Odiseo – Episodio XIII

¿Un léxico puede ser elegido? ¿o él nos elige ? El intérprete es del sur de nuestro territorio, de los confines. El texto que propone viene influido por sus célebres obsesiones. ¿Es posible reescribir el Ulises de Joyce con signos inexistentes? Si quieren leer, les ofrecemos este nuevo y oportuno episodio. Los previos, en este link. Dibujo de quien dibujó el resto de los episodios.

El crepúsculo de estío fue envolviendo el mundo en su misterioso seno. El sol se fue poniendo en el remoto oeste y el último fulgor de un jueves bello, sí, pero no menos efímero, desfiló delicioso sobre el ponto y el borde costero, el orgulloso promontorio del fiel y querido Howth, eterno custodio del espejo del golfo, sobre los pétreos bloques cubiertos de musgo por el frente de Sendymount, y por último, pero sobre todo, por el silencioso templo desde donde, de vez en vez, en medio del silencio se oyen voces de los rezos en devoción de quien en su purísimo fulgor constituye un eterno hito luminoso que rige el dolorido espíritu del hombre, Mery[1], lucero del ponto.

El femenino trío de jóvenes compinches se sentó en los bloques rocosos con los ojos puestos en el despliegue escénico del crepúsculo y sorbiendo el éter fresco pero no muy frío. Ese rincón, no lejos del ondeo refulgente, terminó siendo su sitio preferido con el fin de sostener esos gentiles coloquios y discutir tópicos eminentemente femeninos; Cissy Cuffrey y Edy Boerdmen con el bebé en el cochecito y Tommy y Jimmy Cuffrey, dos niños pequeños con bucles, vestidos con uniformes de grumete con gorros del mismo tono y en los dos impreso el nombre H. M. S. Belleisle. Porque sucede que Tommy y Jimmy Cuffrey son mellizos que cumplen menos de un lustro y unos mellizos muy ruidosos y, no siempre, desobedientes, pero de todos modos son unos niños deliciosos con los rostros luminosos y sonrientes y unos modos que los vuelven por completo queribles. Con sus cubos e implementos, construyen fuertes con el limo como es común entre los niños, o impelen con los pies un enorme fútbol de colores, felices como el sol diurno. Y Edy Boerdmen mece el bebé mofletudo impeliendo el cochecito en los dos sentidos produciendo  el loco jolgorio del bebé. Solo tiene once meses y medio, y si bien es un bebé muy pequeño, emite sus primeros gorjeos de bebé. Cissy Cuffrey se inclinó sobre él y le pellizcó los mofletes rechonchos y el precioso hoyuelo del mentón.

–He, bebé –dijo Cissy Cuffrey–. Dime bien, bien fuerte: Quiero un poco de leche.

Y el bebé respondió siguiendo su ejemplo:

–Quégon gogó gogoche.

Cissy Cuffrey besó los mofletes del pequeñín porque siempre sintió un loco querer por los niños, siempre los toleró, pobrecitos, y Tommy Cuffrey que no quiere ingerir el remedio de ricino sino se lo ofrece Cissy Cuffrey quien le oprime los orificios de oler y le promete los coquitos crujientes del miñón o un trozo de bizcocho cubierto con miel. ¡El poder de convencimiento propio de mujer! Pero por supuesto que el bebé Boerdmen es digno de su peso en oro, un perfecto pequeño querubín con su pechero nuevo último diseño. Cissy Cuffrey no tiene esos modos veleidosos de modelo, del tipo Flor McFrivole. Es un ejemplo de mujer fiel, con el continuo reír en sus ojos bohemios y siempre con un chiste en sus morros rojos como fresones tiernos, un ser en extremo querible. Y Edy Boerdmen festejó del mismo modo el dulce léxico del pequeño mellizo.

Pero justo en ese momento surgió un ligero conflicto entre el Joven Tommy y el Joven Jimmy. Los niños son siempre niños y nuestros dos mellizos no pueden desmentir este precepto de oro. El origen del desencuentro fue un cierto fuerte de limo que el Joven Jimmy construyó con esfuerzo y en el que el Joven Tommy se obstinó, con pretensiones de ingeniero, por incluir un portón de ingreso como el del torreón Mortello. Pero si el Joven Tommy es tozudo, el Joven Jimmy no es menos terco y, cumpliendo con el dicho de que todo pequeño erinés siente su propio domicilio como un fuerte, se desquitó de su vil enemigo con un empeño vigoroso de modo que el supuesto ofensor se desmoronó y con él (¡qué triste decirlo!) el pretendido fuerte. Inútil decir que el griterío del compungido Joven Tommy requirió el  repentino interés del femenino trío de jóvenes compinches.

–¡Ven conmigo, Tommy! –exigió Cissy en tono imperioso–. ¡Corriendo! Y tú, Jimmy, el pobre Tommy tendido en el limo sucio por tu vergonzoso empujón. Que no te pille.

Con los ojos brumosos por los sollozos contenidos, el Joven Tommy obedeció su orden, puesto que los mellizos tienen un respeto religioso por todo lo que ordene su sóror. Y triste resultó su pergeño con motivo del infortunio. Su gorrito de grumete y sus regiones cuyo nombre el pudor impide decir se vieron llenos de limo, pero Cissy siempre fue docente en ese oficio de poner sosiego en los pequeños inconvenientes del vivir y muy pronto ni un grumo de limo pudo verse en el bello enterito. Pero los ojos celestes refulgieron con unos tibios gotones que por muy poco no rompieron el dique, de modo que hizo dese perecer el dolor con sus besos y esgrimió un dedo índice en dirección del Joven Jimmy el reo y dijo que se libró de un revés porque no tuvo tiempo de perseguirlo, removiendo los ojos en un nítido gesto de reconvención.

–¡Jimmy cruel y bribón! –gritó.

Puso sus dedos sobre el rostro del pequeño grumete cubriéndolo de mimos:

–¿Me dices tu nombre? ¿O no tienes nombre?

–¿Quién es tu pretendiente? –dijo Edy Boerdmen–. ¿Cissy es tu pretendiente?

–Mno –dijo Tommy, rompiendo en pucheros.

–¿Edy Boerdmen es tu pretendiente? –preguntó Cissy.

–Mno –dijo Tommy.

–Yo sé –dijo Edy Boerdmen  no muy dulcemente con un brillo torvo en sus ojos miopes–. Yo sé quién es tu pretendiente, Tommy. Gerty es tu pretendiente, Tommy.

–Mno –dijo Tommy con un incipiente sollozo.

El presto instinto de Cissy, como si hubiese sido su propio hijo, intuyó lo sucedido y murmuró en oído de Edy Boerdmen que fuese con él donde quedó el cochecito con el fin de que no lo viesen los señores y que cuide que no se moje los botines negros nuevos.

¿Pero quién es Gerty?

Gerty McDowell, que se sentó no muy lejos del trío de compinches con los ojos perdidos en el horizonte, resultó ser por cierto el mejor espécimen de joven mujer que pudiese verse en todo Erín. Entre sus conocidos siempre se elogió su bello rostro, si bien frecuentemente se le consideró menos McDowell que Giltrop. Tiene un perfil ligero y donoso, incluso un poco débil, si bien es cierto que esos comprimidos de hierro que estuvo ingiriendo este último tiempo le hicieron hecho muy bien, no como esos otros comprimidos femeninos de Mrs. Widow Wells[2], y mejoró mucho de esos flujos que supo tener y ese sentimiento depresivo. El lívido tinte de su rostro es poco menos que etéreo por el tono eburno de su tez y el pimpollo de sus morros un perfecto impulsor curvo de Cupido, de un preciso rigor griego. Los puños de un yeso con ribetes sutiles, con  los dedos finos de un níveo solo posible de conseguir con jugo de limón y un ungüento exclusivo, si bien no es cierto que se metiese en el lecho con  mitones de corderito ni que  se remoje los pies en leche. Eso fue un chisme tendencioso que Edy Boerdmen escuchó de Berthe Supple luego de discutir ferozmente con Gerty (como sucede de vez en vez entre compinches, supieron tener sus conflictos como el resto de los seres vivos) y le dijo que no se lo cuente por ningún motivo prometiéndole, si lo hiciese, su desprecio eterno. No. Respetemos lo que merece respeto. El toque de distinción en Gerty, su indolente noblesse de reyes siempre fue evidente en sus dedos sutiles y en el fuerte declive de su empeine. Si hubiese querido el destino concederle un belén de estirpe por derecho propio y hubiese recibido los beneficios de instruirse en buenos colegios, Gerty McDowell hubiese podido competir con todo confort con el distinguido grupo de mujeres de los círculos exclusivos y se hubiese cubierto de exquisitos dijes sobre su frente y hubiese tenido un buen número de ricos jovenzuelos rindiéndole tributo. Posiblemente fuese justo eso, un querer que pudo ser y no fue, lo que por momentos imprime en su rostro de dulces contornos el tenso reflejo de un no sé qué reprimido, que sugiere un curioso toque triste en los ojos bellos, seducción que pocos pueden resistir. ¿Por qué tienen ese hechizo los ojos de mujer? Los de Gerty son de un profundo celeste erinés, distinguidos por unos cilios lustrosos y un oscuro entrecejo expresivo. Hubo un tiempo en que los pelos de ese entrecejo no fueron muy seductores. Fue Mme. Vere Verity, que escribe en el segmento Entre Mujeres del Princess Novelette, quien le sugirió que pruebe eyebrowleine que pone en los ojos ese tipo de expresión triste que vemos hoy en  mujeres que imponen un estilo, y por cierto que le resultó. Otros contenidos fueron líbrese del rubor con un método científico y cómo crecer un poco subiendo unos centímetros y tiene usted un rostro hermoso, pero, ¿y su nez?[3] Es el que hubiese querido tener Mrs. Dignem porque el suyo[4] se ve como un botón. Pero el glorioso cetro de Gerty es el tesoro de su hermoso pelo. Es de un tono trigueño oscuro y tiene un ondeo genuino. Se lo recortó ese mismo jueves por el novilunio y exhibe en torno de su hermoso tiesto un generoso cúmulo de bucles lujuriosos, e incluso se hizo los dedos, puesto que un recorte en jueves es símbolo de profusión. Y justo en ese momento, con los dichos de Edy, un rubor evidente y tenue como el débil brote de un pimpollo subió por sus mofletes y en su rojizo pudor se vio querible como en los tiempos de su dulce niñez, de un modo que seguro no existe en todo Erín, el bello territorio de Dios, quien pudiese ponerse en su nivel.

Por un momento se quedó en silencio con los ojos muy tristes. Estuvo por responder pero un no sé qué le ordenó contenerse. Un impulso le exigió responder; el decoro le recomendó no responder. Los morros hermosos hicieron un ligero mohín pero luego miró el cielo y rompió en reír sutil que tuvo todo el frescor de un surgir del sol en pleno junio. Conoce muy bien, mejor que todos, los motivos que tuvo Edy diciendo eso de que él se enfrió en sus cumplidos si bien solo fueron simples discusiones de novios. Como siempre hubo quien frunció el ceño porque el ir y venir del jovenzuelo por London Bridge Street en bici por el frente de su domicilio. Sólo que hoy su viejo le exigió que se encierre y se concentre en sus estudios incluso nocturnos porque quiere obtener un subsidio que se ofrece en el nivel intermedio y quiere inscribirse en Trinity College y recibirse de médico después del colegio como el primogénito W. E. Wylie que corre en el equipo de bici de Trinity College. Posiblemente él no se preocupe mucho por lo que siente por él, ese doloroso hueco que de vez en vez le oprime el pecho, hundiéndole un cuchillo en el centro. Pero es un jovenzuelo y puede ser que con el tiempo le demuestre sus sentimientos efusivos. Los suyos son seguidores de Lutero y por supuesto Gerty comprende Quién estuvo primero y después de Él el bendito vientre de Virgen y después S. José. Pero es indiscutiblemente buen mozo un perfil exquisito y con un porte coincidente con su modo de ser: todo un señor, incluso el perfil de su occipucio sin el quepis, que sus femeninos ojos pueden reconocer donde lo encuentre es muy poco común y el modo que tiene de torcer el recodo después del poste de luz, sin poner los dedos sobre el control y el rico olor de esos puchos finos y sobre todo que los dos miden lo mismo y por eso Edy Boerdmen se cree que entiende mucho porque él no recorre yendo y viniendo el frente de su huerto diminuto.

Gerty se viste con sencillez pero con el gusto instintivo de quienes siguen fielmente los consejos del Imperio del Buen Vestir porque cree que existe el hipotético evento de que lo dejen tener un breve recreo. Un blusón de buen corte en tono índigo eléctrico teñido con un producto específico de intenso color celeste (porque se previno en el Young Women’s Pictures que el índigo eléctrico es un must) con un discreto escote en V que no supere el límite divisorio y bolsillo donde poner un moquero (en el que siempre pone un trocito de género con su perfume preferido porque el moquero produce un bulto) y un generoso vestido celeste ponto  excediendo unos centímetros los hinojos que distingue de modo perfecto su esbelto perfil. Tiene puesto un coqueto sombrerito de mimbre tête-de-nègre[5] con el complemento de un ribete de tul índigo huevo de cisne junto con un moñito de tisú del mismo tono. Desde el lunes después de comer estuvo revolviendo negocios por un género que hiciese juego ese tul y por fin lo encontró en los recortes de estío de Clery, justo ese, un poco descolorido pero imperceptible, siete dedos dos chelines y un penique. Hizo todo con sus propios elementos, ¡qué feliz se puso ni bien se lo probó, sonriendo enfrente del hermoso reflejo que le devolvió el espejo! Y en el mismo momento que lo colocó sobre globo de vidrio con el fin de que no se le deforme supo que un ser de su conocimiento se hubiese puesto verde de ver ese sombrero. Sus botines son el último grito  en su  tipo (Edy Boerdmen se enorgullece de ser muy petite pero no tuvo ni tiene un pie como el de Gerty McDowell, un 35, y ni puede tenerlo) con extremos brillosos y solo un discreto broche sobre el declive de su empeine. Su bien redondo tobillo exhibe los perfectos contornos cubiertos por el ruedo del vestido y solo el sector justo y de sus esbeltos miembros inferiores revestidos en un body de fino tejido con extremos de doble unión y reborde de generosos suspensores. Respecto de sus indumentos interiores siempre fueron lo primero que Gerty consideró y ¿qué conocedor de los veleidosos deseos y temores de los dulces diecisiete (si bien es cierto que Gerty los superó) puede tener el tupé de emitir un reproche? Tiene tres preciosos juegos con unos relieves muy bonitos, tres culotes y beibidoles[6] de repuesto y todos los juegos con ribetes de diferente color, rosillo, celeste tenue, bermejo y verde cometodo[7], y los tiende y les pone ese índigo que los vuelve níveos ni bien vienen de lo del tintorero y extiende los pliegues y tiene un soporte de gres donde pone el hierro porque no tiene fe en  esos tintoreros que producen estropicios. Se viste de celeste, con optimismo ilógico, porque el color es suertudo e incluso quiere decir suerte si lo viste el componente femenino en su himeneo ponerse un velo celeste porque el verde que se puso el otro jueves le produjo dolor porque el viejo lo encerró exigiéndole que estudie por el concurso del subsidio y porque pensó que posiblemente él tuviese un recreo porque vistiéndose por poco se pone el culote del revés y eso es suerte y encuentros de novios si se pone eso del revés o si tuviese un cordón desprendido eso quiere decir que él tiene su mente en ti siempre que no fuese viernes.

