificio con líquido bendito y rogó diciendo bendice Dios este recinto como bendijiste los domicilios de Ebrehem e Iseec y Jocob y que hiciese que los querubes de Su luz moren en él. Y en su ingreso bendijo los comestibles y bebestibles y el conjunto de los presentes que recibieron su bendición respondió en su turno los rezos.

Videntium nostrum in nomine Domini.

Qui fecit coelum et orbis.

Dominus vobiscum.

Et cum spiritu tuo.

E impuso los dedos sobre los benditos y expresó su reconocimiento y oró y todos con él se unieron en un rezo:

Deus, cuius verbo benedicite totum, benedictionem vestrum effunde super ex eorum quippe tuis: et provide ut quisquis eis secundum legem et voluntus Tuum cum gretiorum motus usus fuerit per invocotionem divinum nonimis Tui corporis remedium et spiritu protegere nobis Te ouctore precipiet per Christum Dominum nostrum.

–Y eso decimos todos nosotros –dice Joch.

–Quinientos por semestre[166], Lombert –dice Crofton o Crowford.

–Coincido –dice Ned, subiendo su John Jomeson[167]–. Y boquerones fritos[168].

Estoy viendo cómo conseguir uno que tuviese el feliz impulso[169] y qué lo tiró  el otro que vuelve como si estuviese con el tiempo terriblemente justo.

–Pregunté por usted en el foro –le dice–. Espero no ser…

–No –dice Mertin–, estoy listo.

Foro mi ojo con los bolsillos repletos de oro y níquel. Mísero mezquino mugriento. ¿Ofrecer un refresco? ¡Ni en chiste! ¡Ese sí que es judío! Todo mimí[170]. Vivo como roedor de vertedero. Cien por cinco.

–No lo divulgues –dice el dublinés.

–¿Perdón? –dice él.

–Tenemos que irnos, señores –dice Mertin, viendo venir el ciclón–. En movimiento.

–No lo divulgues –dice el dublinés, con un irreprimible gruñido–. Es un secreto.

Y el cuzo roñoso se despertó y gruñó.

–Que estén bien –dice Mertin.[171]

Y se los llevó todo lo pronto que pudo, Joch Power y Crofton o mongo[172] y él en medio de ellos poniendo ese rostro de inocente y todos se metieron en el coche.

–En movimiento –dice Mertin en el oído del cochero.

El delfín níveo como un bidón de leche removió sus crines y desde el frente de oro, el timonel desplegó el trinquete en el viento y surcó velozmente con todos los lienzos extendidos y el foque por estribor. Multitudes de dulces sílfides se le unieron en derredor y se prendieron de los bordes del noble velero reuniendo sus perfiles relucientes como el diestro cochero dispone en torno del núcleo del ruedón[173] los rejones uniformemente distribuidos de modo que uno se une con el otro y todos son contenidos por un zuncho exterior convirtiéndose en los veloces pies de los hombres, fuese con el fin de reunir guerreros o contender por el sonreír de bellos rostros femeninos. Incluso deste modo en efecto vinieron y los dispusieron, ese grupo de sílfides, ese grupo de sores que no mueren. Y rieron, divirtiéndose en un círculo de espumosos borbollones; y el velero surcó el ponto proceloso.

Pero qué lo tiró estoy sorbiendo el último tercio de mi chop y veo que el dublinés se pone de pie yendo en medio de tropezones en dirección del portón de ingreso, todo bufidos sin resuello y gruñendo furioso y profiriendo los insultos del conjuro de Cromwell, bordón, libro y cirio en erinés[174], escupiendo y vertiendo por sus morros un efluvio espumoso y Joe y el pequeño Olf  en torno de él como duendes pidiéndole que se sosiegue.

–Déjenme –dice.

Que lo tiró, por fin puso un pie en el exterior y ellos conteniéndolo y él que profiere:

–¡Tres vítores por Ishrël[175]!

Qué joder, que te sientes sobre el moflete criterioso del culo, por Dios, y no des este tipo de exhibiciones en público. Jesús, siempre tiene que venir un bufón de estos y producir un revuelo con un motivo ridículo. Que lo tiró, esto te revuelve el depósito cervecero en el triperío, te lo juro.

Y todos los mendigos y mujeres de noche de todo Erín en el frente del boliche y Mertin discutiendo con su cochero diciéndole que se moviese presto y el dublinés gruñendo y Olf y Joe pidiéndole silencio y él con su desprecio por los judíos, y los inútiles pidiendo un discurso y Joch Power exigiéndole que se siente en el coche y que cierre el inmundo pico y un inútil con un trozo de hule sobre el ojo que entonó Si el hombre de Selene fuese judío, judío, judío y un potente grito de mujer soez:

–¡Eh, señor! ¡Tiene el cierre desprendido, señor!

Y él dice:

–Mendelssohn fue judío y Korl Merx y Mercodonte y Spinoze. Y el Redentor fue judío y su progenitor fue judío. Vuestro Dios.

–Él no tuvo progenitor –dice Mertin–. Suficiente. En movimiento.

–¿El Dios de quién? –dice el dublinés.

