¿Un léxico puede ser elegido? ¿o él nos elige ? El intérprete es del sur de nuestro territorio, de los confines. El texto que propone viene influido por sus célebres obsesiones. ¿Es posible reescribir el Ulises de Joyce con signos inexistentes? Si quieren leer, les ofrecemos este nuevo y oportuno episodio. Los previos, en este link. Dibujo de quien dibujó el resto de los episodios.
Deshil Holles Ibimus. Deshil Holles Ibimus. Deshil Holles Ibimus[1].
Provéenos, oh esplendente, oh luminoso, Horhorn, concepción y fruto de vientre. Provéenos, oh esplendente, oh luminoso, Horhorn, concepción y fruto de vientre. Provéenos, oh esplendente, oh luminoso, Horhorn, concepción y fruto de vientre.[2]
¡Olé, niñesniño, olé! ¡Olé, niñesniño, olé! ¡Olé, niñesniño, olé!
Como muy poco perceptivo es en todo el universo concebido el ingenio de ése que, respecto de esos puntos concebidos entre los seres de excelentes conocimientos como los que por sus muchos beneficios conviene que se estudien, desconocen lo que los supremos eruditos en instrucción y por cierto por el intrínseco lustre de sus espíritus sublimes, sostienen desde siempre como objeto digno de devoción desde que en unísono consenso nos dicen que siendo símiles el resto de los elementos no existe ningún otro esplendor exterior que refleje con mejor suceso lo próspero de un pueblo que el mucho o poco progreso que pudo contribuir en el socorro de ese continuo incremento que de no existir es de todos los sufrimientos el origen y que felizmente presente constituye el nítido signo del omnipulento[3] e incorruptible efecto benéfico del cosmos. Pues, ¿quién que de cierto conocimiento poseyere un mínimo y que ignore que este esplendor exterior puede recubrir un presente turbio y lutulento, o de otro modo dicho, puede existir un individuo disminuido en luces que no entendiese que mismo que no existe bendición del cosmos que niegue lo espléndido y generoso de que el hombre se multiplique del mismo modo es conveniente que todo justo miembro de un grupo cívico termine convirtiéndose en el vocero y el rector de sus prójimos y que tiemble de horror ni bien se figure que lo que en el pretérito por imperio del pueblo comenzó de modo muy excelente pudiese en el futuro verse concluido sin símil éxito excelente si un inverecundo vicio corrompiese sutilmente los muy nobles usos y costumbres cedidos por nuestros predecesores con un nivel de hundimiento que no fuese tenido como en exceso intrépido quien tuviese el tupé de erguirse en oposición y niegue que no existe insulto peor que sumir en el olvido, desconociendo su función de continuo motor reproductivo, este credo en el mismo momento prescripción y compromiso que sobre todos los hombres con predicción de profusión o riesgo de disminución se le ordenó desde siempre y de modo definitivo? [4]
Consecuentemente es por este motivo que no debemos sorprendernos si, como los mejores escribientes de hechos históricos nos lo dicen, entre los célticos, quienes no tuvieron devoción sino por lo que estuviese en su sorprendente universo, el ingenio médico hubiese recibido siempre los mejores honores. Ni qué decir de los refugios, los hoteles de leprosos, los cubículos de sudor y los fosos en tiempos de pestes, sus eminentes doctores, los O’Shiels, los O’Hickeys, los O’Lees, impusieron con esfuerzo los diversos métodos por medio de los que enfermo y recidivo recuperó su vigor después de sufrir un temblequeo de S. Vito o colitis. Por cierto en todo emprendimiento público que implique cuestiones sensibles los prolegómenos debe tener proporción con lo serio del evento en cuestión y por ende ellos siempre dispusieron de un proyecto (bien por efecto de previsión o de los previos experimentos el florecimiento es difícil decirlo puesto que existen opiniones en sentido opuesto en los estudios subsecuentes que por el momento no consiguen consenso) por el que los seres con niños en sus vientres fueron socorridos de todo tipo de evento imprevisto de modo que todos los socorros que requiriese este ser en ese supremo momento crítico de mujer no solo en bien de quien tuviese medios opulentos sino incluso por quienes no teniendo recursos suficientemente o mínimos y frecuentemente ni eso y sólo consiguen subsistir con firme decisión y por un emolumento menos que modesto le fuesen ofrecidos.[5]
Desde ese momento entonces y en lo sucesivo puede ser por ningún motivo ningún inconveniente susceptible de serle molesto porque sobre todo otro concepto el pueblo en su conjunto reconoce que excepto el de un próspero vientre fecundo sentimiento de ningún tipo o especie existir puede merecer y como supieron recibir de los eternos dioses de los seres finitos su concepción por convenirles ser de este vientre sus custodios, ni bien fuese el evento en sí mismo perentorio mujer en proceso en vehículo yendo con ese rumbo con el deseo inmenso en común de todo un entorno de mujeres que exigen urgente recepción en el dicho domicilio. ¡Oh gesto de pueblo prudente no solo en ser visto sino incluso en ser tenido como digno de elogio en eso que ellos en este vientre fértil por previsión ven su condición de mujer en lo que siente de súbito en el justo punto del comienzo de convertirse en el objeto de su solicitud!
Bebé en vientre feliz se tiene. Feto en seno festejo tuvo. Todo lo que en el punto conveniente fue que fuese hecho se hizo. Un lecho como de un gineceo con nutritivos comestibles en reposo se rodeó, los limpísimos lienzos como si el belén hubiese sucedido con prudente previsión dispuestos fueron; y esto sin decir de todos los remedios requeridos en modo suficiente y los instrumentos quirúrgicos correspondientes por no eludir el despliegue de todos los muy entretenidos folletos sobre diversos puntos de nuestro terrestre orbe ofrecidos con dibujos, divinos y terrenos, exhibición que en el conjunto de mujeres en sublime condición produce distensión y contribuye con el proceso de expulsión so el glorioso sol del sólido refugio de fértiles mujeres en el momento en que, ostensiblemente próximo el punto cúlmine de su reproductitivismo[6], les urge el momento de ir y tenderse, venido por fin su término.[7]
Cierto hombre con perfil de peregrino por el pórtico con el crepúsculo en ciernes merodeó. Del pueblo hebreo es súbdito este hombre que venido desde lejos del mundo los rincones recorrió. De hombre generoso un puro sentimiento sus pies de penitente en solitud condujéronlo donde él dese edificio con el frente se encontró.
De ese edificio E. Horne es el señor. Siete veces diez lechos tiene él en ese sitio donde fértiles mujeres venir suelen y se tienden y sufren por poner en este mundo vigorosos bebés como hizo de nuncio el querube del Señor con Merie. Como lirios custodios en insomnes desvelos corredores recorren dos sores. Eficientes doloridos reponen con sosiego; en doce plenilunios tres veces ciento. Muy nobles sirvientes de lecho son y de severísimos custodios en dúo en lo de Horne cumplen muy digno rol.
En su rol de severísimo custodio oyendo venir ese hombre de nobles sentimientos tritón con griñón recibiéndolo su portón de ingreso entornó. Oh refucilos, repentinos relumbres refulgen en un fulgor discontinuo por el cielo del poniente de Erín. Enorme temor poético que Dios el Destructor el orbe todo con diluvio destruyese por los funestos impuros procederes de él. Cruz de Cristo hizo sobre su religioso esternón y que presto se cubriese so su techumbre. Reconociendo el susodicho hombre como muy justo su juicio entró en el edificio de Horne.
Temeroso de ser inoportuno de Horne en el vestíbulo su sombrero sosteniendo el huésped muy quieto se quedó. En un tiempo él vecino suyo fue, con el tesoro de su cónyuge viviendo y su dulce descendiente mujer, quien luego por continentes y fondos del ponto poco menos de dos lustros erró. En un encuentro que tuvieron en cierto portezuelo él su femenino gesto reverente con sombrero no le devolvió. Que lo perdone le rogó con buen motivo por su interlocutor reconocido que el femenino rostro que él por breve tiempo vislumbró, el suyo, muy joven por entonces le lució. En sus ojos repentino un fulgor destelló y de rubores en su rostro un florecer su elogio le imprimió.
Ni bien sus ojos puso en los vestidos oscuros de él que un triste hecho le doliese se temió. Feliz tornó después quien de temer dejó. Le requirió él de O’Hore el doctor sucesos suyos si desde remotos continentes hubiese por correo recibido y con doliente suspiro de mujer respondióle que O’Hore el doctor en cielo es. Triste de un modo sumo el hombre estuvo de ese conocimiento recibir que de compunción el mesenterio con dolor se le torció. Punto por punto con dolor de mujer se lo contó, de su joven compinche el fenecer, pero no menos triste que reticente de Dios el recto juicio discutir. Le dijo que de buen modo murió y que dulce muerte tuvo con merced de Dios, con clérigo que oyó su confesión, con los Divinos Misterios y con los purísimos óleos del hombre enfermo los miembros ungidos. El hombre entonces interesóse y preguntóle de qué especie de muerte fue que murió el hombre muerto y oyendo oyó lo que le dijo que el muerto murió en un islote de Puerto Rico por cuestiones de tumores en el vientre cumpliéndose de esto el próximo veinticinco de diciembre y le que quisiese rogó el Dios Omnisciente tener su querido espíritu en Su sosiego eterno. Escuchó él los tristes dichos, sombrero en los dedos sostenido y ojos tristes. De este modo se estuvieron los dos quedos un segundo en lívido suspenso, doliéndose uno con otro.
Por consiguiente, hombre del común, ten presente ese último destino que es tu muerte y el polvo que de todo hombre que es fruto de mujer es el fin último porque mesmo como desnudo vino de su vientre desnudo debe irse como vino.
El hombre que entró en el edificio conversó luego y preguntó diciendo, si no os molesto, Sor, un nombre de mujer de su conocimiento y se interesó por los progresos y los pormenores del belén si se hubiese éste producido. Se le contestó y le fue dicho que sus sufrimientos de mujer se extienden desde el lunes y que es belén difícil de sufrir pero que hoy en un momento debe ser. Del mesmo modo dijo que vio muchos sufrimientos de mujer pero ninguno duros como éstos sufrimientos de mujer. Luego le contó todos los sucesos porque ese hombre resultóle conocido en virtud del mucho tiempo que en otros tiempos lo tuvo por vecino. El hombre escuchó sus dichos porque siempre sintió con compunción los dolores de mujeres en los pujos que tienen poniendo bebés en el mundo y deleitóse viendo ese bello rostro de que un hombre contemple muy digno y que empero en servicio del prójimo con el correr de los lustros quedó. Nueve doce flujos bermejos reprendiéndole estéril.[8]
Y en el ínterin dese coloquio el portón del fuerte sentornó y un sonoro bullicio como de muchos que se hubiesen reunido por comer y beber los sorprendió. Y vino en punto en el sitio donde fueron un doncel de nombre Dixon. Y el peregrino Leopold fue gentil con él viendo que entre ellos dos tuvieron un negocio en el misericordioso hospicio en donde el dicho doncel reside en virtud de que el peregrino Leopold requirió que se le cure porque hubo recibido cruel estoque en pecho por el punzón con el que un horrible y horroroso escupefuego lo hirió, por lo que el otro lo ungió los con óleos y yoduros que fueron convenientes.
Y ofrecióle entonces que ingrese en el fuerte con el fin de ser feliz con ellos los presentes. Y el peregrino Leopold prometió tener que irse con otro rumbo porque siempre fue un hombre circunspecto y un sutil. Sor, incluso, fue del mismo consejo y reprobó el ofrecimiento del doncel por mucho que bien tuviese certidumbre de que el peregrino no fuese muy sincero por su condición de hombre sutil. Pero el doncel no quiso sufrir que se le dijesen nones ni obedecer oposiciones de mujer ne reconocer cuestión que ofendiese su deseo y elogió lo muy esplendoroso de ese fuerte. Y el peregrino Leopold entró en el fuerte por concederse un poco de reposo por virtud de sus miembros dolorido después de extensos recorridos en torno del globo por diversos territorios y ejerciendo de vez en vez el duro ingenio de los monteros.
Y un bufé en el fuerte se dispuso que fue hecho con los leños de pino del territorio de los fineses y estuvo éste mueble sostenido por un doble dúo de liliputienses del dicho pueblo pero que no pudieron moverse por mérito de un embrujo persistente. Y sobre este bufé viéronse temibles estoques y cuchillos que son hechos en un pozón profundo por enjundiosos demonios con unos fuegos níveos que ponen luego en cuernos de los bueyes y ciervos que en prodigioso exceso recorren el mesmo territorio. Y hubo en él recipientes que forjó el embrujo de Mehmet[9] con limo del ponto y el éter que un hechicero con su soplo infunde dentro dellos como en globos. Y muy copiosos y ricos comestibles dispuestos fueron en el bufé que existir no puede el ser que concebir pudiese uno menos incompleto ne menos delicioso. Y hubo en éste un cuenco de níquel que no bien por ingenio removido el cobertor dejó ver tendidos unos pesces curiosos sin sus tiestos bien que los hombres increyentes no creyesen que fuese esto posible si esto no lo vieren quempero sí lo es. Y estos pesces duermen en un líquido untuoso venido desde Oporto por virtud de lo gordo que es su suelo símil los jugos obtenidos en moliendo los frutos del olivo. Y resultó mesmo increíble ver en éste torreón cómo por embrujo componen ellos un compuesto del fecundo trigo semítico el que por el socorro de ciertos espíritus perversos que vierten en el medio consiguen del porte de un enorme monte un henchido prodigioso. Pero incluso instruyen serpientes de modo que se enrollen en extensos pilotes que emergen desde el suelo y de los restos de piel destos ofidios obtienen un potingue con un típico regusto de hidromiel.
Y el doncel vertió en el gubilete de Childe Leopold un refresco y servióle en el entretiempo que todos los presentes siguieron bebiendo sus pociones. Y Childe Leopold concediendo descubrióse el cubreojos de su yelmo y bebió visiblemente un poco del mejunje queriendo ser cortés por no ser bebedor de hidromiel fuere que fuese en momento que fuese del que luego se deshizo y en breve en muy completo secreto vertió un no menor volumen en el gubilete de su vecino que conocer no pudo su vecino deste ingenio. Y se sentó en ese fuerte con ellos con el fin de reponerse él un momento. Glorioso es Dios Todopoderoso.[10]
En esto un rostro de sor se mostró en el portillo e imploró con respetuoso gesto enfrente de Jesús nuestro rey y señor que concluyesen con su jolgorio porque en piso superior tiéndese en su lecho un ser en tren de producir, mujer gentil, cuyo tiempo es presto e inminente. Sire Leopold en piso superior estridente grito oyó y preguntóse qué grito fuese si de niño o de mujer y me sorprendo, dijo, si no es ése venido o si lo fue. Dígome que su esfuerzo fue un exceso. Y en poniendo los ojos lejos del bufé vio un hombre noble por nombre conocido como Lenehen el menos menor de todos ellos otros y siendo los dos del mismo negocio se tuvieron por virtuosos gentilhombres incluso por motivo de ser el otro que él menos menor con todo respeto lo interpeló. Pero, dijo él, no es extenso el tiempo del resto de su esfuerzo porque presto viene el fruto por merced de Dios y feliz debe ser el belén por lo prodigioso del mucho tiempo que esperó. Y el hombre noble después que hubo bebido dijo, Pendiente de que en el próximo minuto llegue el suyo. Y en siguiendo tomó el gubilete que tuve en su frente porque siempre fue de pocos ruegos y cumplidos si de beber fuese el punto y entonces bebed, dijo, muy felizmente, y bebió todos los generosos sorbos que pudo en honor de los dos siendo un buen hombre con sed. Y sire Leopold resultó ser el colmo del digno huésped que en frente de estudiosos hubiese en ningún tiempo puesto muslos sobre cojín y el menos belicoso y ejemplo de hombre gentil que hubiese puesto dedos de cónyuge so plumífero huevero[11] y del mundo el gentilhombre excelentemente fiel que hubo servido todo tipo de gentil mujer le hizo honor con su gubilete. En reflexiones sumido sobre los dolores femeninos.
Describiremos en este momento el gremio reunido en ese sitio con el propósito de excederse en beodez todo lo posible. Un grupo de discípulos reunidos en torno del bufé, esto es, Dixon por nombre junior del St. Merie Misericorde con sus compinches Lynch y Midden, discípulos de médicos, y el hombre noble que tiene por nombre Lenehen y uno de Elbe Longo[12], un cierto Crotthers, y el Joven Stephen quien siendo novicio ocupó el sitio prominente en el bufé y Costello que los hombres por nombre le dicen Punch Costello[13] por un hecho intrépido que cometió en un tiempo (y de todos ellos, el discreto Stephen, fue el líder de los ebrios que con todo siguió pidiendo hidromiel de beber) y su vecino el sereno sire Leopold. Pero estuvieron pendientes del Joven Melechi porque juró su compromiso de venir y los que en poco siempre lo tuvieron dijeron que incurriendo en perjurio incumplió lo prometido. Y sire Leopold se estuvo en su sitio muy quieto por su devoción por sire Simon y con este hijo suyo el Joven Stephen y porque ese recinto refugio le brindó después de su extenso recorrido y por como en el presente fue por ellos muy noblemente bien servido. Su compunción lo inspiró, el querer lo convirtió en peregrino y no queriendo irse por consiguiente se quedó.