¡Pero, pero! ¡Ese gesto triste en su rostro! Existe en ese rostro un dolor que lo corroe todo el tiempo. Es el espíritu mismo que se le ve en los ojos y hubiese preferido el íntimo refugio de su dormitorio donde, entre sollozos, poder dolerse in extenso y descomprimir un poco sus sentimientos reprimidos. Pero si mucho esfuerzo porque posee el completo dominio de proferir sollozos enfrente del espejo. Eres un primor, Gerty, suele decirle el espejo. El tenue fulgor del crepúsculo desciende sobre un rostro increíblemente triste y reflexivo. Los sueños de Gerty McDowell son estériles. Sí, desde el principio supo que sus ilusiones de un himeneo por consenso y el repique de los bordones del templo en honor de Mrs. Reggy Wylie T.C.D.[8] (porque quien se convirtiese en cónyuge del primogénito tiene el derecho de decirse Mrs. Wylie) y los periódicos de eventos diciendo que Mrs. Gertrude Wylie vistió un suntuoso modelo en gris con el complemento de un costoso zorro oscuro son ilusiones imposibles. Él no puede comprender porque es muy joven. No cree en los sentimientos efusivos, ese derecho de origen en el universo femenino. En ese evento nocturno en lo de Stoer (él vistiendo cortos) en el momento que estuvieron solos y él le ciñó el cinto con sus dedos produciéndole ese sentimiento de lividez . Él le dijo tesorito mío en un curioso tono ronco y le robó medio beso (¡el primero!) pero solo un roce de nez y después se fue del comedor diciendo no sé qué sobre unos refrescos. ¡Jovenzuelo impetuoso! El temple no fue ni es el punto fuerte de Reggy Wylie, y quien quisiese conseguir el querer de Gerty McDowell debe ser un hombre entre los hombres. Pero vivir pendiente, siempre pendiente de que se lo pidiesen y por si esto fuese poco este es bisiesto y se extingue pronto. Su ilusión no es conseguir un príncipe de los cuentos que termine ofreciéndole un querer exquisito y sublime, sino un hombre viril de rostro sereno y enérgico que no hubiese descubierto su medio limón, posiblemente con el pelo un poco gris, y que fuese todo comprensión, envolviendo su cuerpo con fuertes mimos protectores, con todo el vigor de sus impulsos instintivos y le diese un extenso beso. Como si estuviese en el Edén. Por este ser ilusorio emite sus suspiros en este crepúsculo de estío. Con todo su ser quiere ofrecérsele, ser su mejor compinche en estrecheces y en los buenos tiempos,  en vejez y juventud, desde hoy y por siempre.

Y en el intermedio en que Edy Boerdmen con el pequeño Tommy estuvieron ocultos por el cochecito pensó en el posible momento en que pudiese decirse su  tesorito de mujer. Entonces que dijesen lo que gusten y se pusiesen verdes de celos, Berthe Supple lo mismo, y Edy, el torbellino, porque cumple veintidós en noviembre. Incluso quiere proveerle todo el confort posible, puesto que Gerty posee ese tipo de intuición de mujer que entiende el gusto del hombre sencillo por el sosiego interior. Sus budines crujientes y el budín bollos bien cremoso le dieron un merecido prestigio entre sus conocidos, porque tiene buen pulso incluso encendiendo el fuego, revolviendo los ingredientes siempre en el mismo sentido y permitiendo que el bollo leude y después cerner los grumos de leche y poner un poco de miel y remover bien el huevo, si bien siente pudor comer enfrente de otros y frecuentemente se preguntó por qué no se puede comer un producto poético como lirios o pimpollos, y posiblemente tuviesen un comedor bien puesto con dibujos y relieves y fotos del querido perro Gerryowen del tío Giltrep[9] que por poco lee y escribe, de lo inteligente que es, y sedosos cobertores sobre los sillones y uno de esos dispositivos de níquel que permiten que los bollos se tuesten bien que se venden en los revoleos de estío de Clery como tienen los ricos. Él debe ser esbelto y de buen lomo (siempre quiso tener un hombre esbelto como esposo) con unos dientes níveos y relucientes con bigotes tupidos pero prolijos y después del himeneo posiblemente emprendiesen un periplo por el continente (¡un mes glorioso!) y luego, de regreso en su bonito refugio tibio y cómodo, ingerir el primer nutriente ni bien sube el sol, sencillo pero servido con  perfección, los dos solos y en el momento de despedirse de su mujer él diese un beso profundo sosteniendo su cuerpo y viendo en sus ojos, los suyos.

 

 

 

 

Edy Boerdmen preguntó si Tommy Cuffrey terminó y él dijo sí y entonces le prendió los botones y le dijo que fuese corriendo y retome los juegos con Jimmy y que fuese un buen niño y que no pelee. Pero Tommy dijo quiero el fútbol y Edy le dijo no porque el bebé se entretiene con el fútbol y que si se lo pide se produce flor de despelote pero Tommy dijo que el esférico es suyo y que lo quiere porque es suyo y berreó como un demonio y se tiró en el suelo, por Dios. ¡Qué modos! Oh, el pequeño Tommy Cuffrey es todo un hombrecito y lo fue desde que dejó los lienzos. Edy le dijo no, no y no y que siguiese con su juego y con los ojos puestos en Cissy Cuffrey le dijo que no se doblegue por sus berrinches.

–No eres mi sóror –dijo el bribón de Tommy–. El fútbol es mío.

Pero Cissy Cuffrey conversó con el bebé Boerdmen diciéndole que mire el cielo, que mire bien el dedo suyo en el cielo y de repente le robó el fútbol que rodó por el limo y Tommy corriendo velozmente por él, vencedor como siempre.

–Todo por tener un poco de sosiego –se rio Ciss.

Y cosquilleó los dos mofletes del chiquitín con el fin de que no lo note y entonó este es el teniente, y estos sus potrillos, este es su coche, biscocho de jengibre, y este es el portón de ingreso, beso, beso, portón y besos.  Edy se enfureció porque siempre consigue lo que quiere y porque se le permite todo.

–Yo sí que le hubiese concedido uno con gusto –dijo–, en serio; pero dónde, mejor no lo digo.

–En el ce-u-ele-o –se rio Cissy con deleite.

Gerty McDowell inclinó el tiesto y el rubor le tiñó los mofletes por el tupé de Cissy de decir en voz fuerte un término impropio y poco femenino como ese, que su propio pudor no le hubiese permitido decir, con un profundo rubor rosillo intenso, y Edy Boerdmen dijo que seguro que el señor de que se detuvo enfrente escuchó lo que dijo. Pero Cissy dijo que le importó un bledo.

–¡Que escuche! –dijo subiendo el tiesto y el mentón en un gesto soberbio–. Le doy un voleo ni bien se descuide.

Ciss con ese genio de locos y esos burdos rulos negros de muñeco de hule. De vez en vez es imposible no reírse. Por ejemplo con ese ofrecimiento si quieres otro poco de ché tino y kulce de dinotos y esos dibujos de recipientes y esos rostros de hombre en los extremos de los dedos con tinte bermejo nos reímos como dementes o queriendo decir estuve en ese sitio dice tengo un encuentro urgente con Miss White. Es el modo de ser de Demente Cissy. Oh, y el recorrido nocturno de mucho terno y el sombrero de su viejo y se pintó el bigote con el tizne de un corcho que encendió y cruzó Tritonville Rd con un pucho prendido en los morros. Es todo un clown. Pero sus sentimientos son sinceros, uno de esos espíritus intrépidos y fieles que son únicos, ni un comino que ver con ese otro tipo de seres que tienen dos rostros, un exterior gentil y por dentro un reptil.

Y entonces subió por el éter un sonido de voces y el estruendoso himno de los tubos del templo. Son los ejercicios de espíritu de los hombres conducido por el misionero, el reverendo John Hughes S. J., misterios dolorosos, sermón y bendición del  Divino Símbolo. Reunidos sin distinción de nivel económico (despliegue muy constructivo y digno de ver) en ese sencillo templo costero, luego de los tifones de este mundo, puestos de hinojos en los pies del icono de Su Concepción, repitiendo locuciones en honor de N.S. de Loreto, pidiéndole que intercediese por ellos, los viejos nombres conocidos, Divino Nombre, Virgen de Vírgenes. ¡Pobre Gerty, qué triste son[10] en sus oídos! Si su progenitor hubiese conseguido eludir los pesuños del demonio etílico prometiendo un esfuerzo o por medio de ese polvo que resuelve el vicio del bebedor que se promocionó en el Person’s Weekly, hoy hubiese podido recorrer el pueblo en su propio coche, sin sentirse menos. En distintos momentos se lo reprochó en su fuero interno enfrente de los rescoldos de un fuego moribundo  en un estudio sombrío, sin encender el quinqué porque siempre odió tener dos focos encendidos, o muy seguido con los ojos puestos en los vidrios húmedos como en sueño oyendo el repique de los gotones en un bote herrumbroso, en un torrente de reflexiones. Pero ese vil licor que hundió miles de domicilios y destruyó miles de vínculos genuinos proyectó su umbrío perfil sobre el período de su niñez. Sí, incluso en el círculo íntimo fue testigo de hechos violentos producidos por beber en exceso  y vio cómo su propio progenitor, prisionero de los efluvios etílicos, perdió noción de todo, porque Gerty siempre tuvo un concepto bien nítido en su mente y ese que dice que un hombre que pone un solo dedo sobre el cuerpo de su mujer, excepto que fuese un mimo, merece ser tenido como el sumun del sumun de todo lo vil que se puede ser.

Y el coro de voces siguió con sus himnos y su ruegos Virgen omnipotente, Virgen clemente. Y Gerty, en sus reflexiones, solo vio el reflejo borroso de sus compinches y los mellizos en sus juegos de niños y el señor  que vino por Sendymount Green del que Cissy Cuffrey  comentó su similitud con él en un breve recorrido costero. No se lo notó ni un poco ebrio, pero no lo hubiese querido como progenitor porque fuese muy viejo o qué se yo o por su rostro (evidente cuestión del tipo doctor Fell[11]) o su hocico enrojecido con verdugones y su bigote terroso con brotes grises sobre los morros. ¡Pobre viejo! Con todos sus defectos de todos modos lo quiere oyéndolo en Dime Mery, cómo quieres que te corteje o Mi querer y mi techo no lejos de Rochelle comiendo guiso de berberechos y repollo con el condimento líquido Lozenby’s y diciendo el dulce son  Selene en el cielo con Mr. Dignem que murió de repente y lo metieron en un sepulcro, Dios lo perdone de un síncope. Fue en el cumple de Mummy y Dick de regreso por un tiempo y Tom y Mr. Dignem y Mrs. y Petsy y Freddy Dignem quisieron tener su foto en grupo. Quién hubiese dicho lo próximo de su fin. Hoy en su reposo eterno. Y Mummy discutiendo con el viejo diciéndole que eso debe servirle de lección por el resto del tiempo que le quede y que él no estuvo en el entierro por su dolor en el dedo gordo del pie y que tuvo que ir y pedir en el centro que le den sus correos recibidos y del empleo los recortes de linóleo de Cotesby, diseño estético, único y perfecto complemento doméstico, de excelente rendimiento y siempre brilloso y conveniente en todo comedor.

Gerty es un tesoro de descendiente mujer, un ser insustituible, un querubín custodio con un pecho generoso bien digno de su peso en oro. Y ni bien el ser en cuyo vientre creció sufre esos intensos dolores de sienes que le rompen el tiesto, quién le pone en su frente los conos de mentol sino Gerty, si bien quiere que inspire ese polvo y eso es lo único por lo que de vez en vez suelen discutir; por el vicio de oler ese polvo molido. Todos le reconocen sus modos dulces. El cierre de los grifos es siempre el deber nocturno que Gerty se impone y Gerty quien repone en cierto recinto donde no omite verter  dos veces por mes un poco de cloro el bloque con efemérides del negocio de Mr. Tunney con el dibujo de esos tiempos felices donde un joven guerrero con el uniforme de entonces con un tricornio, enfrente de su dulce tesoro le ofrece un buqué de flores entre los rejones de su postigo con el típico gesto de un gentilhombre de los viejos tiempos. Se puede ver el telón de un cuento. Los colores son deliciosos. El vestido de un níveo luminoso en un gesto bien medido y su señor vestido de color ocre se ve como un noble genuino. Frecuentemente los miró en sus momentos íntimos y se rozó sus propios miembros superiores, níveos y lisos como los del dibujo con los puños subidos y pensó en esos tiempos porque leyó en el léxico de Wolker del predecesor Giltrep sobre los dulces tiempos del sosiego y lo que quieren decir.

Los mellizos siguieron con sus juegos sin litigios de por medio, pero en un momento el Joven Jimmy indiscutiblemente intrépido como él solo golpeó el esférico con todo el impulso de su pie y el futbol terminó sobre un roquerío lleno de líquenes. Ni qué decir que el pobre Tommy no demoró en proferir sus gritos furiosos, pero por suerte el señor de negro que se detuvo por un momento de reposo no lejos de ese punto fue gentilmente en su socorro e interceptó el esférico. Nuestros dos competidores le pidieron su juguete con enérgicos gritos y previniendo el inconveniente Cissy Cuffrey solicitó los servicios del señor pidiéndole de muy buen modo que se lo entregue. El señor tomó envión dos o tres veces y luego lo impulsó por el limo en dirección de Cissy Cuffrey, pero rodó por el declive y terminó deteniéndose cubierto por el ruedo del vestido de Gerty no lejos de un reguero. Los mellizos exigieron de nuevo que se les entregue el fútbol y Cissy le dijo que lo impulse con el pie y que deje que se lo disputen de que Gerty tomó envión pero hubiese querido que el estúpido esférico no se hubiese escondido en  su ruedo y le tiró un buen golpe, pero lo erró y Edy y Cissy se rieron.

–Si tu intento no resultó, repite el intento –dijo Edy Boerdmen.

Gerty concedió sonriendo y se mordió los morros. Un rubor tenue cubrió sus hermosos mofletes pero quiso un desquite por lo que se subió un poco el ruedo, solo lo justo, midió bien y dio un soberbio golpe de pie que envió el esférico bien lejos y los mellizos descendieron corriendo por el pedregullo. Puros celos por supuesto todo con el fin de requerir el interés del señor de enfrente. De repente sintió el rubor tibio que siempre fue un signo de peligro en Gerty McDowell, subiendo y encendiendo sus mofletes. En los minutos previos solo hubo unos pocos cruces de sus respectivos ojos pero en este momento, con el rostro semi oculto por el vuelo de su sombrero nuevo se permitió poner sus ojos en los de él, y el rostro que sus ojos descubrieron en el crepúsculo, lívido y un poco tenso, le resultó triste como ninguno.

Por los intersticios de los postigos del templo el perfume del incienso flotó y con él el perfume de los nombres de Ser que fue concebido sin imperfección de origen, cuenco del espíritu, pide por nosotros, cuenco del honor, pide por nosotros, cuenco de devoción, pide por nosotros, pimpollo místico. Y en ese recinto se reunieron hombres solos y otros que consiguen con esfuerzo su sustento y muchos otros que perdieron el rumbo, con los ojos húmedos de contrición pero encendidos de fe porque el reverendo Hughes les contó los dichos del buen S. Bernerd[12] en su conocido ruego Virgen de Vírgenes, el poder de intercesión del que no existe ningún registro de un infeliz que luego de pedir en un ruego su increíble protección hubiese sido desoído.