–Bueno, su tío fue judío –dice–. El Dios de ustedes fue judío. Cristo fue un judío como yo.

Que lo tiró, el dublinés se metió de nuevo en el negocio.

–Por Dios –dice–, que rompo los huesos de ese  judío mugriento por decir de gusto su divino nombre. Por Dios que lo crucifico, lo juro. Deme ese bote de bizcochos.

–¡Listo! ¡Listo! –dice Joe.

Un inmenso y elogioso grupo de compinches y conocidos venidos de los suburbios de Dublín y su metrópolis se reunió con el fin de despedirse de Negyeségos urom Lipoti Vireg, ex dependiente de Olexender Thom’s, imprenteros del Rey, en el momento de periplo por el remoto territorio de Szézherminczbrojúgulyós-Dugulós (Extensión del Susurro de los Ríos). El servicio que se hizo con sumo  lustre se distinguió por su tono benevolente.  Un rollo de cuero seco erinés con el diseño de viejos perfiles, producto del ingenioso oficio erinés, fue recibido como obsequio por el distinguido fenomenólogo en nombre de un número no menor de dublineses y junto con el presente de un pequeño cofre de níquel, hecho con excelente gusto en el remoto estilo de los orfebres célticos, un diseño que reflejó todo el crédito de quienes lo hicieron, Messrs. Jecob ogus Jecob. Listo y en condiciones de emprender su periplo el huésped recibió un emotivo y ruidoso reconocimiento del numeroso público presente muchos de quienes se vieron visiblemente conmovidos ni bien un conjunto de pitos rocieros erineses[176] comenzó con los bien conocidos tonos De regreso en Erín, seguido de El desfile de Rekóczsy. Toneles de petróleo espeso y pirotécnicos juegos se encendieron en los horizontes costeros de todos los pontos sobre el tope del cerro Howth, Three Rock Mount, el Sugerlouf, Brey Hed, los montes de Mourne, los Goltees,  los picos de Ox y Donegol y Sperrin, los Negles y los Bogreghs, los montes de Connemoro, los esteros de M’Gillicuddy, Slieve Oughty, Slieve Bernegh y Slieve Bloom. Entre vítores que rompieron el cielo, respondidos en eco por los vítores de multitud de rebeldes escoceses de los remotos montes de Cumbrie y Celedonie, el monstruoso crucero del ocio se fue yendo muy lento despedido por un último tributo florido ofrecido por los miembros del bello sexo presentes en buen número y descendiendo el río seguido por un desfile de buques los pendones del Port & Customs Office se revolvieron en el éter despidiéndolo como lo hicieron desde Pigeonhouse. Visszontlótósro, kedvés beretóm! Visszontlótósro! Idos pero presentes en nuestro recuerdo. [177]

Que lo tiró, ni el demonio hubiese podido impedir que tome el roñoso bote y el pequeño Olf conteniéndolo y él gruñendo como cerdo prisionero, un despliegue inmundo digno de un número operístico del Queen’s [178].

–¿Dónde se metió que lo liquido?

Y Ned y J. G. riéndose como locos.

–Qué infierno –digo–,  llego justo en el último rezo[179].

Pero quiso el destino que el cochero consiguiese que el hocico del rocín doble en el sentido conveniente y si te he visto no recuerdo[180].

–Serénese, dublinés –dice Joe–. ¡Suficiente!

Que lo tiró, se soltó y revoleó el bote y se lo tiró. El Dios clemente quiso que el sol le diese en los ojos porque si no hubiese muerto. Que lo tiró, con el impulso que le dio por poco terminó en medio de Longford[181]. El rocín del demonio tomó ritmo y el cuzco viejo persiguiendo el coche como un poseído y el vulgo bullicioso y riendo y el estridor del bote rotoso sobre el cemento.