Porque estos son discípulos de mucho ingenio. Y él los oyó discutir los unos con los otros sobre el belén y lo ético, el profesor Midden sosteniendo que de suceder el evento penoso hubiese sido que fuese muerte de mujer (como sucedió, se cumplen doce meses, pobre mujer de Erín en nosocomio de Horne que se fue deste mundo y los médicos y drogueros sosteniendo consejo nocturno sobre su sufrimiento previendo su muerte). Y dieron por seguro su sobrevivir porque en el principio, dijeron, como mujer debe poner un bebé en el mundo con dolor y por eso quienes fueron de coincidente opinión dijeron cómo el joven Midden estuvo en lo cierto porque fue consciente de que se le deje morir. Y no fueron pocos y dentro destos Lynch los que pusieron en cuestión sobre si el gobierno de este mundo estuviese en estos tiempos mucho peor que lo que en ningún otro tiempo hubo sido incluso si el pueblo menudo creyese lo opuesto pero ni ley ni jueces proveen un remedio. Un remedio que Dios provee. Ni bien dicho esto todos profirieron en unísono nones, Virgen del Cielo, vivir debe mujer y bebé morir. So color de lo que se fundieron fogosos sobre ese principio que por el discutir y que por el beber pero el noble Lenehen estuvo por servirles un poco de beber uno por uno queriendo que por lo menos el jolgorio no disminuyese. Después el joven Midden les hizo conocer todo el evento y les contó cómo fue, pobre mujer, que se murió y cómo en nombre de los divinos preceptos religiosos y por consejo de peregrino y de monje y por un voto que hizo en honor de S. Furseo el pobre de su esposo no pudo sufrir que se le muriese por lo que todos ellos fueron enormemente entristecidos. Respondióle el joven Stephen con estos términos siguientes: El chisme, sires, es uso común de los legos. Los dos, el niño y el ser que lo tuvo en su vientre dicen hoy gloriosos himnos en honor de su Demiurgo, el uno desde el crepúsculo del limbo el otro en el purgue fuego. Pero, gros merci, ¿qué decir de esos espíritus quel Señor vuelve posibles y que de noche volvemos imposibles que es el enorme delito en perjuicio del Espíritu Divino, Dios Verídico, Señor y Principio de todo lo Vivo? Porque, sires, dijo él, nuestro desenfreno libidinoso breve es. Somos el medio de esos pequeños seres que tenemos dentro y el universo tiene otros fines distintos de los nuestros. Entonces dijo Dixon menor que Punch Costello, si conoce qué fines. Pero suficiente hubo él bebido y el mejor término que deste obtener pudo fue que él siempre fue presto de inferir deshonor en quien fuese mujer o cónyuge o virgen o meretriz si por suerte le fuese permitido descomprimir un poco su furor concupiscente. Luego Crotthers de Elbe Longo entonó el elogio del joven Melechi de ese monstruo el unicornio cómo todos los milenios vuelve por su cuerno el otro todo esto recibiendo los pinches de los chistes insidiosos de los otros, diciendo unos y otros por S. Foutin[14] sus ingenios que él puede cumplir lo que fuese que un hombre estuviese en condiciones de cumplir. Entonces rieron todos muy jocosos excepto el joven Stephen y sire Leopold que no suele reír de ostensible modo por un humor externo del que no es posible que él reniegue y mesmo por condolerse con quien tiene fruto en su vientre fuese quien fuese o se encuentre donde se encuentre. Entonces orgulloso expuso el joven Stephen sobre templo del Señor que quiere expelerlo de su seno, de los códigos del clero, de Lilith[15], demonio repelente de preñeces, de vientres con niños producto de los vientos de gérmenes de luz o del poder de los espectros morro con morro o, como dijo Virgilio, por influjo del céfiro de occidente o por el tufo de flores de Selene o de encuentros de mujeres que vienen de tener sexo con sus esposos, effectu secutto, o posiblemente por sumergirse en piletón según opiniones de Overroes y Moisés Moimónides[16]. Dijo del mesmo modo cómo en el fin del mes segundo el espíritu se infunde y cómo en todos nosotros ese terreno ente protector[17] comprende por siempre los espíritus en honor de Dios pero que ese ser finito y terreno que no es sino un vientre que produce progenie como un bovino debe morir por decreto porque lo dijo él el que posee el sello del recolector de pesces[18], ese mismo S. Pedro sobre cuyo suelo rocoso se fundó el templo divino y eterno. Todos esos discípulos requirieron entonces de sire Leopold si en un evento como el referido hubiese puesto en peligro uno de los seres poniendo en riesgo un ser porque el otro viviese. En prudente reflexión él respondió diciendo con disimulo, como lo tiene por costumbre, que según se le informó él, que siempre sintió por el ingenio físico el debido respeto de un lego, y conforme con sus propios conocimientos sobre un curioso evento muy poco visto hubiese sido bueno que el divino templo embolse de un solo golpe los diezmos por el servicio de réquiem y el rito del remojo del bebé, rehuyendo de ese modo con diestro discurso los requerimientos dellos. Eso es cierto, mondieu, dijo Dixon, y, si no me equivoco, un concepto fructífero. Oyendo esto el joven Stephen se mostró muy contento y confirmó que eso es robo en perjuicio del pobre en beneficio del Señor porque su genio siempre empeoró viéndose preso del licor y que en ese punto estuvo bien pronto pudo verse.
Pero dicho esto sire Leopold se estuvo muy severo por motivo de sentirse triste por los terroríficos gritos de estridentes mujeres en sus por el momento infructuosos esfuerzos y porque se le representó su dulce mujer Merion que le dio un primogénito quien en su décimo primer sol murió y ningún hombre de ingenio pudo proveerle socorro dese modo es oscuro el destino. Y el pecho de su mujer fue comprensiblemente roto por ese infortunio y previo de su entierro lo envolvió en un fino coselete de vellón de cordero, lo mejor del tropel, por que no muriese por completo y se congele tendido (porque por entonces fue el medio del invierno) y hoy sire Leopold quien de su cuerpo no tiene retoño sino de mujer por heredero consideró el hijo de su compinche y se estuvo muy quieto de dolor por su feliz pretérito y muy triste como estuvo de no tener un hijo de su gentil disposición (porque todos le tienen sumo respeto por sus excelentes dotes) deste modo se condolió incluso en no menor extremo del joven Stephen por los desenfrenos en su modo de vivir con esos derrochones y por el dispendio de sus bienes en meretrices.[19]
En el ínterin el joven Stephen completó todos los copones que vio desiertos de modo que poco resto hubiese subsistido si los menos imprudentes no se hubiesen defendido de los estoques de ése que los presionó con ímpetu quien, pidiendo por el sumo pontífice y sus intenciones, les solicitó un brindis por el nuncio de Cristo quien es inclusive según dijo clérigo rector de Bré. Beberemos, profirió, deste copón y beberemos deste hidromiel que no es por cierto porción de mi cuerpo sino mi espíritu convertido en cuerpo. Desprendeos del trozo de biscocho que comen quienes sólo viven de biscocho. Ni os dé temor de lo que no poseéis porque esto os provee menos soponcios que beneficios lo otro. Ved. Y les mostró él relucientes cobres del tributo y billetes de orfebre por un monto de dos escudos diecinueve chelines que obtuvo, según dijo, por unos versos melódicos que hubo escrito. Todos se sorprendieron de ver los dichos tesoros en poder de quien siempre tuvieron por menesteroso. Su discurso fue entonces este que sigue: Que ningún hombre lo ignore, los escombros del tiempo construyen los lujosos edificios de lo eterno. ¿Qué quiso decir con esto? El viento del deseo desluce el espinillo pero luego el brezo en rojo pimpollo se convierte en el crucero de los tiempos. Oídme pues. En vientre de mujer el verbo es cuerpo pero en el espíritu del demiurgo todo cuerpo que debe extinguirse deviene verbo eterno. Esto es el post engendro. Omnem rem viventem requirit Te [20]. No se dude de que el nombre es potente del ser que en vientre hubo el precioso cuerpo de nuestro Redentor, Enfermero y Boyero, nuestro poderoso vientre de mujer y vientre protector digno de devoción y Bernerdus dijo justo eso que Su Ser tiene omnipotente utero supplicem, es decir, útero de ruego omnipotente porque vino después de Eve y nos socorrió, como dijo incluso Ogustín, diferentemente de memère Eve, con quien nos unen sucesivos vínculos biológicos de cordones de ombligo, nos vendió sin excepción, simiente, progenie y descendientes, por un pepino de un penique. Pero ese el punto hoy. O lo conoció como Dios, Eve bis, digo, y no fue sino crio de su crio vergine utero, filium filii sui, o no lo conoció en ese sentido y entonces sigue existiendo en el mismo pie de oposición o desconocimiento con Pedro el Recolector de peces quien suele ser huésped del refugio que Jim construyó[21] y como José el mueblero promotor de los felices divorcios de todos los himeneos infelices porque como nos dijo M. Léo Texil et cette fichue position, comment vous êtes y mis ? C’est le pigeon, ventre de Dieu![22] Entweder posconstitutivo oder constitutivo[23] pero de ningún modo subconstitutivo. Y todo el resto protestó diciendo que se pronunció con términos groseros. Preñez sin goce, dijo él, belén sin dolores, un cuerpo impoluto, un vientre no henchido. Que libertinos con fe y fervor lo reverencien. Decididos determinemos deniego devoción, despropósito.
En lo sucesivo Punch Costello dio un bruto golpe sobre el bufé que tronó so el poder de su puño y se propuso decir los melódicos versos obscenos Stoboo Stobelle sobre un presumido berlinés que preñó un vientre virgen lo que ipso pucho y sin prolegómenos emprendió: Los tres primeros meses no se sintió muy bien, Stoboo, ni bien sor Quigley desde el porche con mucho enojo les ordenó silencio debéis sentir rubor y que creyó conveniente que los reprimiese porque les recordó que su intención es que impere el orden pendiente del Señor Endrew por temor de que un temible tiberio redunde en menosprecio del honor de su muy serio oficio. Esto dicho por ese vejestorio, miembro religioso en servicio de mujeres con preñez, de ojos tristes y serenos y con el porte de los seguidores de Cristo, en uniforme gris como su rostro dolorido y fruncido cuyo reproche no dejó de tener su efecto porque presto sufrió Punch Costello de todos vituperio y dijéronle ellos enfrente del bribón con civil rigor unos y reprendiéndolo con ofrecimientos lisonjeros otros pero todos lo ofendieron, que qué fiebre le dio zopenco, qué demonios se propone, so bufón, so perro, so hijo de cosechero, so bruto, so bofe de cerdo, so desecho de infiel, so engendro de chiquero, so feto ilegítimo, por que termine con sus mohines de simio ebrio que Dios lo fulmine, el buen sire Leopold conocedor de los frutos del sosiego, tilo gentil, sugiriendo incluso lo oportuno del momento como muy propicio y no sólo eso sino muy digno de devoción. Que en el edificio de Horne reine el reposo.
No bien hubo este cruce concluido que el profesor Dixon de Merie en Eccles, burlón benevolente, requirió de Stephen que le dijese el motivo por el que decidió no meterse de frey y él le contestó: Sumisión en el vientre, doncellez en el sepulcro pero estrechez todo el tiempo. El noble Lenehen en esto replicó que le tocó oír de esos impíos hechos y cómo, según oyó referir, él polucionó el virtuoso lirio de un joven ser de sexo femenino que en él confió cometiendo por ende corrupción de menores y entonces todos intervinieron, divirtiéndose y con muchos brindis por el futuro progenitor. Pero dijo él muy fresco que todo fue lo opuesto de sus suposiciones por ser él el hijo eterno y por siempre virgen. Y siguió con esto el jolgorio creciente entre ellos y le pidieron que recuerde su curioso rito erótico del desvestido y desvirgue de cónyuges que es costumbre entre los que los religiosos del istmo de Ivongo[24], mujeres con vestidos níveos y ocres, los novios de níveo y bermejo, con encendido de cirios e incienso, en un lecho de cónyuges y los clérigos profiriendo kiries y el himno Ut novetur sexus omnis corporis mysterium [25] pendientes de que el rito del desflore por fin se cumpliese. Les interpretó él entonces un muy sorprendente y breve son del himeneo escrito por esos sutiles verseros don John Fletcher y don F. Belmont[26] que puede leerse en su Infortunio de virgen que fue escrito teniendo presente un enredo erótico como ese: Métete en mi lecho, métete en mi lecho, ese es el estribillo que ejecutó con tonos sinfónicos en un cordófono. Un exquisito y dulce himno del género lírico productor de enorme sosiego entre los novios juveniles precedidos por los odoríferos leños encendidos de los hombres de honor en dirección del proscenio en rombo donde los connubios reciben su comunión. Bienvenido el encuentro, dijo el profesor Dixon, sonriente, pero, oíd, joven señor, mejor hubiese sido que por nombre tuviesen ellos los de Bel Monte y Libertino pues, doy fe, de ese consorcio qué no pudiere devenir. El joven Stephen dijo que de hecho según sus recuerdos tuvieron meretriz en común entre ellos y de reciente ejercicio en un burdel y que se concedieron turnos en sus jugueteos libidinosos porque el vivir fue muy intenso por esos tiempos y los usos y costumbres del pueblo lo permiten. No existe sentimiento efusivo menos mezquino, dijo, que el de ese hombre que permite que su mujer se refocile en el lecho con sus compinches. Id y proceded del mesmo modo. Esto, o términos por el estilo, pronunció Zoroestro, en un tiempo profesor regente en sobres bretones[27] por Oxteil College ni existe ni existió ningún otro ser por quien el mundo se incline en reconocimiento como él se lo merece. Permite que un desconocido entre en tu torre y es difícil que no te toque tu segundo mejor lecho. Oremus, fretres, pro memetipso. Y todos los fieles dicen Omén. No te olvides Erín de tus predecesores y de tus tiempos remotos, cómo se renegó de mí y de mis dichos, y pusiste un desconocido en mi pórtico permitiéndole que fornique enfrente de mis ojos y que engorde y respingue como lo hizo Yesurún.[28] Por consiguiente ofendiste mi luz e hiciste de mí, tu señor, el siervo de tus sirvientes. Volved, Volved, Tribu Milly[29]; no me olvidéis, Oh, milesios. ¿Por qué me ofendiste de ese modo cubriéndome de desprecio y preferiste unirte con un vendedor de piñones y me desconociste enfrente de los sucesores de los etruscos y de los indios de oscuros verbos con quienes tus descendientes mujeres en lechos lujuriosos se tendieron? Ved hoy enfrente de vosotros, pueblo mío, el territorio prometido, del Horeb y del Nebo y del Pisgó[30] y de los Cuernos de Jitín[31] un suelo del que fluye leche y dinero. Pero me diste de beber un suero podrido; mi Selene y mi Sol los extinguiste por siempre. Y me quedé por siempre solo en los oscuros senderos de mi dolor; y con un soplo de rescoldos me diste un beso en los morros. Este telón de fondo tenebroso, siguió diciendo, no lo iluminó el conocimiento de doce sextetos de judíos[32] ni se lo mencionó porque el Oriente que viene del cielo y que rompió los portones del infierno visitó un recinto tenebroso que le resultó desconocido. Lo que deviene costumbre deviene menos terrible[33] (como dijo Tulio de sus queridos Estoicos) y Homlet su progenitor no exhibe enfrente del príncipe ningún indicio de combustión[34]. Lo turbio en el cenit del vivir es peste de Egipto que en los crepúsculos nocturnos del prebelén y lo posmortuorio es su muy propio ubi y su quomodo. Y como los fines y los extremos de todos los entes en cierto modo y monto coinciden con sus principios y sus modelos primitivos, ese mismo sincronismo múltiple que conduce el crecimiento desde el belén consiguiendo por medio de un proceso regresivo de conversión ese quite y disminución en el último segmento que es conforme con el mundo como lo es con nuestro ser terreno. Tres vejestorios de sórores[35] nos ponen en el mundo; gemimos, crecemos, competimos, prendemos, poseemos, dividimos, decrecemos, morimos; sobre nosotros muertos sus rostros se vuelven. Primero socorrido de los remolinos del viejo Nilo, entre los juncos, un lecho de mimbres unidos; en el fondo del pozón de un monte, un sepulcro oculto en medio del rugido del felino montés y el mochete. Y como ningún hombre conoce lo ubicuo de su túmulo ni en qué proceso de conversiones seremos de ese modo introducidos ni si con destino de Tofet o Edenville[36] del mismo modo todo es oculto en el momento de volver los ojos queriendo ver en qué rincón remoto el quid de nuestro quién obtuvo su de dónde.
Dicho esto Punch Costello interpretó con todo el poder de su voz Mélodie d’Étienne pero siempre con voz firme les dijo, eh, el conocimiento se construyó su propio domicilio[37], este enorme domo imponente y vetusto, el fuerte de finísimo vidrio del Demiurgo todo prolijo[38], un penique recibe quien encuentre el poroto.
Ved el edificio construido por Joe el muy bribón
Ved el lúpulo en bolsones que tiene en un pilón
En el orgulloso circo del refugio de Joejohn.[39]
El negro crujido de un ruido en el exterior, explotó, rugió, tronó. El estruendo siniestro de Thor retumbó: el furor terrible del discóbolo. Llegó el tiempo tormentoso que le detuvo el pulso. Y el joven Lynch le ordenó que cierre el pico con ese tipo de estupideces de bribón porque el dios mismo se enfureció por su perverso discurso hueco y sus boludeces de infiel. Y el que primero comportóse vilmente como intrépido orgulloso volvióse lívido como todos pudieron ver y en punto se recogió y su tono que fue primero muy subido serenóse de repente y temblóle el cuore en el presidio de su pecho siendo que el otro disfrutó del rumor de ese diluvio. Luego hizo unos mohines simiescos y unos gestos y Punch Costello retomó con vehemente impulso su stout y el joven Lenehen juró querer lo mesmo y del modo que fue dicho hecho fue sin que fuese preciso con ruegos insistir. Pero el presumido bocón gritó no le mueve un pelo que un Progeninguno esté en pedo y que él no tiene por qué ser menos. Pero solo fue por cubrir su terror metiéndose dentro del vestíbulo de Horne. Bebió de hecho de un solo envión con el objetivo de recomponerse un poco pues rodó un trueno extenso y estrepitoso por los cielos todos de modo que el joven Midden, siendo creyente en los momentos oportunos, dióle un ligero golpe de codo en los riñones visto ese crujido del último juicio y el noble Bloom, vecino del bocón, lo interpeló con serenos términos por disminuir su enorme miedo, diciéndole que lo oído no fue sino que puro ruido, el descenso de un fluido desde el tope de un cúmulo, figúrese, que luego de producido, no es sino un fenómeno de orden meteorológico.[40]
¿Pero fue entonces el temor del joven Espuriogrito[41] vencido por lo que le explicó el Serenísimo? No, porque en su pecho se le incrustó un rejón de nombre Desconsuelo que no puede con discursos disolverse. ¿Y es él entonces ni sereno como el uno ni creyente como el otro? No es ni de lo uno ni de lo otro todo lo que hubiese querido ser de los dos. ¿Pero no hubiese podido tener de nuevo como en su juventud lo tuvo el porrón de Perfección con el que vivió por entonces? De hecho no porque Merced no estuvo presente y por ello no pudo descubrir ese porrón. ¿Fue entonces lo oído en esos truenos el verbo voz del dios Reproducción o, como sugirió Sereno, el bullicio de un Fenómeno? ¿Oído? Bueno, no pudo menos que oírlo excepto que se le hubiese ocluido el conducto Entendimiento (lo que no sucedió). Porque por ese tubo se vio en el territorio del Fenómeno donde por cierto debe morir en su debido momento por ser él como todo el resto sólo un efímero espectro. ¿Y no puede concebir él morir como el resto y convertirse en humo? De ningún modo lo concibe, ni esos espectros efímeros en que los hombres suelen convertirse enfrente de sus mujeres lo que Fenómeno les ordenó cumplir por el libro Ley.
¿Entonces no tuvo conocimiento de ese territorio con el nombre de Creed-En-Mí, que es el territorio prometido del dios Delicioso y que debe ser por siempre donde no existe muerte ni belén ni himeneo ni mujer con críos y donde todo el que cree es bienvenido[42]? Sí, Pío le contó sobre ese territorio y Puro le indicó el rumbo pero el motivo fue que yendo se topó con cierto tipo de meretriz con un exterior seductor de ojos con el nombre, según dijo, de Mirlo-en-Puño, y que lo tentó sugiriéndole que fuese por torcidos rumbos lejos del buen sendero por los elogios que le prodigó, como, Oh, tú, hermoso hombre, sígueme y te muestro un buen sitio, y se recostó sobre él de un modo muy lisonjero que lo introdujo en su cubil conocido como Cien-en-Vuelo o, según ciertos eruditos, Deseo Concupiscente del Cuerpo.