Los mellizos reemprendieron sus juegos muy felices puesto que los conflictos entre niños son como los repentinos turbiones del estío. Cissy Cuffrey se entretiene con el bebé Broedmen que trinó de contento, revolviendo el éter con sus deditos de bebé. Cucú le dice desde el escondite del cochecito y Edy preguntó dónde se fue Cissy y entonces Cissy exhibe su tiesto y dice ¡cucú! ¡Y cómo disfrutó el chiquilín! Y después le dijo que dijese  popó.

–Di popó, mi bebé. Di po po po po po po po.[13]

Y el bebé hizo todo lo que pudo porque es muy inteligente como dice todo el mundo y crecido por los once meses que tiene y el rostro mismo del vigor, un genuino tesorito, y por cierto, dicen, con un porvenir luminoso.

–Jojó ho ho jojó.

Cissy le limpió los morros con el pechero húmedo y quiso que se siente bien y que dijese po po po[14] pero ni bien le soltó el cinto pegó un grito, Denis bendito[15], diciendo que se orinó todo y dobló en dos el cobertor inferior y lo puso del revés. Por supuesto el niño rey resistió de modo estridente esos procedimientos de toilette y se pronunció urbi et orbe:

–Hoboo booohobooo boooo.

Y dos deliciosos gotones descendieron por sus mofletes. Y fueron inútiles todos los mimos del mundo pidiéndole sosiego con no, no, no, bebé, no y el cuento del yiyi y que dónde se fue el puf puf, pero Cissy, siempre inteligente le enchufó el biberón y el indómito pequeño se sosegó en menos de medio segundo.

Gerty hubiese querido que en ese preciso segundo se lleven ese pequeño gritón y que lo dejen con sus progenitores y que no le destroce los nervios y que los mellizos insufribles terminen con el recreo. Sus ojos recorrieron el horizonte del ponto. Creyó ver los diseños que ese hombre dibujó sobre el cemento con colores hermosos y qué penoso que queden sin protección y se borren, el cielo nocturno y los cúmulos crecientes y el foco de Beiley en Howth y oír esos himnos y el perfume del incienso que encienden en el templo como un efluvio. Y viendo esto, en su pecho retumbó un bum, bum, bum. Sí, notó los ojos de él, y vio decisión en ellos. Los ojos de él le encendieron un fuego en su interior como si hendiendo su cuerpo quisiesen leerle el foro interno. Vio unos ojos hermosos, muy expresivos, pero, ¿dignos de fe? Existen hombres curiosos. En el momento, por los ojos oscuros y el lívido rostro, intuyó un individuo del exterior, un doble del Mertin Hurvey en el poster de su dormitorio, el ídolo del cine, excepto por el bigote que es su preferido porque no se enloquece con el mundo escénico como Winny Rippinghem, que siempre quiere que usen el mismo vestido que vio en un filme, pero por el sitio donde se sentó no pudo ver si su tipo de nez es recto o levemente retroussé.

Viste de luto, es evidente, y tiene los costurones de un dolor profundo escritos en su rostro. Hubiese querido conocer los motivos de su infortunio. Sus ojos relucieron decididos y firmes y fue testigo del golpe con que impulsó el esférico e incluso posiblemente viese los brillosos broches de níquel de sus botines si los moviese sutilmente torciendo un poco los tobillos. Se felicitó por tener el impulso de ponerse el conjunto color piel por si se viese con Reggy Wylie, pero eso quedó en un pretérito perfecto. Esto es lo que siempre se figuró en sus sueños recurrentes. Su interés es él y el rostro se le encendió porque sintió deseos por él porque su instinto lo sintió como un ser único. Su cuore de mujer lo buscó, su soñesposo, porque supo en el mismo segundo que es él. Si él sufrió, menos ofensor que ofendido, o incluso, incluso si pecó, o si fuese un perverso, no quiere que le importe. Y si fuese un seguidor del metodismo o de Lutero cree poder convertirlo en poco tiempo si los sentimientos efusivos de él fuesen genuinos. Ciertos tejidos rotos requieren como remedio el consuelo de un pecho benévolo. Siempre se consideró ese tipo de mujer, lo que se dice mujer, no como ciertos modelos, poco femeninos, de su conocimiento; exhibiendo en bici lo que no tienen puesto, pero Gerty quiere conocerlo todo, bendecirlo con su perdón si consiguiese que fuesen novios, y que él borre de su mente lo sufrido. Y entonces posiblemente envolviese su cuerpo con sus miembros musculosos, como un hombre en serio, oprimiendo en su pecho su cuerpo débil, y le dijese te quiero, su pequeño tesorito exclusivo, y que él fuese de su exclusivo dominio. Refugio de los débiles. Consuelo de los sufrientes. Intercedit pro nobis. Bien se dice que quien le ruegue con fe y convicción de ningún modo puede perderse o ser desoído; e incluso el Suyo es un puerto de refugio de los sufrientes por los siete dolores que hendieron su propio pecho. Gerty se representó el interior del templo, los vidrios de todos colores, los cirios, los recipientes llenos de flores y los letreros celestes del gremio de los devotos de Mery Virgen y el reverendo Conroy con el servicio del clérigo O’Henlon en el presbiterio, yendo y viniendo con objetos del culto con ojos humildes. El perfil de un justo y su recinto de confesión sereno y limpio y oscuro y sus dedos como un cerote níveo y si se decidiese por meterse de sor en un convento dominico con su níveo vestido posiblemente él viniese por el festejo de Sto. Domingo[16]. Él le dijo, ese domingo que se confesó y que incluso el pelo se ruborizó de temor que sus ojos le viesen el rostro, que no se mortifique porque es el modo de expresión que tiene un cuerpo joven y todos seguimos leyes que nos impone el cuerpo, dijo, porque somos seres vivos, y no es un crimen porque es un proceso femenino instituido por Dios, dijo, y que incluso Mery en su esplendor Divino de Virgen de los Cielos en Su coloquio con el Vencedor del demonio le dijo, obre en mí Tu Verbo lo que dispones. Él es gentil y puro y dos o tres veces consideró ofrecerle como presente un cobertor de juego de té con dibujos de potes de miel y redondeles de flores en relieve o un reloj si bien recordó ver un reloj de color níveo y oro sobre un plúteo con un jilguero estilo cucú el lunes que fue por los buqués de flores de los extensos rezos del miércoles, jueves y viernes siguientes porque le resultó difícil decidirse por un obsequio o mejor un libro en colores con fotos de Dublín o de otro sitio.

Los insufribles mellizos riñeron de nuevo, Jimmy impulsó el esférico en dirección del ponto y los dos corrieron por él. Pequeños simios groseros como el miñón negro. Esos dos se merecen que les den unos buenos chirlos y los disciplinen un poco . Y Cissy y Edy pidiéndoles con gritos que volviesen por temor de que el flujo se los lleve.

–¡Jimmy! ¡Tommy!

¡Eso sí que no! ¡No obedecen! Entonces Cissy dijo que este fue su último recreo. Se incorporó de un brinco profiriendo sus nombres y corrió por el declive justo enfrente de él, removiendo en el éter los mechones de un color muy bonito, si bien poco tupidos  pero con el número de productos que se pone no les permite crecer porque no le vienen de origen entonces mejor que se olvide. Corrió con decisión y tuvo suerte de que no se le rompiese ese vestido todo ceñido porque Cissy siempre tuvo un poco de mujer viril e impertinente y siempre que puede se exhibe y como corre bien corre de ese modo, con el fin de que él viese el borde de sus indumentos interiores y sus muslos esbeltos todo lo posible. Hubiese merecido un buen tropezón y sufrir un buen golpe con esos Luis XV que se pone por un mísero suplemento de cinco centímetros. Quelle scène! Hubiese sido un exposé delicioso digno de un gentil testigo como ése.

 

 

 

 

 

Regente de querubines, regente de obispos, regente de elegidos, de todos los puros, siguieron los ruegos, regente del divino rezo y luego el reverendo Conroy delegó el distribuidor de incienso en en clérigo O’Henlon y él puso dentro el incienso e incensó los Divinos Misterios y Cissy Cuffrey se hizo de los mellizos y por poco no les dio un buen tirón de oídos pero no lo hizo porque pensó que él hubiese sido testigo pero se equivocó terriblemente porque Gerty pudo ver con disimulo que él en ningún momento movió los ojos de donde los puso y luego el clérigo O’Henlon delegó de nuevo el bote de incienso en el reverendo Conroy y se hincó subiendo los ojos en dirección de los Divinos Misterios y el coro entonó Venerémur cérnui: y  Gerty moviendo un solo pie siguió el ritmo del himno que fue creciendo y descendiendo en el Sénsuum deféctui. Tres con once fue el precio del conjunto en el Sporrow’s de George’s Street el viernes, no, el lunes después de Pentecostés y ni un punto corrido y eso fur lo que él observó, color piel, y no los de su compinche que no tienen ni diseño ni estilo (¡vergonzoso!) porque él tiene ojos y puede ver por sí mismo lo diferente.

Cissy subió por el declive con los mellizos y el fútbol, con el sombrero torcido después del esfuerzo y por cierto se le notó el porte desprolijo con dos niños  de remolque vistiendo ese blusón insípido que se compró el otro mes lleno de pliegues en el lomo y esos flecos de indumentos interiores pendiendo de modo grotesco. Gerty se quitó el sombrero sólo por un momento y se peinó los mechones morochos y no se vio sobre unos hombros femeninos unos mechones color brunos bellos como esos, de ese modo exquisitos, visión sublime, por Dios, dulcísimos. Hubiese requerido extensos periplos descubrir un tiesto con unos mechones como esos. Gerty pudo ver en los ojos de él un súbito desconcierto que le rozó uno por uno todos los nervios. Se puso el sombrero y espió con los ojos semicubiertos por el vuelo generoso e incrementó el ritmo del movimiento del botín con broche de níquel porque se quedó sin resuello ni bien notó el expresivo brillo de sus ojos. Ojos de serpiente enfrente de un roedor. El instinto de mujer le dijo que despertó el demonio en él y con esto en mente un fogoso rubor bermejo que le trepó desde el mentón cubriéndole por completo el rostro pero que el sutil color de su tez convirtió en un rosillo glorioso.

Incluso Edy Boerdmen lo notó porque espió los gestos de Gerty, sonriendo con desdén, sobre los lentes como si fuese un vejestorio, sosteniendo el  bebé y fingiendo mecerlo. Siempre fue y sigue siendo un mosquito molesto y por eso es insufrible, siempre metiendo el hocico en lo que no le concierne. Y con los ojos puestos en Gerty, le dijo:

–Un penique por tus reflexiones.

–¿Qué? –replicó Gerty sonriendo con unos dientes impolutos–. Sólo me pregunto si no es momento de volver.

Porque hubiese vendido un ojo por que se lleven esos mellizos y el bebé con los suyos formuló su sutil mención sobre lo oportuno de emprender el regreso. Y en el momento en que Cissy subió Edy le dijo que tienen que volver ocho en punto y Cissy, con todo frescor, le dijo que el miércoles en este mismo momento fue el momento oportuno. Pero Edy insistió porque les dijeron que volviesen ocho en puto y que no se demoren.

–Un segundo –dijo Cissy–, ese tipo debe tener un reloj; le pregunto.

De modo que fue y ni bien él lo notó vio cómo retiró los dedos del bolsillo, poniéndose nervioso y jugueteó con el reloj de léontine[17], con los ojos puestos en el templo. Gerty pudo ver en él, en ese mismo momento y sin desmedro de su condición de hombre sensible, los signos de un enorme control sobre sí mismo. En los segundos previos confundido por un bello cuerpo que lo excitó y unos segundos después el porte de un severo gentilhombre, el control de sí mismo en todo su distinguevidente perfil.

Cissy dijo disculpe si no fuese inconveniente puede decirme si son ocho en punto y Gerty pudo verlo producir el reloj, poner el oído en el vidrio y subiendo los ojos y tosiendo un poco decir que lo siente mucho pero que se le detuvo, pero que cree que deben ser ocho y veinte por lo menos porque el sol se escondió. Su voz sonó con un timbre culto y si bien le notó un tono medido percibió un incipiente temblor en los tonos melodiosos. Cissy se excusó y regresó sin resuello diciendo que el tipo dice que el dispositivo se le endureció.

Entonces sonó el verso segundo del Venerémur cérnui y el clérigo O’Henlon se puso de pie e incensó los Divinos Misterios y se hincó y dijo en el ído del reverendo Conroy que uno de los cirios puede producir el incendio de los buqués de flores y el reverendo Conroy fue y lo puso en su sitio y Gerty pudo ver cómo el hombre giró el botoncito del reloj  y le controló el pulso y movió el pie con ritmo creciente. El cielo se fue oscureciendo pero él pudo ver y observó todo el tiempo que estuvo moviendo el botoncito de su reloj o lo que hiciese con él y después lo cerró y metió de nuevo los dedos en los bolsillos. Gerty experimentó un sentimiento conmovedor  y supo por lo que percibió en el occipucio y ese prurito que le produce el roce del corpiño que el mes es inminente porque el último mes sintió lo mismo ni bien se recortó el pelo por el novilunio. Esos ojos oscuros se detuvieron de nuevo sobre su cuerpo, bebiéndose todo su perfil como rendido en su devoción. Si fuese posible concebir un tipo de devoción  sin disimulo en los fervientes ojos de un hombre el simple rostro de ese hombre hubiese sido el resumen. Es por ti, Gertrude McDowell, y eres consciente de ello.

Edy percibió que se demoró y empezó con los prolegómenos del retiro y Gerty notó que su mención consiguió el efecto querido porque el sendero es extenso y deben recorrer un buen trecho por el limo y recién después puede ser que ruede el cochecito y Cissy recogió los gorros de los mellizos y los peinó por supuesto con el fin de convertirse en el dentro del interés del hombre y el clérigo O’Henlon se irguió con su  gorro que le produce como un bolsillo sobre el cuello y el reverendo Conroy le dio el texto y leyó Præstet fides suppleméntum y Edy y Cissy discutiendo del tiempo todo el tiempo y quisieron que Gerty dijese lo suyo pero le retribuyó con el mismo billete y sólo respondió con un gesto irónico y frío el estilete de Edy quien le preguntó si no el pecho dolorido por el repudio de su novio. Gerty hizo mohín de profundo dolor. Un súbito fulgor de hielo relució en sus ojos exhibiendo un desprecio infinito. Dolió, ¡oh, sí!, un estilete profundo porque Edy tiene esos dichos irónicos que como buen ofidio venenoso que es entiende muy bien que hieren. Gerty presto entornó los morros en un impulso por responder pero reprimió el sollozo que le subió por el interior de su cuello esbelto, perfecto, de un contorno sutil como si fuese el sueño de un pintor eminente. El jovenzuelo no hubiese podido comprender los sentimientos efusivos que tuvo por él. Infiel de sentimientos proteicos y mentiroso como todos los de su sexo no hubiese entendido de qué modo lo quiso y por un segundo hubo en sus ojos celestes un súbito principio de desborde. Los impíos ojos de sus compinches se detuvieron en su rostro, pero con un enérgico esfuerzo recobró el equilibrio y miró en dirección de su nuevo flirt con el propósito de que entendiesen.