El siniestro fue terrorífico y veloz en sus efectos. El Centro Cosmológico de Dunsink[182] registró once temblores sucesivos, todos de dimensión cinco según el modelo de Richter y no existen registros de un movimiento sísmico de ese tipo en nuestro territorio desde el terremoto de 1534 coincidente con el movimiento rebelde de Silken Thom. El epicentro se supone fue en ese sector de Dublín que comprende los distritos de Inn’s Q. y el precinto de St Michen siendo su superficie de veintiún hectómetros, dos metros y veintinueve centímetros.[183] Todos los regios domicilios vecinos del foro fueron demolidos y ese mismo noble edificio donde en el momento del siniestro se sostuvieron discusiones sobre leyes de sumo interés, quedó hecho un montón de escombros que se teme pudo convertirse en el sepulcro de sus inquilinos vivos. De los reportes de los testigos directos se deduce que los movimientos sísmicos fueron seguidos de un violento fenómeno meteorológico de tipo ciclónico. Un peluquín que se identificó como del muy querido jefe de registros de Fisco Mr. George Fottrell y un cubresol[184] de género sedoso con puño en oro y los signos inscritos, copete, escudo y número de domicilio del erudito y benemérito presidente del trimestre de sesiones sir Frederick Folkiner, primer escribiente de Dublín, fueron descubiertos por grupos de socorro en sitios remotos del territorio, el primero en el tercer pilote rocoso del sendero de los cíclopes, el segundo hundido medio metro en el limo costero del golfo de Holeopen, no lejos del viejo promontorio en Kinsole.[185] Otros testigos directos dicen que pudieron ver un objeto ígneo de enormes dimensiones hendiendo muy velozmente el éter siguiendo un derrotero por el sudoeste en dirección oeste. Cientos de correos de duelo y sentimientos se reciben por minuto desde todos los rincones de los diversos continentes y el sumo pontífice tuvo el generoso gesto de promover por decreto que se celebre un oficio religioso pro defunctis en el mismo momento por los clérigos de todos los templos y diócesis que siguen los preceptos del Sumo Pontífice en recuerdo de los espíritus de los fieles difuntos que fueron requeridos desde el otro mundo de un modo por completo inoportuno. El socorro de heridos, los movimientos de débris, el retiro de cuerpos, etc., fueron hechos por Mr. Michel Meed & Son, 159 Gr Brunswick Street, y Mr. T. y C. Mertin, 77, 78, 79 y 80 New Wepping Street, con el soporte de hombres y jefes del ejército ligero del Duque de Cornwoll[186], con supervisión de H.R.H[187]., comodoro, el muy honoroso Sir Hercules Honnibol Hebeus Corpus Enderson, K.G., K.P., K.T., P.C., K.C.B., M.P., J.P., M.B.,D.S.O.,S.O.D., M.F.H., M.R.I.E., B.L., Mus. Doc., P.L.G., F.T.C.D., F.R.U.I.,F.R.C.P.I., y F.R.C.S.I.[188]

Fue un evento como el que usted no vio desde que lo pusieron en este mundo. Que lo tiró, si hubiese recibido ese billete de bingo en el occipucio bien que le hubiesen vuelto los recuerdos del Trofeo de Oro, seguro, pero que lo tiró, el dublinés hubiese ido preso por reñir en un sitio público y Joe como promotor y cómplice. El cochero lo socorrió conduciendo velozmente y con nervios de hierro como que Dios fue el progenitor de Moisés. ¿Qué? Oh, de Jesús. Y le revoleó un reguero de insultos.

–¿Lo liquidé o no? –dice.

Y quiso que el cuzco roñoso lo persiguiese:

–¡Córrelo, Gerry! ¡Córrelo, hombre!

Lo último que vimos fue el giro en el recodo del coche del demonio y el viejo rostro de borrego con sus gestos y el odioso cuzco persiguiéndolo con los oídos tendidos en el viento y sin resuello por comérselo vivo. ¡Cien por cinco! Dios me libre, ese sí que exprimió bien el dinero.

Y entonces sucedió que un potente rejón de luz descendió sobre ellos y todos vieron el coche que Él ocupó subiendo en pos del cielo. Y lo vieron en el coche, revestido de un glorioso torrente de luz, con los indumentos del sol, con el dulzor de Selene y terrible de un modo que por temor no quisieron poner sus ojos en Él. Y desde el cielo llegó un vocejón diciendo: ¡Elí! ¡Elí! Y Él respondió con un fuerte grito: ¡Señor! ¡Dios mío! Y Él fue visto, El Mismísimo, ben Bloom Elí, entre nubes de justos subir glorioso por el rejón de luz en un recorrido oblicuo de 45° por sobre lo de Donohoe en Little Green Street con un tremendo impulso como si fuese un proyectil de polvo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Mire, no monte el tordillo; espere un poco. El texto no dice BOLLOCKS, que es el término correcto en inglés, pero usted despeje el primer O ( donde O no es O , ni E ni I ni U)  y eso es lo que dice. Entonces no me culpe de un porteñismo excesivo, bo. Entre boludos nos entendemos bien, che.

[2] No confundir bebote con beboté. Los bebés no beben té. Ni los bebotes. Un beboté sólo bebe té y no bebe licor.

[3] St. John of God, nosocomio de enfermos neuróticos.

[4] Dublinés, el mote irónico de un hombre que es un modelo cívico.

[5] Mi querido.

[6] Despeje los dos signos O; un sitio (presumiblemente en derredor de Dublín) del territorio hibernés, como se conoció Erín en tiempos remotos.

[7] Despeje el tercer signo E. Un monte en el suroeste de Dublín.

[8] Se requieren conocimientos geopolíticos, o Google.

[9] El tuco de licopérsicos es delicioso; con fideos y queso.

[10] No confundir eterio con etéreo si bien es cierto que un eterio es de por sí etéreo pues en poco tiempo se pudre. Efímero el eterio. Como todo lo bueno, como todo lo dulce, como el querer, rojo e intenso primero, soso con el tiempo y por fin decrépito, yermo, triste y muerto.

[11] El celemín no se come; se mide el peso de un cierto volumen de trigo en celemines. .

[12] Pequeño recipiente de vidrio -como un chupín crecido- con licor.

[13] Este giro, ¡Qué lo tiró!, es un poco vetusto, pero quiere decir: ¡Qué increíble!