Esto fue lo que todo el gremio en el Recinto del Rector con intenso deseo hubiese preferido y si tuviesen un encuentro con el tipo de meretriz que es Mirlo-en-Puño (que como peste es un monstruo inmundo poseído por el espíritu perverso del demonio) se prometieron poner sus mejores esfuerzos que concluyesen en unión y posesión. Respecto de Creed-en-Mí dijeron no poder ni concebir ese tipo de noción, primero, Cien-en-Vuelo, el destino propuesto es el cubil menos impropio y en el mismo existen dos dúos de cojines con rótulos escritos con estos términos, El Perrito y Decúbito Prono y Gesto Vergonzoso y Moflete con Moflete y, segundo, por ese pestífero Plusvirulento y los monstruos no sienten temor puesto que el Condón les ofrece un fuerte escudo de intestino de buey y, tercero, que no corren riesgos de producir Descendientes que es ese perverso demonio en virtud de este mismo escudo cuyo nombre es Suprimecrío. De ese modo estuvieron todos en su ciego mundo ilusorio, Mr. Objeción y Mr. Discontinuo Pío, Mr. Simio del Chop, Mr. Ficticio Noble, Mr. Fino Dixon, el joven Espuriogrito y Mr. Prudente Serenísimo. En lo que, oh infeliz gremio, os confundisteis porque ése fue el vocejón del dios que poseído por un terrible furor y dentro de un segundo decide esgrimir un puño y escupir sus espíritus por los excesos y los insultos proferidos por ellos desoyendo sus preceptos que fervientemente progenie les impone producir.[43]
De modo que jueves dieciséis de junio Petk. Dignem en su sepulcro con motivo de un síncope y luego de un duro período seco, por deseo de Dios, llovió, un botero venido por rio unos cinco esquenos[44] con bloques turbosos diciendo que no hubo simiente que germine, que los predios tienen sed, muy tristemente teñidos y hediendo, lo mismo que los esteros y los suelos turbosos. El soplo es dificultoso y todos los brotes jóvenes secos por este mucho tiempo sin llover, que el pueblo no tiene recuerdos de suelos secos como se ven en el presente. Los rosillos pimpollos todos negruzcos y llenos de pestes y en los montes sólo yuyos secos y mieses que se encienden con el primer fuego. Todo el mundo diciendo que, por lo que entienden, el ciclón del último febrero que golpeó todo el territorio de modo horrible fue pequeño medido con este tiempo seco. Pero de modo continuo y lento, como se dijo, este crepúsculo después de ponerse el sol, con el viento desde el oeste, enormes cúmulos henchidos surgieron en el incipiente cielo nocturno y quienes predicen el tiempo pusieron en ellos su ojos y unos refucilos en el principio y poco después de diez en punto, un poderoso trueno con numerosos retumbos y en un segundo todo el mundo dentro huyendo del brumoso turbión, y se vieron hombres cubriéndose los sombreros de mimbre con un lienzo o un moquero y mujeres eludiendo el lodo con sus vestidos recogidos ni bien precipitó. Por Hume Street, Stephen’s Pl., Duke’s Court, desde ese punto por el medio de Merrion Green en dirección de Holles Street corrió un rio sobre lo que en los minutos previos estuvo seco como el hueso y no se vio en derredor ni sillón ni coche ni remise pero ningún otro trueno después de ese primero. Justo enfrente del Muy Hon. Juez Mr. Fitzgibbon (que preside con Mr. Heely el jurisconsulto el juicio ese sobre los terrenos del colegio) Mel. Mulligen un gentilhombre recién venido de lo de Mr. Moore el escritor (en un tiempo seguidor del pontífice, pero que hoy es, según se dice, un buen willermino)[45] encontróse con Olec. Bennon con peluquín corto (hoy muy en uso junto como los ponchos de Kendel Green) recién venido de Mullinger en coche de tiro en donde un primo suyo y el mellizo de Mel M siguen por otro mes, por los festejos de S. Swithin[46] y le preguntó por su rumbo, él su domicilio y él lo de Ondrew Horne con el propósito de beberse un vino, eso dijo, pero espere que le cuente sobre un proteico femenino retoño de bovino, de buen porte por el tiempo que tiene y los tobillos rellenos, y todo en pleno turbión, entonces los dos juntos fueron con rumbo de lo de Horne. En dicho sitio Leop. Bloom del periódico de Crowford muy cómodo en medio de un grupo de chistosos, sosteniendo lo que puede ser un jocoso encuentro de opiniones, Dixon jun., profesor del nosocomio Virgen Misericorde, Vin. Lynch, un escocés, Will. Midden, T. Lenehen, muy triste por un potrillo en el que depositó su fe y Stephen D. Leop. Bloom en el sitio por cierto torpor que tuvo pero del que por el momento se recuperó, cuyo último sueño nocturno consistió en incomprensibles visiones sobre su cónyuge Mr.s. Moll con culotes rojos y gregüescos turcos lo que según los expertos es un pronóstico de experimentos novedosos y Mr.s. Purefoy, que ingresó en virtud de lo henchido de su vientre, y en este momento en el sillón de expulsión, pobre infeliz, dos soles en exceso del tiempo previsto, los enfermeros entumecidos y no puede tenerlo, sufriendo vómitos por un cuenco de un líquido espeso que es un sutil inhibidor de los intestinos y un resuello dificultoso que no es de lo mejor y debe ser un ternero por el vigor de sus empujones, dijeron, pero que Dios le de pronto sosiego. Es el noveno ser que le viene vivo, según dicen, y poco menos de tres meses recortó los pesuños del menor de todos que recién tiene quince meses y con otros tres todos de pecho que murieron y los registró con buen pulso en El Libro Divino del rey. Su medio pomelo es un cincuentón y seguidor del metodismo pero de comunión y se lo puede ver todos los viernes de buen tiempo con dos de sus hijos por el muelle Bullock con fuste y señuelos o en un bote que tiene recogiendo con redes pejerrey y congrio y recoge un buen cesto, me dicen. En resumen un diluvio enormemente infinito y todo fresco y un promisorio incremento de recolección e incluso dicen los conocedores primero viene el viento, después llueve y después viene el fuego según un pronóstico de los dibujos con efemérides de Melquíedes (y he oído que Mr. Russell formuló un pronóstico profético del mismo tipo que copió del subcontinente indio y publicó en su periódico del quintero) por que se cumpliese eso de que no existe dos sin tres pero son suposiciones sin fondo lógico y que sólo creen los viejos y los chiquilines si bien de vez en vez es posible que sus pronósticos excéntricos terminen por cumplirse sin que uno se explique cómo[47].
Con esto vino Lenehen y se detuvo en el pie del bufé diciendo cómo el correo se publicó en el vespertino e hizo todo un show revolviéndose los bolsillos (porque juró por los dioses que le costó enormemente conseguir que se lo publiquen) pero siguiendo el consejo de Stephen de suspender el chequeo y de que se siente en el sillón vecino esto fue lo que hizo muy gustoso. Siempre fue ese tipo de gentilhombre divertido tenido por un chistoso o un ocurrente honesto y todo lo que tuviese que ver con mujeres, equinos o embrollos subidos de tono siempre fue lo suyo. Por cierto siempre fue de tener ingresos reducidos y suele vivir de rondín por los bodegones y los tugurios menos prestigiosos conviviendo con todo tipo de embusteros, peones, quinieleros, peregrinos, corredores, grumetes, meretrices, celestinos, y de otros bribones por el estilo o coincidió sin querer con un inspector o con un ujier entre el crepúsculo y el pleno sol recogiendo, entre sorbo y sorbo, montones de chismes. Por lo común suele comer en sórdidos comederos y si no se metió en el buche sino un revuelto de restos o un poco de mondongo por no tener un mísero penique desnudo en el monedero siempre lo socorrió el recurso de su sinhueso, un ingenioso insulto que escuchó de un delincuente o un chisme con el que se desternillen sus rústicos compinches. El otro, es decir Costello, oyendo su discurso preguntó si fueron textos poéticos o puro cuento. Doy fe que no, dice él, Fred (que este es su nombre), es sobre los bovinos de Kerry que deben morir por rifle higiénico en virtud de un virus que devino peste. Pero por mí que se cuelguen, dice con un guiño, con sus cortes bovinos, y que se infecten. Con los muchos buenos peces que contiene este bote como ni en siglos se recogieron y muy gentilmente ofreció que se sirviesen unos boquerones sumergidos en chimichurri[48] y que él estuvo viendo de reojo todo ese tiempo con deseos de comer, y de ese modo logró el objetivo primero de su misión en lo que puso todo su ingenio. Tuez les bœufs, dice luego Fred en el léxico de Molière, léxico que conoció por ser hijo de un productor de licores dueño de unos viñedos en Burdeos y que dominó como un gentilhombre. Desde niño este Fred supo ser un indolente cuyo progenitor, un subteniente que con mucho esfuerzo pudo meterlo en un colegio con el propósito de que se forme en los rudimentos de leer y el uso de los globos, consiguió que ingrese en un instituto superior donde hubiese obtenido el título de ingeniero pero él triscó el freno entre sus dientes como un potrillo redomón y tuvo menos roce con sus volúmenes que con los jueces y pertigueros. Supo ser histrión, después vendedor o embustero, luego se hizo ferviente seguidor de los encuentros de perros con oso o de los reñideros de pollos, después se metió de grumete y emprendió periplos por el ponto o erró por distintos territorios con el pueblo bohemio, intervino en el secuestro del heredero de un burgués rico teniendo de cómplice el fulgor luminoso de Selene o huyó con los lienzos del tintorero o retorció el pescuezo de un pollo escondido por un seto. Un sinnúmero de veces se fue y otro sinnúmero de veces regresó con los bolsillos secos siendo siempre recibido por su progenitor, el subteniente, con los ojos húmedos de emoción. ¿Qué, dice Mr. Leopold con dedos expresivos y queriendo conocer los pormenores y el destino, todos muertos con el rifle higiénico? Protesto, los he visto en tropel hoy mismo en dirección de los muelles con destino de Liverpool, dice él. No puedo creer que estén enfermos, dijo. Y él conoce bien de bovinos como esos y terneros, y corderos nuevos con vellones gordos, y moruecos de rulo fino, porque en un tiempo tuvo un empleo de escribiente en lo de Mr. Joseph Cuffe, un reconocido vendedor de reses en eventos y encierros[49] no lejos del depósito de Mr. Gevin Low en Church Street. En ese sentido discrepo con usted, dice él. Es muy posible que se infecten por el verme de los bronquios o por fiebre de los morros. Mr. Stephen, un poco conmovido pero con mucho estilo, le dijo que no fue eso y que él recibió informes del Eminente Incordio de Hopos del regente reconociéndole el gesto receptivo, que le comunicó el envío del doctor Rinderpest, el mejor recolector de bueyes en todo Moscú con uno o dos bolos de remedio con el fin de coger el toro por los cuernos. Bueno, bueno, dice Mr. Vincent, tenemos que ser sinceros[50]. Puede ser que él mismo se encuentre con los cuernos disyuntivos si se entromete con un toro erinés[51], dice él. Erinés de nombre y erinés de origen, dice Mr. Stephen, removiendo el stout en su gubilete, un toro erinés en un negocio inglés de vidrios finos. Comprendo, dijo Mr. Dixon. Es ese mismo toro que nos envió el quintero Nick[52], el menos tímido de todos los productores de toros, con un dije de corindón en el hocico. Cierto es lo que usted dice, dice Mr. Vincent del otro borde del bufé, e incluso dio en el centro, dice, y ningún otro toro regio y rechoncho bosteó de nuevo en el trébol. Tuvo montones de cuernos, un poncho de oro y un dulce soplo brumoso surgiéndole del hocico de modo que cientos de mujeres de nuestro islote, desprendiéndose de bollos y rodillos, lo siguieron prendiendo en su eminente volumen de toro series de velloritos. Que por eso, dice Mr. Dixon, previo ponerse en movimiento el quintero Nick que fue eunuco hizo que un colegio de doctores cuyos miembros no fueron menos pudientes que él mismo le corte convenientemente los suyos. Entonces vete, dice él, y cumple todo lo que mi querido primo lord Henry te ordene y ve con mi bendición de quintero, y con eso le dio un sonoro bofetón en los redondos posteriores. Pero bofetón y bendición lo retuvieron como socio, dijo Mr. Vincent, porque en bien del lógico equilibrio él le enseñó un truco doblemente útil, de modo que virgen, cónyuge, sor regente y mujer de duelo dicen hoy mismo preferir en el momento del mes que fuese emitir susurros en sus oídos en un pesebre oscuro o que les moje el occipucio con su enorme sinhueso bendito y no tenderse en un lecho con el mejor de los esbeltos modelos y ejemplo de joven héroe seductor en los rincones de Erín. Otro entonces sumó su discurso: y lo vistieron, dice, con blusón de punto fino y vuelo con cuello y cinto y cintillos en sus tobillos y le corrigieron el rulo de su frente y le ungieron el cuerpo con óleos de Minke[53] y construyeron pesebres en su honor en todos los senderos con un comedero de oro poniendo en todos ellos el mejor heno disponible de modo que pudiese dormir y permitiéndole que bostee contento. Por este entonces el progenitor de los fieles (porque ese nombre le pusieron) engordó de un modo que le costó muchísimo moverse por los predios de trigo. El remedio que encontró un grupo de inteligentes cónyuges y vírgenes de nuestro territorio fue proveerle el pienso en los pliegues de sus vestidos y sintiendo su vientre repleto tuvo costumbre de ponerse de pie sosteniéndose en los miembros posteriores[54] diciéndoles un misterio y rugiendo en el léxico de los toros y el público femenino siempre lo siguió. En efecto, dice otro, y lo consintieron de un modo que no pudo sufrir que creciese en el territorio ningún yuyo que no fuese su propio trigo verde (por ser el único color de su gusto) y puso un letrero sobre un monte en el medio del islote con un texto, diciendo: Por Henry el Demonio, verde es el heno que crece en este suelo. Y, dice Mr. Dixon, si un productor de reses en Roscommon o en un predio de Clifden o un quintero en Sligo sembró un poco de mijo o un lote de flor de escudo se pone furioso recorriendo medio territorio destruyendo con sus cuernos los cultivos que fuesen y todo por órdenes del Henry el Demonio. Primero sintieron un rencor mutuo, dice Mr. Vincent y el quintero Nick recibió un grosero insulto de Henry el Demonio que le dijo viejo bribón y lo culpó de tener siete meretrices en su domicilio y que me meteré en tus negocios, dice. Ese bruto tiene que oler el infierno, dice, con el socorro del buen chicote que mi progenitor me dejó. Pero en un momento, de noche, dice Mr. Dixon, con Henry el Demonio entretenido en componerse el regio pellejo como prolegómeno del copetín, después de vencer en un duelo de botes (él remó con remos pero fue condición excluyente del torneo que el resto de los competidores remen con tenedores) descubrió su sorprendente similitud con un toro y yendo por un libro de texto con restos de dedos mugrientos que supo tener en el reservorio descubrió que en efecto fue descendiente por el tronco izquierdo del reconocido toro heroico de los florentinos, Bos Bovum,[55] que en buen posetrusco de retrete quiere decir dueño de piringundín. Después de este descubrimiento, dice Mr. Vincent, Henry el Demonio metió el tiesto dentro de un bebedero de bueyes con sus pretendientes de testigo y ni bien lo retiró les comunicó su nuevo nombre. Después, con el cuerpo húmedo, se enfundó en un viejo blusón y un vestido que supo ser de sus femeninos predecesores y se compró un compendio del léxico de los toros[56] con el fin de instruirse pero no comprendió ni un solo término excepto el primer pronombre propio que copió bien visible y memorizó y siempre que tuvo que ir de recorrido llevó los bolsillos llenos de trozos de yeso por escribirlo en donde se le ocurriese, en el borde de un bloque rocoso, o en el bufé de un restó, o en un vellón o en un corcho semihundido. En resumen, muy pronto él y el toro de Erín se hicieron compinches indivisibles como culo y blusón. Lo fueron dijo Mr. Stephen, y todo terminó porque los hombres del islote no viendo un posible socorro, con lo que el grupo de infieles mujeres coincidió, construyeron un bote, subieron con unos bolsos conteniendo todos sus enseres, irguieron los postes, dieron un giro por estribor, ciñeron el viento, tendieron el foque, pusieron rumbo entre viento y flujo, subieron el rizón, metieron timón por el borde izquierdo, subieron el pendón filibustero, dieron tres veces tres vítores, encendieron el locomotoro[57], impelieron el bote y hendieron el ponto con el propósito de redescubrir New York. Que fue el momento en que, dice Mr. Vincent, un comodoro compuso los jocosos versos melódicos:
—El Pontífice Pedro es un viejo meón.
Un hombre es un hombre por todo eso.
Entonces en momentos en que los discípulos concluyen con sus discursos vemos so el dintel el perfil de nuestro digno conocido Mr. Molochi Mulligen junto con un compinche con quien viene de reunirse, un joven gentilhombre, de nombre Olec Bennon, recién venido desde su región, con intenciones de conseguirse un puesto de pendón o de cornetín en los fendibles[58] o meterse de conscripto e irse de expedición. Mr. Mulligen fue lo suficientemente cortés y en cierto modo expresó su visto bueno sobre el punto en cuestión y exponiendo coincidentemente un proyecto de su diseño como remedio del mismo punto que se estuvo discutiendo. Subsecuentemente hizo correr entre los presentes un conjunto de recortes que hizo imprimir en lo de Mr. Quinnell con un texto como si lo hubiese escrito con su propio puño: Mr. Molochi Mulligen. Fertilizo e Incubo. Limnus Isle. Su proyecto, como continuó exponiendo, consiste en su retiro del círculo de los goces ociosos como los que constituyen el primer oficio de sir Perico Petimetre y sir Temerón Chismoso in urbe y meterse de lleno en el muy noble ejercicio por el que nuestro cuerpo se creó. Muy bien, cuéntenos sobre eso, mi buen compinche, dijo Mr. Dixon. No dudo que debe tener un tufillo libidinoso. Venid, os ofrezco que os sentéis, los dos. Es el mismo precio que seguir de pie. Mr. Mulligen recibió de buen gusto el convite, y, extendiéndose sobre su designio, sus oyentes le oyeron decir que fue conducido en este modo de ver por cierto tipo de reflexiones sobre los orígenes del vientre estéril, el inhibitorio y el prohibitorio, si lo inhibitorio en su turno proviene de un esposo violento o de un equilibrio perezoso y por último si son prohibiciones que tienen su origen en defectos congénitos o en un tipo de disposición de orden genético. Él dijo sentirse muy entristecido de ver el lecho del himeneo desprovisto de sus mejores vestidos; y de ver el enorme número de muy nobles mujeres con riquísimos dotes, objetivo preferido por los bonzos menos nobles, que esconden su fuego cubierto por un bushel en un odioso encierro que les es impropio o que pierden su esplendor femenino por los besos de un bonito impertinente en vez de excederse en el goce de los múltiples modos de ser felices, cediendo el preciosísimo tesoro de su sexo desistiendo de los mimos de los cientos de buenos mozos disponibles, eso, les confió, le produce un inmenso dolor. Como cierre de este inconveniente (producto, dedujo, de un fogoso pulso suprimido), consultó con ciertos consejeros de renombre y viendo lo que éstos le propusieron y sus estudios sobre el sujeto, resolvió poseer por pleno derecho el uso perpetuo e irrestricto del islote de Limnus obteniéndolo de su presente poseedor, lord Telbot de Mulohide[59], un Tory de mucho prestigio y un fiel seguidor de nuestro todopoderoso grupo político. Propuso erigir en ese sitio un predio erinés de vientres fértiles con el nombre de Ompholos con un obelisco con inscripciones y erigido según el modelo egipcio y ofrecer sus respetuosos y nobles servicios que fecunden los vientres de mujeres de todos los niveles que se lo requiriesen con el deseo de cumplir con funciones de tipo reproductivo. Por no convertir el dinero en un impedimento, dijo, decidió no pedir ni un penique por sus esfuerzos. Mujeres que estuviesen sirviendo como humildes pinches o modelos femeninos de ingresos opulentos, siempre que sus modos y sus costumbres fuesen suficientemente seductores, pueden tener en él su hombre. Sobre su nutrición expuso que su proyecto consiste en ingerir sólo tubérculos gustosos y peces y conejos, siendo los muslos de estos prolíficos roedores muy provechosos en su propósito, cocidos en el horno o en guiso con un poco de fenogreco y uno o dos pimientos rojos. Después de este sermón dicho de modo muy efusivo y con no menos convicción Mr. Mulligen, en un periquete, produjo de su sombrero el moquero con el que lo protegió. Los dos, por lo visto, fueron sorprendidos por el turbión y por mucho que corrieron el diluvio los mojó, como pudo verse por el indumento interior gris topo de Mulligen que le quedó como pelo de tordillo. En el ínterin su proyecto fue muy bien recibido por el recinto y consiguió sinceros elogios de todos si bien Mr. Dixon de St Merie expresó su oposición, requiriendo en tono melindroso si se propuso incluso vender coque en Newc’stle[60]. Mr. Mulligen de todos modos los elogió con un dicho que citó de los etruscos, que, según recordó, siempre tuvo como un sólido y especioso silogismo como soporte de su posición: Terribilis est corruptio hujus seculi, O quirites, ut mulieres oppidum nostrum potium cujuslibet semiviri Breton libici prurientes testibus et penises ponderosis pro excelsis erectionibus Romuli centurionibus suis [61], y en beneficio de los de espíritu grosero les dio su opinión por medio de similitudes con el reino zoológico por que sus intestinos lo procesen un poco mejor, los ciervos de distinto sexo en medio del bosque, los cisnes en el brete de un predio.
