Una cinta roja es el ojo de la isla (Borde Perdido Editora) de Luciana Bedini (Entre Ríos, 1985) es uno de los más misteriosos y enrarecidos poemarios que se hayan publicado en los últimos tiempos. Erótico, onírico, en él, cada poema es como una geografía fugaz. Desplegando un lenguaje que prescinde de lo ornamental, en Bedini nada se explica, todo amanece en sensación.
Luciana Bedini es poeta, actriz, docente y gestora cultural. Estudió en la UNC la carrera de Licenciatura en Teatro. Coordina talleres artísticos-educativos desde el año 2006. Se desempeñó como tallerista-docente en más de 20 instituciones educativas y artísticas a nivel nacional e internacional. Ha publicado sus libros de poesía Amanecí en Tailandia y Humo.
-¿Qué preguntas te guiaron a la hora de escribir Una cinta roja es el ojo de la isla?, ¿en qué difiere a tus últimos trabajos escriturarios?
-En realidad no podría hablar de preguntas con respecto a este libro. Yo lo asumí como una revelación sin aspavientos. Como una ilación sin esfuerzos en el que las conjeturas no se anticipan a los versos. Luego claro, nacido el poemario hubo que criarlo un poco, alimentarlo, corregirlo, “mezclar” los poemas y darles un sentido editorial. Encuentro diferencias si, podría decir que Una cinta roja, tiene un tono más enrarecido, más lejano a mi cotidianeidad. Creo que es una voz lejana que llega de manera oscilante y que si, por momentos esta voz amasa algunas imágenes con registros vinculares próximos. Quizás otro contraste, podría ser la “sexualidad” abierta y “natural”, creo que se genera una especie el ecosistema erótico que late y aloja en su frecuencia los versos y las dimensiones de los versos del libro.
–Una cinta roja es el ojo de la isla está estructurado a través de secciones que operan a modo de extraños capítulos. ¿Pensás que su orden denota pura y exclusivamente una lógica narrativa?
-Trabajé una lógica de facetamiento, pero las divisiones pueden o no, ser otra parte de la cosa, de la isla, de lo grande. Digo, internamente relacioné ciertas características de algunos poemas con ciertos conceptos que rodean la palabra Isla, como aislación, desvinculación, periferia, pero como un juego no como una marcación o límite. Hay también cierta narratividad, pero es en este caso una excusa para perderse. Quise arrimar al lector una plataforma frágil, que no se explique.
-¿Notás ciertos destellos surrealistas en el tono imaginativo del libro?
-La verdad es que no siento que el libro tenga una impronta surrealista. Lo asumo más como un campo semántico fértil para que convivan los diferentes planos de las cosas, en el que, un símbolo no tiene más peso que otro. Me gusta pensar que todos los asuntos y todas las cosas son igualmente importantes, que lo vivo y lo muerto están siempre incidiendo en lo que hacemos, y en el verso. Como una alteridad en el orden de prioridades, que cuestiona lo “serio”, lo “comprometido”.
-Hay un trabajo sutil en torno a las imágenes etéreas. Del sentido preciso y plenamente planeado de cada palabra dentro del poema. Siguiendo esta estética de la fugacidad, Luciana, ¿qué transparencias componen tus versos? Más allá de lo obvio, ¿qué paisajes emotivos envuelven este libro?
-Me gusta mucho eso que decís de estética de la fugacidad. Supongo que las transparencias son un poco esto que te decía sobre hacer hablar la otredad sin pelearse con lo que el sistema propone como “lógico”. La otredad no es otro mundo, u otro sistema de valores ajeno a este. Es un planteo sutil, que invita a poder habitar los espacios sin amarramientos tan explícitos a las doctrinas funcionales de producción, que implican (entre otras muchas cuestiones), la imposición de temporalidades, principio-nudo-desenlace y otros ordenamientos. En este sentido, durante el transcurrir del libro si se producen fugas, un perderse, un desanclar y quedar un rato boyando en zonas sin aparentes sedimentos. A este mundo isleño también lo componen familiares, ex parejas, parejas imaginarias, personas que conocí en una isla que queda entre Ecuador y Colombia, escenas ciertas y otras, producto de una sinapsis poética (se podría decir). Creo que existen cúmulos de nostalgia también, dialogando con las imágenes explicitas de los poemas. Los paisajes son complejidades pero también silencios.
-Asimismo el libro ofrece un ritmo de imágenes que se acopla al del ensueño. De ahí su registro más intimo. ¿Pensás que resulta ventajoso para un poeta conocer y dominar los mecanismos de la imaginación?
-La sensación de ensueño a la que haces referencia, me parece que en realidad está relacionada con lo que mencionaba antes, este juego de pesos y ordenamientos de la información. No sé qué tan ventajoso puede ser dominar los mecanismos para escribir poemas. Si me gusta pensar, que si un poeta trabaja en escarbar en sí y en compartir con el lector su genuina mirada del mundo, puede que su poesía interrogue las naturalizaciones con respecto a ideas y diagramaciones de la vida.
-Sobre el uso de tu lenguaje poético, a su vez, apostás más a la sutileza de la elipsis antes que nombrar una palabra. Se alude más a una atmósfera que a su explicación. ¿Qué decisiones estéticas articulan esa elección?
-La atmósfera es la palabra que decido no decir. Pero que en definitiva, ya es dentro del lector.
-A su vez, ¿qué claves de lectura revela el poema de Reina María Rodríguez que aparece fragmentado a través de todo el libro?
-Reina María Rodríguez es una poeta cubana que me gusta mucho. En algún momento sentí que podía aportarle al libro otra voz activa y que esa voz iba a respirar rítmicamente con mi propia poesía. Hice recortes de uno de sus poemas “las islas”, que aparece en el libro “En las arenas de Padua” y los ubiqué estratégicamente o aleatoriamente junto a los títulos de los distintos momentos del libro. La clave es: la urdimbre.
-Ya desde Amanecí en Tailandia (2012), tu poética suele estar conformada por poemas breves. De versos muy cortos, escuetos. La brevedad de tus poemas es proporcional a su profundidad, de ahí, tal vez, su eficacia. ¿Podrías referirte a tu respiración lírica?
-Me interesa mucho trabajar los cortes abruptos en los poemas, me gusta sentirme interpelado por el “vértigo” que se produce cuando no son explicadas la ideas y de repente aparece el blanco de la hoja y las imágenes ya están dentro, actuando. En este libro en particular ese recurso funciona estéticamente, relacionado con la idea de archipiélago. Los poemas componen geografías fugaces, o algo parecido.
-¿La elección estupenda de Alejandro López para ilustrar el libro, fue tuya?
-Alejandro compuso muchas ilustraciones luego de leer el libro. La elección de las que quedaron, fue un proceso que obedeció más a cuestiones compositivas generales que, a micro-relacionamientos. Él siguió creando y armó una muestra, que se inauguró el día de la presentación del libro en Córdoba, y que sigue su recorrido autárquico y simbiótico.
–Luciana, ¿hay que confiar en el poema o en el poeta?
-Hay que confiar en lo que nos devuelve algo, de todo lo que damos. O al revés.
-Una poeta argentina en actividad que habría que leer con detenimiento.
-¿Por qué?
-Porque me gusta su digitopuntura poética.
-Por último: la temida pregunta. ¿Para qué sirve la poesía?
-Para regar la tierra.