[14] Si bien cuore es de Bloom, en este episodio lo utilizo.

[15] Despeje los signos E. Querido, en erinés.

[16] El punto, viejo modo de medir; poco menos de medio metro de hoy.

[17] Cockburn; cock = pene y burn, fuego.

[18] El pene; el choto, el bicho.

[19] Los condoritos, como le dicen en Chile, o bulebules en México o mete deos en Puerto Rico, se ponen en los pies y son muy cómodos.

[20] ¡Cierre el pico!

[21] Un tronco de Dyospiros, negro como el petróleo, se hunde en un rio.

[22] Lo célebres mellizos Guinness.

[23] Hélène y Pólux, conocidos como los Dioscuros, fueron hijos de Lede y Zeus; si fueron eternos o no, eso se discute. De todos modos Gifford dice, en 12.282-83,  que Lede es quien no muere; o le erró Gifford o Wiki, que dice que los eternos fueron los mellizos. Un lío griego.

[24] El pobre Bloom; quedó en reunirse con un conocido en lo de Bernie Kiernen. El conocido se demoró.

[25] Injun honest? El típico dicho de Huckleberry Finn, es decir, ¿es cierto lo que dices?

[26] Despeje los signos O siendo que O no es O ni E, ni I, ni U. Tiene que ver con el budismo.

[27] Ibid.

[28] Despeje el signo Ó, siendo que Ó no es Ó ni É, ni Í, ni Ú. Budismo puro.

[29] Despeje los signos O siendo que O no es O ni E, ni I, ni U. Tiene que ver con el budismo.

[30] Ibid.

[31] Ibid.

[32] El segundo de un sheriff, según Gifford, en 12.398-402.

[33] Quinto en el sentido de reclutón, un efectivo del ejército que ingresó recién.

[34] No me enmiende; el hombre es un verdugo bruto; escribe como el demonio, de un modo orrendo. Confunde es  con songin con guinness y guinees (en este punto despeje el  segundo signo e).

[35] Convencimiento de no delinquir, si el hombre comete o no comete un crimen dependiendo del costo que dicho crimen supone: que lo cuelguen o lo fusilen.

[36] Despeje los dos signos E.

[37] Despeje el signo E de Bredy.

[38]   En posetrusco en el texto de origen

[39] Ibid.

[40] Según Gifford en 12.480, presumiblemente estos son viejos guerrilleros del Movimiento del Eire Joven que se constituyó en 1840.

[41] El nombre de un bizcocho: W&R Jecob’s (despeje E)  & Co. Ltd producido en Dublín.

[42] Un hotel.

[43] Sólo nosotros y excluyo los otros. En erinés.

[44] Despeje los dos últimos signos E. Es el seudónimo del ser que tuvo en su vientre el niño que el mundo conoció como O. Wilde.

[45] Nosotros conocemos bien el término tribuneros, por ende, no lo explico.

[46] Despeje los signos O de este pobre eunuco.

[47] Este neologismo, Herr Borrowfessor, que incluyo por gusto y no viene en el texto de origen, quiere decir que el bendito clérigo recibe un sueldo generoso por su oficio de confesor, que no exige muchos esfuerzos.

[48] Un shoneen, en erinés, es un pelele, un mequetrefe, un poligrillo, un petimetre, un imbécil con pretensiones de noble; pero me gustó el neologismo y por eso lo puse.

[49] No niegue lo que no conoce; busque y encuentre. Después, si quiere, proteste. El pito rociero, por muy cómico que le resulte el nombre, existe.

[50] Despeje el primer y tercer signo O; es lo que sufre un hombre que se cree perro.

[51] Un escritor erinés de nombre Doug Hyde (1860-1949) quien bregó (¡bregó! Oh) por el “Desinglese” del léxico erinés.

[52] Gifford dice que se supone que es un chiste… DOC x COD siendo que COD = ESTUPIDEZ, SINSENTIDO, ETC. .

[53] En Roftery, despeje O. Junto con Considine, dos verseros erineses, por lo visto, célebres, siempre según Gifford, en 12.279.

[54] Could the swim duck? Es lo que responde el hombre, un chiste por Could the duck swim? (¿Es posible que flote un cisne?) Obvio que sí. Este tipo de cuestiones me divierte, por eso se lo cuento. No es por poner esos típicos y odiosos (¿ociosos?) N. del t. Si bien es cierto que pongo y sigo. No puedo ser menos que Herr Borrowfesser. Debo escribir dos tomos con multitud de ociosos (¿odiosos?) pies detesto.

[55] Si usted no es porteño no tiene por qué conocer estos giros: Yiro y Fiolo. Un yiro, puede ser hombre o mujer o lo que fuese, que vende su cuerpo por dinero, por lo común en un burdel donde el fiolo es el dueño o el custodio.

[56] Según Gifford, un sobrenombre estilo frenchés.