Teniendo por sí mismo un concepto coincidente con su distinción, siendo de hecho un hombre propio de sí mismo, este embustero se concentró presentemente en su vestido con vituperios subidos de tono sobre lo proteico del repentino giro meteorológico, en el momento en que el grupo de contertulios expresó sus encomios sobre el proyecto que les comentó. El joven gentilhombre, su compinche, felicísimo como estuvo por un consentimiento que le sucedió, no pudo contenerse y se confesó con su vecino lindero. Mr. Mulligen, de pronto consciente del bufé, preguntó por el destino de esos peces y bollos y, con sus ojos puestos en el peregrino, le hizo un gesto reverente y dijo, ¿Puedo pediros, señor, que me comentéis si de un modo u otro es menester que os brindemos el socorro de los servicios propios de nuestro oficio y profesión? Quien, oyendo su ofrecimiento, reconocióle de muy sincero modo, bien que teniendo su prudente sitio, y replicó que en este edificio fue venido por un ser de su conocimiento, que se internó en el refugio de Horne, en condición inminente, pobre infeliz, por el triste sino de mujer (y en esto dio un profundo suspiro) con interés de conocer si su feliz término hubiese por fin sucedido. Mr. Dixon, con el fin de discutir de otros tópicos, se interesó por Mr. Mulligen y su incipiente condición ventripotente, de lo que se burló, y le preguntó si su origen puede ser un crecimiento del ovo embrión en el globo del folículo reproductor o vientre del hombre o, como lo sugiere el eminente médico Mr. Ostin Meldon, por el surgimiento de un lobo en el mondongo. Mr. Mulligen, respondiendo y riéndose de sus culotes, se golpeó fuerte el pecho, profiriendo con gestos risueños en un remedo de Mother Grogen (excelente entre los especímenes de su sexo si bien es triste su condición de meretriz): este es un vientre que no engendró ningún hijo ilegítimo. Este ocurrente y cómico ingenio renovó un remolino de histrionismo que colmó el recinto de jocosos retorcijones. El vivo bullicio hubiese seguido con el mismo tono tiberino[62] de no ser por ciertos movimientos que se oyeron en el recibidor[63].
En ese momento el oyente, que resultó ser el discípulo escocés, un tipo medio chinchudo, rubio como el lino, felicitó vehementemente los dichos del joven gentilhombre e, interrumpiendo el discurso en un punto cúlmine, luego de requerir de su vecino de enfrente que tuviese el gesto de cederle un botellón de refrescos etílicos produciendo en el mismo momento ese típico gesto de quien interrogó (todo un siglo de instrucción del mejor nivel no hubiese podido producir gesto fino como ese) con el complemento de un correspondiente pero opuesto ondeo del tiesto, solicitó del expositor de un modo bien directo como no hubiese podido decirse mejor por otro medio que le permitiese el obsequio de ofrecerle un gubilete del mismo. Beh, bien sûr, noble señor, dijo divertido, et mille compliments[64]. Que usted puede y mucho se merece. Ese gubilete es el colmo de mi contento. Pero benditos dioses del cielo, si no tuviese ni restos de biscocho en mi monedero y un poco de líquido llovido del pozo, Dios mío, me conformo y sincero soy me pongo de hinojos en el suelo como reconocimiento de los poderes celestes por el beneficio que me concedió el Distribuidor de bienes. Con estos términos su puso el gubilete en los morros, bebió un sorbo generoso del licor, se peinó y, descubriéndose el pecho presto dejó ver un edículo[65] pendiendo de un cordel sedoso con el tesoro de su foto que veneró desde el momento mismo que su querido puño escribió sobre éste unos pocos renglones. Con los ojos puestos en esos términos tiernos, Oh, Monsieur, dijo, si hubiese visto usted su rostro como lo he visto yo con estos mismos ojos en ese emotivo momento con su fino blusón y su coqueto birrete nuevo (presente que le hicieron por sus quince recién cumplidos como dulcemente me lo confesó) en un desorden desnudo de trucos, de un dulzor fundente, por mi espíritu le juro que, incluso usted, Monsieur, hubiese sido impelido por generoso instinto de ponerse por entero en poder de un enemigo como ese o huir de modo definitivo del bélico terreno. Lo confieso, desde que existo no he sentido ese tipo de potente emoción. ¡Dios, devoción os debo por ponerme en este mundo! Tres veces felicísimo debe ser quien recibe los benditos obsequios de su predilección. Un dulce suspiro reforzó sus elocuentes expresiones y, repuesto el edículo en su pecho, se secó los ojos y suspiró de nuevo. Benéfico Distribuidor de bendiciones sobre todos Tus seres, qué enorme y cósmico debe ser el menos pungente de Tus rigurosos decretos si el hombre libre y el siervo, el simple boyero y el pulido petimetre, el querido en el culmen del desenfreno y el prudente esposo pueden ser tus prisioneros. Pero de hecho, señor, este punto me sorprende. Qué imperfectos son y de qué curioso modo se entretejen con sucesos penosos nuestros terrenos momentos felices. ¡Reniego!, gritó compungido. ¡Si Dios hubiese querido que mi previsión me repitiese de ponerme el piloto! Si lo pienso lloro. Pero, incluso con los siete turbiones que sufrimos, seguimos los dos vivos y en buen refugio. Pero que el demonio se lleve mi espíritu, gritó, con un bofetón sobre su frente, después que despunte el sol, truenos y refucilos, conozco un vendeur d’envelopes[66], Monsieur Poyntz, quien puede venderme por une livre un pilotín estilo Boul’Mich cómodo y tibio como el mejor de todos los cobertores de mujeres. ¡Tut, tut! profiere Le Reproducteur, histriónico, mi querido Monsieur Moore, ese muy distinguido peregrino (vengo de romper medio botellón con él, moi et lui, en un encuentro con los mejores cerebros de Dublín), dice con conocimiento que en el Istmo de Hornos, ventre biche[67], los frecuentes diluvios terriblemente fuertes rompen todo tipo de cobertores, incluso los super resistentes. Un diluvio de ese poder, me dice, serieusement,[68] terminó en un periquete con montones de individuos. ¡Puoj! Une livre! Profiere Mr. Lynch. Lo económico suele ser costoso. Un cubre tiesto, como el hongo de un duende, es mucho mejor que diez de esos ocluye orificios. No existe mujer con dos dedos de frente que los use. Mi querido tesorito Kitty me dijo hoy que prefiere un minué en pleno diluvio en vez de morirse por desnutrición en ese bote de socorro porque, como me lo recordó (con un rubor delicioso y con murmullos en mi oído si bien no hubo testigos de lo que dijo excepto unos lepidópteros confundidos), el femenino Cosmos, por bendición del cielo, lo introdujo en nuestros espíritus y devino de conocimiento público que il y existe deux choses [69] que lo inocente de nuestro indumento de origen, que en otro contexto puede ser visto como de uso incorrecto en público, es el menos inconveniente, e incluso el único. Lo primero, dijo (y este punto mi filosófico querido tesorito, en tren de meterse con mi socorro en su tilburí, con el propósito de seducirme, rozó sutilmente con su sinhueso el borde exterior de mi oído), el primero es sumergirse en un piletón… pero en este punto el repique de un cencerro en el comedor cortó en seco un discurso muy prometedor que hubiese enriquecido nuestro depósito de conocimientos[70].
En medio del obtuso jolgorio de todo el grupo un bordón repicó y en el momento en que se conjeturó sobre el posible motivo, Miss Cullen entró y luego de sostener un imperceptible coloquio con el joven Mr. Dixon, se retiró despidiéndose de los contertulios con un profundo gesto reverente. El hecho de que hubiese, bien que por unos pocos segundos, entre un conjunto de libertinos un ser con todos los dones del decoro femenino y con un rostro y un porte no menos severo que hermoso, contuvo el furor de los ocurrentes bufones incluso de los muy licenciosos pero su retiro produjo un explosivo rebrote de impúdico desenfreno. Me vuelve loco, dijo Costello, un bribón en pedo. ¡Un monstruoso corte de lomo bovino! Seguro que te propuso un encuentro. ¿Qué me dices, eh, perro? ¿Te entiendes bien con ese tipo de mujeres, eh? Cuerpo de Diez, mejor imposible, dijo Mr. Lynch. Los modos del lecho son de uso corriente en el hospicio Misericordioso. Den moños, pero si es el mismo doctor O’Gurgle de los pellizcos en los mofletes femeninos. Por mi espíritu que me lo dijo mi Kitty que estuvo de turno en estos últimos siete meses. Pordiez[71], doctor, profirió el jovenzuelo del terno color limón, con un tono femenino y con inmodestos retorcimientos de su cuerpo, ¡cómo me excito con sus toqueteos! ¡Qué demonio de hombre! Bendito, como un hielo me derrito. ¡Pero, es usted perverso como el pequeño frey Cuntekissem[72], eso es lo que es! Que me sofoque con este potofó[73], gritó Costello, si no le hizo mellizos. Conozco el impoluto vientre henchido ni bien lo veo. El joven doctor, de todos modos, se puso de pie y les rogó que lo dispensen por su retiro puesto que Sor viene de decirle que se lo requiere en el piso quirúrgico. El Señor Misericordioso quiso que cesen por fin sus sufrimientos de mujer enceinte los que soportó con increíble vigor y que tuvo un robusto niño. No tolero, dijo él, esos tipos que, sin poseer un espíritu cómico ni los conocimientos de un profesor, ofenden un noble oficio que, excepto el debido respeto por el Divino, es el potente sumun de un mundo feliz. Soy inflexible diciendo que si fuese menester puedo proveer un cúmulo de testigos[74] que demuestren lo excelso de sus nobles funciones que, lejos de ser objeto de recochineo, deben ser un glorioso incentivo en el pecho del hombre. No los soporto. ¿Cómo es posible? ¿Ofender un ser gentil como Miss Cullen, que es el lustre de su propio sexo y el estupor del nuestro y en el colmo de los momentos sublimes que puede vivir un pobre ser en este mundo? ¡Que el cielo fulmine este tipo de conceptos! Tiemblo de sólo concebir el futuro de un mundo en donde germine ese tipo de vil simiente donde mujer con crío y mujer virgen no se veneren con el respeto que en lo de Horne merecen. Después de descomprimirse con su reconvención, yéndose se despidió de los presentes y se retiró en dirección del recibidor. Un murmullo de consentimiento surgió entre todos y unos coincidieron en el repudio y expulsión del grosero sin rodeos, designio que se hubiese cumplido y no hubiese recibido él sino su justo merecido de no ser por el brusco cese de su pitorreo que concluyó con un horrible improperio (porque juró por cielo e infierno) diciéndose el genuino hijo del mejor redil que pudo existir en este mundo. Que me quede sin pulsos, dijo, si no se me crio siempre en el espíritu del honesto Fred Costello y sobre todo en eso del honor que merecen los progenitores y junto con esto sus increíbles crepes de miel y un gofio como ninguno lo que recuerdo siempre con devoción.[75]
Respecto de Mr. Bloom quien, desde su primer ingreso, fue consciente de ciertos chistes imprudentes que de todos modos soportó como los frutos de ese período de nuestro existir del que comúnmente se dice que no suele conmoverse. Los jóvenes mozos, es cierto, se condujeron como unos excéntricos llenos de berrinches como si fuesen niños crecidos; los términos de sus tumultuosos coloquios fueron difícilmente comprendidos y mucho menos bonitos; sus dichos intempestivos y sus injuriosos mots fueron de un tono que su entendimiento los resistió; ni tuvieron el escrúpulo de ser sensibles respecto de lo que se entiende por buenos modos si bien lo vehemente de su fuerte condición de brutos bien pudo servirles de pretexto. Pero lo dicho por Mr. Costello le resultó un léxico muy impropio porque le repugnó el infeliz que se figuró como un orejudo giboso deforme, hijo ilegítimo y cheposo congénito impelido en este mundo con todos los dientes y con los pies primero, de hecho sugerido por el hueco en el occipucio producto de los fórceps del médico que lo tironeó, de un modo que le recordó ese nexo perdido del vínculo evolutivo de los seres querido por el ocurrente difunto Mr. Dorwin. Excediendo hoy el promedio del tiempo que nos es concedido y luego de vivir incluso los mil y un inconvenientes propios del hecho de existir y siendo de prudente condición y él mismo un hombre impredecible, quiso reprimir en su cuore[76] todos esos impulsos que surgen de un creciente enojo e interrumpiéndolos con su mejor previsión, nutrir en su pecho ese pleno sentimiento de comprensión del que los espíritus mezquinos se ríen, que los jueces imprudentes desmerecen y que el común de los hombres cree sufrible y sólo sufrible. Respecto de quienes se creen ingeniosos en detrimento del decoro femenino (un concepto con el que en ningún momento comulgó), no les hubiese concedido el derecho de decirse honestos ni de pretender que se los educó según los mejores criterios éticos; y respecto de quienes no poseyendo ni un mínimo de comprensión no tienen qué perder, siempre tienen el recurso del filoso revulsivo del experimento de vivir que esterilice sus insolentes procederes imponiéndoles un retiro no menos urgente que indigno. No es que no comprendiese los intrépidos sentimientos de los jóvenes quienes, sin el menor respeto por los rezongos de los viejos chochos o los gruñidos de los rigurosos, tienen siempre (como el prudente ingenio del Divino Escritor lo expresó) el impulso de comer el fruto prohibido, eso sin el exceso de omitir conducirse con sensible decoro independientemente del motivo que fuese enfrente de mujeres en tren de cumplir con los imperiosos esfuerzos de su condición. Concluyendo, si bien de lo dicho por Sor comprendió que el belén tuvo buen fin, sintió, de todos modos, justo es reconocerlo, no poco sosiego de conocer que el belén de ese modo producido después de un periplo duro como el sufrido dio un nuevo testimonio de lo misericordioso y lo generoso del Ser Supremo.[77]
Consecuentemente se sinceró con su vecino, sugiriendo, por decir su versión sobre el punto, que en su opinión (que posiblemente hiciese mejor en no emitir), uno debe tener un temple muy frío y un gélido genio si no se pone contento de oír los pormenores de un reciente suceso como este del fruto de un belén después de los tormentos que sufrió siendo inocente. El distinguido y joven petimetre dijo que fue su esposo el origen de su difícil posición o por lo menos eso debió ser ser si no fuese un nuevo modelo de institutriz de Éfeso[78]. Debo decirle, dijo Mr. Crotthers, con un golpe de puño sobre el bufé como reviviendo vehemente un discurso de peso, que el viejo Glory Olleluyurum, un viejo con bigotes retorcidos, vino de nuevo hoy, pidiendo con tono confuso un informe sobre Wilhelmine, mi tesoro, como él le dice. Le dije que estuviese listo por ser un evento inminente. Midiós, se lo diré sin rodeos. No puedo menos que reconocer el vigor viril de este viejo que consiguió que escupiese otro hijo. Todos coincidieron en reconocer dicho vigor, uno y otro conforme con su curioso estilo, pero el mismo joven petimetre sostuvo su opinión precedente de que otro distinto de su cónyuge pudo ser el guerrero peregrino, un clérigo un sirviente (virtuoso) o un buhonero vendiendo utensilios de uso imprescindible en todo domicilio. Curioso, se dijo el huésped en su fuero interior, el inconfundible y prodigioso don de metempsicosis de estos tipos que convierten el dormitorio del puerperio y el recinto de disección en los semilleros de ese tipo de estupideces, que el mero hecho de poseer un título tuviese el poder de que estos devotos de lo frívolo se convirtiesen en un segundo en dignos ejecutores de un oficio que el común de los hombres de uno u otro modo eminentes siempre tuvieron como el culmen de lo noble. Pero, se dijo, posiblemente lo hiciesen como un modo de descomprimir los sentimientos contenidos que en su conjunto los oprimen porque frecuentemente observé que brutos del mismo pelo comen del mismo pote[79].
