. Pueden encontrar el libro reseñado y descargarlo gratuitamente en este link.
Haceme lo que quieras es un libro de cuentos editado por Outsider y escrito por Flavia Pantanelli, con un estilo minucioso y delicado donde cada pequeño fragmento, cada tarea descripta remite pequeñas emociones. Dentro de una tarde bucólica, el quehacer de una madre se reviste de un laborioso secretismo en Arrollado. La tensión construida desde ese microclima logra involucrar al lector en la urgencia de la protagonista. Se trata de una escena cotidiana, la identificación es inmediata y degenera en una oscuridad revestida de exigencias.
En la tragedia griega de Eurípides, la hechicera Medea asesina a sus propios hijos por despecho para con su esposo, Jasón. La adaptación que hizo Pier Paolo Passolini sobre esta obra marcaba la dualidad entre el mundo mágico y el mundo racional y el personaje que introduce para vincular estos mundos es el centauro Quirón. Un centauro sabio y amable que se distingue considerando que su raza es una raza caracterizada por su salvajismo según la tradición mitológica. Sobre este último trabaja Pantanelli, llamándolo sencillamente Centauro, protagonista de La tarde del centauro. Las diferencias entre el mundo mágico y el mundo racional se descomponen en una minuciosidad progresiva.
Escrito en segunda persona como estableciendo una distancia ante tanta intimidad desplegada, La madre de Julito, es un cuento sobre la persona con la cuál compartimos una pared y hasta, a veces, una cama. Los otros que rodean a la protagonista y sus distancias relativas. A las dificultades usuales que cualquier vida en familia conlleva se suma una sombra. Una ausencia cuya presencia es oblicua y se va filtrando en el presente. Recuerdos, ausencias que se multiplican más allá de los motivos y en ese terreno que se va volviendo árido, quedan esas otras vidas, al costado, con su narrativa propia.
La nostalgia es una construcción de ineludibles tintes melancólicos pareciera concluir Ahora que casi no pueden moverse. Una metáfora sobre los sedimentos que se van depositando en una relación, afectando su fluidez a lo largo de toda una vida. En cambio Propiedad transitiva se ubica en la frustración cotidiana e inmediata. Cualquier entorno laboral se puede volver claustrofóbico. Las tormentas mentales tienen límites claros y el correr de los años derruye toda máscara. Los espacios íntimos que se venían manejando en el libro se encuentran con cierta brutalidad callejera.
Entre el festivo y el crudo bochinche, Lucifer es narrado en primera persona. Una primera persona refinada, conservadora y de costumbres establecidas nos describe la aproximación hacia ese otro mundo, más primitivo e inmediato.
Ahora los veía avanzar por el centro de la calle, por las veredas, entre las camionetas estacionadas. Una comparsa afro de gente descalza, fea y genuina allí, en medio del centro viejo de Pinamar. Venía bajando por Libertador, pero al pie de nuestro café de siempre con sus mesas casi en la calle, se paró. Los tambores se colocaron silenciosos, en círculo. Las banderas decían algo que no pude descifrar. Al viento, los colores eran como líquidos chorreantes. Como líquidos densos, amarillos, rojos y negros revueltos, mezclados por el viento. Osvaldo miró hacia la calle, tratando de entender qué era todo ese ruido, toda esa gente ahí parada.”
Pasaje de Haceme lo que quieras de Flavia Pantanelli. Ediciones Outsider.
Luego de la atmósfera cargada de sudor, sexo y realidades biológicas de Lucifer, FP nos da un descanso mínimo con Nos taladran a preguntas. Cuento que torna la obsesión en una deliciosa y plácida reminiscencia. Los detalles, parte del estilo de FP, en Andrade, se vuelven un caleidoscopio lisérgico y las emociones se ligan a un recuerdo traumático. Ya en Butterfly se explora definitivamente lo alucinatorio como una fuente de imágenes hacia las cuáles escapar cuando una dolorosa realidad se vuelve insoportable.
En Haceme lo que quieras, cuento que le da el título al libro, las oraciones se rompen. Aparece en primer plano la sugestión gramatical y sensual y lo animal proviene del mundo desconocido de los otros. La interacción para el protagonista es incómoda, de un salvajismo preciso que viene del otro lado a llevárselo puesto. Lo salvaje siempre tiene una lucidez sexual, una correcta percepción de lo tácito en cada movimiento. El protagonista asume su incompetencia ante esta lucidez. Una intuición animal combinada con una percepción detallista. La primera desvirtúa, la segunda incomoda, entre ambas, una sucinta perversión.
Mediante la deconstrucción progresiva en detalles, FP demuestra las vulnerabilidades de sus personajes y así nos quedamos, como quién se queda con el árbol y pierde de vista el bosque, mientras ella cambia el bosque. Los personajes son vehículos de sensaciones y el indagar en lo perceptivo permite que los mundos se mezclen. Por un lado lo onírico, por el otro lo diáfano, entre ellos la sensualidad como un terreno indefinido, con clima propio. Voluntades y personalidades ceden, más allá del sexo y el tiempo, a la vida la sobrevive un susurro de agresiva sumisión: “Haceme lo que quieras”.