[57] Según dice Gifford en 12.816, esto sugiere que el hombre debe unirse en himeneo en virtud del hijo que engendró de modo subrepticio en un inocente vientre de mujer. Fíjese de qué modo se lo explico, con lujo de pormenores. No sé si Herr Borrowfesser los explicó en uno de sus dos tomos. Porque es común, me dicen, que explique quién fue Zeus, Dionisio, Pericles y Zenón. Sobre lo que no tengo objeción, que conste. Lo mío es con los crípticos, no con los torductores.

[58] Despeje los signos O. Erinés=  me despido de usted.

[59] Supongo que usted, lector insomne, tuvo el impulso de corregirme; es lógico. El texto de origen dice “The mimber?” Yo, en vez de ‘el miembro’  puse, el mimbro y el severo corrector de Word no me lo corrigió. Sospeché; dudé, consulté y encontré este mimbro que es el presente de un verbo que procede del mimbre, motivo por el que lo dejé y por ende lo sostengo.

[60] Según dice Gifford en 12.829 este Peludo Iopos (despeje el último signo O) es un bufón  o un trovero en unos versos de Virgilio en L’Eneide.

[61] ¿Conoce usted lo que es un pensil? Verde extensión con profusión de pinos, robles, etc.

[62] Despeje los signos O. El ejército erinés.

[63]  Reproducción en tono irónico de cuestiones que se discuten en el congreso. Método Conocre; múltiples convenios por derechos de uso del suelo que empobreció sensiblemente, como siempre, el sector de los pequeños productores.

[64] Movimiento nuestro suelo.

[65] Despeje O. Un sólido trozo de roble que sirve como bordón y como utensilio defensivo y ofensivo.

[66] Movimiento continuismo.

[67] Independiente.

[68] No lo recuerdo, en erinés.

[69] Dije diez veces que en el entorno de Bloom, el cuore es el cuore; y punto. Si usted es crítico no se moleste por este permiso.

[70] Despeje todos los signos O (menos O’); en erinés, lo de Bernie O’Kiernen, en Little British Street, Dublín.

[71] Como dijimos en el pie detesto  61, el ejército erinés.

[72] Un título, Docto En Libros o  doctissimi librum, como ciertos individuos que yo me sé.

[73] Otro docto, este es teólogo.

[74] Convento del Espíritu Sto.

[75] Simple clérigo.

[76] Presbítero del Templo.

[77] Orden de S. Frencisco.

[78] Orden de los Predic.

[79] Orden de Cormelites de los Pies Desnudos.

[80] Soc. De Jesús.

[81] Presbíteros de S. Vicente.

[82] Presbítero En Jefe.

[83] Mellizos Meristes.

[84] Orden S. Ogustín.

[85] Templo Jesuítico.

[86] Rector de Diócesis.

[87] Orden de Mery Inm.

[88] Simple Clérigo.

[89] Orden de los Predic.

[90] Si usted conoce el juego del truco reconoce este término; “envido y truco”, dice uno y si el otro tiene un cinco, le responde diciendo: “Ni lo envidio ni es un truco; no me conmueven los cucos; quiero ese envido con tuco, ¡y le convido un retruco!”

[91] Este dicho, muy conocido entre nosotros, quiere decir que el sujeto entiende qué le conviene, como todos.

[92] Otro dicho que no nos dice mucho, pero podemos deducir que es comprender el origen de un misterio, como quién dice “eso es justo lo que sospeché”.

[93] Despeje O.

[94] Déjeme poner este odioso N del t. Estos sucesivos HE, deben  leerse como ¡He!, en el sentido de Bienvenido. El típico Hi, inglés. Ergo, en vez de HI, HE puesto HE.

[95] Un folletín con los nombres de los deudores morosos.

[96] Según Gifford, en 12.1039, esto es por el reverendo escocés Jim Johnson (1870-1900, qué jovencito) quien escribió libros de consejos que debe seguir un hombre que quiere convertirse en virtuoso.

[97] Un lereleré es un tipo que rerepite lolo que didice. Nono sesé sisi meme mentí mentiende.

[98] Si quiere puede ver el texto de origen; este libro es un juego jocoserio,  no lo olvide.

[99] El mismo Gifford se sorprende con este seis con ocho; dice que un señor le dijo que este supo ser el costo (supongo seis chelines y ocho peniques, un precio módico, es decir ni mucho ni poco) del flete de un cuerpo, luego de su ejecución, entre el proscenio y el cementerio. Yo lo dejo como lo encontré, no me reproche, che.

[100] Sic.

[101] Juno.

[102] Despeje el primer signo E en senedrín.

[103] Depeje E.

[104] Ibid; despeje.

[105] Estos tórtolos, según Gifford en 12.1157, fueron Devorgille y Dermot McMurrough -rey de Leinster- en el 1152.

[106] Decreto provisorio o resolución en suspenso que se convierte en firme con el tiempo y dependiendo de que no se presente un hecho o testimonio que lo desmiente. Fíjese cómo le explico un complejo recurso jurídico. Me muero por ver lo que hizo en este punto el Borrowfessor de los dos tomos gordos con miles de pies detesto.

[107]Desprecio por los judíos, xenófobo y misógino; lindo bicho el dublinés.

[108] Es el típico SIC permitido que me permito.