–Oh –respondió Gerty, veloz como un refucilo, riendo, con un movimiento orgulloso del tiesto–. Puedo tener mis pretensiones porque es bisiesto.

Lo que dijo resonó nítido como un vidrio purísimo, no menos melodioso que el silbido de un mirlo, pero cortó el éter como si fuese el filo de un gélido cuchillo. Porque en su voz joven resonó un tono firme diciendo que no es de ese tipo de mujeres que permiten los coqueteos histéricos. Respecto de Mr. Reggy con su porte y sus dinerillos bien puede hundirse en un bote como el desperdicio que es y que en lo sucesivo no se le cruce por el cerebro ni por error y juró romper en mil trozos ese estúpido recuerdo que le envió por correo. Y si en un momento él tuviese el tupé de ponérsele enfrente juró devolverle uno de esos gestos de desprecio que lo fulminen en seco. El esquelético rostro de Little Miss Edy se deformó, y viéndolo como un oscuro cielo tormentoso Gerty notó su evidente brote colérico por mucho que lo escondiese, modelito presumido, puesto que el proyectil dio en el centro de sus celos mezquinos y no es preciso decir que lo suyo es superior, que es de otro grupo, que no es del mismo tipo de Edy y sus compinches y que uno que yo sé por lo visto lo notó de modo que si quieren que se lo fumen entero.

Edy quiso que el bebé Boerdmen se siente bien y lo enderezó en el cochecito como prolegómeno del regreso y Cissy metió dentro el fútbol y los utensilios de constructor porque el cielo se fue oscureciendo y es el momento en que el viejo del bolso viene por el Joven Boerdmen junior. Y Cissy le dijo incluso que el cuco viene si el niño no se duerme pronto y didodido y el bebé contentísimo, riendo con ojos llenos de jolgorio, y Cissy le cosquilleó el ombligo por verlo reír y el bebé, sin pedir permiso, le devolvió sus mejores cumplidos sobre el pechero nuevo.

–¡Oh, Dios mío! ¡Budín y puré primero! Miren cómo quedó el pechero[18] –rimó Cissy.

El ligero contretemps requirió su intervención pero en dos segundos solucionó el inconveniente.

Gerty sofocó un  grito contenido y tosió de inquietud y Edy preguntó qué y estuvo por decirle que lo cogiese en vuelo pero siempre tuvo unos modos muy femeninos y por eso lo evitó con buen tino diciendo que fue su bendición, porque justo en ese momento sobre el quieto limo costero repicó un bordón coincidente con el momento en que el clérigo O’Henlon se ubicó en el presbiterio con el velo que el reverendo Conroy le colocó sobre los hombros, bendiciendo y sosteniendo los Divinos Misterios.

Qué emotivo el conjunto de ese crepúsculo unidor, el último reflejo de Erin, el conmovedor repique de esos bordones nocturnos y en el mismo segundo un murceguillo emprendió el vuelo desde el domo envuelto en verde hélix yendo y viniendo, emitiendo en lo oscuro un chillido de terciopelo. Y Gerty vio en el horizonte los pintorescos focos del golfo y hubiese querido reproducirlos con su bote de óleos porque es mejor el dibujo de un hombre y pronto debe venir el señor que enciende los quinqués por los terrenos del templo del metodismo y por Tritonville Rd que recorren los novios encendiendo el quinqué enfrente del postigo donde Reggy Wylie se detiene con su bici de piñón fijo como lo que leyó en El encendedor de quinqués  escrito por Miss Cummins, que escribió Mebel Voughen y otros cuentos. Porque Gerty tiene sus sueños secretos. Lee versos y el libro de efemérides que le obsequió Berthe Supple, ese delicioso libro íntimo de cobertor rosillo donde escribir sus sentimientos lo puso en un rincón de su mueble de toilette, que si bien no es lo que se dice lujurioso siempre conservó en completo orden y limpio. Ése es el sitio donde tiene los tesoros de su niñez, los peines de cuerno, el distintivo religioso, el olor de lirio, el eyebrowleine, el recipiente de yeso de los perfumes y los cintillos de repuesto de los vestidos que vienen del tintorero, incluso textos de buen gusto escritos en un índigo rojizo que consiguió en el Hely’s de Essex Street[19], porque siente que bien puede escribir versos si pudiese decir lo que dicen esos bellos versos que siempre disfrutó y que copió del periódico que encontró envolviendo puerros. Recordó su título, ¿Eres creíble, mi hombre de ensueños? por Louis J. Welsh[20], Mogherofelt[21], y después ese otro que dice ¿noche, crees que es posible? Y frecuentemente el verso bello, triste en su embrujo fugitivo, le humedeció los ojos con gotones silenciosos sintiendo que el tiempo corre, meses y meses, pero excepto ese leve defecto siente que no tiene por qué temer y que puede competir con quien se presente y eso fue un incidente que tuvo descendiendo por Killiney Hill y siempre lo ocultó. Pero resolvió que es tiempo de ponerle fin. Luego de ver el embrujo en sus ojos ningún freno puede detener sus impulsos. El querer se ríe de los cerrojos. Se propuso ofrecer un sublime sufrimiento. Un intento sublime con el fin de que él conociese sus íntimos sentimientos. Se propuso ser su tesoro en el mundo y convertir su existir en un jubiloso edén. Pero se preguntó por el espinoso punto de su condición civil y hubiese ofrecido un ojo por conocer si tiene cónyuge o posiblemente fuese un viudo reciente o bien sufrió un evento terrible lo del noble señor de nombre exótico del pueblo de los tenores con su mujer demente que tuvo que meter en un hospicio, cruel pero por su bien. Pero incluso si ¿entonces qué? ¿qué tiene de diferente? De todo procedimiento indecoroso su fino modo de ser se excluye. Siente repulsión por ese tipo de gente, mujeres indecentes que recorren el frente del hotel en el borde del Dodder[22] metiéndose con los conscriptos y los hombres groseros que desconocen el honor femenino, corrompiendo el sexo y durmiendo en un trullo[23] roñoso. No, no; eso no. Ellos pueden ser sólo buenos compinches como un jovenzuelo y su sóror sin otro interés de por medio y sin tener que seguir convenciones del civismo Decente, con D imponente. Posiblemente él estuviese de duelo por un viejo querer que viene desde tiempos remotos. Creyó entenderlo. Decidió comprenderlo porque los hombres son muy diferentes. El viejo querer pendiente, pendiente con sus pequeños dedos níveos tendidos, con seductores ojos celestes. ¡Querido mío! Se juró obedecer su sueño del querer, los impulsos del espíritu que le dicen que viene de descubrir su Todo, el único hombre  del mundo porque el querer es su único norte. Ningún otro. Sucediese lo que sucediese, quiere correr riesgos, vivir con desenfreno, libre.

El clérigo O’Henlon colocó de nuevo en su cofre los Divinos Misterios y se hincó genuflexo y el coro entonó Dominum omnes gentes y luego cerró el portillo del cofre porque el rito de bendición concluyó y el reverendo Conroy le dio el sombrero y se lo puso y entrometiéndose como siempre Edy le preguntó no vienes pero Jimmy Cuffrey gritó:

–¡Oh, Cissy, fuegos en el cielo!

Y todos vieron un refucilo pero incluso Tommy los vio sobre los robles enfrente del templo, índigo y luego verdes y rojos.

–Son juegos pirotécnicos –dijo Cissy Cuffrey.

Y todos corrieron en tropel  por el limo queriendo ver sobre los techos y sobre el templo. Edy con el cochecito con el bebé Boerdmen y Cissy con Tommy y Jimmy corriendo de remolque.

–Ven, Gerty –gritó Cissy–. Son los juegos pirotécnicos de los kioscos del Mirus.

Pero Gerty se quedó inmóvil. No tuvo intenciones de seguir sus órdenes y deseos veleidosos. Si quieren pueden correr como dementes pero su opción es seguir en su sitio, entonces dijo que desde su sitio puede ver muy bien. Los ojos que le rindieron tributo le subieron el ritmo del pulso. Lo miró un segundo, encontró sus ojos, y un fulgor se encendió en su interior. Un sentimiento níveo y tibio se mostró en ese rostro, un sentimiento silencioso como un sepulcro dominó su ser. Por fin estuvieron solos sin que sus compinches los molesten o comenten estupideces en tono irónico y lo consideró digno de fe por siempre, por ser un hombre sincero, fiel, un hombre en todo sentido. Los dedos y el tiesto de él se movieron de modo convulsivo y en Gerty sobrevino un temblor. Se tendió un poco volviendo el rostro queriendo ver los fuegos pirotécnicos e hizo un esfuerzo por no perder el equilibrio con los ojos en el cielo y no hubo quien pudiese ver su pose excepto él y ni bien reveló los contornos de sus bellos miembros inferiores, dulce esbeltez, sutilmente redondos, y creyó oír el ritmo del pulso de él, su resuello ronco, porque conoce como sienten los hombres de su tipo, fogosos, porque Berthe Supple le contó vez como secreto pidiéndole que le jure que por ningún motivo[24] sobre el individuo del Comité de Distritos en Descongestión[25] que estuvo viviendo con ellos y que vio sus recortes de periódicos con fotos de mujeres en tugurios nocturnos exhibiendo los muslos y dijo que el tipo no se comportó muy bien y que hizo eso que tienes en mente, metido en su lecho. Pero esto es bien distinto de eso porque por poco puede sentir que el rostro de él y el suyo se unen y el primer y tibio roce de sus morros hermosos. De todos modos existe el perdón siempre que no se consume lo otro sin himeneo previo y hubiese sido bueno que existiesen confesores mujeres que pueden comprenderte sin tener que decirlo y Cissy Cuffrey suele tener esos ojos de ensueño de modo que debe sucederle lo mismo, mi cielo, y Winny Rippinghem con su colección de fotos de los héroes del cine y por si fuese poco eso otro que viene de ese modo todos los meses.

Y Jimmy Cuffrey les gritó que miren, que explotó otro, y Gerty se inclinó otro poco y los breteles celestes se corresponden con el color piel y todos vieron y profirieron gritos miren, miren, ése otro y Gerty se inclinó otro poco por ver los juegos pirotécnicos y un ser curioso voló por el éter, un cuerpo flojo, yendo y viniendo, oscuro. Y vio un cohete  subiendo por sobre los pinos, subiendo, subiendo, y, en el tenso silencio, todos contuvieron el soplo con los nervios viéndolo subir, subir y subir y tuvo que tenderse otro poco y otro poco por no perdérselo, subiendo, subiendo, por poco invisible, y su rostro se le humedeció de sudor por un divino, sublime rubor producto del esfuerzo y él pudo ver incluso sus otros indumentos, sus culotes de tul, el género que bendice su piel, mejor que esos otros churrines[26], los verdes, tres con once, porque son grises y se lo permitió y vio que él pudo ver y después siguió subiendo y  por un momento se hizo invisible y los miembros se le estremecieron por su posición con el propósito de que él tuviese un buen nivel de visión por sobre los hinojos donde ningún otro soñó con ver incluso ni en el columpio o en el cruce de un torrente y no sintió pudor y él menos por lo que observó de modo impúdico porque no le fue posible resistir el espléndido show ofrecido como los números de los piringundines llenos de mujeres que se exhiben enfrente de los señores del público y él miró y miró.

Hubiese querido con todo su ser poder dirigirle un gemido mudo, tenderle sus níveos dedos finos y pedirle que viniese y sentir los morros de él sobre su frente, el joven grito femenino del querer, un grito sutil enmudecido, que surge dolorido, ese grito que viene desde el fondo de los tiempos. Y luego un cohete explotó y bong explosión de un níveo enceguecedor y ¡Oh! Después el bólido explotó de nuevo y fue como un suspiro de ¡Oh! Y todo el mundo gritó ¡Oh! ¡Oh! sorprendidos y llovió un turbión de mechones de oro y desbordó  y ¡Oh! y fue todo llover de luceros verdes que descendieron con otros de bronce, ¡Oh, muy hermoso! ¡Oh, delicioso, dulce, sutil!

Después todo se fundió como un rocío en el éter gris; todo quedó en silencio. ¡Oh! De pronto se sentó de nuevo y lo miró, con los ojos pequeños de un penoso rezongo comprensivo, de un tímido reproche con el que él se sonrojó con un rubor femenino. En el borde de un bloque rocoso, Leopold Bloom (porque él es el hombre) se puso de pie, en silencio, escondiendo el rostro de esos jóvenes ojos inocentes. ¡Qué bruto fue! ¿De nuevo en el sendero del error? Un espíritu delicioso e ingenuo lo requirió y él, ruin, ¿cómo respondió? Se comportó como un indecente. ¡Él entre todos los hombres! Pero se pudo percibir en esos ojos un infinito depósito de sentimientos generosos, un poco de perdón incluso él lo merece si bien es cierto que se equivocó y que ofendió y que perdió el rumbo. ¿Su deber de joven mujer es decirlo? No, mil veces no. Ese debe ser el secreto de ellos dos, sólo de ellos, solos, protegidos por el crepúsculo y no hubo otros que lo supiesen o que diesen testimonio excepto el pequeño murceguillo recorriendo con su sereno vuelo el cielo nocturno y los pequeños murceguillos son discretos.

Cissy Cuffrey silbó, como un jovenzuelo en el fútbol como testimonio de su don de gentes; y luego gritó:

–¡Gerty! ¡Gerty! Nos volvemos. Ven con nosotros. Podemos verlo desde el tope.

Gerty tuvo un impulso ingenioso, uno de esos pequeños recursos del querer. Deslizó un dedo en el bolsillo del moquero y retiró el trocito de lino e hizo un signo respondiendo por supuesto sin permitir que él[27] y luego lo posu de nuevo en su sitio. ¿Puede ser que esté muy lejos y no lo? Gerty se incorporó. ¿Se despidió? No. Tiene que irse pero posiblemente se encuentren, en ese mismo sitio, y ese es su sueño, verse con él el viernes, con su sueño del crepúsculo del miércoles. Se incorporó por completo. Sus espíritus se unieron en un último gesto de deseo y los ojos que le hendieron el pecho, llenos de un curioso brillo, se detuvieron ebrios sobre el florido dulzor de su rostro. Gerty le dedicó un sonreír lívido, un dulce sonreír lleno de perdón, un sonreír tristísimo, y luego sus senderos se dividieron.

Con lentitud, sin volver los ojos descendió por el terreno en desnivel en dirección de Cissy, de Edy, de Jimmy y de Tommy Cuffrey, en dirección del bebé Boerdmen. El cielo se oscureció y por doquier se ven escombros y residuos y líquenes viscosos. Se movió con ese digno porte sereno por el que siempre se distinguió, pero con prevención y muy lento porque… porque los pies de Gerty McDowell son…

¿Botines estrechos? No. ¡Son cojos! ¡Oh!