¿Pero con qué derecho, preguntémonos, del noble señor su protector, este bohemio, que por concesión de un generoso príncipe tiene el goce de los derechos civiles, se constituye él mismo en dueño y señor de cuestiones de nuestro dominio interno? ¿Dónde quedó ese compromiso que debió sugerirle el deber de ser fiel? En un reciente conflicto bélico, con un ligero dominio del enemigo con sus obuses, ¿no consideró oportuno este felón de su pueblo oprimir el percutor de su mortero sobre el imperio del que es un súbdito poco menos que desconocido en medio del temblor que le produjo el temor de perder sus ingresos? ¿Se olvidó de esto como de todos los beneficios recibidos? ¿O es que por su costumbre de embustero por fin se convirtió en objeto de su propio embuste puesto que es, si el rumor no miente, su sólo y único instrumento de goce? No es de ningún modo inocente ofender el íntimo decoro del dormitorio de su decente mujer, descendiente de un distinguido coronel, o sugerir el mínimo descrédito sobre su virtud, pero si él pone interés sobre ese punto (siendo que por cierto hubiese sido de su mejor interés no sugerirlo) entonces que se dé el gusto. Infeliz mujer por mucho tiempo y de un modo muy persistente se le negó su legítimo privilegio de oír todo tipo de reconvenciones de él con otro sentimiento que no fuese el menosprecio de quien no tiene ilusiones. ¡Él dice esto, el censor de lo ético, un genuino cisne buchón[80] devoto, quien no tuvo escrúpulos, desconociendo los vínculos ingénitos, en su intento de tener sexo ilegítimo con cierto miembro femenino de su servicio doméstico, proveniente de los niveles inferiores del pueblo! ¡No, si no fuese por el escobillón que lo frenó convirtiéndose en su querubín protector hubiese sufrido peor destino que mujer del Génesis![81] Respecto de los lotes de verdeo su pésimo genio es evidente y con Mr. Cuffe le costó el virulento mentís de un quintero furioso, proferido en términos no menos directos que bucólicos. Muy poco le conviene proferir este tipo de sermones. ¿No es cierto que tiene en sus dominios un predio que sigue yermo por los inexistentes implementos de cultivo? Ese vicio reprensible en un púber es un segundo modo de ser y un oprobio en un hombre crecido. Si debe verter su pez de cedro[82] en remedios secretos y proverbios de dudoso gusto con el fin de que un ejército de implumes libertinos recupere su vigor que su ejercicio se concuerde mejor con los principios que hoy lo seducen. Su pecho de esposo es el repositorio de secretos que el decoro no quiere de ningún modo referir. Los obscenos meneos de quien en un tiempo fue un bello modelo femenino pueden servirle de consuelo de un cónyuge indiferente y perverso, pero este nuevo exponente de lo ético y componedor de entuertos es como mucho un cedro exótico el que, con los pies inmersos en su Oriente de origen, creció y floreció y fue generoso en pez pero, puesto en un entorno menos frío, sus nexos con el suelo fueron perdiendo su congénito vigor y el líquido resinoso que fluye de él se volvió inerte, es corrosivo e inútil.[83]
Con un tono circunspecto propio de los ceremoniosos modos del Sublime Pórtico el segundo enfermero femenino puso el reporte en conocimiento del menor de los médicos del nosocomio quien en su momento se comunicó con los contertulios y les informó sobre el reciente belén de un heredero. Ni bien se fue en dirección del piso de mujeres con el fin de ejercer su oficio en el evento prescripto del post belén con el ministro del gobierno en cuestiones de orden doméstico por testigo y los miembros del consejo íntimo, silenciosos en su molimiento y en consenso uniforme los consejeros, nerviosos por lo extenso y lo solemne de su turno como custodios y queriendo que el feliz suceso sirviese como un breve recreo permitido, visto el doble retiro de ginecólogo y mujer del servicio, emprendieron de repente un enjundioso coloquio. Inútil fue que oyesen los pedidos de Mr. Promotor Bloom urgiéndoles, pidiéndoles molicie, circunspección. El momento resultó ser justo el requerido por el despliegue de ese torbellino discursivo que suele ser el único vínculo de unión entre genios de ese modo divergentes. Todo ciclo del evento se evisceró por completo: los mellizos uterinos y su repulsión en el vientre, el proceso conocido como sección-C[84], el belén póstumo respecto del progenitor y, menos común, en mujeres que mueren en pleno belén, el homicidio de un mellizo conocido como el Homicido de Childs y que se volvió épico por el vehemente discurso de Mr. Defensor Bushe que consiguió que el reo quede libre porque se lo incriminó sin testimonios firmes, los derechos del primogénito y el subsidio del rey en lo que tiene que ver con mellizos y trillizos, interrupciones de preñeces y homicidios de niños, fingidos u ocultos, fætus sine cor in fætu,[85] y los monstruos sin rostro como producto de episodios de congestión, los rostros de ciertos chinos sin mentón (según los dichos por Mr. Pretendiente Mulligen) en virtud del defecto en los puntos de unión de los cóndilos de los huesos del rostro por su sector medio de modo que (como dijo) un oído hubiese podido oír que el otro dice, los beneficios del éter soporífero o sueño del crepúsculo, los dolores de belén en preñeces en término por presión de conductos venosos, el vertido precoz del fluido que recubre el feto (por ejemplo lo sucedido hoy) con el consiguiente peligro séptico del vientre, los embriones insertos en el útero por medios técnicos, los procesos involutivos del útero coincidentes con el cese definitivo del período, el inconveniente de impedir que se perpetúe el género en preñeces como producto de estupro, el penoso modo de belén conocido con el nombre berlinés de Sturzgeburt[86], los monstruosos belenes producidos por múltiples óvulos fértiles, o por doble introducción de semen concebidos en el período femenino o por progenitores deudos –en síntesis todo lo que tiene que ver con el hombre y su génesis que Eristóteles compiló en su célebre opus[87] con dibujos minuciosos. Los inconvenientes obstétricos y médico forenses fueron discutidos de un modo vehemente como lo fueron los prejuicios del pueblo sobre los riesgos corridos por mujeres en condición de preñez como prohibirles el cruce de un cerco por medio de estribos sucesivos por temor de que, por el movimiento, el cordón del ombligo se enrosque en el cuello del feto y el interdicto que se le impone como mujer, en el evento de un deseo ferviente e insuficientemente proveído, de ponerse los dedos sobre ese sector de su cuerpo que el uso frecuente rotuló como sede de los chirlos o los golpes correctivos. Los fenómenos del morro leporino, los borrones congénitos, los excesos de dedos, el pelo de lino en los negros, el topo[88] del fresón y del vino tinto fueron tenidos por unos como lógico e hipotético motivo, en principio, de niños con rostro de cerdo (se recordó lo de Mme. Grissel Steevens) o con pelo de perro. Lo de los supuestos recuerdos uterinos, sugerido por el reportero escocés y digno de los usos filosóficos de su territorio de origen, consideró en dichos supuestos un freno en el crecimiento del embrión en un ciclo impreciso que precedió el surgimiento del hombre. Un huésped exótico refutó los dos supuestos con un fogoso ímpetu no exento de convicción, con su hipótesis sobre el sexo entre mujeres y bichos, siendo su prestigio el único soporte de mitos como el del Hombre Toro que el genio del distinguido versero peligno[89] nos legó en los volúmenes de sus Sustituciones. El efecto de su discurso fue presto pero efímero. Se borró ni bien Mr. Pretendiente Mulligen formuló su discurso en ese tono de chirigotero que conoce mejor que ninguno, proponiendo como el supremo objeto del deseo un viejo limpio y bonito[90]. Coincidentemente, surgido un ríspido litigio entre Mr. Huésped Midden y Mr. Pretendiente Lynch respecto del espinoso punto jurídico y teológico surgido en el evento de dos gemelos unidos donde uno muere primero que el otro, el puzle por consentimiento mutuo se puso enfrente de Mr. Promotor Bloom que de modo presto lo consultó con Mr. Clérigo Segundo Dedelus. Interrumpiendo su riguroso silencio, sostenido con intenciones de exhibir mejor por medio de un ilegítimo gesto severo ese curioso pundonor del terno con el que fue investido u obedeciendo su voz interior, enunció brevemente y, como no pocos creyeron, de modo perfunctorio, el precepto religioso prohibiendo escindir el hombre lo que Dios hubiese unido.[91]
Pero el cuento de Melquíedes les fue infundiendo el hielo del terror. Él conjuró el entorno escénico en frente de ellos. El portillo secreto lindero con el fogón se deslizó y en el dintel surgió… ¡Heines! ¡Quién de nosotros no sintió ponérsele piel de pollo! Sosteniendo un bolso repleto de libros célticos en un puño, en el otro un botellón con el rótulo Poison. El estupor, el horror, el disgusto se fijó en todos rostros ni bien él los miró con un rictus de espectro. Me figuré este tipo de recepción, comenzó diciendo con el sonreír de un demonio, por lo que veo todo es producto de los hechos históricos. Sí, es cierto. El homicidio de Semuel Childs lo cometí yo. ¡Y cómo se me reprime! No me sorprenden los terrores del orco. Es por eso que me veo de este modo. Diez me libre, ¿cómo podré conocer un poco de sosiego, titubeó en tono grosero, y yo recorriendo Dublín todo este tiempo con mi repertorio folclórico y él siguiéndome como si fuese un súcubo o un buloburro[92]? Mi infierno, y el de Erín, consiste en seguir vivo. Es lo que he hecho queriendo desprenderme de los vestigios de mi crimen. Los divertimentos, el tiro deportivo, el léxico céltico (recitó unos versos), el licor de opio (se puso el botellón sobre los morros), el turismo de excursión. ¡Inútil! Su espectro me persigue. Los somníferos son mi único consuelo… ¡Oh! ¡Destrucción! ¡El tigre negro! Con un grito se esfumó de repente y el portillo se deslizó de nuevo y se cerró. Un segundo después su rostro fue visto en el portillo del extremo opuesto y dijo: Nos reunimos once y diez en el Westlend Row[93]. Se fue. Profusos gotones fluyeron de los ojos de ese consorcio de libertinos. El vidente indicó el cielo, diciendo en un susurro: ¡El desquite de Mononoon! El genio[94] repitió: Lex telionis. Sensiblero es quien pretende el goce sin incurrir en el inmenso compromiso del reconocimiento. Melquíedes, sobrecogido de emoción, cesó. El misterio se develó. Heines fue el tercer hijo. Su nombre de origen fue Childs. El mismo tigre negro es el espectro de su propio progenitor. Consumió somníferos con el fin de destruir sus remordimientos. Por este sosiego mi reconocimiento. El domicilio desierto lindero con el cementerio[95]. Ninguno hubiese querido vivir en ese sitio. El insecto teje su red solo. El roedor nocturno lo ve todo desde su cubil. Se lo condenó. Se lo persigue. El terreno del que cometió el crimen.[96]
¿Qué tiempo tiene el espíritu del hombre? Porque del mismo modo que posee el don del triocero[97] de vestirse según los colores del entorno, de ser chistoso con el contento y triste con el dolorido, del mismo modo es proteico su tiempo como lo es incluso su humor. Dejó de ser Leopold, el de ese sillón, hundido en reflexiones, revolviendo sus recuerdos, ese severo promotor y tenedor de unos modestos títulos del fisco. Él es el joven Leopold. En ese sitio, como si fuese un ente retrospectivo, espejo dentro de un espejo (¡hop, de pronto!) él mismo se contempló. Ese joven perfil de entonces es visto, precozmente viril, en un gélido crepúsculo diurno yendo desde el viejo domicilio de Longwood Street en dirección del colegio, con el bolso de los libros en el pecho, y dentro de este un buen trozo de miñón, sugerido por el ser que lo puso en este mundo. O es el mismo perfil que, después de unos doce o trece meses, con su primer sombrero duro (¡oh, qué efeméride!), en pleno recorrido, todo un vendedor senior del negocio de su progenitor, con un bloque de pedidos, un moquero con perfume (no sólo de exhibición), su cofre de bisutero (¡objetos de otros tiempos!) y un tembloroso conjunto de sonrientes mohines de compromiso en honor de mujeres que no se deciden como lo sugieren sus cómputos con los dedos o vírgenes en flor que reciben con timidez (¿pero es usted sincero? ¡confiéselo!) sus poéticos cumplidos. El perfume, el gesto sonriente, pero, sobre todo, los ojos oscuros y los modos untuosos, le permitieron volver de noche con jugosos montos en comisiones rendidos enfrente de su jefe muy cómodo en su sillón con su Peterson[98] de Jecob luego cumplir otros menesteres de ese tipo en torno del fogón de su progenitor (un guiso con fideos, muy posiblemente, se cuece lento), leyendo con unos lentes de borde redondo un periódico viejo del continente europeo. Pero hop, de pronto, el espejo se humedece y el joven globetrotter[99] se reduce, se encoge, disminuye y se convierte en un minúsculo punto en el cejo. Entonces él mismo es un progenitor y estos de su entorno hubiesen podido ser sus hijos. ¿Por qué no? El progenitor inteligente conoce quién es su propio hijo. En sus recuerdos ve un crepúsculo lluvioso en Leeson Street, no lejos de unos depósitos, el debut. Juntos (pobre meretriz, fruto vergonzoso, tuyo y mío y de todos por un mísero chelín y su penique suertudo), juntos oyen los fuertes pisotones del custodio y dos perfiles sombríos recorren el frente del regio instituto de estudios superiores[100]. ¡Bridie! ¡Bridie Kelly! Imposible que se olvide de ese nombre, noche por siempre en sus recuerdos; noche del debut, noche del himeneo. Unidos en un denso rincón oscuro, el deseoso con su objeto del deseo, y en un segundo (hoc!) el mundo se inundó de luz. ¿Los pulsos corren en unísono? No, buen lector. En un suspiro fue hecho pero –¡un momento! ¡Retro! ¡No debe ser! Pobre mujer joven huye de terror por corredores tenebrosos. Es el querido tesoro del submundo nocturno, el retoño de lo oscuro. No quiere sufrir el niño bronce del sol. ¡No, Leopold! Ni el nombre ni el recuerdo te proveen consuelo. Ese ilusorio recuerdo juvenil de tu vigor se te quitó y sin provecho. Ningún fruto de tus lomos tienes hoy contigo. Hoy no existe respecto de Leopold uno que fuese lo que Leopold fue respecto de Rudolph.[101]
El vocerío se confunde y sus voces se unen en un nebuloso silencio: un silencio que es el infinito del cosmos; y presto, el espíritu voló en silencio sobre los territorios de los ciclos de progenies que existieron. Territorios donde desciende un eterno crepúsculo gris, no sobre los extensos predios verdeponto, vertiendo su sombroso cono, difundiendo un perenne rocío de luceros. Con un trote inseguro sigue su sendero, potro y retoño. Son ellos los espectros del crepúsculo, producidos por un molde de profético equilibrio, mullidos muslos esbeltos, un cuello liso y tendinoso, el dulce tiesto celoso. Se vuelven humo, espectros tristes: todo terminó. Egendeth es un predio yermo, el cubil de Lilith y del ciego upupo. Neteim, oro puro, no existe. Y en el surco de los cúmulos vienen, trueno rugiendo en rebelión, los espectros de los brutos. ¡Ho! ¡Oíd! ¡Ho! Poroloje[102] los persigue y los hiere, los filosos refucilos de su frente son escorpiones. El ciervo y el ñu, los toros de Bosón y de Bebilonie, el vetusto proboscidio y el urso, vienen en tropel con rumbo del ponto hundido, Ponto Mortis. ¡Tropel del zoológico celeste, innoble y cruel! Gimen hendiendo los cúmulos y nimbos, córneos y chivudos, con hocicos prensiles y colmilludos, mechones leoninos, cuernos enormes, trompudos y reptiles, roedores, bóvidos y proboscidios, moviente multitud rugiente, exterminio del sol.
En dirección del ponto fueron, queriendo beber, indetenibles y con sorbos horribles, el flujo somnoliento de yodo e inextinguible. Y el portento equino crece de nuevo, soberbio en los cielos desiertos, incluso con el volumen mismo de los cielos, surgiendo, desmedido, sobre el reducto de Virgo. Y entonces, prodigio de metempsicosis, viene, pretendiente eterno, indicio del lucero diurno, futuro cónyuge, siempre virgen. Es Mertle, quien se perdió, Millicent, joven, querido tesoro, fuente de luz. De qué modo sereno sube, como regente entre el grupo de siete sórores[103], en los prolegómenos del despunte, los pies refulgentes en lino y yute de oro, con un velo de cómo se dice ¡red del demonio! En suspenso, fluye en torno de su cuerpo cósmico con un ondeo libre, verde, rojo, bermejo y heliotropo, en medio de corrientes del gélido viento del cosmos, vertiginoso, produciendo remolinos, simplemente retorciéndose, describiendo en los cielos un misterioso serpenteo que luego de un sinfín de evoluciones de símbolo, se enciende, α, signo isósceles y rubí sobre el tiesto del Toro.[104]
Fred recordó con Stephen ese período en que estuvieron juntos en el colegio en tiempos de Conmee. Le preguntó sobre Gloucón, Olcibíodes, Pisístroto. ¿Dónde verlos? Ninguno puede decirlo. Me vienes con tiempos idos y sus espectros, dijo Stephen. ¿Por qué quieres que piense en ellos? ¿Si los revivo permitiéndoles que crucen el Leteo no tienen que venir, respondiéndome, los pobres espectros en tropel? ¿Quién lo supone? Yo, Bous Stephenoumenos, versero bienhechordebueyes, soy su señor y revividor. Coronó sus mechones desprolijos con unos brotes de vid, sonriendo en dirección de Vincent. Ese veredicto y esos brotes, le dijo Vincent, pueden ser merecidos después de que un buen número, y no sólo unos pocos, de tus versos fugitivos se consideren los hijos de un genio. Todos quienes bien te quieren pretenden eso de ti. Todos quieren que concretes lo que te propusiste, y poder rendirte honores, Stepheneforos. Desde el fondo de mi ser te deseo que no los desilusiones. Oh, no, Vincent, dijo Lenehen, poniendo sus dedos extendidos sobre el hombro de su vecino. Ni lo pienses. Él no puede permitir que el ser que lo tuvo en su vientre se quede sin progenitor. El rostro del hombre joven se oscureció. Todos pudieron ver cómo sintió que se le recuerde lo prometido por él y su reciente duelo. Se hubiese ido del festín si el ruido del vocerío no hubiese disminuido su intenso dolor. Midden perdió cinco escudos con Sceptre por el metejón del nombre de un jinete; Lenehen lo mismo. Les contó sobre el evento hípico. El pendón descendió y, ¡uhhh! comenzó, el equino picó primero con O. Midden de jinete. Lideró el pelotón. El público conteniendo los suspiros. Incluso Phyllis[105] no pudo contenerse. Revoleó su moquero y gritó: ¡Muy bien! ¡Sceptre vence! Pero en el codo opuesto en dirección del objetivo con todos corriendo en un mismo pelotón el tordillo Desperdicio se le puso cogote con cogote, hocico con hocico y lo superó. Todo se perdió. Phyllis quedó en silencio; sus ojos fueron dos flores tristes. Juno, gritó, me fundí. Pero su querido le proveyó consuelo y le dio un cofrecito de oro con bombones de higo que con deleite degustó. Un gotón descendió por sus mofletes, sólo uno. Un rebenque de primer orden, dijo Lenehen, este W. Lene. Cinco triunfos el miércoles y tres hoy. ¿Qué jockey puede ser su émulo? Que lo monten en un borrico o sobre un bisonte estruendoso el triunfo es siempre suyo y de un solo trote. Pero soportémoslo como los viejos filósofos. ¡Comprensión con el infeliz! ¡Pobre Sceptre!, dijo con un leve suspiro. Hoy no es quien supo ser. Juro, por estos dedos, que no veremos otro de su estilo. Por Dios, señor. Todo un rey. ¿Qué me dices de mi tesoro, Vincent? Hubiese querido que nos vieses juntos hoy, dijo Vincent. Lo joven que es y qué brillo tiene (Lelege se hubiese deslucido) con sus botines ocres y su poncho de tul, no sé el nombre correcto de eso. Los cerezos que nos protegieron del sol todos florecidos; el éter lleno del perfume de estos y del polen en torno de nosotros dos. Donde dio el sol se hubiese podido cocer sobre un bloque rocoso un lote de esos bollos rellenos de brillosos frutos de corinto que Periplipomenes vende en su puesto del puente. Pero mi tesoro quiso morder y lo único que encontró fue mi miembro superior con el que envolví su cuerpo y lo mordisqueó con celo ni bien quise excederme un poco. El último jueves se enfermó y se metió en el lecho, pero le lunes se recuperó y hoy estuvo libre, feliz, se burló del peligro. Es entonces su momento de esplendor. ¡Y sus buqués! Qué dulce demente, ni bien consideró lo recibido suficiente nos tendimos juntos. Y entre tú y yo, mi querido, no creo que te figures quién nos sorprendió en el medio de los yuyos. ¡El mismísimo Conmee! Yendo por el borde del cerco, leyendo, creo que un libro religioso con, estoy seguro, un ingenioso correo en él de Glycere o de Chloe[106] como índice del folio. Mi dulce bebé se puso de todos los colores por el encuentro imprevisto, fingiendo corregir con enojo un leve pliegue inoportuno en el vestido; un yuyo seco se le metió en ese sitio porque los mismos cerezos le exhibieron su deseo. Ni bien Conmee nos cruzó, mi tesoro miró presto su reflejo delicioso en el pequeño espejo que tiene siempre consigo. Pero el hombre se mostró benévolo. Nos miró y nos bendijo. Los dioses incluso son muy generosos, dijo Lenehen. Si no tuve suerte con el jumento de Boss[107] puede ser que este producto suyo me resulte menos enojoso[108]. Viendo su interés en el recipiente del vino, Melechi lo vio y lo detuvo y con un signo le indicó el peregrino y el rótulo rojo[109]. Discreto Melechi murmuró, observemos el silencio del druidismo. Su espíritu es remoto. Puede ser doloroso interrumpir su visión como doloroso es el hecho del belén. Un objeto, visto con intenso detenimiento, puede ser un portón de ingreso en el incorruptible eón de los dioses. ¿No lo crees, Stephen? El Teósofo[110] me lo dijo, respondió Stephen, él que existió en tiempos remotos y los monjes egipcios lo instruyeron en los misteriosos principios del nudo infinito. Los lores de Selene, me lo dijo el Teósofo, todo un lote ocrintenso del mundo α de los grilletes de Selene[111] no quisieron ejercer su condición de dobles etéreos y estos fueron por ende ejercidos por los egos de color rubí del segundo reducto cósmico[112].