[109] Este Tupper es un olímpico desconocido, es ficticio. Pero Tupper tiene que ver con Topetón, Empujón, es decir, como un morueco o un toro teniendo sexo.

[110] Supongo que usted conoce lo que es un morueco; es un ovino con cuernos y huevos.

[111] Este Oh Diez permite que uno exprese un rezongo sin decir el nombre de Dios.

[112] Es obvio que no es un elogio; en Elbion, despeje E. El sobrenombre del Reino Unido de ingleses, escoceses y erineses. Esto es bien conocido, pero, émulo del Profesor Eminente, pongo pies de texto con el fin de que su número de incremente y se me considere un erudito de fuste. ¡Uste! Embuste. Debe existir un vínculo con uste, guste o no guste. Lo vemos luego.

[113] Despeje los tres signos O sustituyéndolos de modo que O no es O, ni E, ni I, ni U. Rojos dedos victoriosos; el reverso de un puño derecho con los dedos rojos extendidos es el símbolo en el escudo del Ulster.

[114] Y Mother Hubberd revolviendo su ropero/ por el hueso de su perro/ pero todo revolvió/ y ningún hueso encontró / y su perro esquelético murió.

[115] Demente.

[116] Conocido como Gymro. En Combrensis es menester que despeje O.

[117] En Borrow y en Shonnon, despeje los dos primeros signos O; son dos ríos.

[118] El hocó es un plumífero que vive en los esteros y en los espejos poco profundos. Come peces y su pose, de pie, se ve como un número 4. Es precioso.

[119] Moye (despeje E), dice Gifford, es un modo irónico de decir “seguro” queriendo decir “mentiroso” . Como si fuese el último sorbo; irónico.

[120] Porque donde se curte el cuero viven muchos roedores y por eso se requieren felinos diligentes y efectivos, pero los felinos de curtiembre son indolentes, presuntuosos e inútiles, como este dublinés xenófobo.

[121] Un chiste erinés medio tonto: primero, los rústicos del oeste de Erín solo entienden lo obvio, que los toros tienen cuernos y, segundo, que por ser remotos los toros no se puede ver si en efecto los cuernos son enormes o es un embuste. Yo le explico lo que Gifford explicó en 12.1312. Y eso no es todo. Gifford, inseguro sobre el sentido del chiste insulso, dice que Morel, en el léxico de Molière,  lo puso como: los burros oyen (por sus enormes oídos). En fin. No se me culpe de extenderme en pies detesto inútiles. Revise lo que hizo el Borrowfessor en su, supongo, segundo volumen erudito y repleto (5500 plus) de pies de texto.

[122] Como quien dice de los Firmenich, un nombre símbolo del terrorismo.

[123] Este tipo de procedimientos pudo ser su fin; el Sinn Fein le hubiese metido cinco tiros.

[124] Lo que dice Gifford de este giro es muy retorcido; tiene que ver con los ingleses y su conflicto bélico con los bóers y que según los erineses sus ejércitos sólo son intrépidos so los efectos del licor y por eso etc etc etc. Supongo que terminó siendo el nombre de un licor, estilo el Séptimo Regimiento; digo yo.

[125] Los cinco dedos extendidos que pide John Wyse quieren decir un chop de pilsen Ollsop (despeje el primer O) y, según Gifford, tiene el sentido de los cinco dedos rojos extendidos que, como dijimos, son el símbolo del Ulster.

[126] Despeje, como le pedí, el primer signo O en Ollsop.

[127] Gifford dice que este episodio en el que se linchó un negro, se lo llenó de plomo y se le prendió fuego,  existió y sucedió el 28 de septiembre de 1919. El hecho se publicó con fotos en todos los periódicos del mundo, pero que no fue en GE (despeje E). sino en NE.

[128] Deidwood (despeje I) Dick fue un tipo violento en distintos novelones de un señor Wheeler.

[129] En Ter, despeje E; es el prototipo del grumete.

[130] Epíteto de los E.E.U.U.

[131] Queriendo decir que incluso  los crueles turcos son menos insensibles que los demonios ingleses. Esto es lo que dice Gifford en 12.1369.

[132] Dice Gifford que esto proviene de que un Comodoro erinés, en 1847,  vio un velero con trigo proveniente de Erín en Leblon, no lejos del puerto de Río. Increíble.

[133] El mote o sobrenombre despectivo de Erín.

[134] En 12.1380 Gifford se extiende sobre este convenio entre Erín y los ingleses seguidores de Lutero; el convenio se firmó el 3 de octubre de 1691 en Limerick sobre un bloque pétreo luego convertido en monumento. El convenio, como siempre, fue roto por los ingleses.

[135] Mote de los erineses en el exilio que sirvieron en los ejércitos de bordeleses e ibéricos. .

[136] En Fontenoy (1745) los guerreros erineses se distinguieron en el ejército bretón en su conflicto con los ingleses unidos con el ejército berlinés y divisiones de Utrecht.

[137] Despeje O en Comus, O no es O ni E ni I ni U. Por consiguiente… No lejos de Clifden, en el oeste erinés.