Mr. Bloom contempló su retiro dificultoso. ¡Pobre mujer! Por eso se demoró y sus compinches se fueron corriendo. Por su rostro me figuré cierto sufrimiento. El despecho de un ser bello. Un defecto es diez veces peor entre mujeres. Pero se vuelven queribles. Suerte que no lo supe viendo su exhibición. De todos modos qué demonio fogoso. No me lo hubiese impedido. Lo curioso. Mujer con votos religiosos o del Congo o con lentes. Ojos bizcos pero dulce. El período en breve, supongo, se vuelven sensibles. Hoy me duele mucho el occipucio. ¿Dónde metí el sobre? Sí, todo bien. Todo tipo de deseos locos. Sorber peniques. En el convento de los pies desnudos, según me dijeron, viven sores cuyo gusto es oler petróleo. Vírgenes que por fin enloquecen, supongo.

¿Sor? ¿Qué número mujeres tienen el período hoy en Dublín? Mertle, por ejemplo. Un no sé qué en el éter. Es Selene. ¿Pero, entonces, por qué no les sucede en el mismo tiempo, en el mismo ciclo de Selene quiero decir? Supongo que depende de sus respectivos belenes. O el comienzo es en el mismo momento y después tienen un ciclo diferente. De vez en vez Molly y Milly coinciden. De todos modos disfruté. Suerte que no lo hice hoy en el retrete con su tonto correo te reprenderé. Eso me redime un poco de ese conductor de trolebús de hoy[28]. El estúpido de M’Coy deteniéndome con los cuentos de sus estupideces. Y su mujer convenio tour territorio bolso, voz de pito. Reconocido por tus breves mercedes. Económico incluso. Sólo tiene que pedirlo. Porque le es imprescindible. Es su impulso congénito. Fluyendo en tropel de los negocios en el crepúsculo. El rol del indiferente. No demuestres ningún interés y se te rinden. Con red. Oh. Es triste que no lo noten. Un sueño de culotes rellenos. ¿Dónde fue eso? Oh, sí. En el mutoscopio[29] de Copel Street: sólo hombres. Tom el Espión. El sombrero de Willy y el uso femenino del mismo. ¿Son fotos de mujeres jóvenes o es todo un truco? Los indumentos de lingerie tiene mucho que ver. Tocó sus redondeces metiendo los dedos por el beibidol[30]. Les produce rubor ni bien se ponen. Recién me duché, quiero un hombre sucio. Y les produce goce vestirse con sus compinches como si fuesen los corderos de un rito. Milly feliz con el blusón nuevo de Molly. En los primeros tiempos. Ponerse de todo y desvestirse del todo. Molly. Por qué le compré los suspensores bermejos. Nosotros lo mismo; el moño que él se puso, sus soquetes celestes y los gregüescos con doblez. En nuestro primer encuentro nocturno me puse los guetres[31]. Su hermoso blusón brilló semicubierto por su ¿qué? renegrido. Dicen que mujer que desprende un broche pierde su brillo de noche. Todo sujeto con pinches. Oh, Mery perdió el broche de sus[32]. Ponerse los mejores vestidos por un tipo. Lo último de lo último con el fin de seducirlo. Todo es distinto ni bien uno descubre el secreto. Excepto en Oriente: Mery, Mertle, hoy como entonces. Bienvenido todo ofrecimiento serio. No le noté mucho interés. Siempre en pos de un tipo en el momento en que. No se pierden un compromiso. Posiblemente estuviese queriendo conseguirse un tipo. Creen en los golpes de suerte porque son imprevisibles. Y sus compinches con dichos hirientes. Compinches del mismo colegio, puros mimos y besos y cuchicheos secretos sobre lo que fuese en los pensiles del convento. Sores con los rostros puros como nieve, con sus frescos velos yendo y viniendo con sus rezos, el rencor que sienten incluso les viene por todo lo que se les prohíbe. Hilo de hierro con pinches[33]. No dejes de escribirme. Y yo te escribiré. ¿Lo dices en serio? Molly y Josie Powell. Y después viene el príncipe de ensueño y entonces los encuentros de todos los sextos jueves del mes. Peinture! ¡Oh, pero con quién me encuentro, por Dios! ¿Pero qué dices? ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Besos, y el gusto de, besos, verte. Prolijo escrutinio mutuo. Tienes un rostro espléndido. Espíritus gemelos. Exhibiéndose los dientes. ¿Te deshiciste de muchos pretendientes? Sentimientos sinceros como el nueve.

¡Oh!

Ni bien les viene el período se ponen como demonios. Oscuro rostro de Belcebú. Molly me contó que sienten como si los objetos tuviesen diez veces su peso. Te pido que me friegues el pie. ¡Oh, eso! ¡Oh, es exquisito! Yo siento lo mismo. Es bueno de vez en vez; descomprime. Me pregunto cómo debe ser si me hecho uno en ese momento. En cierto modo es seguro. Un recipiente con leche se pone feo. Rompe los tientos del violín. Leí no recuerdo qué sobre cierto tipo de flores que se mueren. Dicen incluso que  si su flor se secó es por su orgullo. Qué mujer no lo tiene. Puedo decir que sintió lo mismo que yo. Si uno siente de ese modo por lo común es recíproco. ¿Le gusté o qué? Tienen interés en cómo uno se viste. Sus procesos de inspección de todo pretendiente son estrictos; cuellos y puños. Bueno, lo mismo que los cocoritos[34] y los leones y los ciervos. De vez en vez prefieren un moñito suelto  o ese tipo de descuidos leves. ¿Los gregüescos? ¿Y si justo, que yo me hice? No. Dulcemente. Ni procedimientos rudos ni movimientos bruscos. Besos en lo oscuro y eterno secreto. Me vio un no sé qué. Me pregunto qué fue. Si le intereso me consigue como soy en medio minuto en vez de meterse con uno de esos verseros con el pelo lustroso de brylcreem y un rizo sobre el ojo derecho. Como escribiente de un señor en producción de textos poéticos[35]. Con mis lustros tengo que verme lustroso[36]. No le dejé ver mi perfil. Pero, no nos descuidemos. Mujeres sublimes conviviendo con hombres horribles. Modelos femeninos con monstruos. De todos modos no debo ser uno de ellos si Molly. Se quitó el sombrero exhibiendo su pelo. Con mucho vuelo de modo de poder esconder su rostro si tuviese un encuentro inoportuno con un conocido, ponerse de hinojos oliendo flores. El pelo se pone fuerte con el celo. Diez chelines obtuve por los recortes de Molly en nuestro período difícil en Holles Street. ¿Por qué no? Suponiendo que él le dio dinero. ¿Por qué no? Todos prejuicios. Se merece eso por diez, o por quince, qué digo, un escudo. ¿Qué? Pienso que sí. Todo eso sin motivo. Pulso firme. Mrs. Merion. Me pregunto si escribí el domicilio en ese sobre como me sucedió con el correo de Flynn. Y ese lunes que me presenté en lo de Drimmie con el cuello desprendido.[37] Discutir con Molly me desquició. No, lo recuerdo bien. Richie Goulding. Ese es otro. Lo tiene bien presente. Cómico que mi reloj se detuvo dieciséis y veintinueve. El polvo[38]. Óleo de tiburón le ponen en los resortes. Puedo resolverlo yo mismo. Economizo. ¿Sucedió justo en el momento en que él, le?

Oh, él lo hizo. Se lo metió. Lo hizo. Hecho.

¡Oh!

Mr. Bloom estiró con esmero su blusón húmedo. Oh, Señor, pequeño demonio rengo. Lo siento frío y viscoso. Efecto posterior molesto. Pero tengo  que desprenderme de esto de un modo u otro. No le repugnó. Posiblemente les guste. Vuelven con los suyos y comen el rico bollito y beben su pocillo de leche y dicen sus rezos nocturnos con los niñitos. Bueno, es como es. Verlo todo es el fin del idilio. Tiene que tener sentido escénico, rouge, vestidos, posición, entorno melódico. Incluso los nombres. Chers  de mujeres del cine. Nell Gwynn, Mrs. Brecegirdle, Moud Brenscombe. Sube el telón. Esplendor de níquel del plenilunio. Ingreso de virgen de pecho ingenuo. Mi dulce y pequeño tesoro ven y quiéreme. Sigo sintiendo. El hombre se pone fuerte. Ese es el secreto. Qué suerte que descomprimí un poco el fondo yéndome de lo de Dignem[39]. Fue el vino. De otro modo no hubiese podido. Después te vienen deseos melódicos. Lecous esent teretere. Supón que le hubieses dicho. ¿Sobre qué? Inútil si no se tiene un guion en mente. Lo que les preguntes te lo responden como cuestiones. Buen recurso si se me pone difícil. Muy bien por supuesto si uno dice: qué buen tiempo y te responde: muy buen tiempo. Oh, pero ese encuentro nocturno en Leeson Street todo oscuro por poco me meto con Mrs. Clinch ¡Oh! creyendo que. ¡Uyy! Y ese otro encuentro nocturno con ese joven espectro de mujer en The Coombe. Los términos obscenos que le hice decir todo erróneo por supuesto. Dijo mis plúteos.[40] Es muy difícil que uno encuentre mujeres de ese tipo con un poco de. ¡Oh! Debe ser horrible en sus comienzos que uno no se interese por sus peticiones pero después se endurecen. Y me besó los dedos ni bien le di los dos chelines de premio. Loros. Oprime el botón y el loro chilló. Hubiese preferido que no me dijese señor. ¡Oh, sus morros en lo oscuro! ¡Y usted un hombre comprometido, y yo sin compromiso! Es lo que quieren. Mujeres que riñen por un hombre. O sólo conocer. Yo no soy de esos. No me meto con mujeres que tienen dueño. Es como comerse los restos. El tipo del Burton hoy escupiendo en el recipiente ese trozo viscoso. El forro[41] sigue en mi monedero. Eso es medio busilis.[42] Pero puede suceder en un momento u otro, no creo. Ven, lo he dispuesto todo. Lo he soñé. ¿Qué? Es el comienzo de lo peor. Cómo consiguen que se modifique el punto de encuentro si no es lo que quieren. Te dicen que posiblemente te gusten los hongos porque conocieron un señor que. O que te pregunten qué estuvo por decir uno justo en el momento que lo pensó mejor y se detuvo. Incluso si yo quisiese seguir con el quilombo, por decir: quiero que, ese tipo de cuestión. Porque lo he hecho. Es recíproco. Ofender. Después me reconcilio. Pretender que uno tiene un deseo loco, y después desistir por su bien. Eso les produce gozo. Debió tener en mente otro tipo todo el tiempo. ¿Y qué tiene de perverso? Desde que son conscientes es siempre él, él y él. El primer beso es el que se les imprime en el cerebro. El momento propicio. Un no sé qué les surge en su interior. Se enternecen, se les ve en los ojos, encubierto. Los primeros sentimientos son los mejores. Viven por siempre en su recuerdo. Molly, el teniente Mulvey y su beso en el muro de los moros enfrente de los pensiles. Quince me dijo recién cumplidos. Pero sus pechos en pleno crecimiento. Entonces se durmió. Después del festín de Glencree fue volviendo del monte Plumón[43]. El ruido de sus dientes durmiendo. Incluso el intendente le echó el ojo. Vol Dillon. Tullido.

Sigue con el resto viendo los juegos pirotécnicos. Mis juegos pirotécnicos. Sube como un cohete y desciende como un listón. Y los niños, deben ser mellizos, pendientes de un suceso. Quieren crecer. Poniéndose vestidos viejos.  Tienen tiempo, entender cómo es el mundo. Esos mechones morochos todos revueltos y los morros gruesos. Es lógico que chifle bien. Es el instrumento perfecto eso. Lo mismo que Molly. En Jemmet’s[44], con ese rostro de meretriz, cubierto con un velo corto. Si no lo molesto, ¿tiene fuego? Te doy fuego en un corredor oscuro. Pronuncie veinte veces ni bien se despierte primoroso y pimpollo, remedio de morros gruesos. Dulce con el pequeñito, eso sí. El público conoce el texto mejor que el intérprete. Por supuesto que se entienden bien con los gorriones, los bichos, los bebés. En el mismo rubro.

No volvió los ojos descendiendo por el declive. No quiso ceder. Esos tesoros, esos tesoros, esos preciosos tesoros costeros. Lindos ojos tiene, luminosos. Es lo níveo del ojo lo que pone de relieve el resto, menos que el iris. ¿Comprendió que yo? Seguro. Como el minino lejos del perro. Mujeres, no siempre consiguen uno como ese Wilkins en el colegio que dibujó el cuerpo de Venus con todos sus dones en exposición[45]. ¿Eso es ser inocente? ¡Pobre tonto! Su mujer tiene todo servido. Imposible que se sienten donde dice No se siente, tinte fresco. Tienen ojos en el occipucio. Inspección del ropero queriendo descubrir lo inexistente. Queriendo sentir un buen susto. Hirientes como cuchillos filosos. Ni bien comenté con Molly que el vecino de Cuffe Street es un tipo buen mozo, lo creí de su gusto, notó en un segundo que tiene un miembro superior ortopédico. Y resultó ser cierto. ¿Cómo lo supo? Ese bello modelo femenino en lo de Roger Greene, subiendo los estribos de dos en dos exhibiendo los dones de su intelecto. Sucesión entre progenitores, quiero decir entre el progenitor y su descendiente mujer. Viene en el meollo. Milly por ejemplo secó el moquero sobre el espejo y no lo estiró con el hierro. El mejor sitio donde poner un folleto enfrente del ojo femenino, el espejo. Y ese pedido que le hice de que fuese por el rebozo de Molly que dejé en lo de Prescott, por cierto tengo que resolver lo de ese folleto, ¡volvió con el vuelto escondido en los soquetes! Pequeño truco ingenioso. Yo no se lo enseñé. Incluso el modo que tiene de sostener un envoltorio. Produce el interés de los hombres, un tesoro como ese. Subiendo los puños, moviendo los dedos de modo que el humor venoso retorne si se le ponen los dedos rojos. ¿Quién te lo enseñó? No sé. Me lo enseñó mi institutriz. ¡Oh, sí que conocen! Tres recién cumplidos enfrente del ropero de Molly, en Lomberd Street West. Yo teno uno cosito. Mullinger. ¿Quién te dice? Es como es. Joven condiscípulo. Los pies derechos por lo menos no como ejem. De todos modos tiene lo suyo. Señor, estoy húmedo. Un demonio, eso eres. Sus muslos redondos. Conjunto color piel, por poco se le rompen en el estirón. No como el esperpento ese de hoy. O. E. soquetes flojos. O los que vi en Grufton Street. Níveos. ¡Oh! Tobillos rechonchos.

Un piñonero[46] explotó produciendo un susurro de cohetes crujientes. Zrdis y zrdis, zrdis, zrdis. Y Cissy y Tommy corrieron por verlo mejor y Edy siguiéndolos con el cochecito y después Gerty por el recodo del peñón. ¿Qué se propone? ¡Miren! ¡Miren! ¡Ese! Miró. No sé qué puerro olió[47]. Tesoro, he visto tu. Lo he visto todo.

¡Dios mío!

De todos modos me hizo bien. Quedé deprimido después de lo de Kiernen y lo de Dignem. Por este sosiego mi reconocimiento. Eso es de Homlet. ¡Señor! Fue todo junto. Los nervios. Ni bien se tendió de ese modo sentí un dolor en el extremo de mi sinhueso. El cerebro simplemente se revuelve[48]. Él lo dijo. Me hubiese creído un imbécil. En vez de decir estupideces. Luego te lo diré todo. Pero de todos modos hubo un tipo de léxico común entre nosotros. ¿No pudo ser? No, Gerty le dijeron. Incluso pudo ser un nombre ficticio, como el mío, y el domicilio Cork Street  un pretexto.