De todos modos, de hecho, el ridículo supuesto de que él estuviese sufriendo en cierto modo de un profundo tedio o sopores por el estilo o de hipnosis, que fue todo un prejuicio de los peores, resultó no ser cierto. El individuo, cuyos ojos en el ínterin de suceder lo precedentemente descrito exhibieron en este punto disyuntivo incipientes signos de percepción estuvo todo el tiempo consciente, no menos que otro ser vivo y quienes creyeron lo opuesto presto descubrieron que se metieron en el negocio erróneo. En los últimos cinco minutos o poco menos estuvo con los ojos fijos sobre un cierto número de porrones de stout número uno de Boss producidos por Messrs. Boss & Co. en Burton-on-Trent que descubrió entre un montón de otros lotes justo enfrente de su posición teniendo todo lo que debe tener un objeto que despierte el interés de quien fuese en virtud de su rótulo bermejo. Él estuvo sólo y simplemente, como subsecuentemente resultó ser por motivos mejor conocidos por él, lo que vertió sobre los procedimientos un tono por completo diferente, después del coloquio de los momentos previos sobre los tiempos de su niñez y el turf, discurriendo sobre dos o tres cuestiones de su exclusivo interés de lo que los otros dos fueron en su conjunto inocentes como el niño recién venido. En cierto momento, empero, resultó que los ojos de los dos coincidieron y ni bien él percibió que el otro intentó coger el objeto con el propósito de servirse sintió el impulso irreflexivo de socorrerlo en este servicio y presto tomó del cuello el recipiente de vidrio de porte medio y vertió un buen volumen de stout poniendo empero en el mismo tiempo un sesudo empeño con el fin de no verter por el piso ni un poco de su precioso contenido.
Lo que se discutió después fue por su objeto y su progreso un epítome del curso de los seres vivos. Ni el recinto ni el concilio fueron indignos. Los expositores fueron de los mejores del Eire, el punto en discusión de supremo interés y no menos sublime. El soberbio recinto del edificio de Horne no conoció en todo su existir un concilio simbólico y diverso como ése ni los viejos leños del techo del dicho recinto oyeron un léxico del excelso nivel enciclopédico como el de estos. El entorno fue por cierto bello. Crotthers de pie en el borde del bufé vistiendo su vistoso kilt de súbdito escocés, el rostro encendido por los vientos del ponto del Mull de Drummore[113]. Enfrente de él Lynch, exhibiendo en su rostro los signos de su juvenil perversión y su precoz nivel de conocimientos. Vecino del escocés, Costello, el excéntrico, y vecino de éste último en estólido reposo el rechoncho perfil de Midden. El sillón del residente de hecho quedó ocioso enfrente del fogón pero sus dos vecinos fueron el perfil de Bennon en uniforme de scout con shorts de hilo y cubre botines de cuero crudo en evidente oposición con el primoroso estilo y los pulidos modos de Melechi Rolend St. John Mulligen. Por último presidiendo el bufé el joven versero que encontró un refugio de sus menesteres de profesor e inquisidor reflexivo en el gentil entorno del discurso filosófico, siendo sus vecinos por los bordes izquierdo y derecho el presumido emisor de pronósticos, recién venido del hipódromo, y ese listo peregrino, sucio por el polvo de sus periplos y torneos y teñido por el lodo de un deshonor indeleble, pero de cuyo resuelto y fiel cuore ni embuste ni peligro ni riesgo o descrédito pudieron en ningún momento deslucir el dibujo de ese voluptuoso buen gusto que el intuitivo puño de Lefoyette[114] perpetuó en bien de los siglos venideros.
Conviene decir en este preciso momento y en este mismo punto que el perverso concepto del vínculo del individuo con el universo vehementemente vertido por su defensor Mr. S. Dedelus (Div. Scept.), es lo opuesto de los rigurosos métodos conocidos. El universo de lo científico, no es ocioso repetirlo, se mueve con fenómenos concretos. El científico, como el hombre común tiene que verse de frente con los hechos duros y puros de los que no se puede desentender y que es preciso que explique del mejor modo. Posiblemente existen, por supuesto, cuestiones que lo científico no puede responder –por el momento– como el primer punto propuesto por Mr. L. Bloom (Vend. Public.) respecto de que en un futuro se determine el sexo. ¿Debemos creer lo que sostuvo Empédocles de Helios sobre que el folículo productor de huevos del perfil derecho (el post período dicen otros) es el productor de niños, o son los dos espermios excluidos o el núcleo de los mismos el origen de los elementos distintivos o, como muchos de los embriólogos creen, como por ejemplo Culpepper, Spellenzeni[115], Blumenboch[116], Lusk, Hertwig, Leopold y Volenti[117], son los dos? Esto puede ser lo mismo que decir que existe un socorro mutuo (uno de los dispositivos preferidos del universo) entre, un poco, el nisus constitutione del núcleo del espermio y otro poco lo que se conoce como posición de feliz tendido, succubitus felix, del elemento receptor. El otro punto propuesto por el mismo estudioso es levemente menos vivo: los decesos de bebés. Es de sumo interés porque, como él lo dice muy pertinentemente, todos fuimos puestos en este mundo de un mismo modo pero todos morimos de modos diferentes. Mr. M. Mulligen (Med. Hig. y Eugen.) pone el foco en el entorno higiénico que produce que nuestro pueblo de tuberculosos se enferme de los bronquios, de los pulmones, etc. en virtud de los gérmenes que viven en el polvo. Este tipo de condiciones, expresó, y el repelente desfile ofrecido por nuestros sitios públicos, repletos de horribles posters, ministros religiosos de todos los credos, conscriptos y grumetes tullidos, cocheros escorbúticos expuestos, esqueletos pendientes de bichos muertos, solterones histéricos y mujeres infértiles –estos, dijo él, son los orígenes de todo el decrecimiento de los intrínsecos dones del pueblo. El quimérico engendro de hijos hermosos, profetizó, tiene que convertirse en un hecho y todos los goces propios del existir, los dulces himnos, los buenos libros, los estudios filosóficos sencillos, los óleos instructivos, los bustos en yeso de monumentos épicos como Venus y Eolo, los dibujos o fotos en color de bebés modelo, todos estos pequeños obsequios deben permitir que todo tipo de mujeres con bebés en sus vientres disfruten los meses intermedios del mejor modo posible. Mr. J. Crotthers (Lic. en Discur.) sugiere que estos decesos son producto de golpes en el vientre, por ejemplo de mujeres en puestos que exigen esfuerzo físico y el rigor de los esposos en los domicilios pero por lejos, frecuentemente, el descuido del círculo íntimo o de los gobiernos que concluye con progenitores que se desprenden de sus bebés, con el delito de interrupción de preñez o en el horrible crimen de niños. Si bien lo precedente (queremos decir el descuido) es por cierto muy verosímil, el hecho que citó él de ciertos errores quirúrgicos de dependientes que omiten el recuento de hisopos en el seno del peritoneo es muy poco frecuente y no puede ser tenido como un procedimiento común. De hecho si uno se detiene en ello lo sorprendente es que un enorme número de preñeces y belenes terminen bien como en efecto sucede, teniendo presente todos los riesgos implícitos y nuestro contenido de imperfecciones que son enemigos de los principios biológicos. Un ingenioso recurso fue propuesto por Mr. V. Lynch (Lic. Num.) respecto de que belenes y decesos, como todo otro fenómeno evolutivo, los movimientos del ponto, los ciclos de Selene, lo tibio del humor venoso, los sufrimientos físicos en su conjunto, todo, en síntesis, en el inmenso centro fisicoquímico del universo, un remoto sol que se extingue o el florecimiento de los miles de tipos de flores que embellecen nuestros pensiles públicos son regidos por un código numérico por el momento desconocido. Pero el simple y sencillo hecho de por qué un bebé que es el fruto de progenitores vigorosos y con todos los indicios de ser un niño robusto y bien nutrido sucumbe sin ningún motivo evidente en su precoz niñez (siendo que otros niños de los mismos progenitores sobreviven) debe por cierto, por decirlo en términos poéticos, enmudecernos el espíritu. El universo, por supuesto, tiene sus propios buenos y sesudos métodos en todo lo que produce y muy posiblemente ese tipo de muertes tienen su propio régimen de leyes de previsión por el que los cuerpos donde los gérmenes morbosos se meten (los conocimientos científicos de hoy son concluyentes respecto de que sólo un conductor eléctrico perfecto puede ser tenido como perenne) suelen perderse en un segmento de evolución crecientemente precoz, disposición que, si bien ofende nuestros sentimientos (sobre todo los del ser que portó ese niño en su vientre), es de todos modos, según creemos, viéndolo con proyección de futuro, en beneficio del género en su conjunto, porque de dicho modo quien sobrevive es siempre el menos defectuoso. El discurso (o podemos decirse su interrupción) de Mr. S. Dedelus (Div. Scep.) sobre que un ser omnívoro que puede morder, deglutir, digerir y según vemos permitir que circulen por el conducto común con un perfectísimo estoicismo elementos heterogéneos como mujeres con tumores y los rostros lívidos por sus múltiples preñeces, corpulentos gentilhombres de profesión, por no decir políticos biliosos y sores con clorosis, pudiese posiblemente sentir sosiego de sus intestinos en un inocente puchero de tiernero[118] exhibe con nitidez y en un cono de luz bien repelente el tendencioso proceder recientemente descrito. Con el propósito de difundir luz entre quienes no tienen mucho conocimiento de los entretelones del frigorífico de nuestro municipio como este exquisito de mórbido cerebro y filósofo del embrión, quien con todo su cientificismo engreído y presuntuoso no puede distinguir con precisión un óxido de un oxidrilo, se enorgullece de tener, debe posiblemente decirse que tiernero en el decir corriente de nuestros proveedores de víveres con registro de los niveles inferiores del pueblo quiere decir los cortes comestibles de un ternero recién surgido del vientre. En un reciente entredicho público con Mr. L. Bloom (Vend. Pub.) ocurrido en el recinto de los comunes del Nosocomio Erinés de Mujeres con Preñez, 29, 30, y 31 Holles Street, del que, como es bien conocido, el Dr. E. Horne (Méd. Ginec. M.I. M. E.[119]) es el idóneo y gentil director, tuvo el tupé de decir, según informes de testigos que desde el momento en que como mujer se dejó meter el minino dentro del bolso (un guiño estético, presumiblemente, sugiriendo el sumun, por lo complejo y sorprendente, de todos los procesos del universo, es decir el congreso de los sexos) debe permitir que egrese de nuevo es decir permitirle vivir, según lo expresó, como un modo de sobrevivir. So riesgo de su propio existir, replicó su interlocutor presto y contundente, no menos efectivo por el prudente y medido tono en que lo formuló.[120] En el ínterin, el oficio y el pulso del médico permitieron un feliz peperit. Fue un momento muy pero muy tenso sufrido por los dos, mujer y doctor. Todo lo quirúrgico que se requirió fue hecho y como mujer se comportó con un temple viril. Lo logró. Disputó un buen torneo y se siente muy pero muy feliz. Quienes se fueron de este mundo, los que se fueron primero, son felices viéndolo desde el cielo y sonríen conmovidos por el despliegue emotivo. Con reverente respeto vedle tenderse con luz de mujer fértil en los ojos, con ese requerimiento imperioso de los dedos del bebé (bello y digno de ver), en el primer florecimiento de su reciente producción, con un silencioso susurro de reconocimiento en honor de Él que vive en los cielos, el Esposo Cósmico. Y con los ojos dulces puestos en el bebé, sólo pide un último bendito deseo, el de vivir este feliz momento con su querido Doudy y poder ponerle en su pecho ese diminuto terrón de Dios, el fruto de sus legítimos mimos. Hoy él es viejo (entre usted y yo podemos decirlo en un susurro) y sus hombros sufrieron un leve declive pero con el correr del tiempo un toque de digno sosiego se fue imponiendo sobre ese concienzudo escribiente segundo del Tesoro del Ulster, sección College Green. Oh Doudy, viejo querido, fiel compinche de hoy y siempre, ¡imposible que regresen esos idílicos tiempos idos! Con el típico meneo de su hermoso tiesto revive los buenos tiempos de entonces. ¡Dios, qué hermosos se ven hoy semicubiertos por el cejo del tiempo! Pero sus hijos se reúnen en su mente en un extremo del lecho, los suyos y los de él, Chorley, Mery Elice, Frederick Elbert (si hubiese vivido), Mimy, Budgy (Victorie Frences), Tom, Violet Constence Louise, el pequeño tesorito de Bobsy (en honor de nuestro héroe del conflicto bélico con los Bóers, lord Bobs de Woterford y Cundohor) y hoy este último retoño fruto de su querer, un Purefoy de puro pedigrí, con el legítimo perfil griego de los Purefoy. Este promisorio joven que recibe el nombre de Mortimer Edwerd como el influyente primo tercero de Mr. Purefoy que tiene un puesto en el edificio del Tesoro del Fisco, Dublin Tower. Y es de este modo que el tiempo huye; pero el viejo Cronos tuvo con éste dedos ligeros. No, sueltes de ese pecho ningún suspiro, dulce y gentil Mine. Y tú Doudy, vierte los rescoldos de tu Peterson, el hornillo de brezo bien curtido que posiblemente llores en el momento que doblen por ti los bordones (¡que ese tiempo se demore, te lo pedimos, Señor!) y se quede sin lumbre tu quinqué, con el que lees el Libro Divino, porque el petróleo en el depósito es poco, y entonces con el espíritu sereno ve y tiéndete en el lecho, y duerme. Él es omnisciente y puede requerirte en Su momento ni bien considere que tu tiempo es propicio. Procediste como un buen guerrero y cumpliste fielmente con tu función de hombre. Señor, en vos confío. ¡Bien hecho, oh, sirviente bueno y fiel![121]
Existen crímenes o (por decirlo como el mundo los renombró) recuerdos feos que el hombre esconde en los oscuros rincones de su fuero íntimo pero que viven pendientes tendiéndole un sitio en esos recovecos. Puede sufrir que esos recuerdos se debiliten, vivir como si no hubiesen sucedido, incluso pretender que en ningún momento sucedieron o por lo menos que sucedieron de otro modo. Pero, un dicho inoportuno los revive y de repente se le oponen, en eventos muy diversos, como si fuesen visiones o sueños, o en momentos en que el violín y el chelo seducen sus sentidos o en pleno sosiego del fresco níquel del crepúsculo o en medio de un festín nocturno, repleto de vino. No vienen como visiones que lo cubren de oprobio imponiéndole su furor, ni como un destierro rencoroso de entre los vivos, sino vistiendo los lienzos vergonzosos de otros tiempos, en silencio, remotos, llenos de reproches.[122]
El peregrino siguió viendo en el rostro de enfrente el lento proceso recesivo de ese fingido sosiego impuesto, presumiblemente, por el uso o por cierto truco preconcebido, sobre unos términos cuyo tenor ponzoñoso no puede ser menos que un indicio de que quien los pronunció es un enfermo, con un goût[123] por los ítems menos dulces del vivir.
Un número escénico se proyectó como recuerdo en el cerebro del testigo, producto, por lo visto, de un término de corriente sencillez como si esos tiempos idos estuviesen de hecho presentes (como hubo quien lo pensó) en ese mismo sitio con sus goces concretos. Un prolijo lote de césped de reciente corte en un tibio crepúsculo de junio, el omnipresente huerto de los cerezos en Roundtown, rosillos y níveos, esbeltos y bienolientes testigos del encuentro, que siguen en el ínterin con sostenido interés los pequeños boliches en sus lentos giros sobre el césped o su colisión y detenimiento, uno y otro bien juntos, en un choque breve y seco. Y en otro sector en torno de ese cuenco gris donde el líquido elemento se mueve de vez en vez en un riego reflexivo se ve otro grupo de sores no menos bienoliente, Floey, Etty, Tiny y su compinche de pelo oscuro con un no sé qué de seductor en su pose de entonces. Virgen de los Cerezos, con dos bonitos frutos pendiendo de un oído, permitiendo relucir el rubor exótico de su piel de un modo exquisito en oposición del fresco fruto fogoso. Un niño de cinco con un conjunto de tosco lino (es el tiempo de los pimpollos pero os sentiréis muy bien en torno del benévolo fogón ni bien se junten y depositen en su sitio los boliches) de pie en el borde del cuenco sostenido por ese círculo de juveniles dedos femeninos. Frunce un poco el ceño del mismo preciso modo en que este joven lo frunce en este momento, posiblemente muy consciente de su gusto por el peligro, pero siente el deseo de volver los ojos de vez en vez en dirección del punto donde quien lo puso en este mundo lo protege, un quiosco sobre el vergel florido con un débil toque remoto o de reproche (wir sind flüchtig [124]) en sus felices ojos protectores.[125]
Tened esto presente y bien presente. El fin viene de modo repentino. Meteos en ese vestíbulo del belén en el que los estudiosos se reúnen en concilio y ved sus rostros. No existe, por lo visto, en estos ni impulso irreflexivo ni violento. Sino un mero sosiego de custodio, como sus puestos en ese domicilio se lo exigen, el ojo previsor de los boyeros y de los querubines sobre un pesebre de Belén de los judíos en un pretérito remoto. Pero del mismo modo en que en los momentos previos del refucilo los rojinegros cúmulos del diluvio, densos con el prominente exceso de húmedo contenido, turgentemente distendidos, en henchidos volúmenes, envuelven cielo y suelo en un sopor extenso y único, suspendidos sobre los predios secos y los bueyes somnolientos, los crujientes sotos resecos y el verde frondoso de los robles y en el mismo segundo en que un destello hiende sus centros y con los estremecimientos del trueno en explosión el mismo vierte su torrente, de este y no de otro modo fue el vuelco, violento y repentino, ni bien se pronunció lo que se dijo[126].