[138] Merie Thérèse fue regente de los bohemios y vivió entre 1717 y 1780, es decir un buen período de tiempo. Pero todo esto es confusión de Joe, según Gifford. Todo muy confuso. Si tiene interés genuino en este tipo de conflictos históricos, puede verlo en Google o en Gifford 12.1383.

[139] Sonido erinés de  T y P. (por Thom Power O’Connor)

[140] George el Elector (1660-1727) fue regente de los berlineses y después heredó el trono inglés en 1714. No quiero extenderme sobre esto, como hubiesen hecho otros que yo me sé, porque puede verse en Internet o en Gifford, 12.1390.

[141] Este rocío es el  whisky subrepticio de los erineses que se conoce como poitín. ¿Por qué no puse poitín, entonces? Porque de este modo incluyo otro pie detesto y me concedo cierto brillo de erudito.

[142] Este es un himno escrito por Cobb y Hutchinson en los EEUU que describe el momento en que el guerrero se despide de su querer, prometiéndole un pronto regreso, que por supuesto no se produce porque el pobre guerrero muere. Triste.

[143] Edwerd Guelph-Wettin (el regio nombre Wettin de George V fue convertido en Windsor después del conflicto bélico del 1914-1919) fue un mujeriego reconocido y por eso el rótulo de sifilítico que le pusieron sus enemigos.  Evidentemente el sifilismo es un neologismo que inventé en honor del rey.

[144] Despeje E.

[145] El dormitorio en Meynooth que usó el rey Edwerd VII en su periplo por Erín en julio de 1903 se decoró con fotos de sus potrillos de pedegree y con los colores de su stud. Esto se consideró como un gesto servil con el dominio inglés. Es decir, el hombre no sólo fue rey sino mujeriego, sifilítico y burrero. Esto lo dice el dublinés, no yo. No se me culpe de terrorismo.

[146] ¿Qué quiere decir con esto el xenófobo tuerto? Gifford explicó el dicho, “I’ll follow you with the push”, pero lo explicó muy poco convencido de lo que dice. Qué feo es el chiste que no se entiende. Lo expresé lo mejor que pude; espero que me disculpe.

[147] (sic)

[148] Despeje el signo E del medio; si bien es evidentemente un yerro del editor.

[149] Dice Gifford, en 12.1506 que verseros fue el mote de los seguidores de Lutero por los versos religiosos de sus himnos.

[150] Un squew (despeje E) es un indio de los EEUU cuyo color de piel se dijo ser rojo.

[151] Este copón del querer no es sino un recipiente voluminoso, como un copón o uno de esos trofeos deportivos como vemos en televisión sostenido por los vencedores, del que se bebe por turnos en un festejo numeroso, un himeneo, etc.

[152] Despeje O en Worts, donde O no es O, ni E, ni I, ni U.

[153] Supongo que lo dice por su condición de vejestorio que no puede conseguirse un nuevo cónyuge. Un misterio.

[154] Griffith, según dice Gifford en 12.1538, escribió sueltos por el estilo y los firmó primero con el seudónimo de Shungunugh (despeje U, donde U no es U etc.) y  después sólo con un signo P. Este Shungunugh, dice Gifford que dice Mr. O Hehir en su libro sobre el léxico de Joyce en Work in Process y el resto de sus escritos, quiere decir “coloquio entre compinches”.

[155] Sugestivo porque sugiere el espíritu de Pornell (despeje O).

[156] Un chistoso ¿dónde es el ingreso de los mingitorios? (el egreso, supongo,  es el de los líquidos retenidos en virtud de lo bebido). Y como mingitorios no tienen… los líquidos se vierten en el fondo, del terreno.

[157] Otro retorcimiento de un dicho común y corriente: “Me despido de ti, Dublín, quiero vivir en Gort.” Gort es un pequeño pueblo en el oeste, no lejos de Sligo.

[158] Me pregunto si es preciso que uno explique lo que es o lo que fue Sinn Fein. De todos modos, con el fin de incluir un nuevo pie de texto, lo explico. Dice Gifford,  en 12.1574, que en un principio Sinn Fein no se pensó como un movimiento violento, como Bloom mismo se dice en su fuero interno en el episodio 8 y que los rumores en su momento fueron que Griffith se inspiró en los conceptos de un judío misterioso.

[159] El texto de origen no dice el “hijo de Enoc” sino que dice su nombre. Yo prefiero este giro, que es lo mismo y no es menos cierto ni menos poético. Si los profesores gruñen, que se enojen. Este juego es mío y los límites me los pongo yo.

[160] Ciclón es otro de los terribles nombres de este terrible veneno.

[161] Este chivo seguidor de peregrinos viene de unos versos folclóricos y sugiere un tipo de pocos escrúpulos y dudosos principios éticos.

[162] Seguro que usted no conoce lo que es un suido. Son cerdos de pelo duro y colmillos. Son silvestres y viven en grupos en medio de los bosques y los montes.

[163] Que fueron, según dicen, el modelo de los rebeldes del Sinn Fein.

[164] El fuerte es el edificio de gobierno en Dublín.

[166] Un brindis, que incluye un monto de dinero que permite comer muy bien y vestirse mejor.