 

Me dijo que su nombre es Jemine Brown[49]

                        y que vive  con los suyos en Irishtown.

 

El entorno me recordó eso supongo. Todos modelos del mismo corte. Se limpió un plumín en los soquetes. Pero el esférico fue en su encuentro como si hubiese comprendido. Todo proyectil tiene su proyecto. Por supuesto que en el colegio no metí ni un gol. Torcido como cuerno de morueco[50]. Pero es triste porque ni bien crecen se les imponen los deberes domésticos y los gregüescos del tío de pronto son del número de Willy[51] y polvo de licopodio en los lienzos del bebé porque le dijeron que fuese e hiciese oh, oh. No es sencillo. Eso es su socorro. No se meten en senderos perversos. Constitución. Envolver un niño, envolver un muerto. Dignem. Siempre en medio de niños. Pequeños tiestos de coco, simios, el cierre de los huesos viene después, grumos de leche en sus lienzos y trombos descompuestos. No debió ponerle en los morros ese chupete. Le produce pedos. Mrs. Beoufoy, Purefoy. El nosocomio, tengo que ir. Me pregunto si sor Collon sigue en su puesto. Supo venir de noche en ese tiempo que Molly estuvo en el  Coffee House. Vi cómo cepilló el sobretodo de ese joven doctor O’Here. Y Mrs. Breen y Mrs. Dignem incluso en su momento tuvieron pretendientes. Lo peor de todo es de noche me dijo Mrs. Duggen en el City. El esposo volviendo ebrio, despidiendo un tufo de boliche como si fuese un zorrino. Tener eso durmiendo en tu lecho, el hedor repulsivo de su beodez. Y después le dice: ¿Llegué en pedo? De todos modos no es bueno que siempre se lo culpe. Es escupir el cielo. Unidos como cuero y pelo. Incluso el motivo de todo puede ser su mujer. En eso Molly es mucho mejor. Es el temple del sur. Morisco. Incluso el cuerpo, el perfil. Los dedos recorrieron sus muslos opulentos[52].  Por ejemplo respecto de ciertos modelos. Mujeres que se recluyen en sus domicilios como un esqueleto en un ropero. Mi mujer, si me permite el honor de que le exprese sus. Y luego te exhiben un no sé qué de mediocre o indescriptible. Su mujer es siempre el punto débil de un hombre. Pero el destino lo dispuso, se quisieron mucho. Tienen secretos en común. Tipos que se hubiesen vuelto locos si su mujer no los hubiese dirigido. Y después ese tipo de mujeres como un piloncito de chelines de cobre con sus queriditos. Dios los creó y ellos se unieron. No siempre tienen hijos deformes. Dos veces cero es uno. O el rico setentón y el rubor de su joven mujer. Himeneo de junio desilusión de diciembre. Esto húmedo es inmundo. Un pegote. Bueno el prepucio no retrocedió. Despeguémoslo.

¡Uy!

O un urso de dos metros con su mujer que no le huele ni el bolsillo del reloj. Lo extenso y lo corto. Es muy curioso lo de mi reloj. Los relojes de bolsillo siempre mienten. Me pregunto si existe un influjo inductivo entre los seres porque ese fue el momento en que se supone que él[53]. Sí, seguro. Si el minino se fue ves roedores de festejo. Recuerdo que lo vi en Pill Street. Incluso eso es inducción. Inducción por doquier. El mundo por ejemplo que induce y es inducido. Eso produce el movimiento. ¿Y el tiempo? Bueno, eso es el tiempo que insume el movimiento. Entonces si un objeto se detiene todo el kiosco se detiene en poco tiempo. Porque es todo un conjunto. Un hierro inducido nos dice lo que sucede en el sol, en los luceros. Un pequeño trocito de hierro. Si uno mueve un tenedor. Ven. Ven. Tip. Eso son hombre y mujer. Hierro e inducción. Molly, él. Vestirse y sugerir y exhibirse y exhibirse otro poco y proponerte que mires y viendo demuestres si eres y, como un estornudo que se viene, los muslos, ves, ves y si uno los tiene bien puestos. Tip[54]. Terminemos.

Me pregunto qué es lo que siente en ese sector. Fingen rubor si existe un testigo. Posiblemente le preocupe menos que un soquete corrido. Molly se sorprendió y contempló sin disimulo los coqueteos de ese quintero vestido de jinete en el concurso hípico. Y con los pintores en Lomberd Street West. Hermoso tono de voz el de ese tipo. Como empezó Giuglini. Huele lo que hice, como flores. Y lo comprobé. Lirios. Pudo ser por los diluyentes. Todo les sirve. Los golpes en el piso queriendo cubrir sus ruidos en el toilette. Pero un buen número no consigue el goce, creo. Se detienen en un suspenso eterno. Especie de cosquilleo que te recorre todo el cuerpo y no sé qué en el medio del lomo.

Un momento. Hm. Hm. Sí. Ese es su perfume. Por eso se despidió. Con esto que te dejo quiero que pienses en mí, lejos en mi lecho. ¿Qué es? ¿Heliotropo? No. ¿Lirio? Hm. Pimpollo, creo. Puede ser que ese perfume le guste. Dulce y económico; se pone feo en poco tiempo. Por eso Molly prefiere el opopónoco. Le viene muy bien, con un toque de lirio. Sus sobre tonos y sus sub tonos. En el minué nocturno lo conoció, el minué de los minutos. El éter tórrido lo difundió. Se puso el conjunto negro, con el perfume del uso previo. Buen conductor el negro, ¿no es cierto? ¿O no conduce? Como luz en el éter. Supongo que tienen conexión. Por ejemplo si uno se mete en un recinto oscuro. Es curioso. ¿Por qué lo huelo recién? Llevó tiempo coincidir con su convulsión, lento pero seguro. Me figuro millones de corpúsculos por todo el éter. Si, eso es. Porque esos islotes de los condimentos, esos indios de hoy, se huelen desde lejos. Te digo lo que es. Es como un velo muy muy fino o un  tejido que cubre el cutis femenino, fino como esos cómo se dice hilos de virgen y viven tejiéndolos, finísimos, como los colores del semicírculo en el cielo inconscientes de ello. Todo lo que se puso quedó con su olor. Sus soquetes. Sus botines tibios. Su corsé. Sus culotes; se desprende  de ellos con un ligero golpe de pie. Me despido por hoy. Incluso el minino huele su beibidol sobre el lecho. Reconozco su olor entre miles. Lo mismo los restos espumosos de su remojo. Como fresones con un copo cremoso. Me pregunto dónde reside. En ese sitio o es el sudor o los pliegues del cuello. Porque surge de todos los rincones y los orificios. El perfume de lirio que se produce del petróleo o el éter o lo que fuese. Musco. Un globo en el hopo. Un solo corpúsculo despide olor por meses. Los perros oliéndose el culo entre ellos. Buen jueves. Muy bueno. ¿Cómo hueles? Hm. Hm. Muy gentil. Los bichos proceden de ese modo. Sí, bueno. Considerémoslo un poco. Nosotros lo mismo. Mujeres que en el período te repelen por el olor que emiten. ¿Como qué? Boquerones en bote podridos o. ¡Puuuf! No pise el césped.

Posiblemente nos sienten olor de hombre. ¿Pero cómo es? Los mitones nicotínicos  que Long John dejó sobre el escritorio. ¿El soplo? Proviene de lo que se come y se bebe. No. Quiero decir el olor viril. Debe tener que ver con eso porque con los religiosos sucede lo mismo. Perseguidos por nubes de mujeres como moscones sobre el dulce. Se comprimen en torno del presbiterio por verlo. El roble prohibido del clero. ¿Oh, reverendo, no quiere usted? Déjeme tener el privilegio de servirle primero. Eso se difunde por todo el cuerpo, se mete dentro. Es fuente de vigor. Y el olor es muy curioso. Hinojos hervidos. Corroboremos.

Mr. Bloom husmeó. Hm. Dentro del . Hm. Hueco de su jubón. Nueces o. No. Limones, eso es. Oh, no, es por el envoltorio[55].

¡Oh!, por cierto, su loción. Y eso que me lo recordé dos o tres veces. No volví y le quedé debiendo. Detesto ir sosteniendo un botijo por el cuello como el vejestorio de hoy. Hynes bien pudo devolverme esos tres chelines. Hubiese tenido que sugerírselo diciéndole lo de Mehuger. Pero si me escribe ese suelto. Dos con nueve. Se hubiese ofendido conmigo. Iré luego. ¿Qué le debo? ¿Tres con nueve? Dos con nueve, señor. Oh. Puede ser que en lo sucesivo no me fie. Se pierden clientes concediendo crédito. Es lo que sucede en los pubs. Tipos que deben un montón de dinero en un pub y después escurren el bulto y siguen bebiendo en otros.

De nuevo ese noble señor que me crucé hoy[56]. El viento del golfo lo devolvió. Yendo y viniendo. Comiendo siempre en su nido. Tiene un porte rígido; cenó bien. El recreo por el frente costero. Rezos de reconocimiento. Después de comer, un kilómetro y medio. Seguro que tiene suficiente en el cofre, un puesto en el gobierno. Lo persigo y lo incomodo como me hicieron sentir esos vendedores de periódicos de hoy[57]. Pero todo instruye. Vernos como nos ven los otros. Excepto el desdén femenino, ¿qué tiene que ver? Es el modo de descubrir. Pregúntese uno mismo quién es él. El misterioso hombre  del frente costero, cuento vencedor del tit-bits por Mr. Leopold Bloom. Se le retribuyó un escudo por segmento. Y ese tipo de hoy enfrente del sepulcro con el mcintosh oscuro. Bunios del pie. Un cuerpo vigoroso debe consumirse todos los. Si quiere ver llover silbe, dicen. En un sitio debe existir un. En el Ormond el cloruro de sodio húmedo. El cuerpo percibe como un medidor de presión. Betty el vejestorio sufre de los huesos. Lo que dijo Mother Shipton sobre los buques recorriendo el globo en un periquete[58]. No. Son indicios de que puede llover. El lector del reino[59]. Y los montes remotos se ven próximos[60].

Howth. El foco luminoso de Beiley[61]. Dos, tres, seis, ocho, nueve. Comprobemos. Tiene que extinguirse o pueden creer que es un edificio. Los sobrevivientes del  hundimiento. Greece Dorling[62]. Todo el mundo teme lo oscuro. Incluso los bichos de luz, tipos en bici; es tiempo de encender los focos de sus bicis[63]. Los rubíes de los dijes relucen  mejor. Con un poco de luz uno se siente seguro.  Puedes tener fe en mí. Por supuesto que es mejor hoy que en otros tiempos. Los senderos entre los bosques. Por un chelín te rompen el cuello. Pero hoy los encuentros son con dos tipos de gente, sonriente o fruncido. ¡Perdón! Ni lo mencione. Incluso el mejor momento de humedecer los helechos, en el crepúsculo después que se pone el sol. Los últimos indicios de luz. Los rojos son extensos. Roygbiv[64] Vence nos lo enseñó: rojo, ocre, limón, verde, celeste, índigo, bermejo. Veo un lucero. ¿Venus? No estoy seguro. Dos. Si se ven tres es de noche. ¿Ese grupo de nubes estuvo todo el tiempo en ese sitio? Como el espectro de un buque. No. Un momento. ¿Son pinos? Truco óptico. Espejismo. Los territorios del sol poniente. El sol del gobierno propio poniéndose por el sureste. Mi suelo de origen, felices sueños.

Desciende el rocío. No es bueno que te sientes, tesorito, en ese bloque frío. Produce los flujos níveos[65]. Solo puedes tener un bebé si es fuerte y se impone con vigor sobre los inconvenientes. Puede producirme hemorroides[66]. Infeccioso como resfrío de junio, herpes en los morros. Un corte con el filo de un folio es lo peor. Fricción por su posición. Si yo fuese el bloque donde se sentó. Oh, dulce tesorito,  qué bien se te vio. Justo en ese momento en que me seducen  Frutos verdes. Se prenden de todo lo que se les ofrece. Se supone que es el único momento en que pongo un miembro inferior sobre el otro, ni bien me siento. Como hoy en el reservorio de libros; jóvenes del colegio. Felices los sillines sobre los que pusieron sus muslos. Pero es el síndrome del crepúsculo. Sienten eso. Extienden sus brotes como flores, conocen sus momentos, flores de escudo, los tupinembos[67], en los clubes nocturnos, los quinqués, los recorridos por pensiles con focos. Los hesperis en el huerto de Met Dillon donde le besé el hombro. Hubiese querido tener un óleo suyo de cuerpo entero en ese momento. Mi cortejo empezó en junio. Todo vuelve. Los eventos históricos se repiten. ¡Oh  cumbres y vertientes!, de nuevo juntos[68]. Vivir, quererse, el periplo en derredor del propio pequeño mundo. ¿Entonces? Es triste lo de su pie cojo por supuesto pero ojo los excesos de compunción. Se sirven de eso en su propio beneficio

Todo sereno en Howth. Los montes remotos se ven como[69]. En donde nos. Los rododendros. Posiblemente soy un tonto. Yo pongo el hervidor y él se bebe mi té. El lote es mío. Todo lo que debió ver ese monte remoto. Nombres distintos; eso es todo. Novios; ñum ñum.

Estoy rendido. ¿Me incorporo? Oh, esperemos. Me consumió todo el vigor, pobre infeliz. Me besó. Mi juventud. Sin retorno. No viene dos veces. O incluso su juventud. Puedo ir en el próximo tren. No. El regreso no es lo mismo. Como volver donde estuvimos de niños. Quiero lo nuevo. El sol no se sorprende[70]. Ojo con lo del  B. C[71]. Cork Street. ¿No eres feliz en tu? Mi querido bribonzuelo. En los juegos de ingenio de Cork Street en lo de Luke Doyle. Met Dillon y su hervidero de descendientes mujeres: Tiny, Etty, Floey, Meimy, Louy, Hetty. Molly lo mismo. Fue en el 87. Doce meses después nos. Y el viejo comodoro, con su fruición por los chupitos de licor. Curioso que fuese su único descendiente y yo hijo único. Todo vuelve. Uno cree que huye y es el prolegómeno de un encuentro consigo mismo. El rodeo menos corto es el sendero de regreso menos extenso. Y ni bien ellos dos. Trote en círculos del corcel de circo. El juego de Rip von[72] Winkle. Rip: jirón en el sobretodo de Henry Doyle. Von[73]: el furgón del molinero. Winkle: vinco pervinco y berberechos. Luego interpreté el rol de Rip von Winkle en su regreso. Su mujer lo miró con estupor. Ojos moriscos. Dos decenios dormido en el Pozón del Sueño. Todo distinto. Sumido en el olvido. Los jóvenes envejecidos. El fusil herrumbroso por el rocío.