¡Lo de Burke! profiere milord Stephen, en un grito, y todos siguiéndolo en tropel, el pollo, el simio, el burrero, el doctor comprimidos, el puntilloso Bloom sin perder terreno y el tumultuoso revoleo de sombreros, bordones, floretes, sombreros de yute y estuches, picos suizos y qué sé yo. Un lujurioso revoltijo de juventud, noble todo discípulo del grupo. De improviso enfrente de ellos en pleno corredor Miss Cullen no puede detenerlos ni el sonriente doctor que desciende del primer piso con el reporte del peso del cordón, medio kilo, justo. Lo siguen oyéndolo con interés. ¡El portón! ¿Sin cerrojo? ¡Ho! Se fueron, tumultuosos, en un ligero trote de un minuto, todos presurosos, siendo lo de Burke, en Denzille y Holles, su próximo destino. Dixon los sigue con términos severos pero profiere un insulto, él incluso, y en movimiento. Bloom se detiene un segundo con Miss Cullen pidiéndole que Mrs. Purefoy y su bebé en el piso superior recibiesen sus mejores deseos. El Dr. Régimen y el Dr. Reposo. ¿No ve distinto hoy el rostro de Miss Cullen? Noches y noches de turno en lo de Horne escribieron su testimonio en ese rostro lívido. Después, ni bien se fueron todos, con el socorro de unos ojos tiernos, dice en un murmullo en el momento de irse: ¿en qué momento, Sor, recibiréis el nuncio ciconiforme?[127]
En el exterior el éter se impregnó del húmedo rocío, celeste núcleo de lo viviente, reluciendo en los rocosos bloques de Dublín so un coelum estrellescente[128]. El éter de Dios, el éter del Progenitodo, dócil éter comprensivo y refulgente. Inspírese bien hondo. ¡Por todos los cielos, Theodore Purefoy, mi fe que cumpliste un intrépido emprendimiento, y sin chiste! Tú eres, por cierto, el mejor de los progenitores sin excepción en este burlón reporte incomprensible y tedioso[129]. ¡Sorprendente! En tu mujer reside el Diosinfuso y Diosímil molde previo de un posible ser que tu impulso fructificó con lo módico de tus esfuerzos de hombre. ¡Hiende! ¡Sirve! Rómpete el lomo, corre como un legítimo perro lebrero y que los eruditos y los moltusiostos revienten. Tú eres el progenitor de todos ellos, Theodore. ¿Sufres el peso sobre tus hombros, los recibos del choricero en tu domicilio y los lingotes (¡no tuyos!) en el tesoro? ¡Derecho! Todo nuevo crío viene con un modio de trigo. Ved, tu vellón humedeció. ¿Tienes celos de ese Dorby Dullmon con su Jenny? Solo un loro bochinchero y un cuzco pulguiento son su progenie. ¡Buu! ¡Te lo juro! Él es un mulo, un molusco muerto, sin vigor ni poder viril, que no es digno ni de un medio kreutzer. ¡Contubernio sin reproducción! ¡No, digo! El crimen de los inocentes de Herodes es el nombre pertinente. ¡Coles, seguro, e himeneo estéril! ¡Ofrécele bifes, rojos, crudos, bermejos! Tu mujer es un compendio gris de tumores, de folículos hipertróficos, tiroiditis, tonsilitis, bunios, virus Junín[130], prurigos, lombrices, nefrosis, bocio, bultos, crisis de bilis, pedruscos, pies fríos, conductos venosos retorcidos. ¡Terminemos con esos quejidos y esos trenos y esos sollozos y todo ese congénito concierto fúnebre! Dos veces dos lustros de todo eso, no los eches de menos. Contigo no sucedió como con muchos que quieren y hubiesen querido y posponen y no se les cumple. Tú viste tu New York, el cometido de tu existir y embestiste como el bisonte del otro extremo del ponto. ¿Cómo fue lo que dijo Zoroester? Deine Kuh Betrübnis melkest Du. Num trinkst Du die süsse Milch des Euters[131] ¡Oye, es un desborde prodigioso! ¡Bebe hombre, de su plenubre! Leche de pecho, Purefoy, leche de homínido, leche incluso de esos luceros que vemos en el cielo reluciendo en el fino rocío, leche fuerte, como esos revoltosos tienen que sorber en los bebederos de sus cubiles, leche demente, lechemiel del Creciente fértil. ¿Se endureció tu ubre, o qué? Sí, pero el temple de su leche es tibio y es dulce y nutre. No es un sorbo ligero sino un quesillo gordo y espeso. ¡En su honor, viejo jefe de tribu! ¡Ubre! Per deorum mulieribus Pertulem et Pertundem nunc est bibendum![132]
Todo el mundo de jolgorio, codo con codo, en bullicioso desfile. Peregrinos de fe. ¿Y onde béis ormido yer noch? Thimothy de los chupines rotos. Lo que dé. ¿Niun cubretiesto o bot’e gomen trustedes? ¿Dónde Henry Nevil se metió el hueserrucho y el tendero? Disculpe lignoro.¡Hurro, con Dix! El vendedor de botones[133]. ¿Dónde se metió Punch? Todo sereno. He, mire el ministro veo doble ¿yéndose del nocosomio[134]? Benedicit vos omnipotens Deus, Genitor et Filius. Un chorlito, mister. Los chicos de Denzille Court. ¡Demonio, que reviente! Corriendo. Muy bien, eso es Moshé, empújenlos en el reverendísimo foco que los iluminó. ¿No se viene con nosotros el muy señor? Sin nintrusiones en fuero síntimos. Lou montones buen hombre. Son todos lo mesmo tos tipo. Filons, mes frères! ¡Obús número uno, fuego! ¡Lo de Burke! ¡Lo de Burke! Desde ese punto recorrieron unos cinco porosongos[135]. Los jinetes del ejército de Sluttery[136]. ¿Dónde se escondió el efcritor? ¡El monje Steve, el credo de los infieles! No, no. ¿Mulligen? ¡En el foque, ese rumbo! En movimiento. Ojo con el reloj. Voleo en culo inminente. ¡Mullee! ¿Qué te sirves? Mon père me présente un époux[137] ¡Bendiciones de inglés! Retoplóm digidi Bum Bum. Triunfo de síes. Impreso y producido en impresiones Druiddrum por dos misteriosos seres femeninos[138]. Cobertor de cuero en verdeorín. Lo último en colores estéticos. El mejor libro impreso en el Eire en mis tiempos. Silentium! Se requiere un esfuerzo supremo. Tención. El rumbo próximo pub y contiguos depósitos de licor. ¡Morch! Trump, tromp, trump, (vistelfren) los hombres en desfile. Beer, bife, business, bibliófilos, bulldogs, buques guerreros, bufos sodomíticos y obispos[139]. O si es por el verdugo[140]. Birrybife pisoteo Bibliófilo. Por el querido Erín. Pisoteo de pisotones. ¡Tronemos! Sostener el piojoso ritmo millínguico[141], frenemos. Nos rendimos. Boliche de obispos veodos[142]. ¡Stop! Bolinemos. Rugby. Entre el scrum. No toquen, sólo con el pie[143]. ¡Uy, mis piecitos! ¿Dolorido? ¡Muy sorprendentemente lo siento!
Pregunto. ¿Quién convidó esto? Orgulloso poseedor de poco o cero. Quebré. Estoy en un rincón. Mí ni medio senti[144]. Ni un cobre mí tocó desde el último jueves. ¿Qué se sirve? Un poco de hidromiel de nuestros predecesores quiere el Uebermensch.[145] Ditto. Cinco números uno. ¿Usted, señor? Un buen gin. Que me cuelguen, el té de los cocheros. Viene bien. Revive los ventrículos. Se detuvo de repente y después no funcionó, el minuto en que el viejo[146]. Servidme un poco del verde demonio ¿entendido? ¡Coño! Puede pedirse un licor de huevo o un huevo crudo[147]. ¿Qué dice el reloj? El tío tiene mi reloj. Menos diez. Terriblemente reconocido. No tiene por qué. ¿Golpe en el pecho, eh, Dix? Post hecho. Lo mordió un ovispón, se quedó doromido en su menúsculo jeredín. Es vecino del Misericorde. Tiene compromiso. ¿Mujer de tu conocimiento? Sí, por supuestum que sí. Mucho volumen. Le visto en beibidol. Flor de exposición. Quelido te solito. No como tus esqueléticos bovinos, ni mucho menos. Te pido que me cierres los postigos, querido. Dos Ordilouns[148]. Lo mismo. Se ve que lo enceró. En el piso no te demores en ponerte de pie. Cinco, siete, nueve. ¡Bien! Tiene dos lindos luceros, no es chiste. Y unos pocillos de té y flor de fondo. Es digno de ver y de creer. Tus ojos tristes y tu cuello de ónix me sedujeron, oh, pegote. ¿Señor? ¿Tubérculo por el resfrío[149]? Todos cuentos de ñoño, con su perdón por el dicho. El pueblo se lo cree. Fe me ocurre que uftéf funinfeliz. ¿Y bien, doc? De regreso de los confines del hielo. Lo corporoso se le ingeniosó. ¿OK? ¿Qué me dice de sus squews y esos pepúes?¿Pudo ver mujeres entre los yuyos? Stop, identifíquese. Código. Tiene pelo. Nuestro es el lívido morir y el rojo belén. ¡Hey! Espute en su propio ojo, jefe. Télex de bufón. Lo copió de Meredith[150]. Jesuítico jesifido, orquítico, y piojoso. Viejo de Kinch recibe correo de Tiíto mío. El perverso versero de Stephen pudre el buenitobueno de Melechi.
¡Hurro! Cógeme el fútbol, jovenzón. Róndeme un porrón. Este es Jock, el duro Hielentmen’s[151] tu infusión de centeno. ¡Que por siempre humee el tubo de su fogón y que se le cocine el puchero! Mi refresco. Merci. Por nosotros. ¿Cómo es eso? Pie en el frente del wicket[152]. No me ensucie los nimenombres nuevos[153]. Deme un poco de pimiento, usted don. Tome. Un comino en comino. ¿Mentiende? Chillidos del silencio. Todo burdelero con su meretriz. Venus Pondemos. Les petites femmes. Joven tesorito proteico y presumido del pueblo de Mullinger. Dile que le hice unos mimos.
Prendido ’el cinto d’ Ester[154]. En el sendero ‘e Molohide[155]. ¿Yo? Oh mujer, si después de seducirme hubieses dicho tu nombre. ¿Qué pretende usted por nueve peniques? Mocree, mocruiskeen. Moll obsceno es el ritmo de tu colchón[156]. Y de postre un buen tirón[157]. Ex!
¿Pendiente, el jefe? De modo muy perecedero. Juéguese entero. Sorprendido, viendo cómo no vienen los relucientes. ¿Subcomprensible? Él tengo el clinc sufficit. Le vi como tres libres re cien y dijo me que no son del. Nosotros venimos directo por su convite, ¿vio? Depende de usted, mijo. Muestre ese toco. Dos con uno. ¿Se copió los vicios de los bretones bribones, eh? No venir con trucos viejos, de ningún modo. Niño pequeñito pol cielto muy elepentido. Soy el negrito muy despierto del distrito. Por recierto Diiiós Chowley. No somo empedo. No somo ningún empedo. El reservorio, Mozooo. Muy gredecido.
Es tes, seguro. ¿Qué decir? En el tugurio. Repleto. Lo he visto, sheñó. Bentem, desde el lunes en teyté[158]. Hoy bebebiendo[159] solo semillón. ¡Déjese e’ joder! Fíjese un poco. Diez me libre. Y el pelo, se cortó. Mudo del pedo que tiene. Con un obrero del riel. ¿Cómo te pusiste en? ¿Su gusto operístico? Lirio de León. ¡Teniente! Un poco de H2O por un señor que se desplomó. Miren los pimpollos de Bentem. Géminis. Que no empiece con los gritos. Colleen bown, mi colleen bown. ¡Oh, siléncielo! Ciérrenle bien fuerte ese borroroso horno vikingo. Hoy te estropeé un triunfo con un chisme que le di. Que el perverso corte el pescuezo de ese Stephen Dedos que me confió el chisme de ese rocín de juguete. Se topó con un dependiente de Boss que fue con un correo que le pidieron desde lo del sheriff. Le ofreció dos céntimos y el bribón le mostró un expreso que despegó sin romperlo con estilo detectivesco. El potrillo no puede perder. Un escudo versus menos que nulo. Todo un cuento chino. Pordiosquesí. ¿Un delito? Creo que sí. Seguro. Lo meten en el choquichoqui si el milico huele el truco. Midden, poner dinero en Midden es midemente loco. Oh, libido, nuestro refugio y poder. Levemos toldos. ¿Quiere irse? Me voy con Mummy. Espere. Un ser que oculte mis pudores. Todos dentro si me ve. Ven conmigo, Bentem nuestro. Horryver, mongo vioo[160]. No solvide su mujer, llévele flores. Cornfíe. Me dice quién le dijo de ese potrillo. Entre compinches. Qué inocente. De John Pito, su mujer. No embrome, el viejo Leo. Socorro, indio honesto[161]. Que me fulmine un refucilo si he. Ese sí que es un frey gordo y bueno. ¿Y pfborqué no me lo dijcho? Y bue, le digjo, si eso no es de moishes, bue, es posible que me encuentre un minino michino. Por nueftro pfeñor, Omén.
¿Mueve usted su moción? Steve, hombre. Se nos pierde un no sé qué. ¿Otros fodridos blebibles? ¿No puede permitir el enormemente esplendorífero convidón que un contertulio pobrísimo y de enorme sed termine su costoso licor reciente? Deme un respiro. Mesonero, mesonero, ¿tiene usted vino del bueno, estebú? Un momento, don, denos un poquito de pruebe. Corte y regrese. Medio giro. ¡Bonificio! Duende verde todos. Nos omnes bibimus viridum toxicum, Beelzebub post bebis [162]. ¡Se viene el cierre señores! ¿Eh? El fino Bloom quiere vino fino. ¿Escucho que dice onions[163]? ¿Bloo? Mendigo de promociones. Foto de popli, lo único hermoso que tiene. Juegue poco, socio. Escurrirse. Bonsoir tous. Y de los embustes del sifilítico enemigo. ¿Dónde se fue el morueco y el Ñoño? ¿Desertores? Dese perecieron. Oh, bue, sel momente’volverse. Choque y riesgo. Rey versus torre. Buen Cristino so corre sombre joven cuyo migo quitó cerrojo de torre encuentre un pleis y en repose su tiesto hoy noche. Ve de retro, estoy molido. Que me cocine ternemente si el de hoy no fue el mejor de todos los recesos pintorescos. Ítem, mozo, el nene quiere dos cookies. ¡Por el Humor de Diez y postrendoseles[164], nones! ¿Ni un copito de peso[165]? Que tu sífilis y todos esos licores con permiso se quemen en el infierno. Cierre. Que recorren el mundo. ¡Brindemos! ¡Chinchín!
¿Golly, quién cuernos es el tipo del mckintosh? Dusty Rhodes. Un rotoso. ¡Pordiós! ¿Qué engulle? Cordero del Jubileo. ¡Bovril, qué inmundo! Le viene muy bien. ¿No vio uno de soquetes rústicos? ¿El mísero rotoso en el hospicio Richmond? ¡Eso! Creyó tener un depósito de plomo en el pene. Estupideces de loco. Nosotros le decimos Bertle el Pen. Ese tipo, señor, fue en un tiempo un próspero ciud. Hombre deshecho y roto que se unió con virgen sin dueño. Su mujer dese pereció, eso hizo. Ved un querer perdido. Mckintosh, guerrero peregrino de los montes desiertos. Empinemos el último y en retiro. En punto. Ojo con los milicos. ¿Perdón? ¿Lo he visto hoy en el mentencerio? ¿Un compinche suyo que se le vencieron los cheques[166]? ¡Diez miseroincordioso! ¡Póbores chiquichilines! ¡Ni me cuente eso, Pold dio! ¿No he cierto que llorimos nos buenos gotones por nuesdro guerido migo Pedney que murió envuelto nun bolso negro? De todos los negritos don Pet fue siempre el mejor. No he visto ni uno como él desde que estoy en este mundo. Tiens, tiens, pero eso es muy triste, por supuesto. Oh, por ver cebú, cómo quieres subir ese declive en recule. El empuje con eje libre se terminó. Te juego doble versus sencillo que Jenetzy vence en un trote. ¿Nipones? Fuego efectivo, ¿no es cierto? En el fondo con los reportes exclusivos sobre el conflicto.[167] Lo siento por él, dice, menos que por un ruso. Tiempo cumplido. Once en punto y sereno. En movimiento. ¡Moviéndose, beodos perdidos! Noches. Noches. Que el Único y Excelente por hoy y por siempre vuestros espíritus enormemente conserve.
¡Su tención! No somo todo en pedo. El milico de Leith nos soltó, el Milei de tilico[168]. Su tención con los esputos que un tipo vomitó. Se le descompuso el triperío. Puuoj. Noches. Mone, mi súnico tesoro. Uoc. Mone, tesoro mío. Uuuc.
¡Escuchen! Cierren esos bocones ostropotosos. ¡Pfloop! ¡Pfloop! Ignórenlo. Lo veo. ¡Bomberos! Viremos. Rumbo Mount Street. ¡Cortemos! ¡Pfloop! ¡El zorro! ¿No vienes? Lento, trote, pique. ¡Pfloooop!
¡Lynch! ¿Eh? Ven conmigo. Esto es Denzille Street. Conexión con el Burdel. Nosotros dos nos meteremos, me dijo, en el bulín sombrío donde vive Merie. Bueno, como guste. Felix in cubilibus suis.[169] ¿Ustedes vienen? Murmullo, ¿quién corno es el tipo del terno negro? Pecó ofendiendo Su luz y presto viene Su juicio del mundo por el fuego. ¡Pfloop! Ut implerentur scripto. Tóquenos un son. Requirió luego el doctor Dick de su socio el doctor Devy. ¿Cristículos, quién es ese sorete de misionero inmundo en el Merrion? ¡Elí viene! Detergidos en el humor venoso del Cordero.. ¡Convertíos, vinófilos, gintórridos, sorbetílicos vivientes! ¡Convertíos, perros piojosos, cuellos de toro, frentes de insecto, hocicos de cerdo, cerebros de pulgón, embusteros zorrinojudos, peligros fingidos y excesos de bultos! ¡Convertíos, triple dosis y meollo del oprobio! Olexender J Christ Dowie , ese es mi nombre, que impulsó el glorioso destino de medio mundo entre los límites costeros de Frisco[170] y Ostrovnoy[171]. El dios no es un obsceno vodevil de diez peniques. Por cierto os digo que Él viene en breve y os propone un excelente negocio. Él es excelso y no lo olvidéis. Proferid redención en Cristo Rey. Tienes que dormir con un solo ojo, tú hombre infiel, si pretendes eludir el juicio de Dios Todopoderoso. ¡Pfloooop! Ni lo sueñes. Si tienes tos Él tiene un remedio muy potente, querido mío, en su bolsillo posterior. Sólo pídelo.