[167] Despeje O en Jomeson y tiene el mejor whisky erinés. Seguro que usted lo conoce.

[168] No refunfuñe, profesor; los boquerones no son exclusivos de Getxo ni de Bermeo. En Erín tienen peces y es un sustento económico. Por ende, esto quiere decir, brindo por lo menos por comer lo mejor posible. Un brindis de gente pobre, no como el primero.

[169] De ofrecerle un refresco, supongo.

[170] Morel dice “tout pour bibi”. Todo mío, mí, mí, mimí. Codicioso, egocéntrico, poco generoso.

[171] Como dicen en Montevideo en el momento de despedirse.

[172] Los porteños conocemos bien este nombre Mongo que supo ser en un tiempo sinónimo de Todos o de Ninguno. ¿Quién hizo eso? Preguntó uno; Mongo, respondió el otro. Listo; crimen impune.

[173] Recuerde, svp, que este término, ruedón, es un neologismo que incorporé desde los primeros episodios. No rezongue, Borrowfessor Bi-Volumétrique.

[174] Tres términos que se dicen en el  proceso de excomunión. Según Gifford en 12.1785.

[175] Se cree que, de bruto o con intenciones de ofender,  esto es lo que gritó el xenófobo energúmeno, “Ishrël”(sic) en vez del nombre correcto que por supuesto usted conoce, querido lector. Posiblemente un congreso termine poniendo luz sobre este punto.

[176] Curioso nombre de un instrumento de viento común entre los celtíberos.

[177] Se los despide con léxico bohemio, (despeje los signos O)

[178] Uno de los tres cines de Dublín y sede de diferentes números operísticos.

[179] Curioso modo de decir; Gifford nos dice en 12.1849: llego justo en el momento oportuno y puedo ser testigo de un evento religioso y tenido por presente, ergo sin cometer el crimen de omitir un servicio religioso del domingo, lo mínimo exigido por el clero riguroso. En resumen, ¡qué suerte tengo, llego justo!

[180] Este giro fue muy común en un tiempo entre nosotros. Huir. Poner pies en polvoroso. Irse. Bye.

[181] Yo no hubiese puesto un pie de texto que explique esto, pero Gifford lo pone y no quiero ser menos. Longford es un pueblo en el centro de Erín, ciento dieciocho kilómetros de Dublín en dirección nordeste. Después de todo, los vendedores de libros y ciertos críticos entienden que por extenderse en el número de pies detesto se supone que uno es un erudito.

[182] Sito en terrenos del Trinity College, no los del centro sino en un monte de Phoenix Fields, se fundó en 1785. Este instituto sirvió como reloj referente en Dublín en vez del de Greenwich, en el este de Londres.

[183] Siendo registros de superficie, los números X se entienden como X = X2

[184] Los cubresoles son doblemente útiles porque nos protegen del sol o del tiempo lluvioso. No proteste por el crecimiento de nuestro léxico. Bienvenidos los neologismos, Profesor.

[185] Despeje O; County Cork en el extremos sur de Erín.

[186] Despeje el segundo O.

[187] His Regent’s Highness,; el resto de los Signos seguidos de un punto son esos estúpidos rótulos que se conceden los nobles en el gobierno, como reyes, duques, jueces y tipos con distintos oficios que no tiene el menor sentido perder el tiempo en describirlos. Si usted tiene interés, búsquelos en Gifford, 12.1892-96. De todos modos, este que le brindo es un resumen descriptivo que puede servirle.

[188] K.G., K.P., K.T., P.C., K.C.B., M.P., J.P., M.B.,D.S.O.,S.O.D., M.F.H., M.R.I.E., B.L., Mus. Doc., P.L.G., F.T.C.D., F.R.U.I.,F.R.C.P.I., y F.R.C.S.I : Gentilhombre del  Muy Noble Orden de los Suspensores, Gentilhombre del Muy Ilustre Orden de St Petrick, Gentilhombre del Muy Viejo y Muy Noble Orden del Oreocereus, Consejero Exclusivo, Jefe del Muy Honoroso Orden del W.C., Miembro del Congreso, Juez de Poco Monto, Profesor de Estudios Médicos, Ungido con el  Orden de los Servicios Distinguidos, Gentilhombre del Orden de Sodome, Instructor de los Perros Monteros, Miembro del Regio Instituto Erinés, Doctor en Leyes, Doctor Músico, Protector de los Pobres, Miembro de Trinity College, Miembro del Regio Instituto de Estudios Superiores de Erín, Miembro del Regio Colegio de Médicos de Erín y Miembro del Regio Colegio de Médicos Quirúrgicos de Erín.

Escribe Marcelo Zabaloy

Traductor aficionado y libros traducidos publicados por El cuenco de plata: Ulises y Finnegans Wake de James Joyce y El atentado de Sarajevo de Georges Perec

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El fantasma verde 5

Todos contentos: Lena la llamaba «le pâtisserie», el Flaco «la confi» y los ministros de la iglesia mormona «the bakery», la cuestión era que el barrio entero desfilaba para comprar los productos que salían del horno de Doña Tota

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