Ffff. ¿Qué es eso que voló? ¿Un mirlo? Posiblemente un murceguillo. Cree que soy un pino, ciego del todo. ¿Los plumíferos no huelen? Metempsicosis. Creen que uno puede convertirse en pino por un dolor. Mimbre llorón. Ffff. Puedo verlo. Divertido cretino. Me pregunto dónde vive. El tope del domo. Posiblemente. Prendido con sus deditos en el olor divino. Los repiques lo sorprendieron supongo. Por lo visto el servicio religioso terminó. Los escuché todos. Intercede por nosotros. E intercede por nosotros. E intercede por nosotros. Repetir es un buen método. Lo mismo con los folletos de promoción. Cómprenos. Y cómprenos. Sí, veo luz en el comedor del clérigo. Comiendo un menú sencillo. Recuerdo el error de precio que cometí en lo de Thom[74]. Es veintiocho. Tienen dos inmuebles. El mellizo de  Conroy[75] es rector. Ffff. De nuevo. ¿Por qué viven de noche como los roedores? Son un híbrido. Ffff. Plumíferos como roedores en vuelo. ¿Qué es lo que temen, el ruido o el sol? Mejor me quedo quieto. Puro instinto como el gorrión sediento y consiguió beber metiendo pedruscos en un recipiente. Es como un hombrecito con poncho y dedos diminutos. Huesos minúsculos. Se los ve relucir, especie de gris celeste. Los colores se ven sólo con luz. Por ejemplo si miro el sol como el cóndor y después me miro un botín veo un borrón como si fuese un limón. Quiere imponer su sello por doquier. Por ejemplo ese minino de hoy en el muro. Color ocre terroso. Dicen que es imposible ver uno de tres colores. No es cierto. Ese que vi como un tigre, níveo, bronce y negro en el City, con un signo M escrito en su frente. El cuerpo cien colores diferentes. Howth se vio como un vidrio bermejo por un momento. Corindón refulgente. Eso es lo que hizo el hombre ingenioso, qué nombre, con el vidrio ígneo. Luego el brezo que se prende fuego. ¿Qué, no pueden ser fósforos de los peregrinos? O el viento que produce el roce de los yuyos secos que se encienden. O los porrones rotos entre los setos convertidos en reflectores de los rejones de sol. Orquímedes[76]. ¡Lo encontré! Nemo me funcionó.

Ffff. Quién puede decir por qué viven  en vuelo. ¿Insectos? Ese meloso que entró el otro lunes en el dormitorio persiguiendo su reflejo por todo el techo. Bien pudo ser el mismo que me picó y vuelve por ver. Lo mismo que los gorriones. Cómo entender lo que dicen. Como nuestros chismes. Y dice este y dice el otro. El temple que tienen sosteniéndose en vuelo yendo y viniendo sobre el ponto. Muchos deben morir por los ciclones, los tendidos telefónicos. Incluso los grumetes viven momentos terribles. Esos brutos buques hendiendo el ponto de noche, mugiendo como lobodones[77]. Fough o bollogh[78]. Retroceso, ni lo sueñes. Otros como envoltorios de nuez, el foque un trocito de género, moviéndose como corchos sobre el ondeo del ponto en medio de los rugidos del tifón. Y por si fuese poco con mujer. Perdidos por lustros en los confines del mundo. Por cierto no tiene confines porque es redondo. Mujeres en todos los puertos, dicen. Lindo empleo si su mujer no sufre vivir pendiente de que su Johnny regrese en medio del desfile. Si es que vuelve. Oliendo los corredores oscuros de los puertos. ¿Cómo pueden querer vivir en el ponto? Pero es lo que quieren. Subir el rizón. Lo ves irse en uno de sus periplos con un distintivo o un fetiche que le de suerte. Muy bien. Y el tefilín[79] o no sé cómo le dicen que el progenitor del pobre viejo supo tener en el ingreso exigiendo que lo toque. Eso nos permitió huir de Egipto y vivir en el sometimiento. Ese tipo de supersticiones deben tener un sentido porque yéndose del nido uno desconoce qué suerte de peligros puede correr. Prendido de un trozo de pino o jinete sobre un poste, el tremendo esfuerzo de sobrevivir, el cuerpo metido en un redondel de corcho, sorbiendo sin querer todo el sodio del ponto, y es el último suspiro que precede los mordiscos de los tiburones. ¿Se descomponen los peces?

Y luego un sosiego completo y un cielo sin nubes, el ponto quieto, sereno, hombres y bienes deshechos, en el fondo de los dominios del viejo Poseidón, so los ojos dulces de Selene. No se me culpe, viejo presumido.

Un último cohete giró subiendo por el cielo desde los kioscos de Mirus en beneficio del nosocomio Mercer y explotó, extinguiéndose y produciendo un montón de luceros bermejos excepto uno níveo. Suspendidos un  momento, descendieron; se deshicieron. Tiempo del reposo del boyero; el momento de los mimos; el momento del encuentro. De frente en frente, con su doble golpe siempre bienvenido, el distribuidor del correo vespertino, el bichito de luz su foco reluciendo en el cinto yendo y viniendo por entre los cercos de ligustro. Y entre los cinco cipreses jóvenes, un chispero erguido encendió el foco en Tritonville Cres. Por el frente de los postigos, por los vergeles simétricos un tono de voz chillón profirió, yéndose: ¡Evening Telexpress, suplemento hípico! ¡Con los puestos del premio Gold Cup! y desde lo de Dignem un niño, corriendo, le gritó. El murceguillo siguió yendo y viniendo en su vuelo frenético. Lejos sobre el limo el flujo fue creciendo, gris. Howth se propuso dormir, débil por los extensos recorridos de los ñum ñum rododendros (él es viejo) sintiendo con gusto los mimos del leve viento nocturno destejiendo los rizos de sus montes de helechos. Tendido, entornó un ojo rojizo, con un  soplo profundo y lento, entredormido pero despierto. Y en el horizonte el reflector intermitente de Kish destelló en un ondeo y guiñó un ojo en honor de Mr. Bloom.

Cómo deben vivir esos tipos, fijos en el mismo sitio. Dirección de Reflectores Costeros de Erín. Penitentes redimiendo sus yerros. Lo mismo que los custodios costeros. Cohetes luminosos y globos y bote de corcho. El domingo que  hicimos ese crucero corto en el Erin’s King, les dieron un bolsón con los periódicos viejos. Osos en el zoológico. Periplo inmundo. Los ebrios devolviendo incluso lo que no comieron. Vómitos por sobre los bordos nutriendo los peces. Inmundo. Lleno de mujeres con el temor de Dios en los ojos. Milly, ni un signo de indisposición. Su rebozo celeste sostenido en el viento, riéndose. Los niños no tienen el concepto muerte. Y después el vientre limpio. Pero temen perderse. Recuerdo que nos escondimos en el bosque en Crumlin. Yo no quise. ¡Momi! ¡Momi! Los niños en el bosque. Los embozos les producen terror. Impelerlos en el éter y recibirlos. Te liquido. ¿Es sólo diversión? O los juegos bélicos de los chicos. Felicísimos. ¿Cómo puede ser que un individuo juegue con un fusil? Un proyectil perdido. ¡Pobres niños! Solo tuvo gripe y comezón. Emoliente cloruro de mercurio le compré por eso. Se mejoró y se durmió con Molly. Tiene los mismos dientes. ¿Qué es lo que prefieren? ¿Otro yo? Pero su persecución con el cubresol fue un exceso. Por supuesto que no tuvo intención. Le controlé el pulso. Se lo noté fuerte. Sus dedos pequeños; hoy creció. Queridísimo Popli.

Todo lo que los dedos dicen con un roce. El recuento de los botones de mi jubón. Recuerdo su primer corsé. No pude resistir sonreírme. Unos incipientes pechitos diminutos. El derecho es el menos sensible, creo. Lo mismo el mío. ¿Lejos del cuore[80]? Se ponen relleno si el estilo lo pide. Sus dolores nocturnos lógicos del crecimiento, diciéndome que me despierte, requiriéndome. El susto del primer período. ¡Pobre tesoro! Incluso Molly tuvo un momento incómodo. Reviviendo su juventud. El Peñón. De pie en  Rock Gun. El torreón de Spurr. Los chillidos de los petreles. El viejo simio berberisco que se engulló su propio grupo[81]. Sol poniente, tiro de obús regreso del pelotón[82]. Con sus ojos en el ponto me dijo. Un crepúsculo como este, pero con el cielo limpio, sin nubes. Siempre pensé en mi esposo como un noble señor o un gentilhombre rico con un velero propio. Buenos noches, señorito. El hombre quiere mucho joven de hermoso rostro[83]. ¿Por qué yo? Porque te vi muy diferente del resto.

Mejor no pernoctemos en este sitio como un molusco. Este tiempo es deprimente. Por lo oscuro deben ser nueve menos cinco.  Regresemos. Me perdí Leoh, Lirio de Killerney. No. Posiblemente no se durmió. El nosocomio, tengo que ver. Esperemos que todo termine. He tenido un jueves intenso. Mertel, mi inmersión, el entierro, lo de Keyes, el museo y los monumentos femeninos, el himno de Dedelus. Después ese entrevero en el pub de Berni Kiernen. Tuve mi desquite. Beodos dementes. Lo que dije sobre su Dios lo desquició. Es un error devolver el golpe. ¿O? No. Deben volver y reírse de ellos mismos Siempre tienen que beber en grupo. Tienen miedo de verse solos como un niño pequeño. Pudo romperme un hueso. Verlo del revés. Entonces se ve mejor. Posiblemente no tuvo intención de herirme. Tres vítores por Ishrël[84]. Tres vítores por ese vejestorio que mencionó, con sus tres únicos dientes. El mismo bello estilo. Que gusto beber juntos un pocillo de té. El mellizo del esposo del hombre silvestre de Borneo de regreso en el pueblo[85]. Me figuro ese tipo de monstruo en tu lecho. Gustos son gustos dijo un loco comiéndose los mocos. Pero lo de Dignem fue el colmo. Los velorios son deprimentes porque uno no siempre conoce. De todos modos su mujer debe conseguir el dinero. Tengo que ir por lo del seguro en lo de ese instituto Scottish Widows[86] como prometí. Curioso nombre. Siempre suponiendo que uno muere primero. Fue el mismo lunes que enviudó,  el lunes, enfrente de lo de Cremer y me miró. El pobre esposo recién muerto y su Mrs. invirtiendo el dinero del seguro. El óbolo de viudez. ¿Qué pretenden? Que use el ingenio y seguir viviendo. Lo penoso son los viudos. Se los ve desprotegidos. Pobre hombre ese O’Connor su mujer y sus cinco hijos muertos por comer mejillones tóxicos. Los sumideros. Enloquecido[87]. Después consigue un vejestorio con gorro de cocinero que lo cuide como si fuese su hijo. Que lo lleve de remolque, con rostro de fuentón y uniforme doble equis. Equipos deportivos en hilo gris, de mujer, tres chelines por dos, no se los puede perder. Horrible que se quiere, se quiere por siempre, dicen. No existen mujeres que se consideren horribles. Disfrutemos del querer, mentir y embellecernos, que en un momento u otro moriremos. Ese que recorre Dublín queriendo descubrir quién se burló de él. U.p: up. Es el destino. Él, no yo. Lo mismo sucede seguido con los negocios. Como perseguido por un embrujo. ¿Cómo fue ese sueño que tuve? Un momento. Medio confuso. Mujer con soquetes rojos. Perfil turco. Dominio pleno. En el fondo tiene el control. ¿Y si se metiese en el lecho como un hombre? Difícil de responder. Nennetti se fue. El buque del correo. Debe ir por Liverpool en estos momentos. Debo definir lo de Keyes. Tengo que discutirlo con Hynes y con Crowford. El beibidol de Molly. Tiene qué ponerle dentro. ¿Qué es eso? Puede ser dinero.

Mr. Bloom se inclinó y volvió un recorte de folio sobre el limo. Se lo puso enfrente de los ojos y lo inspeccionó. ¿Un correo? No. No puedo leer. Mejor me voy. Mejor. Estoy débil y por poco no puedo moverme. Un folio viejo. Todos esos orificios y el pedregullo. ¿Quién puede decir qué número? Increíble lo que se puede descubrir en esos sitios. Un porrón con informes de un tesoro perdido en un hundimiento. Envíos por correo. Los niños siempre meten objetos en el ponto. ¿Creen? Un bollo húmedo. ¿Qué es esto? Un leño roto.

¡Oh! Ese demonio me dejó rendido. Mi juventud se fue. ¿Es posible que regrese? Vivir pendiente de su regreso. Tiene que volver. Los delincuentes vuelven. ¿Y yo?

Mr. Bloom, con movimientos lentos, escribió con el leño sobre el espeso limo donde hundió los pies. Escribirle un verso. Puede ser que no se borre. ¿Qué?

YO.

Es posible que un pie desnudo lo pisotee en un momento. Inútil.  Perdido. El flujo viene creciendo. Le vi meter los pies en un torrente. Sobre él me inclino, ver el reflejo de mi rostro, oscuro espejo, soplo, un temblor. Todos estos roqueríos con escritos y resquicios y signos. ¡Oh, ese conjunto color piel! De todos modos no son conscientes. ¿Qué es eso que dices sin mundo? Te dije querido bribonzuelo porque eres sin mundo[88].

SOY UN

No entró. Dejémoslo.

Mr. Bloom borró los signos con su botín lento. Estúpido el limo. Ni un yuyo puede crecer en este sitio. Todo se pierde. Imposible que los buques fondeen en este punto. Excepto los pontones de Guinness. En torno del Kish en menos de tres meses.[89] Hecho con un poco de intención. [90]

Con un revoleo se desprendió de su elemento de dibujo. El leño se incrustó en el limo, derecho como un misil. Si me lo hubiese propuesto cien veces no lo hubiese conseguido. Suerte. No nos veremos de nuevo. Pero fue hermoso. Me despido de ti, tesoro. Mi reconocimiento. Me hizo sentir muy joven.

Si pudiese dormirme un sueñito. Deben nueve y pico. El buque de Liverpool se fue. No se ve ni el humo. Y puede entretenerse con lo otro[91]. Lo hizo. Y lo del Ulster[92]. No iré. Es un trecho ir y volver por Ennis[93]. Dejémoslo. Sólo cierro los ojos un momento. Pero no quiero dormir. Un breve sueñito. Imposible que regrese el mismo sueño. De nuevo el murceguillo. Inofensivo. Sólo unos pocos.

¡Oh! dulce tesorito he visto todos tus impolutos indumentos interiores culote sucio me volvió loco de deseo pegote viscoso nosotros dos bribón Greece Dorling él y veintinueve[94] el lecho meten sin coces ribetes por Reuben de perfume tu mujer pelo negro su opulento señorito[95] ojos jóvenes Mulvey senos mullidos yo el furgón del molinero Winkle soquetes rojos su mujer herrumbroso dormir exilio lustros de sueños regreso corredores Egendeth[96] mi tesorito entredormido me mostró lo suyo el próximo junio en gregüescos regreso próximo en su próximo su próximo.

Un murceguillo voló. Fue. Vino. Fue. Lejos en el crepúsculo un repique resonó. Mr. Bloom bostezó, su botín izquierdo semihundido en el limo, se recostó, resopló. Sólo por unos pocos

 

Cocú.

Cocú.

Cocú.

 

El reloj sobre el plúteo del clérigo emitió su susurro en el mismo momento en que  el clérigo O’Henlon y el reverendo Conroy y el reverendo John Hughes, S. J. bebieron su té con bollos y unto y bifes de cordero fritos con ketchup y discutieron sobre

 

Cocú.

Cocú.

Cocú.