[1] Deshil Holles Ibimus: Deshil: del erinés, deisiol: giro dextrógiro; gesto que supone suerte si se repite tres veces. Holles: Holles Street, sede del Nosocomio del Belén de Erín. Ibimus, posetrusco, iremos.
[2] El doctor J. Horne, uno de los jefes del nosocomio de Holles Street.
[3] Omnipollens, dice el texto de origen, y Gifford dice que es un vetusto uso del término omnipotente.
[4] Un símil de texto posetrusco de los escribientes de hechos históricos Solustio (86-34 previo de.C.) y Técito (55-120 d.C.). Como un remedo del belén del niño Purefoy, Joyce emuló el crecimiento del léxico inglés, desde sus inicios; con este objetivo emuló los estilos de los escritores conspicuos de sus respectivos períodos evolutivos.
[5] Copió el estilo de los reportes en posetrusco del medioveo.
[6] No señor. No toque. Primero mire que el texto de origen subsiguientes ediciones dicen: reproductitivity.
[7] Estilo Elfrico, monje inglés que vivió en Oxford (955-1022). No confundir con el Elfrico Putto (si no me cree mire en google). Ver C. W. Niedner: Zeitschrift für historische Theologie (vols. 1855 y 1856, Gothx). Este sí que es un pie de texto típico de un erudito.
[8] Por consiguiente, … estéril: como un texto inglés del medioevo, según dice Gifford. .
[9] Mehmet: modo en que los infieles irrespetuosos refirieron el nombre del redentor de los bereberes.
[10] Estilo de Los periplos de sir John Mendeville (1336-1371), colección de cuentos del medioevo sobre periplos prodigiosos.
[11] Dedos dóciles. Discreto. Silencioso.
[12] En Elbe despeje dos E . En Longo el segundo signo O. Territorio escocés, en erinés.
[13] Punch es golpe de puño.
[14] Foutin: primer obispo de Lyon, en el s. III.
[15] Lilith, demonio libidinoso. Interrumpe todo tipo de preñez. Se une con los hombres como súcubo.
[16] Como si fuese posible concebir de modo inconsciente en un piletón en virtud del semen que dejó un hombre. Un despropósito según Sir Thom Browne.
[17] El templo de Dios y su grey.
[19] El estilo de Morte d’Erthur.
[20] Todo ser viviente Te requiere, un poco eso, en posetrusco.
[21] Versos de niños “Este es el refugio que Jim construyó”; los sucesivos pontífices viven en el refugio que Pedro construyó.
[23] Entweder … oder:: O… o. O esto… o lo otro. Uno de dos.
[24] Esto es en un enorme islote (oxímoron) en el índico. Busque en Google.
[25] Que el entero misterio del sexo termine por ser conocido.
[26] Si bien Fletcher es Fletcher, Belmont es levemente distinto. Beoumont, donde el primer signo O no es O y es menester que usted lo despeje. Pero quiere decir lo mismo, es el mismo nombre. Bello monte de Venus, como sugiere Gifford en 14.356 y por ese motivo lo distorsioné.
[27] En inglés: French letters: condones. Morel se lo devolvió y escribió sobretodo inglés.
[28] Nombre poético del territorio judío.
[29] Milesios, míticos predecesores de los reyes de Erín.
[30] Despeje Ó. Es el monte desde donde Moisés contempló el territorio prometido.
[31] O Hittin, el promontorio desde donde Jesús pronunció el Sermón del Monte.
[32] Estos doce sextetos de genios judíos vertieron los libros divinos en distintos sitios y sin vínculo entre ellos; según dicen los textos fueron idénticos, es decir que fue un prodigio.
[33] Thom Browne. (P III, sección 10).
[35] Tres sórores signo del destino.
[36] Tofet o Edenville: Tofet: sitio donde se inmoló un sinnúmero de niños en honor del dios Moloch; luego fue un vertedero de residuos, perros muertos, desperdicios etc. Siempre hubo un fuego encendido como prevención de pestes. Se lo consideró el infierno. Edenville es, según Stephen, el pensil del Edén.
[37] “El conocimiento construyó su propio domicilio, moldeó sus siete pilotes”. (Pr 9:1).
[38] Según Gifford dice en 14.403, el edificio referido fue construido por los ingenieros ingleses Sir Joseph Pexton y Sir C. Fox y fue exhibido en un evento ecuménico en Londres en 1851. Este edificio de vidrio y hierro recibió el mote de “el fuerte de vidrio que Fox construyó”.
[39] Esto viene de unos versos de niños, reescritos en tono burlón, “El domicilio que Joe construyó” compuestos en 1857 por un señor George S. Burleigh. Gifford explicó el chiste, pero si yo lo explico usted no se ríe, ni usted y yo lo entendemos, y los dos perdemos el tiempo en pies detesto inconducentes, como ponen ciertos escritores que yo me sé.
[40] Remedo de texto con estilo posetrusco del s. XVII, sobre todo en John Milton (1608-1674) y sir Thom Browne (1605-1682).
[41] Si ve lo que dice el texto de origen seguro que coincide con mi neologismo.
[42] Jesús responde cuestiones que le proponen los sucesores de Seleuco sobre cómo son los himeneos en el Cielo.
[43] El estilo de John Bunyen (despeje E; 1628-1688), sobre todo en El progreso del peregrino (1675).
[44] Un esqueno mide 10,8 kilómetros.
[45] George Moore (1852-1933), escritor erinés.
[46] St. Swithin: (c.800-c.862) religioso inglés, obispo de Winchester, los festejos en su honor son el 15 de julio.
[47] Estilo del Registro, de S. Pepys (1633-1703).
[48] Solución de H20 y cloruro de sodio.
[49] Eventos públicos donde se venden reses en pie y en los predios de los productores.
[50] Estilo del escritor inglés D. Defoe (1661-1731).
[51] Estilo de J. Swift (1667-1745), en este punto Un cuento de un piletón (1704), episodio IV, en el que Swift se burló de Pedro (el Pontífice) y su uso de los edictos. En inglés bull es un término equívoco, puesto que quiere decir toro o edicto. Por eso el chiste que explico, lo que no es mi costumbre. Disculpe.
[52] Fue el único pontífice inglés entre 1154 y 1159, quien en su edicto de 1155 permitió que el rey inglés Henry II extendiese su dominio sobre Erín. Murió de un modo muy curioso, después de decir un discurso fervoroso
[53] Lo dije diez veces en otros episodios; Moby Dick fue un Minke.
[54] ¡Como los cerdos de Orwell!
[55] El toro de los toros.
[56] Bulls’ lexicon/ de los edictos
[57] No se mofe; bullgine es un mestizo de bull con engine, según Collins y Webster. El sentido es encender los motores; pero en este contexto de toros creí mejor incluir este neologismo. Si usted tiene uno mejor, úselo. Y por último, Let the bullgine run, es el título de unos melódicos versos sobre un buque y el ponto.
[58] The Fencibles (por defendibles) fue un cuerpo del ejército inglés del siglo XVIII.
[59] En Telbot, despeje E; en Mulohide, despeje U y O.
[60] Dicho de un emprendimiento inútil, vender un producto justo donde éste se produce.
[61] Pidgin posetrusco einglés: texto de Cicerón que citó Mulligen, que quiere querer decir: “muy corruptos son estos tiempos, oh señores, si mujeres de nuestro suelo prefieren por mucho los libidinosos cosquilleos de los medio hombres florentinos en vez de los gordos testículos y los erectos penes poderosos de los herederos de Rómulo.
[62] De tiberio, sinónimo de lío, quilombo, despelote, bullicio y confusión,
[63] En el estilo de R. Steele (1672-1729).
[64] Pero por supuesto … y mil cumplimientos
[65] Este edículo es un diminuto cofrecito, un estuche, que por lo común pende del cuello y contiene fotos de un ser querido.
[66] Vendedor de sobres. El chiste es este: sobre es sinónimo de condón. Piloto o sobretodo.
[67] Es un: ¡Demonios!
[68] Obvio, gordo, en serio.
[69] Dos cuestiones existen.
[70] En ese momento el oyente … tesoro de nuestros conocimientos: el estilo es del clérigo y escritor inglés, de origen erinés, Lorenzo Sterne (1713-1768), sobre todo un libro sobre periplos que se publicó en 1768.
[71] Por no ser hereje diciendo por Dios.
[72] Oh, oh, cunt + kissem (kiss me) es terrible. No lo explico, es mucho.
[73] Lo que se dice, un guiso.
[74] Cúmulo de testigos (Hebreos 12:1-2).
[75] En medio del obtuso jolgorio … lo que recuerdo siempre con devoción: Estilo Oliver Goldsmith (1728-1774).
[76] Recordemos que Bloom y sólo Bloom tiene cuore.
[77] Respecto de Mr. Bloom … del Ser Supremo: el estilo del escritor erinés Edmund Burke (1729-1797).
[78] Cuento cómico de Petronio sobre cierto tipo de preñez incomprensible en el Siglo I.
[79] Consecuentemente se sinceró … del mismo fuentón: estilo del escritor y político erinés Rick Brinsley Sheriden (1751-1816).
[80] Según descripciones del medioevo los cisnes buchones nutren sus polluelos con su propio humor venoso, es por esto que se lo consideró símbolo del misterio de Comunión, donde Cristo ofrece comer su cuerpo y beber su humor venoso.
[81] Ver el entuerto completo en Gn 16; es todo un culebrón bíblico incomprensible. Procedimientos despóticos, órdenes sin sentido, mujer estéril que impone preñez en el vientre de su sirviente por medio de su legítimo esposo. Un horror.
[82] Pez en el sentido de líquido resinoso; lo del cedro, es por lo precioso del mismo y porque es un símbolo bíblico.
[83] ¿Pero con qué derecho … corrosivo e inútil: el estilo es de un señor Junius (escritos: 1769-1772), seudónimo de un escritor misterioso del que no encontré mucho que decir y por eso digo lo mínimo posible.
[84] Es el nombre de un tipo de intervención, un corte quirúrgico en el vientre femenino.
[85] fætus sine cor in fætu: feto sin cuore. Foetus in foetu: feto muerto
[86] Sturzgeburt: término médico de un belén súbito, imprevisto.
[87] Un libro en dos volúmenes escrito por un seudo Eristóteles, seudo científico y levemente porno que se publicó en Londres en 1694 con descripciones de los cuerpos de hombres y mujeres y sus respectivos sexos.
[88] Topo en el sentido de punto gordo y visible sobre el tejido epidérmico.
[89] Ovidio, sobre los líos de mujeres con toros. El resto búsquelo en Google.
[90] Consejo de unos versos folclóricos: “Si no consigues mujer / un viejo limpio puedes coger”.
[91]Con un tono circunspecto … Dios hubiese unido: sobre el estilo del inglés Ed Gibbon (1737-1794).
[92] En erinés, bullowurrus: el olor de un crimen. O un espectro con cuerpo de toro, que emite fuego por los ojos, los morros y el hocico.
[93] Westlend Row; despeje el segundo signo E.
[94] John Eglinton.
[95] Título de un novelón del escritor erinés John Sheriden Le Fenu (despeje E en Fenu).
[96] Pero el cuento de Melquíedes … del crimen: el estilo del novelón gótico El torreón de Otrento (1764), de H. Wulpole (despeje U, 1717-1797).
[97] Solo se me ocurre decirle que busque en Wiki o Google. Es un bicho de color indefinido.
[98] Dicho en otro episodio, el 11, Peterson es un reconocido instrumento que se sostiene entre los dedos y cuyo extremo se pone entre los morros; luego de dos o tres succiones se expele un humo delicioso lleno de perfume, pero tóxico.
[99] Recuerde el equipo deportivo con ese nombre, cinco negros excelentes con el esférico.
[100] University College Dublin.
[101] ¿Qué tiempo … Leopold fue respecto de Rudolph: estilo del escritor inglés Chorles Lomb ( despeje los dos signos O, 1775-1834).
[102] Despeje los dos signos O.
[103] Un grupo de luceros, entre ellos Pleione, Merope, Sterope, etc.
[104] El vocerío … el tiesto del Toro: estilo del escritor inglés Thom de Quincey (1785-1859), sobre todo en su libro El coche inglés (1849).
[105] Phyllis, típico nombre femenino de los versos y novelones bucólicos.
[106] Ídem, nombres de mujeres en novelones bucólicos.
[107] Despeje O, pero recuerde que O no es O, ni E, ni I , ni U. El dueño de Sceptre y nombre de un tipo de pilsen o stout.
[108] En su discurso Lenehen confunde W. Boss, el dueño de Sceptre, con M. Boss, el productor cervecero.
[109] El recipiente de Boss tuvo un rótulo rojo y un isósceles.
[110] OE (Russell) y Miss Gregory.
[111] Los doce signos, leo, virgo, etc.
[112] Fred le recordó … el segundo domicilio cósmico: estilo del escritor inglés W. S. Lendor (despeje E. 1775-1864), Coloquios ficticios (1824-1853) entre escritores de distintos períodos históricos.
[113] En el texto de origen es el extremo sur del territorio escocés, no lejos de Drummore.
[114] Un experto en fotos dublinés.
[115] Despeje los tres signos E.
[116] Despeje O.
[117] Despeje O.
[118] Espere, no es un error. Espere un poco.
[119] M.I.M.E.: Miembro del Instituto Médico de Erín.
[120] El estilo del científico inglés Thoms Henry Huxley (1825-1895).
[121] Estilo Dickens (1812-1870), en D. Copperfield (1849-1850)
[122] Existen crímenes … llenos de reproches: el estilo es el del célebre converso ingles, luego devenido obispo John Henry Newmen (1801-1890).
[123] Gusto, obvio.
[124] “Somos efímeros” primer verso de un opus operístico de Goethe..
[125] El peregrino … ojos protectores: el estilo del inglés W. Poter (despeje O; 1839-1894).
[126] Tened presente … lo que se dijo: estilo del escritor inglés John Ruskin (1819-1900).
[127] El nuncio ciconiforme es el mítico símbolo del plumífero que viene con el nuevo bebé envuelto en un lienzo sostenido del pico.
[128] Si ve el texto de origen no debe sorprenderse por mi neologismo, luceros esplendentes. Sobre todo viendo lo que viene después. Todo lo que sigue se vuelve denso y borroso. Es el principio del fin.
[129] Pound y Beckett, sobre Ulises y Work in Progress.
[130] Peste que producen cierto tipo de roedores criollos que comenzó en un pequeño pueblo de nombre: ¡Oh, Señor!, de nombre O’Higgins, no lejos de Junín.
[131]Lo escribió Nische, Hoy bebes dulce leche de sus ubres
[132] ¡Lo de Burke! … nunc est bibendum: el estilo del escritor escocés Thom Corlyle (despeje O , 1795-1881).
[133] El progenitor de Buck Mulligen fue dependiente en lo de un mercero, vendiendo, entre otros objetos botones, cierres, etc. Esto lo dijo Simon Dedelus, furioso por los compinches de su hijo, en el episodio 6.
[134] Efecto etílico que lo vuelve disléxico.
[135] Despeje todo O. Un porosongo son unos tres kilómetros y medio. Un delirio, porque lo de Burke es un pub vecino del nosocomio, menos de trescientos metros.
[136] Es un verso de un himno jocoso sobre unos jinetes guerreros que ven un pub y pierden el espíritu bélico. Si quiere puede verlo en Gifford 14.1450.
[137] Unos versos jocosos, mi viejo me presentó un esposo, el tipo esposo es pequeño y se me perdió en el lecho, eso dice su mujer.
[138] Esto tiene que ver con Homlet (lo de dos misteriosos NN femeninos), el resto, es muy pero muy retorcido. Ver Gifford, 1.366.
[140] El estribillo del himno “Dios te libre Erín”: “‘¡Dios te libre Erín!’ dicen los héroes;/ ‘¡Dios te libre Erín!’ todos lo repiten./ ‘Si es por el verdugo/ o en el frente que morimos,/ nos es indiferente/ si por el querido Erín todos morimos.’”
[141] De Milling+milico
[142] Beodos que ven doble.
[143] El referee con sus órdenes de ingreso en un scrum.
[144] Pidgin English, cocoliche, “ni medio céntimo” (senti x cent).
[145] Übermensch: superhombre
[146] Otro ritmo jocoso, sobre un viejo reloj de pie que ni bien su dueño se murió, etc,
[147] Superstición de que el huevo crudo es el mejor remedio de un dolor de tiesto por un exceso etílico.
[148] Dos Guinness.
[149] Otro supuesto remedio. Bloom tiene uno en el bolsillo.
[150] Télex de bufón. Lo copió de Meredith: el télex de Stephen en el episodio. 9: “Sensiblero es ese que prefiere el disfrute sin tener el compromiso del enorme peso del reconocimiento”; del El tormento de Ricky Feverel (1859), de George Meredith (1828-1909).
[151] Otro ritmo jocoso.
[152] Esto es un término del estúpido e incomprensible juego del cricket, del que los ingleses son fervorosos devotos. Los encuentros se extienden entre un viernes y un domingo y no es infrecuente que ninguno de los equipos triunfe. Pero como es un juego de estío el público bebe, sol y whisky.
[153] Nimenombres son indumentos de hombre (gregüescos) nuevos. Es todo lo que se me ocurrió, el texto de origen dice sitinems (sit in them = culotes) y por ello el pudor pide que no se los nombre.
[154] Siguen los versos jocosos. Si quiere ver el chiste, Gifford lo explicó en 14.1495. No espere reírse.
[155] Primero despeje los dos signos O. Después, es un embrollo de confusiones e imprecisiones que ni le cuento. Un poco de Kipling. Mejor ni se entere.
[156] Moll es (o supo ser, mejor dicho) el sinónimo Dublinés de mujer que vende su cuerpo por unos peniques.
[157] Otro verso jocoso que retuerce el estribillo de “El bote de Eton”, de Johnson y Drummond; este “buen tirón” es un beso en el, ejem, pene…
[158] Desde el lunes sólo bebe té.
[159] Sí, doble be, bebe y bebe.
[160] Distorsión del léxico de Molière, con este sonido: O revuor mon vieu, revoir mon vieux.
[161] El honest injum? de Huckleberry Finn, queriendo decir, ¿es cierto eso, honesto como un indio?.
[162] Beberemos nuestro veneno verde y que el demonio se tome el último..
[163] Difícil que un ebrio pronuncie bien: onions. Por consiguiente sirve como test de beodez.
[164] Postre+dosel, si usted ve lo que dice el texto de origen seguro que coincide conmigo.
[165] Puede ser, no lo sé, pero puede querer decir ¿Ni un poquito de queso?
[166] Modo de decir que el pobre tipo espichó, reventó, se murió.
[167] Sobre el conflicto bélico entre rusos y nipones (1904-5).
[168] Inversión por el efecto disléxico del licor; “The Leith police dismissed us”dice el texto de origen, un verso jocoso sobre unos ebrios y un custodio del orden público en Leith, Edimburgo. Milei es un conocido bufón político de los nuestros, greñudo, gritón, engreído y grosero, y tilico, en México, quiere decir enclenque, debilucho. Mire si no es increíble este Odiseo.
[169] Feliz en sus lechos
[170] S.Fco. EE.UU.
[171] Pueblo ruso, no lejos de Vledivostok.