We are the Wolf de Samuli Heimonen

Traducción del texto escrito por el artista Samuli Heimonen para acompañar la presentación de su muestra «We are the wolf» en el año 2015.

Estuve siguiendo el debate sobre los lobos. Es fascinante como inspiran emociones fuertes en la gente. Y admito que me dejo llevar por estas emociones cada vez que recuerdo cuan vehemente puede ser la gente en su hostilidad hacía estos animales. El lobo lleva a la gente a un campo de batalla interesante. El debate no es realmente sobre el animal en sí, sino sobre los miedos, derechos, el control, lo rústico, lo urbano y, claro, la política. Quizás este debate es típico de informados y típico de esta era. Creo que el mismo campo de batalla verá las mismas amenazas al lidiar con otros problemas contemporáneos, de los refugiados al poder nuclear.

Empecé pintando una imagen de una figura emergiendo de la niebla. La pintura es como un portarretrato pesadillesco. No podés estar seguro de lo que está apareciendo en el humo porque mi sujeto no es el lobo en sí, sino una imagen mental del lobo. Quiero explorar las formas en las que percibimos al lobo y como creamos sus imágenes. El animal en mí pintura está hecho a medias de observación y expectativas. Otra vez, es la forma en la que vemos el mundo entero. Nuestras experiencias del mundo son producidas y construidas en nuestras mentes. Nuestros sentidos nos dan información, pero esta información siempre está teñida con nuestras expectativas, miedos y sueños. La realidad es una imagen caleidoscópica emergiendo de diferentes fuentes.

El título de la exhibición, “We are the wolf” (Somos el Lobo), puede ser interpretado de muchas formas. Somos como lobos en el sentido siniestro y negativo en el que solemos describir a los lobos, aunque también alguna que otra vez todos hemos sido outsiders, solitarios y cazados. Hay muchas concepciones y alegorías sobre el lobo, que comparten la idea de que el lobo es amenazante y de un poder imperturbable. El lobo es una mancha inquietante en el margen que la mayoría de nosotros quisiéramos borrar. Quise adoptar varias perspectivas desde las cuales observar al lobo, recordando su realidad como depredador, y teniendo en cuenta que la sangre no debía limpiarse.

Me conmovió profundamente la historia de San Francisco y el lobo en Gubbio[1]. Es una típica leyenda de Santos que involucra a un animal. El lobo aterroriza la ciudad de Gubbio, haciendo que la gente viva con miedo. Antes de que los aldeanos se armen y vayan a matar al lobo, San Francisco, que justo pasaba por Gubbio, se ofrece como intermediario. Francisco encuentra al lobo en el bosque y llega a un acuerdo con el animal: El lobo será alimentado a cambio de dejar en paz a los pobladores. Calmo, acompaña a Francisco al pueblo y mantiene su promesa. Los aldeanos, también, mantienen su lado del acuerdo y le dan al lobo tanta comida como necesita. La paz se restablece.

Es obvio que el lobo de la leyenda es algo más que el animal en sí. Quizás se refiere a un lado amenazante que habita en nosotros mismos. Francisco construye un puente entre el pueblo y el lobo y, contra toda expectativa, el lobo mantiene su promesa y deja de aterrorizar la ciudad. Un punto de la historia me interesó en particular: Hablarle al lobo. Es un acto de locura idealista. Exactamente el tipo de acto que todavía necesitamos presenciar. Alguien tiene que construir puentes aunque la situación parezca destinada al fracaso.

Aquí pueden encontrar el texto original.

[1] La versión del relato referida en este punto del texto corresponde a la versión original que forma parte de los escritos de San Francisco de Asís (Florecillas de San Francisco, Capítulo XXI), en esta versión San Francisco resuelve el conflicto entre el lobo y los aldeanos. Pueden encontrarla en este link: http://www.franciscanos.org/sfa/gubbio.html

 

Escribe Lucas Iranzi

Lucas Iranzi es egresado de la ENERC, escribió y dirigió tanto cortos de ficción como documentales. También guionó y produjo shows teatrales de escasa difusión. Tiene múltiples personalidades pero no partícipes de un desorden o, al menos, eso afirma él. Sin ir más lejos esto lo escribió él ¿Por qué usa la tercera persona? La verdad: No lo sé.

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