 

Porque un pequeño gorrión emergió de su cobertizo diciendo nueve en punto que Gerty McDowell notó ese domingo que lo visitó porque siempre tuvo el ojo curioso, Gerty McDowell por cierto, y notó en el mismo segundo que ese peregrino de pie sobre los bloques comiéndose su cuerpo con los ojos es un

 

Cocú.

Cocú.

    Cocú. [97]

 

 

[1] Querido lector: inmerso como estoy en este bello esfuerzo de reescribir el Ulises de Joyce prescindiendo de un signo que se supone imprescindible, te ruego disculpes y toleres este retorcimiento de un bello y divino nombre. Lo diré de nuevo: En Mery, despeje E, y quede el nombre en inglés. O bien, úsese Meríe y despéjense los dos signos E, siempre teniendo en mente que E no es E, ni I, ni O, ni U.

[2] Rótulo de un remedio genérico de poco efecto, por lo que dice Gerty.

[3] Con esto olemos.

[4] C’est le nez. Le bout du nez. , donc… el nez, el que… el suyo

[5] Un hongo; es decir un sombrero como un bombín.

[6] Un beibidol, dos beibidoles.

[7] Son porotos verdes.

[8] Trinity College Dublin

[9] Este perro es el del dublinés del pub, el xenófobo que discutió con Bloom. El inteligente es el perro, no confundir con Giltrep.

[10] No es error; no es qué tristes son, ni qué tristes que son, sino qué triste es ese son en sus oídos. Disculpe que explique pero si no, este son –de ser, soy, es, somos–,  no se entiende.

[11] El doctor John Fell (1625-86), rector de Christ Church College, Oxford y luego obispo de Oxford University, según dice Gifford en 13.309, fue un opositor de todo tipo de revoluciones del espíritu y perseguidor feroz de disidentes como por ejemplo John Locke. Se dice que Tom Brown (1663-1704) se libró de su expulsión del templo cumpliendo con lo que Fell le exigió como condición: que reescribiese los irónicos versos 1:33 de Mertiel (despeje los dos signos E), lo que el hombre hizo y muy bien,. ¿Qué tiene que ver esto con el rostro que ve Gerty? Lo mismo me pregunto yo, querido lector perplejo.

[12] S. Bernerd de Clervoix (1090-1153), que fundó 163 conventos y fue un conspicuo doctor del medioevo.

[13] Quiero ser fiel con el texto de origen: despeje todos los signos O, teniendo en mente que O no es O, ni E, ni I, ni U.

[14] Ïdem 15.

[15] S. Denis, perdió el tiesto porque logró convertir muchos infieles convirtiéndose él mismo en un peligro de que Boul’Mich se convirtiese en un islote de seguidores de Cristo. Conversión. En contexto, un rezongo de Cissy.

[16] Efeméride de Sto. Domingo. No puedo decir mucho, mejor poco.

[17] Sujeción de un reloj de bolsillo con un broche en el extremo. De modo que el reloj no se desprende del terno.

[18] Rimó porque Edy gritó Puddeny pie  (Pudding & Pie) , un verso de niños.

[19] Revisemos este domicilio.

[20] Despeje O en Welsh y tiene un escritor verídico (1880-1942).

[21] Despeje los dos signos O en Mogherofelt y descubre un pequeño pueblo del noreste de Erín.

[22] Río de Dublín.

[23] El trullo es un recinto pequeño donde duermen los delincuentes presos.

[24] Este súbito corte del sentido es como es; no rezongue. Gerty tiene sus tiempos y sus modos.

[25] Curioso nombre, pero el comité existió. Se ocupó de redistribuir terrenos entre productores pobres del oeste de Erín.

[26] El churrín es un indumento femenino, como un culote.

[27] ¿Sin permitir que él qué? Misterio, mister.

[28] Por poco sufre un incidente, recordemos.

[29] Uno de los predecesores del cine. Un dispositivo ingenioso que se inventó en 1894. Edison inventó el kinetoscopio en 1889.

[30] Recuerdos de Bloom del libro erótico que leyó Molly.

[31] Los guetres cubren los botines; son como soquetes de cuero en el exterior del botín.

[32] En el episodio 5 Bloom tiene en mente estos versos sobre el desorden de los indumentos femeninos.

[33] Bloom cree (o es un chisme o es cierto)  que se inventó en un convento como prevención del honor religioso… No lo creo.

[34] Los cocoritos, entre nosotros, son pollos crecidos, vigorosos y orgullosos de su porte.

[35] Bloom tiene en mente un texto que vio en el periódico donde un supuesto escritor pide, como si ofreciese un puesto en su servicio doméstico, un escribiente que tipee sus textos (preferentemente mujer, sin decirlo). Creo que fue en el episodio 7.

[36] Este juego de lustres y lustros es forzoso, pero se entiende, supongo. Si bien los crípticos siempre tienen objeciones que poner. Por mí, que se lustren. O se ilustren.

[37] Bloom tuvo un puesto en lo de D. Drimmie & Sons, productores de seguros y estudio de leguleyos ingleses y escoceses, es decir gente de vestir riguroso. Figúrese, pobre Bloom, un lunes con el pelo revuelto y el cuello desprendido. Y todo por discutir con Molly. Un desquicio.

[38] ¿Se detuvo por el polvo? ¿Qué polvo, el del suelo? ¿El de Molly, en el suelo? Eventos coincidentes.

[39] Soltó vientos, descomprimió, pedorreó. Pero el pedo que recuerdo es el del fin del episodio 11. En fin. Congreso urgente, Borrowfessor.

[40] Queriendo decir mis glúteos, obvio. Porque plúteo es otro término.

[41] El texto de origen dice “French letter” ;  Morel lo escribió como “cobertor inglés” pero es un forro, en el sentido criollo del término; un condón, en resumen.

[42] Un busilis es un lío, un quilombo.

[43] Feotherbed (despeje O) Monte no lejos de Dublín.

[44] Restó del sur de Dublín.

[45] Venus con miembro, es decir…

[46] El texto de origen dice: monkey puzzle rocket . Increíblemente un monkey puzzle tree es un pehuén. Si usted es un crítico y no leyó este pie detesto, seguro que se pone furioso; pero tengo el derecho de ponerlo y si quiero lo pongo. No lo puse, pero no sé. Dudo. Un pehuén es perfecto.

[47] El texto de origen dice que esto es un chiste. Un hombre, por no meterse en líos de mujeres, come mucho puerro suponiendo que su olor puede servirle de escudo. Pero sucede que existen mujeres que creen que su perfume de puerros es delicioso y de nuevo los líos de mujeres. Pobre hombre. ¿No?

[48] Un verso de “Los dulces tesoros ribereños” , de H.B. Norris.

[49] Estos versos, como dice Gifford en 13.947, son elusivos. De todos modos, lo intento. Los versos jocosos describen un cuento del tío que sufre un pobre ingenuo. El embuste es de Jenine Brown que lo seduce y le pide ‎£50, con devolución, por supuesto. El hombre le concede el crédito y Jenine se convierte en humo. Tiempo después el hombre descubre que con su dinero, Jenine y su novio pusieron un negocio.

[50] El morueco es un ovino entero, con testículos, quiero decir, y con cuernos.

[51] Esto de los gregüescos del tío es otro verso jocoso que, en bien del lector, no describiré. Pero si quiere puede verlo en 13.953.-

[52] Recuerdos del libro que lee Molly, Los deleites del deseo.

[53] Bloom supone que él, el otro, el tercero, en fin.

[54] Este Tip y el precedente, dicen, yo no lo sé, pero repito lo que dijeron en un costosísimo congreso sobre Joyce y sus tics, en Oslo, son los chillidos del murceguillo que se describe en el principio de este episodio.

[55] De bloque cremoso con olor de limón que compró en Sweny.

[56] El mismo que vio Gerty y sobre el que en su momento reflexionó. Ver pie de texto 11.

[57] Los niños vendedores de periódicos que lo siguieron riéndose de él, en el episodio 7.

[58] Si yo quisiese que este libro engorde hubiese podido extenderme con lo que dice Gifford en 13.1065 sobre el libro profético de Mother Shipton, quien se supone que vivió entre 1486 y 1561. Pero es en extremo confuso y en cierto sentido cómico. Bloom tiene en mente unos versos pero esos versos no se corresponden con lo que predijo Mother Shipton en su libro sino con lo que escribió un señor Hindley en su versión en tono burlesco de 1861 “los conceptos el contorno del mundo / lo recorren en menos de un segundo”, como si Mother Shipton hubiese predicho el correo eléctrico. Es decir que Bloom tiene en mente un concepto doblemente erróneo. Digno de un profundo estudio psicológico. Los seguidores de Freud y de Locón pueden entretenerse con esto en sus sesudos estudios y congresos. ¿Qué tiene que ver con los indicios de llover que le siguen? Ese te lo debo, querido lector, como dijo uno que yo me sé. Gifford se hizo el sordo.

[59] Este fue un libro de texto en los colegios de Erín; de todos modos Gifford dice que es un doble sentido porque Mother Shipton (encore!) leyó, predijo, los destinos de los nobles del reino. Por esto lo de Lector del reino. En fin.

[60] De este supuesto verso que Bloom tiene en mente, Gifford dice simplemente: origen desconocido.

[61] Bloom no pensó bien el nombre de este foco luminoso en Howth; despeje el primer signo E en Beiley; incluso entonces, elimine el segundo signo E y ese es el nombre correcto.

[62] Greece Dorling (despeje O) y su progenitor W. Dorling (despeje O), custodio del Foco de Beiley, fueron en socorro de un buque que se hundió enfrente de Dublín el 7 de septiembre de 1838. Por su condición de mujer y su heroico socorro de nueve sobrevivientes Woodworth le dedicó unos versos.

[63] Según el Evening Telexpress el  16 de junio de 1904 el momento de encender los focos fue 9.17 P.M.

[64] Los colores del espectro luminoso según sus nombres en inglés.

[65] Un prejuicio médico, que el frío produce flujos; según Gifford.

[66] Gifford ve en esto del frío bloque rocoso un símil de lo dicho por Odiseo “despierto de noche en el borde de este río / cómo no sucumbir, débil y enfermo como estoy / con este frío” . Querido lector, espero que me des un poco de tu reconocimiento por los riesgos que tomo en beneficio de tu comprensión de este texto complejo, pero bello.

[67] Despeje E. Especie de flor de escudo, produce un tubérculo comestible.

[68] Un verso de J. S. Knowles, escritor erinés (1784-1862) en su Guillermo Tell.

[69] Este verso interrumpido, según Gifford, es desconocido.

[70] Porque lo que ve no es nuevo.

[71]B. C : Buzón de correo.

[72] Despeje O.

[73] Despeje O.

[74] Por lo visto Bloom tuvo un empleo en lo de un vendedor de inmuebles, Thom’s, y se equivocó en el precio que estimó del inmueble del religioso.

[75] G. Conroy es el héroe del cuento Los muertos, de JJ en Dubliners.

[76] Oh, despeje O.

[77] Recuerde que un lobodón es un fócido del ponto.

[78] Despeje todo O en estos tres términos. Insólito: esto quiere decir “despejen” en erinés; un coronel quiere que sus hombres “despejen” el terreno de enemigos.

[79] Este es un error de Bloom; el tefilín existe pero Bloom quiere decir otro nombre.

[80] Recordemos que en Bloom es lícito escribir cuore.

[81] Gifford dice que este cuento del viejo mono que se comió su progenie son inventos de Molly.

[82] El tiro de obús es el indicio de cierre de los portones del fuerte de los ingleses.

[83] Confusión de Bloom que no conoce el léxico; repite en su mente un cumplido que Molly le contó que le dijeron. Me dijo que le dijeron, es decir, teléfono roto.

[84] Como dije en el episodio 13, pie de texto 174, se cree que, de bruto o con intenciones de ofender,  esto es lo que gritó el xenófobo energúmeno, “Ishrël”(sic) en vez del nombre correcto que por supuesto usted conoce, querido lector. Posiblemente un congreso termine poniendo luz sobre este punto.

[85] Dispénseme lector de que le explique este chiste. Es un verso jocoso en inglés que se repite en infinitos retorcimientos; si intento reescribirlo es perder el tiempo.

[86] The Scottish Widows Fund, seguros.

[87] Gifford  dice que este supuesto evento  es desconocido pero que en esos tiempos fueron frecuentes los hechos como el que Bloom tiene en mente; supone que pudieron ser vecinos de Bloom, porque un P.J.  O’Connor vivió en el 75 de Eccles Street, justo enfrente de lo de Leopold.

[88] Bloom tiene en mente el reproche de Mertle, que no entiende un término puerco que le escribió Leopold y le escribe diciéndole que es  un “sin mundo” en vez de decir “inmundo”.

[89] Remedo de título de Julio Verne, pero en vez del mundo, del reflector intermitente de Kish, en el golfo de Dublín. Debe quere decir, supongo, que los pontones de Guinness, yendo y viniendo por el golfo, recorren miles y miles de kilómetros. En fin. Supongo que es eso lo que Bloom tiene en mente.

[90] ¿Qué hecho? ¿Por qué con un poco de intención? ¿Quién hizo qué con intención? ¿Bloom, Gerty o Guinness? Un misterio.

[91] Creo que Bloom supone que Molly le metió los cuernos y sigue metiéndoselos en este preciso momento, si no me equivoco.

[92] El tour de conciertos por el norte del Eire, o Erín.

[93] Recordemos que Bloom pensó en ir con Molly en ese tour que coordinó Bleizes Boylen, y después volver por Ennis y ver el sepulcro de su viejo.

[94] Indicio de tiempo, por ejemplo, dieciséis y veintinueve, etc. Son trozos de sueño dispersos.

[95] Despeje O.

[96] Ver esto en episodio 4. Bloom en lo de Dlugecz eligiendo un riñón, lee esto en un periódico con el que le envuelven el riñón.

[97] Pobre Bloom. ¿Usted entiende lo que quiere decir cocu en el léxico de Molière? ¿No? Quiere decir cornudo. Terrible.

Escribe Marcelo Zabaloy

Traductor aficionado y libros traducidos publicados por El cuenco de plata: Ulises y Finnegans Wake de James Joyce y El atentado de Sarajevo de Georges Perec

Para continuar...

El fantasma verde 5

Todos contentos: Lena la llamaba «le pâtisserie», el Flaco «la confi» y los ministros de la iglesia mormona «the bakery», la cuestión era que el barrio entero desfilaba para comprar los productos que salían del horno de Doña Tota

2 Comentarios

  1. Como siempre que me dispongo a leer su traducción del Ulises, abro el diccionario de la RAE, que no lo tengo en el plúteo de mi biblioteca sino en una solapa de mi bien amado Google, lejos del alcance de mi sóror.
    Usted, Zabaloy, no deja de sorprenderme. ¿Será que tiene dos cabezas y que esa foto que ponen al pie está trucada para esconder la deformidad?
    Y encima y para colmo, viene acompañado por el otro monstruo, el de los pinceles conocido en el barrio como Mariano Lucano.
    Felicitaciones!

    • Reconozco con rubor su gentil elogio. Sólo tengo un tiesto lleno de tornillos sueltos y por eso emprendo este tipo de entretenimientos. Mi foto es fiel reflejo de mi buen humor y mi don de gente. Me dicen perro sin hopo porque si estoy contento no lo demuestro. ¡Qué cruz! Si el texto le gustó y los bellos dibujos de nuestro querido socio me quedo muy contento. Me despido de usted con el debido respeto.

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