La música está latente en todos lados pero también es necesario salir a buscar y a escuchar. En el colapso que genera la sobreinformación a veces sólo con el impulso de la búsqueda uno se encuentra con lo nuevo. Un aire renovador que le hace frente a los campos minados de las corporaciones y sus “fiestas” que no se detienen en el contenido. Por eso, precisamente, hacer uso de la palabra para amplificar la voz de ciertos artistas que andan pululando por un camino esquivo a las luces de colores, da un halo de esperanza.
En este circuito que empiezan a recorrer las bandas para poder tocar y grabar sus canciones, aparece un grupo del partido de La Matanza, más precisamente de la localidad de Aldo Bonzi, que lleva por nombre Concoblanejo, referencia al conejo que sigue Alicia para ir al país de las maravillas y a los conejos que vomita el protagonista del cuento Cartas a una señorita en París de Julio Cortázar. Es un trío conformado por Adrián Spatafore (bajo y voz), Rodrigo Lopez (Guitarra y voz) y Pablo Vergara (batería) que cuela en sus composiciones un aire libertario complementado con un toque bien rockero y que no pierde la fibra principal de que se puede hacer canciones sin necesariamente caer en cuestiones estipuladas por las frecuencias moduladas.
Sus canciones comandan una estructura que después en el vivo se hace más flexible a la zapada. Poseen variedad de arreglos que no se detienen en el ejercicio de mostrar solamente que hay técnica, eso sólo es un complemento de esa concatenación que desemboca en cada una de las melodías. Y esa captación, entre poner la parte técnica y el corazón, los posiciona en una postura sonora y lírica. “Abriré el abismo que hoy oculta la verdad/ persiguiendo un sueño/ acechando al miedo/ pidiéndole un consejo/ ahogado en la conciencia/ perdido en la razón/ se pierden los comienzos”, dice su canción Domesticador de sueños, para impartir la necesidad de que además de música es preciso que haya letras sustentables y no caer en el territorio de solamente juntar palabras.
Concoblanejo terminó grabar su primer disco en el 2014 y su nombre es homónimo al de la banda. Contiene siete temas que cuadran perfecto para un comienzo, porque allí empieza a asomar el entretejido compositivo de una identidad propia que no se llega a parecer demasiado a nada. Este mestizaje se sumerge, como todos los discursos, en las aguas de la intertextualidad y quizás algunos pasajes puedan hacer un llamado de atención en Frank Zappa, otro poco en Yes o Deep Purple, porque lógicamente todo nace de algo. Este acercamiento a las melodías de los antecesores no es un impedimento para seguir reformulando la música. Por eso: se puede mirar para atrás pero abrazando lo nuevo. Y como cierre, ya para acallar estas palabras y dejar sonando la música, pasen y escuchen.